El Teatro Realista
El éxito y la calidad de la novela realista del siglo XIX fueron arrolladores, aunque no tuvieron su reflejo en el teatro. Autores como Galdós o Dicenta se esforzaron por desarrollar un teatro preocupado y comprometido por los problemas contemporáneos y, en gran parte, lo consiguieron, pero no alcanzó en ningún caso la categoría de la novela realista. Esta tendencia teatral penetró en el siglo XX con fuerza y contó con el apoyo del público.
Joaquín Dicenta (1863-1917)
La obra de Dicenta es el primer ejemplo de teatro social o comprometido de nuestra literatura.
Benito Pérez Galdós (1843-1920)
No alcanzó con su teatro la calidad de su novela, aunque desarrolló un teatro apreciable que continuaba las tendencias realistas del último tercio del siglo XIX. Dedicó al teatro las tres últimas décadas de su vida; una de sus obras principales es Electra.
Los Géneros Periodísticos
Los géneros periodísticos son las distintas formas o modos de escribir que usan las personas de una editorial, periódico o publicación. Hacen referencia al “estilo”, pero también a la estructura, los tiempos verbales, etc.
Los géneros periodísticos se clasifican según su finalidad en:
- Géneros de opinión
- Géneros informativos
Géneros de Opinión
Son los que con frecuencia hacen que un periódico o revista sea más solicitado. Se tiende a comprar el periódico porque en él escribe Mengano, y a desacreditar otro, porque en él escribe Zutano.
Cada uno de los géneros de opinión (el artículo, el cartón, el ensayo y el editorial) tiene sus formas o características de desarrollar la argumentación. Algunos de manera más estricta, otros menos; algunos, como el cartón, argumentan en forma implícita, paródica, sarcástica o simplemente humorística.
Géneros Informativos
Orientan a cubrir la necesidad de información actual y de interés general respecto a los acontecimientos, personajes, eventos, novedades y fenómenos que a diario ocurren en sociedad.
El Teatro Modernista
Las características de los autores que forman este grupo no son homogéneas, aunque en todos hallamos la misma finalidad: el intento de renovación del teatro, así como su dignificación y elevación intelectual.
Miguel de Unamuno (1864-1936)
Líder de la Generación del 98, intenta crear un teatro intelectual basado en el desarrollo de ideas abstractas a través del diálogo, en el cual la acción es prácticamente inexistente. En realidad, algunas de sus obras teatrales no son más que versiones dialogadas de sus novelas y ensayos. Los decorados son sencillos, casi simplistas, y la acción se esquematiza a través de un lenguaje directo y claro. Además, en sus obras aparecen muy pocos personajes. Entre los títulos de Unamuno, cabe recordar Fedra (escrita en 1910, estrenada en 1918) y El otro (escrita en 1926, estrenada en 1932).
José Martínez Ruiz, Azorín (1873-1967)
En el mismo sentido que Unamuno, Azorín emprende su renovación teatral a través de la experimentación e innovación en cuanto a la forma, aunque ideológicamente se mantiene en posturas conservadoras. Azorín rompe con la realidad y apuesta decididamente por el surrealismo. Entre sus obras destaca la trilogía Lo invisible (1928). Los temas principales de Azorín son el paso del tiempo, la muerte y la felicidad. Tanto Azorín como Unamuno obtuvieron un éxito bastante discreto con su teatro, posiblemente porque no fueron bien entendidos.
Ramón del Valle-Inclán (1866-1936)
Entre los autores encuadrados en el 98, además de los ya vistos, destaca especialmente el teatro de uno de los mejores dramaturgos, si no el mejor, de la literatura española del siglo XX: Valle-Inclán. La originalidad del teatro de Valle no tiene parangón en nuestra literatura y sus intentos de renovación dan como fruto el descubrimiento de nuevos caminos expresivos. No es fácil la clasificación del teatro de Valle a causa de su variedad y complejidad; se pueden considerar cinco grupos de la producción de Valle: Luces de bohemia (1920), Los cuernos de don Friolera (1921), Las galas del difunto (1926), La hija del capitán (1927).
El Teatro de Masas
Junto a las tendencias teatrales anteriores, en la primera mitad del siglo XX se desarrolla un tipo de teatro que atrae al público en masa a las salas de representación. Este tipo de teatro está dirigido principalmente a las clases sociales acomodadas, es decir, la alta burguesía, y se convierte en la principal actividad de ocio de este período.
Jacinto Benavente (1866-1954)
El autor que mejor representa esta tendencia es, sin duda alguna, Jacinto Benavente. Desde que en 1894 publica El nido ajeno, va ganándose a un tipo de público fiel a sus argumentos conservadores abiertos a la renovación. El sello de Benavente se convierte en inconfundible y su teatro es apreciado y valorado por encima de cualquier otro a causa de su finura y su habilidad técnica. Suele introducir una cierta crítica o ironía con el fin de denunciar, de una manera muy cordial, los vicios o aspectos negativos de su sociedad. Precisamente esa crítica se dirige a las clases sociales que lo siguen: la aristocracia y la alta burguesía, aunque el tono suele ser superficial y raramente moralizador. Con esto, Benavente consigue ser el principal dramaturgo de su época a la vez que critica al público que le sigue, aunque sin ofenderlo. La producción de Benavente es muy amplia; comprende 162 obras. En 1907 publica su obra más conocida, Los intereses creados. El argumento no está situado ni temporal ni espacialmente y recuerda al teatro clásico español. Dentro de una ambientación rural se sitúan dos de las obras principales de Benavente: Señora ama (1908) y La malquerida (1913), en las que continúa con la crítica social enmarcada, en este caso, en un pueblo.
Los Hermanos Machado
Escribieron siete obras en colaboración entre 1926 y 1932. Destacan: Las adelfas (1929) y La Lola se va a los puertos (1929). Se trata de un teatro popular muy del gusto de la época, aunque hoy en día ha perdido gran parte de su valor y podemos afirmar que no contribuyó a la renovación del teatro español ni al prestigio de sus autores. La acción es escasa, y frecuentemente se ve sustituida por la narración que hacen los personajes de lo que ocurre.
El Teatro de los Autores del 27
La poesía es el género más cultivado por los autores de la llamada Generación del 27, aunque no el único. Algunos de ellos se dedican también al teatro.
Federico García Lorca (1898-1936)
Es el mejor representante de la tendencia teatral de esta Generación, además de uno de los principales autores teatrales de la historia de nuestra literatura. Las obras teatrales lorquianas proliferan por todo el mundo. En sus obras, Lorca presta una especial atención al mundo femenino, así como a la frustración amorosa o el amor imposible. Las primeras obras de nuestro autor están escritas bajo la influencia de autores modernistas. Comienza su obra teatral con El maleficio de la mariposa (una mariposa cae en un nido de cucarachas, donde un cucaracho se enamora de ella. Cuando se repone, la mariposa huye y el cucaracho queda triste y solo). Lorca escribe varias farsas: Los títeres de Cachiporra (unión del teatro popular y del teatro poético), Retablillo de Don Cristóbal (1931), que se estrenó en 1934 en Buenos Aires, ciudad en la que Lorca gozaba de gran fama, fundamentalmente por su teatro. Las grandes obras de Lorca son sus tres tragedias rurales, centradas en el mundo femenino. Como dijimos más arriba, la frustración es el hilo conductor de cada una de ellas. Se centran en un mundo rural apegado a las supersticiones, las costumbres ancestrales, las faenas de la tierra y la preocupación por el qué dirán. Bodas de sangre (1933) narra el amor imposible por causas sociales. Yerma (1934) se centra en la frustración por la maternidad insatisfecha de la protagonista. En 1936, muy poco antes de morir asesinado, Lorca publica su gran obra maestra: La casa de Bernarda Alba. Inspirada en un suceso real (al igual que Bodas de sangre), retoma el conflicto entre la autoridad, representada por la madre (Bernarda Alba), y el ansia de libertad, representada por sus cinco hijas. Toda la obra se desarrolla en un espacio cerrado y único: la casa familiar, que, simbólicamente, es la cárcel en la que viven las hijas de Bernarda. El código moral impuesto por la madre es la ley por la que se rige toda la familia. Ese código se basa en lo que está bien y en lo que está mal, por encima de la piedad o el amor. El conflicto se desencadena por el amor a Pepe el Romano, un personaje que no aparece físicamente en ningún momento en escena, aunque está presente durante todo el tiempo a causa de las continuas alusiones que hacen las hijas a él: se trata de una obra de mujeres, en la que el elemento masculino siempre está in absentia.
Rafael Alberti (1902-1999)
Alberti también dedica una parte de su obra al teatro. Su obra más importante es El adefesio (1944), con elementos esperpénticos al estilo de Valle-Inclán. Surrealista es su obra El hombre deshabitado (1930), tragedia de la creación, vida y tentación del hombre condenado a muerte. Ya en la segunda mitad del siglo XX, Alberti escribe Noche de guerra en el Museo del Prado (1956), obra de tema político escrita con ocasión de la Guerra Civil Española (1936-1939).
Miguel Hernández (1910-1942)
Autor cercano a los del 27, posee una obra dramática bastante apreciable, aunque bastante breve. Compone tres obras en verso con influencias de los autos sacramentales de Calderón: Quien te ha visto y quien te ve, El labrador de más aire. Además, hemos de destacar la serie de obras cortas en prosa denominadas Teatro de guerra (1937).