1. La Agricultura
La economía del siglo XIX dependía fundamentalmente de la agricultura, cuya situación se intentaba mejorar por medio de una reforma agraria. La desamortización fue la primera pieza de la transformación agraria y estuvo dirigida al saneamiento de la Hacienda, en crisis por la primera guerra carlista y la deuda heredada.
Su primera etapa comenzó con Godoy en 1798, la segunda con Mendizábal, afectando a los bienes del clero regular y secular entre 1836 y 1844, y la tercera con Madoz, que afectó tanto a los bienes de la Iglesia como de municipios y comunales, que se vendieron entre 1855 y 1868.
Las consecuencias de este gran proceso de nacionalización y venta fueron: la aparición de nuevos terratenientes, procedentes de la aristocracia; se permitió el cultivo en tierras abandonadas. Los perjudicados fueron: campesinos, Iglesia y municipios.
Esta masiva venta de tierras afectó a la producción agrícola, que en general creció hasta el último cuarto de siglo, momento en el que aumentó la productividad de los cultivos, de los cuales, el trigo tuvo el mayor incremento (72%).
Aún así, apenas se modificó la estructura de la propiedad de la tierra y siguió basándose en la clásica triada: cereal, vid y olivo. El proteccionismo impidió la modernización de la agricultura.
La agricultura fue un sector clave de la economía, pero atrasado respecto a otros países europeos. La producción nacional no bastaba para satisfacer la demanda y la agricultura tampoco fue motor de arrastre del sector industrial.
2. La Industria
La Industria Textil
Los intentos innovadores no hicieron de España un país industrial y el balance era de fracaso relativo. El algodón y el hierro fueron dos sectores que iniciaron la industrialización en España, principalmente el algodón. Así surgieron fábricas de tejidos de este textil, centradas en Cataluña.
Asimismo, hubo otras industrias textiles, como la lanera, la de la seda y la del lino, de las cuales la única que no decayó fue la de la lana, ubicada en Cataluña.
Minería y Siderurgia
La minería se mantuvo estancada hasta la mitad del siglo por el atraso económico, la falta de capitales y de tecnología, y la intervención del Estado, que frenaba la inversión extranjera.
La Ley de Bases de Minas (1868) fue base del desarrollo minero y se produjo una expansión de la demanda gracias al capital extranjero. España mostraba un desnivel entre la producción siderúrgica y la minera, que desarrolló la siderurgia vasca.
Destacaron también otras actividades industriales como la producción de harina y papel por molinos movidos por agua o viento. También destacaban fábricas derivadas de la agricultura, como la del corcho y la alcoholera. Las zonas exportadoras de vinos fueron Andalucía, Cataluña y Valencia, en las que la intervención extranjera tuvo un importante papel. Y la industria mecánica, que fabricaba maquinaria textil y material ferroviario.
3. Comercio y Medios de Transporte
La economía necesita el comercio y el transporte para la obtención de materias primas y para hacer llegar la producción a los mercados.
El Comercio Interior
Había obstáculos naturales, como una red de carreteras deficientes, y fiscales, que impedían la unidad de comercio. En este siglo, se adoptaron medidas para acabar con estos, como: la abolición de impuestos, la aceptación del sistema métrico decimal, el ferrocarril y un sistema de comunicación tardío mediante correos y el telégrafo.
El Comercio Exterior
El comercio exterior se frenó debido a las guerras del primer tercio de siglo. A pesar de ello, la tendencia fue de crecimiento con algunos altibajos. Los productos más vendidos eran vinos, minerales, textil o calzado; exportaciones dirigidas a Reino Unido, Francia, Argentina, Estados Unidos y Cuba, de los que procedía también la mayoría de nuestras importaciones.
Para comunicar los territorios, era necesaria una red viaria efectiva mediante tres medios de transporte: los caminos se renovaron con carreteras, el transporte marítimo también mejoró y el ferroviario, que comenzó en 1848 con la línea Barcelona-Mataró y fue impulsado por la ley de 1855. Asimismo, se crearon compañías ferroviarias como MZA, SJC, el Ferrocarril del Norte y Ferrocarriles Andaluces.
4. La Banca y el Sistema Monetario
En el siglo XIX, los sistemas bancario y monetario pasaron por una etapa de transición hacia su modernización, en la cual se creó el Banco Nacional de San Carlos en 1782, primer banco español, que debido a la bancarrota dio lugar al Banco de San Fernando en 1829. Su tarea básica fue prestar dinero al Estado y resolver la deuda pública.
Los orígenes del Banco de España datan de 1844-1856. Los siguientes años fueron de expansión de la banca y una crisis. A partir de 1874, hubo expansión de la banca con un solo banco de emisión de billetes y predominio de la banca pública frente a la privada, quedando los bancos privados de Bilbao y Santander, entre otros.
Capitales y Sistema Monetario
Hasta los años 30, existía en España una anarquía de monedas, pesos y medidas, y era necesario un sistema bimetálico (oro-plata), permitido por leyes de 1848 y 1864, con el real como unidad básica. Aunque finalmente, con la reforma de Figuerola, la peseta pasa a ser la unidad monetaria.
El uso de esta se generalizó a finales de siglo, a lo que contribuyó la emisión de billetes de banco y cuentas corrientes. Debido al balance financiero del siglo, la banca no se utilizó para inversiones productivas; se creó en 1831 la Bolsa de Comercio en Madrid; el oro deja de circular en 1883 y el patrón plata acabó siendo un patrón fiduciario, aumentando así la emisión del papel moneda.
5. El Papel del Estado y de las Empresas
Durante el siglo XIX, en todos los países de Europa, los procesos de modernización económica contaron con la participación del Estado.
El sistema anterior a 1845 se caracterizaba por la variedad de impuestos y la escasa eficacia del sistema de recaudación. La reforma fiscal de Mon-Santillán en 1845 simplificó el sistema de impuestos, distinguiendo entre directos e indirectos; se establecieron los presupuestos generales del estado y se adoptaron medidas de reducción de la deuda pública, cuyos problemas se mantuvieron sin solución durante todo el siglo, exceptuando cuatro años que conocieron superávit.
Al aplicar las reformas de la Hacienda, la inversión privada se dirigió más a títulos de deuda que a inversiones productivas.
Empresa y Mentalidad Empresarial
La debilidad de la economía de este siglo se ha atribuido también al escaso dinamismo del empresariado español, puesto que predominaban empresas y tecnologías extranjeras en la banca, industria, agricultura, minería y transporte. Además, la actitud de los empresarios españoles estaba lastrada por una mentalidad conservadora, que apoyaba la protección del Estado y siempre a la defensiva ante los posibles riesgos de la inversión.