Vida, Amor y Muerte en la Poesía de Miguel Hernández

Etapa Juvenil (Orihuela)

Vida, amor y muerte son los temas centrales de toda la poesía de Miguel Hernández. Como dice en uno de sus poemas: “Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte y la de la vida”. Su poesía se caracteriza por la sinceridad, reflejando sus circunstancias personales de tal manera que vida y obra son inseparables. Su vida (y obra) estuvo determinada por los sentimientos de amor y muerte, aunque, dependiendo de la etapa, se muestran en distintas proporciones y formas. Ninguno de los tres temas se trata de manera independiente, sino que se funden en una visión poética y trágica de la interpretación del mundo y de la existencia. Hernández pensaba que el ser humano es materia que forma parte del ciclo de la creación, reproducción y perpetuación tras la muerte. De tal manera une así los tres temas: la muerte se supera con la renovación continua de la vida generada por el amor.

En su etapa juvenil en Orihuela, se observa la influencia de la poesía modernista de Rubén Darío. Se manifiesta el amor a la naturaleza de su tierra. También aparece una visión sensual del amor, la lujuria y la incitación al deseo sexual, utilizando el tópico del Carpe Diem, aunque no hay referencias a una amada real. La muerte también está representada con poemas como “Al verla muerta”, producto de sus primeras experiencias al respecto.

Perito en Lunas

Su primer libro, Perito en Lunas, tiene un planteamiento vanguardista. Aparece el tema del amor bajo el aspecto del pecado. Para expresar el sexo femenino utiliza los higos y para el masculino el hueso del dátil. También conjuga los temas de vida-muerte en las octavas de “Toro” y “Torero”, en las que el toro es el sacrificio y el torero la vida.

El Rayo que no Cesa

En el periodo entre Perito en Lunas y El rayo que no cesa, el tema de la muerte se acentúa en poemas relacionados con el toreo, como “Citación fatal”, o con sucesos trágicos, como “Hermanita muerta”. En relación con el amor, adquiere una dimensión religiosa debido a la influencia tradicionalista de su amigo Ramón Sijé, donde vuelca su amor hacia Dios y la Virgen. Por ejemplo, en “El silbo vulnerado”, la influencia de San Juan de la Cruz hace que el amor religioso se asocie a un dolor íntimo, en sentido místico. En este mismo período, el poeta conoce a Josefina Manresa y comienzan los poemas dedicados a una amada real y a su ausencia.

En su segundo libro, El rayo que no cesa, culmina el proceso de identificación de amor, vida y muerte. La influencia de Pablo Neruda y Vicente Alexandre desata el sentimiento trágico del poeta. Desaparece la idea de culpa asociada al deseo y el sufrimiento que vive el poeta es el de la carne (tema de la vida), que pretende alcanzar su realización plena en el encuentro con la mujer.

Al modelo petrarquista, la pena por la ausencia o el rechazo de la amada (tomado de Quevedo y Garcilaso) se superponen la pasión neorromántica y el telurismo heredados de la poesía impura y del surrealismo. Un ejemplo es “Me llamo barro aunque Miguel me llame”, según el tópico del amor cortés, pero la imagen elegida es la de algo impuro, como el barro, algo material y terrestre, y finalmente acaba con la amenaza de fundirse en la tierra con la amada. Abundan en el libro las imágenes violentas asociadas a la naturaleza feroz (huracanes, rayos, tormentas…). Así, el amor y la vida se asocian con la muerte y la destrucción. El libro refleja el sufrimiento por amor y el sentimiento trágico de la existencia. El símbolo más representativo es el del toro, la fusión de los tres temas centrales. El poeta se identifica con él por la bravura y la virilidad, representando la vida, pero a su vez la lidia es la imagen de la burla de la amada y ambos conceptos se unen con su destino existencialista, motivada por la profunda crisis del poeta, quien perdió su fe, se distanció de Josefina, sufrió el desdén de su amante Maruja Mallo y se enamoró platónicamente de María Cegarra. Los poemas de este libro están dedicados a estas tres mujeres, excepto la elegía a Ramón Sijé, que rompe la unidad temática del libro, en poemas como “Manotazo duro” o “El golpe helado”, relacionados con la muerte de su amigo, la que supera mediante la convicción panteísta de que los restos de su amigo darán vida a otros seres.

Viento del Pueblo y El Hombre Acecha

Al periodo de la Guerra Civil corresponden los poemarios Viento del pueblo y El hombre acecha. En el tema del amor ya no se dirige a la mujer sino al pueblo. Continúa la asociación del amor con la naturaleza feroz. Sin embargo, en el primer libro adopta un tono más optimista, animando a los soldados a perder el temor a la muerte, que servirá para dar vida, como en “El niño yuntero”. En el segundo libro, predomina una visión desolada en la que la muerte parece superponerse al amor y la vida, relacionado con el tópico del homo hominis lupus.

Cancionero y Romancero de la Ausencia

La muerte de su primer hijo, la derrota de la guerra y la reclusión en la cárcel hacen que en los poemas del Cancionero y romancero de ausencias utilice una voz quebrada, melancólica y teñida de esperanza triste. El poeta se vuelve hacia lo más personal. Tras la muerte de su primer hijo y el recién nacimiento del segundo, se produce una unión trágica de vida, amor y muerte que cobra un sentido misterioso. La imagen central es el vientre de la esposa (como si se tratara de una diosa de la fertilidad), como en “Hijo de la luz y de la sombra”. La carnalidad del amor se relaciona con la reproducción y la perpetuación del individuo a través de los hijos. Se transmite una poesía amorosa total dirigida a la esposa, al hijo, al pueblo y a la humanidad. El poeta siente la ausencia de su esposa, la justicia, su hijo y la libertad, y busca la clave para seguir viviendo.