La Iglesia Románica
La arquitectura románica es esencialmente religiosa, debido al importante papel desempeñado por la Iglesia, principal promotora de las artes en la Europa feudal. Las tipologías más características son la iglesia y el monasterio.
La iglesia es el edificio más representativo de la arquitectura románica. Es un espacio que ha de servir como lugar de reunión de los fieles y que refleja el poder de la Iglesia y la profunda religiosidad que impregna el mundo medieval. Se utilizó fundamentalmente la piedra. En algunas regiones se utilizó el ladrillo. En las cubiertas se usó en principio la madera, aunque posteriormente se sustituiría por la piedra. Sin embargo, se siguió utilizando para levantar los andamios y las cimbras, estructuras provisionales que servían de soporte en la construcción de arcos y bóvedas.
En la planta encontramos algunos ejemplos de planta central, pero la más utilizada será la planta basilical, de larga tradición en los edificios religiosos desde el arte paleocristiano. Se trata de una planta de 3 o 5 naves, siendo la central la más alta. En la diferencia de altura entre la nave central y las laterales se abren ventanas para iluminar el interior. Sobre las naves laterales se levanta la tribuna, como sucede en las llamadas iglesias de peregrinación. Puede existir una nave transversal, llamada transepto, no siempre acusada en planta. Si es así, la planta es de cruz latina, planta que se generalizará en toda la arquitectura medieval. El transepto marca la separación entre el espacio de los fieles y el presbiterio, espacio en torno al altar mayor. El espacio en el que se cruzan recibe el nombre de crucero.
Planta de cruz latina y zona de la cabecera
La zona de la cabecera o presbiterio tiene generalmente planta semicircular y recibe el nombre de ábside. A veces la cabecera está formada por un importante cuerpo con tres o más ábsides. En ocasiones se encuentra la girola o deambulatorio, pasillo que rodea el altar y que es prolongación de las naves laterales. En el ábside y en los brazos del transepto pueden abrirse pequeñas capillas llamadas absidiolos.
Elementos sustentantes y sustentados
Distinguiremos en el alzado los elementos sustentantes y los elementos sustentados.
- Elementos sustentantes: Todo edificio románico se asienta sobre robustos cimientos, tan profundos que frecuentemente permiten la construcción de criptas, con una finalidad funeraria, bajo el ábside. Sobre estos cimientos apoyan los elementos sustentantes del edificio románico: el muro, el pilar y las columnas.
- El muro: Desempeña en el románico un papel fundamental como elemento de cierre y de sustentación, ya que todo el peso de la cubierta recae sobre él. Exteriormente está reforzado por contrafuertes o estribos, construcción adosada al muro. Debido a su función de soporte, los muros son sólidos, gruesos, con un predominio del macizo sobre el vano, por lo que las superficies deben decorarse interiormente. Las ventanas son estrechas y abocinadas. Las tribunas que se encuentran encima de las naves laterales actúan como elementos de descarga que trasladan el peso de la bóveda central hacia el exterior, anticipando la función de los arbotantes en la época del gótico. En las iglesias de peregrinación, estas tribunas se utilizaban además para el tránsito de peregrinos y para aumentar la capacidad de la iglesia.
- El pilar: De sección cuadrada, rectangular o cruciforme, es el soporte exento más utilizado. Cuando las iglesias son de varias naves, la separación se hace mediante el pilar compuesto o cruciforme, característico del románico: un núcleo de sección cuadrada o rectangular que lleva en sus frentes pilastras o semicolumnas. De las tres restantes, dos cargan los arcos formeros que separan las naves y el tercero, por la cara de la nave lateral, sostiene el arco de separación de las bóvedas de arista que cubren las naves laterales.
- La columna: Se sigue utilizando la columna, pero sin respetar las proporciones clásicas y abandonando el empleo de los órdenes. El capitel tiene enorme importancia para la decoración escultórica.
- El arco: El arco utilizado preferentemente es el de medio punto, arco de un solo centro que equivale a media circunferencia. En él podemos distinguir: las dovelas, piezas en forma de cuña sin vértice, que forman el arco con su disposición radial. La primera dovela recibe el nombre de salmer. El intradós, que es la superficie interna del arco, y el trasdós, que es la superficie exterior. La rosca o espacio delimitado por el trasdós y el intradós. La imposta es la superficie de la que arranca el arco. En el interior de la iglesia denominamos arco formero al paralelo al eje longitudinal de la nave, que la separa de la contigua, y arco fajón al dispuesto transversalmente a la nave, que ciñe y refuerza la bóveda, además de articular su espacio dividiéndola en tramos.
- La cubierta: En los primeros momentos del románico se utilizaron techumbres de madera siguiendo la tradición de las basílicas cristianas, pero los frecuentes incendios provocados por los rayos o las antorchas con las que se iluminaba el interior de los edificios plantearon la necesidad de empezar a utilizar cubiertas de piedra. Esta será la aportación más importante de la arquitectura románica, el abovedamiento en piedra de todo el edificio. La bóveda de cañón es el resultado del desplazamiento de un arco de medio punto a lo largo de un eje longitudinal. Suele estar reforzada por arcos fajones, que absorben en parte el peso de la bóveda y también sirven para articular el espacio interior. Para cubrir los espacios cuadrados se utilizaron las bóvedas de arista, resultado del cruce perpendicular de dos bóvedas de cañón. En las tribunas o galerías que discurren por encima de las naves laterales se utiliza la bóveda de cuarto de cañón y en los ábsides y absidiolos la bóveda de horno. Las trompas son bovedillas semicónicas con el vértice en el ángulo de dos muros; las trompas transforman una planta cuadrada en octogonal al añadir cuatro lados en chaflán por el interior del recinto. Las pechinas son triángulos esféricos cóncavos en los ángulos del cuadrado a cubrir, que permiten el paso de la planta cuadrada a la circular sobre la que se asienta la cúpula. En la parte superior de la cúpula puede agregarse un segundo cuerpo, la linterna, a través de cuyos vanos entra la luz.
Destaca por la claridad de sus volúmenes y por la perfecta correspondencia con el interior del edificio. Elementos destacados en las iglesias románicas son las torres, símbolo del vínculo entre Dios y los hombres y testimonio del poder de la Iglesia, visibles desde cualquier lugar. Exteriormente los muros se verán “animados” por diferentes elementos con función tectónica, los contrafuertes, o simplemente decorativa: arquillos ciegos que a intervalos regulares se prolongan en columnillas hasta el suelo, ajedrezado, columnillas con capiteles historiados… La fachada occidental suele estar flanqueada por torres y refleja en su estructura y disposición la organización interior del templo, como el número de naves o la mayor altura de la central respecto a las laterales. En la parte superior puede abrirse un óculo, pequeña ventana de forma circular, que da luz al interior. Todo el interés de la fachada se centra en la portada, constituida por los siguientes elementos:
- Las arquivoltas: conjunto de arcos abocinados cuya anchura disminuye progresivamente. En ellas se despliega una rica decoración escultórica.
- Las jambas: elemento vertical en el que descansan las arquivoltas, y que también presentan decoración escultórica.
- El dintel: elemento horizontal que junto con las arquivoltas delimita el espacio del tímpano.
- El tímpano: es el espacio delimitado por las arquivoltas y el dintel, destinado a acoger un importante programa iconográfico de decoración escultórica.
- El parteluz: elemento vertical que divide la entrada en dos partes cuando la luz o anchura es grande.
El Monasterio Románico
Uno de los fenómenos de mayor importancia en la Edad Media será el desarrollo del monacato. El origen del monacato se encuentra en las primeras experiencias de ermitaños y anacoretas que harán de la soledad y el sacrificio un modelo de vida religiosa. Pero la figura clave en la formación del monacato occidental será San Benito de Nursia, que en el siglo VI funda la famosa abadía de Montecassino, donde establece la regla benedictina que dará a la vida monástica occidental sus características propias. Las comunidades de monjes se encontraban sometidas al poder de un abad o prior que tenía absoluta autoridad sobre el conjunto del monasterio y sus propiedades. La vida diaria de los monjes se dedicaba a la oración, el trabajo y el descanso. El lema de la regla monástica era, precisamente, “reza y trabaja”. Los monjes se reunían seis veces al día para rezar en la iglesia del monasterio, lo que permitía dividir el día de un modo ordenado.
Los monasterios forman parte esencial del paisaje de la época medieval. Los encontramos siempre en bellos entornos naturales, el marco idóneo para encontrar la paz de Dios. Estaban concebidos para resolver las necesidades materiales y espirituales de los que deciden abandonar la sociedad y entregar su vida a Dios. Serán lugares para la oración, pero también importantes centros económicos y culturales. En efecto, el monasterio era en realidad un feudo que ejercía su poder económico y jurisdiccional sobre una gran extensión de territorio cuyas propiedades no paraban de crecer, gracias a las donaciones de nobles y reyes, y también a sus propias ganancias.
Distribución del monasterio
El elemento principal del monasterio era la iglesia, donde los monjes oraban. Junto a la iglesia, y con acceso directo a ella, se encontraba un patio o claustro de planta cuadrada, con un pequeño jardín en su interior, donde había un pozo en el que los monjes recogían agua y donde se lavaban tras el trabajo, el lavatorio. El claustro estaba rodeado de cuatro galerías porticadas o pandas. El mundo natural aparece divinizado en el claustro.
- La sala capitular era el lugar donde se enterraba a los abades y donde se reunía la comunidad. Allí se daban las instrucciones espirituales después de la misa matinal, se hablaba de los asuntos del monasterio y se llevaba a cabo la confesión pública.
- El locutorio era el único lugar de comunicación, ya que los monjes vivían en silencio.
- El calefactorio era la única estancia donde podían calentarse.
- En el scriptorium los monjes trabajaban copiando manuscritos o iluminando los libros con espléndidas miniaturas.
- Dependencia importante era el refectorio o comedor, donde los monjes realizaban sus comidas en común, con un púlpito para la lectura, y al lado la cocina.
- En la planta superior estaba el dormitorio común de los monjes, que solía tener un acceso directo a la iglesia.
El monasterio estaba rodeado por huertas, talleres y campos de labranza. Allí los monjes trabajaban para obtener su sustento y desarrollaban nuevas técnicas agrícolas. Todo el conjunto de edificios se encontraba cerrado por una cerca o muralla que separaba al monasterio del mundo exterior. Con el auge de la vida monástica, los primitivos monasterios fueron creciendo y algunos de sus edificios aumentaron en número y tamaño.