1.3 Vitalismo, Decadencia y Dios en la Civilización Occidental
Introducción
Para comprender la crítica de Nietzsche a la civilización occidental, es crucial entender uno de los pilares de su pensamiento: la vida como voluntad de poder. Una vez establecido este principio, podemos analizar qué tipo de vida considera Nietzsche como ideal y cuál, por el contrario, percibe como un insulto a la misma. Dios, o mejor dicho, la idea de Dios construida por el hombre, será acusado por Nietzsche de ser una idea falsa, contraria a una vida entendida como instinto natural.
Desarrollo
Para Nietzsche, toda vida se rige por la voluntad de poder, presente en todos los seres vivos. ¿Por qué decimos que Nietzsche es vitalista? Porque si la vida se vive con voluntad de poder, nuestras acciones estarán en consonancia con nuestra vida; al tomar decisiones, nos guiaremos por las consecuencias que estas tienen en nuestra vida. Esto es el vitalismo: actuar en pro de nuestra vida y voluntad de poder.
Ahora bien, ¿qué ocurre con aquellos que actúan siguiendo reglas morales preestablecidas y gregarias? Para Nietzsche, estos son los decadentes. Ser decadente implica llevar una vida regida por una moral de esclavos, a menudo cristiana. Esta vida se caracteriza por negar la vida, siendo propia del cristianismo y de la civilización occidental.
Podemos afirmar que, para Nietzsche, existe una estrecha relación entre la presencia de Dios en Occidente y su decadencia. La decadencia parte de negar la vida, es decir, negar los instintos y el devenir. El hombre antivitalista se avergüenza de sus instintos y pretende razonar. El miedo a que la única verdad sea la no-verdad, el miedo al señor que vive su propia vida, es lo que lleva a los decadentes a negar el devenir. Negarse a vivir su propia vida con su propia moral y perspectivas los conduce a la decadencia. En contraposición a los decadentes y la moral de esclavos, están los ascendentes y la moral de señores; estas personas viven su vida con sus propios valores, ejerciendo la voluntad de poder, sin preocuparse por buscar una verdad, sino por si su forma de vida es buena o mala para ellos mismos.
Si los decadentes viven su moral de esclavos en contraposición a la de los señores, ¿cuál es el problema? Para descubrir el origen del problema de los decadentes y la civilización occidental, es necesario utilizar el método genealógico y remontarnos al pasado, al momento de la transmutación de los valores. Este proceso comienza con los primeros filósofos, que niegan el devenir. El miedo a lo desconocido los lleva a inventar ultramundos ficticios que menosprecian los sentidos, intentando paralizar el movimiento, lo que para Nietzsche equivale a momificar la vida. El cristianismo toma estos valores y crea una moral. El verdadero problema es que la declaran única y verdadera. El miedo a la voluntad de poder ha llevado a los decadentes a crear e imponer una moral de esclavos, tratando de eliminar el devenir e imponiendo una única verdad, creando el arma más malvada al servicio de la razón: el lenguaje. Con el lenguaje, los decadentes solidifican la razón y el ser, relegando la vida ascendente y la voluntad de poder a la mediocridad.
Analicemos ahora a los cristianos y la influencia de Dios en Occidente. Conocer los valores cristianos nos permitirá comprender mejor la opinión de Nietzsche. El grave problema de los cristianos, según el filósofo, además de negar la vida, es intentar imponer sus verdades. Los cristianos niegan tres cosas fundamentalmente: la tierra (considerándola un mero paso hacia el paraíso), la vida (negándola rotundamente) y el cuerpo (despreciando los instintos). Con esto, han creado en el hombre un sentimiento de culpabilidad y arrepentimiento, aunque no han conseguido eliminar los sentidos.
¿Dónde nos encontramos entonces? En una civilización donde Dios ha muerto, los sentimientos recobran importancia y la cultura de los viejos valores muere poco a poco. Una cultura con cimientos decadentes, tarde o temprano, acaba cayendo. El proceso ha comenzado con el nihilismo pasivo. Los enfermos terminales de esta cultura se asemejan cada vez más a la nada. ¡Esto solo significa la muerte de Dios! Pero necesitamos un nihilismo activo que permita superar esta etapa.
Conclusión
Para Nietzsche, el vitalismo y la voluntad de poder son los valores que conforman al ser humano, y su uso decadente o ascendente depende de cada uno. Pero, como nos muestra la historia, la vida decadente, caracterizada por la moral cristiana y Dios, acabará sucumbiendo. Así, surgirán los nuevos hombres ascendentes para la destrucción de la sociedad occidental y el triunfo de la vida y la creación sobre el sometimiento y la negación de los instintos. Una nueva vida artísticamente concebida, alejada de toda moral racional y decadente. ¿Se trata de una propuesta o de una profecía?