Los Sofistas
Los sofistas fueron una serie de intelectuales de origen no ateniense que confluyeron en Atenas hacia la segunda mitad del siglo V a.C., atraídos por las oportunidades que ofrecía la ciudad. El sistema político ateniense era la democracia, y el que triunfaba en la Asamblea era aquel capaz de hacer propuestas atractivas y convencer a la gente. Los sofistas se encargaban de enseñar a la gente la virtud o areté, que antes se creía que solo poseían los nobles de nacimiento. Sin embargo, con la llegada de los sofistas, el término se modificó para significar la habilidad y el conjunto de técnicas para triunfar en la vida.
Escepticismo y relativismo
En los sofistas se da un cambio de actitud respecto a la filosofía, la verdad y el lenguaje. Si antes el lenguaje era expresión del conocimiento, para los sofistas solo es un instrumento para defender ideas. La verdad para los sofistas es aquello que sirve para conseguir alguna finalidad práctica. Los filósofos ya no se planteaban la physis, sino que los sofistas se plantearon las posibilidades del conocimiento humano y sus limitaciones. Adoptaron una actitud de desconfianza hacia el conocimiento verdadero de la naturaleza que se conoce como escepticismo, muy radical en Gorgias. Lo que es bueno y es malo cambiaba de unas ciudades a otras, y entonces surgió la tendencia relativista que afirmaba que todo era relativo.
Physis/Nomos
El término physis significa naturaleza y el término nomos significa ley o regla. Hay veces que los dos términos se oponen: la naturaleza te dice que hagas una cosa, pero la ley te lo impide, o viceversa. En este caso aparecen tres posturas diferentes:
- Los convencionalistas: creían que la bondad de las leyes es la que nos hace a todos iguales, independientemente de la naturaleza que nos hizo débiles o fuertes. Sócrates y Protágoras eran convencionalistas.
- Los naturalistas: pensaban que si no todos somos iguales, ninguna ley que cambie eso puede estar por encima (la ley del más fuerte o ley natural). Gorgias era naturalista.
- Posiciones intermedias: pensaban que en público debías comportarte cumpliendo las leyes, pero que en privado tenías que obedecer las leyes naturales. Antifonte era de posición intermedia.
Gramática y retórica
En la democracia ya no triunfa el más fuerte, sino aquel que convence a más gente. El lenguaje, como es lógico, tuvo mucha importancia y fue objeto de estudio de los sofistas. Su concepción del lenguaje y la retórica ya no es la de conocer la verdad ni el conocimiento, sino la de convencer y persuadir a la Asamblea. Un aspecto central de la enseñanza sofística fue la retórica, el arte de la palabra, junto con el análisis y el estudio del lenguaje y la ejercitación de técnicas de persuasión, para conseguir convencer al auditorio. Gorgias es considerado uno de los padres de la retórica.
Sócrates
Sócrates fue un filósofo del siglo V a.C. No escribió ninguna palabra porque decía que la escritura estaba muerta. Cuatro autores sobre todo escribieron sobre él: Aristóteles, Platón, Jenofonte y Aristófanes. Para muchos era un sofista más, y es cierto que tenía similitudes, como que no le interesaba la physis; su preocupación eran los problemas del ser humano. Sus conversaciones giraban en torno a si las leyes o la moral tenían origen natural, origen divino o bien eran producto de una convención; qué era la virtud y si puede ser enseñada. El rasgo que lo diferenciaba de los sofistas es que no cobraba por sus clases, solamente tenía amigos que voluntariamente lo seguían y conversaban con él.
Misión Socrática
Con el principio de las Guerras del Peloponeso, empezó a decaer la época de esplendor que vivía Atenas y se inició un periodo de inseguridad, que incrementó el individualismo. Entonces la gente empezó a ser consciente de que cada uno dependía de sí mismo, y el arte de la retórica se utilizaba para lograr ganancias puramente personales. Esta era la raíz, según Sócrates, de la degradación moral en la que estaba cayendo Atenas. Esta labor lo absorbió tanto que descuidó su vida personal y familiar: iba mal vestido, mal aseado y mal comido, por eso le apodaron “El Tábano de Atenas”. Sócrates afirmó que la persona auténticamente feliz es la que es buena, la que practica la virtud, y no la que acumula riquezas, logra el éxito político o la fama. La mayoría de los griegos de la época habrían estado de acuerdo en que las virtudes son virtudes básicas de todo buen ciudadano; habría que aclarar cómo se deben entender cada una de ellas y qué hay que entender por virtud, es decir, lo que hace que una acción sea virtuosa. El objetivo será llegar a una definición general de virtud. El primer paso para descubrir la auténtica naturaleza de la virtud es admitir la propia ignorancia, pero no se trata de la ignorancia del inculto, sino de una ignorancia sabia. Sócrates solo sabe una cosa: “Que no sabe nada más”, y eso le convierte en más sabio.
Ironía y Mayéutica
Para descubrir qué es la virtud, lo primero que se necesita es no tener una idea equivocada de ella. Entonces hay que demostrar al que se cree sabio que no lo es. Lo hace a través de preguntas, y a las respuestas les pone varias objeciones. Cuando intente buscar otra definición, se le ponen más pegas, y cuando, contradicción tras contradicción, se quede confundido, se acaba la primera parte: la ironía. En este punto el sujeto tiene dos opciones: acusar a Sócrates de sofista o enfadarse. En el segundo caso, Sócrates tendría un enemigo más, y en el primero le pedirá una definición. Como él admite su ignorancia, empiezan a dialogar con preguntas y respuestas cortas. A esta segunda parte se le llama mayéutica, hasta llegar, o no, a la verdad. El camino hacia la verdad es la propedéutica. Es muy difícil llegar a una conclusión, pero como decía Sócrates, el camino ya habrá merecido la pena.