La Guerra Civil (1936-1939) supuso un corte drástico en la vida cultural española. Durante la dictadura del general Franco, diversos factores dificultaron la escritura y la publicación de nuevas novelas: la anulación de las libertades básicas y la censura; el aislamiento internacional; y la marcha al exilio de muchos de los narradores que habían publicado sus novelas antes de la guerra. Como consecuencia, los autores y las obras se alejaron de la narrativa occidental contemporánea hasta los años sesenta, periodo en que comienza un proceso de normalización que culmina en la década de los setenta. La narrativa española durante la dictadura desarrolló la novela existencial y la novela tremendista en los años cuarenta; la novela social en los años cincuenta; y la novela experimental en los años sesenta y setenta.
La Narrativa en el Exilio
Los autores que publicaron en el exilio, si bien añoraban España, plantearon temas muy variados. Los autores más importantes en esta narrativa son Rosa Chacel (Memorias de Leticia Valle), Ramón J. Sender (Réquiem por un campesino español) y Francisco Ayala (Muertes de perro).
La Narrativa en la España de Posguerra
La Década de los Cuarenta
Con respecto a la narrativa que se crea en España, en los años 40 se impone una orientación realista en la novela y, en especial, una visión pesimista de la realidad, poblada de personajes inadaptados, solitarios y frustrados que buscan una salida a su vacío existencial. Las dos corrientes principales en esta década son la novela existencial y la novela tremendista.
La novela existencial refleja la asfixiante realidad de la posguerra con relatos protagonizados por seres angustiados a los que les obsesiona la idea de la muerte. La novela más destacada en esta tendencia es Nada (1945) de Carmen Laforet.
Por otro lado, con La familia de Pascual Duarte (1942) se inaugura una corriente narrativa llamada tremendismo, que consiste en una reflexión profunda sobre los aspectos más crudos y miserables de la realidad (brutalidad, crímenes, horror…). El protagonista, condenado a muerte, trata de explicar sus crímenes como consecuencia de la herencia genética y del medio social.
También en esta década comienzan a publicar sus primeras novelas otros tres grandes personalidades de la novela española: Miguel Delibes, Ana María Matute y Gonzalo Torrente Ballester.
La Década de los Cincuenta
En la década de los cincuenta, la tendencia predominante es el realismo social. En esta época, los narradores denuncian con dureza la injusticia, la pobreza y la desigualdad de clases.
En las obras del realismo social cobra importancia el protagonista colectivo, aparece en ocasiones la ironía o el escepticismo y se recogen diferentes tipos de habla en los diálogos. El tema principal es la propia sociedad española, la soledad individual y colectiva. La colmena (1951), de Cela, es la precursora de la novela social. A través de secuencias narrativas y costumbristas, su autor plasma la vida gris de múltiples personajes de la sociedad madrileña de posguerra, hundida en la miseria material y moral. Hay que resaltar también El Jarama (1956), de Rafael Sánchez Ferlosio, novela que muestra la vida anodina de un grupo de jóvenes que pasan juntos un domingo de verano. La importancia de la novela radica en que inicia el llamado objetivismo o neorrealismo, cuya característica principal es la presentación de la realidad por parte del narrador sin emitir juicios de valor y sin reflejar directamente la psicología interna de los personajes.
Otros narradores interesantes de esta época son Ignacio Aldecoa (El fulgor y la sangre), Juan Goytisolo, Carmen Martín Gaite, Miguel Delibes (El camino) y Ana María Matute (Los Abel).
La Década de los Sesenta y Setenta
A principios de los años sesenta se produce un movimiento de renovación y de experimentación. La renovación tiene que ver con la influencia de autores como Kafka y Joyce y de la novela hispanoamericana del “boom”. En la novela experimental destacan las siguientes características:
- Subjetivismo: La indagación en la realidad española a través de personajes fuertemente individualizados, sumidos en una crisis de identidad; de ahí el uso del monólogo interior o el tú autorreflexivo.
- Sustitución del capítulo por secuencias o párrafos.
- La creación de espacios simbólicos o míticos.
- La inclusión de materiales diversos (informes, rótulos, anuncios…).
- Técnicas como el desorden cronológico o licencias ortográficas y tipográficas.
En general, en estas novelas aparece el perspectivismo, hay finales abiertos, y hay variedad de registros lingüísticos. Todo ello permite una mayor participación del lector. La novela que inaugura este nuevo ciclo es Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín Santos. En esta obra, un joven médico investigador ve truncado su futuro por la penosa realidad del país.