La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1931)
El Golpe de Estado y el Directorio Militar
La segunda y última etapa del reinado de Alfonso XIII se inicia en 1923 con la dictadura de Primo de Rivera, apoyada por el monarca, y termina con la proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931.
El 13 de septiembre de 1923, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, encabezó con éxito un golpe de Estado contra el gobierno. Este dimitió y el rey entregó el poder a los sublevados, consumándose el golpe de estado, que fue recibido favorablemente por la mayoría de los españoles.
En el manifiesto que Primo de Rivera dirigió a la nación exponía los motivos para acabar con el sistema político de la Restauración y constituir un Directorio militar, de carácter temporal, para «la salvación de la patria». Lo hacía en un momento de gran inestabilidad política provocada por la propia descomposición de los partidos dinásticos, la crisis económica y social, los desórdenes públicos, el pistolerismo anarquista y patronal, el temor a una revolución social, las reivindicaciones catalanistas y el problema de Marruecos.
En contra de la tradición golpista del XIX, no pretendía un cambio de gobierno sino construir un régimen estable. Acusaba a los políticos de los partidos liberales tradicionales de todos los males del país, y proclamaba su decisión de eliminar las elecciones y el Parlamento.
El día 15, Alfonso XIII lo designó presidente del Consejo de Ministros con plenos poderes, dentro de la aparente legalidad constitucional de 1876. Sin embargo, la suspensión de las garantías constitucionales (excepto la Corona) y el relevo de las autoridades civiles por militares (suspensión de las actividades de los partidos políticos y de los sindicatos), supusieron el final del régimen de la Restauración y su sustitución por la dictadura del general Primo de Rivera (1923-1930).
Los Problemas Internos y la Consolidación del Régimen
Orden Público y Guerra de Marruecos
De este modo se configuraba un régimen dictatorial de carácter militar y conservador donde el Ejército tuvo mucha importancia para resolver los problemas heredados de los anteriores gobiernos civiles. En cuanto al orden público, Primo de Rivera persiguió con dureza a comunistas y anarquistas y, en poco tiempo, restauró la paz social a costa de una fuerte represión. Se propuso igualmente moralizar la vida pública: el Directorio destituyó a todas las autoridades locales y en pocos meses se elaboraron los estatutos municipales y provinciales que concedían autonomía financiera a las autoridades locales; la Mancomunidad de Cataluña se suprimió en 1925. Al mismo tiempo, se consiguió terminar con la guerra de Marruecos, gracias a la cooperación con Francia (desembarco de Alhucemas, 1925).
Institucionalización y Política Social
A partir de 1925, Primo de Rivera pretendió institucionalizar el régimen. Creó un partido, la Unión Patriótica, sustituyó el Directorio militar por un Directorio civil; para institucionalizar y perpetuar la Dictadura en el ámbito político creó una Asamblea Nacional Consultiva (1927), e incluso un proyecto de Constitución (1929).
Del mismo modo, en el ámbito social, Primo de Rivera desarrolló una política populista, destinada a mejorar las condiciones de vida de las clases trabajadoras y conseguir así su adhesión al régimen. Se crearon la Organización Corporativa del Trabajo y los Comités Paritarios (compuestos por obreros y patronos), al tiempo que se impulsaban diversas medidas favorables a la clase obrera (cooperativas de casas baratas, seguros sociales…), y se fomentaron las obras públicas y la creación de infraestructuras como un medio más para disminuir el paro.
Política Económica y la Crisis de 1929
En el plano económico, el régimen emprendió una política económica expansiva y de marcado carácter intervensionista, apoyada en la Deuda pública y los préstamos del exterior. Como hemos dicho, se iniciaron grandes obras públicas (infraestructuras viarias), se crearon las confederaciones hidrográficas, y los monopolios estatales sobre el petróleo (CAMPSA), las comunicaciones (Telefónica) y el transporte aéreo (Iberia).
Sin embargo, sería el cambio de la coyuntura económica internacional lo que determinaría su final. La política económica expansiva y las grandes obras públicas acometidas por el régimen habían sido posibles gracias a los préstamos procedentes del exterior. La quiebra de la Bolsa de Nueva York de 1929 cortó súbitamente los créditos norteamericanos y la situación económico-financiera de España se hizo insostenible. Las consecuencias de esta crisis pronto se hicieron evidentes y la oposición hacia el régimen aumentó en medio del descontento popular. Primo de Rivera, carente de apoyos políticos y de una base social sólida, presentó su dimisión al Rey, el 30 de enero de 1930 y partió al exilio.
La Oposición a la Dictadura
Durante la dictadura, la oposición a Primo de Rivera fue creciendo:
- Los intelectuales y republicanos (que se habían agrupado en la Alianza Republicana)
- Los liberales, que intentaron derribar el régimen con un pronunciamiento fallido en 1926, conocido como la «Sanjuanada».
- Un sector del Ejército, el cuerpo de artillería, agraviado por el nuevo sistema de ascensos por méritos de guerra.
- Los anarquistas, que a pesar de la represión ejercida por la dictadura, en 1927 y desde la clandestinidad, habían fundado la Federación Anarquista Ibérica (FAI)
- Los socialistas del PSOE y del sindicato UGT, que desde 1928 habían roto su colaboración con el régimen.
La “Dictablanda” y el Fin de la Monarquía
Aunque se quitó la represión de la Dictadura, la opinión pública no se congració con la monarquía. Políticos monárquicos, la izquierda republicana y los regionalistas, el 17 de agosto de 1930 firmaron el Pacto de San Sebastián. Su finalidad era constituir un Comité Ejecutivo Republicano que presidido por Alcalá Zamora reconocería la autonomía catalana y proclamaría la República. Pero a la insurrección prevista se anticipó la insurrección de la guarnición militar de Jaca el 12 de diciembre de 1930, que no triunfó y cuyos responsables, los capitanes Galán y García Hernández, fueron fusilados.
Tras el fracaso del gobierno Berenguer, el rey encargó a otro militar, el almirante Aznar, dirigir el país mientras se preparaban las elecciones municipales para el 12 de abril de 1931, primer paso de la vuelta escalonada al régimen parlamentario liberal de la Restauración; pero no fue posible: la victoria de las candidaturas republicanas en las principales ciudades se entendió como un referéndum en contra de la monarquía. El 14 de abril de 1931, Alfonso XIII abandonaba el país y se proclamaba la Segunda República.