Ciudadanía y modelos políticos: De la polis griega al Estado moderno
1. ¿Por qué tipo de razones a un ciudadano no se le puede considerar súbdito?
Se denomina súbdito al individuo que pertenece a una sociedad determinada. Súbdito es el natural de un país, sujeto al ordenamiento político y jurídico del mismo. El individuo queda a expensas de un Poder que permanece al margen del control de las leyes. Súbdito es el que obedece y es gobernado.
Se denomina ciudadano al individuo adscrito a una sociedad determinada; por lo general, a un Estado. El ciudadano puede ser considerado a la vez como súbdito, en tanto que sujeto al ordenamiento jurídico y a las autoridades e instituciones que constituyen dicho orden. Sin embargo, a diferencia del mero súbdito, el ciudadano es reconocido política y jurídicamente por el Estado como sujeto de derechos, y no sólo como sujeto a obligaciones.
Son ciudadanos, en sentido jurídico efectivo, los miembros de una sociedad que reconoce las mismas libertades, los mismos derechos y deberes para todos los individuos que la conforman. Estas sociedades son las denominadas sociedades democráticas.
2. Para Aristóteles, ¿cuál es el origen y finalidad de la ciudad?
Aristóteles distingue dos órdenes en el análisis de una cuestión: el orden cronológico, que es el orden según el cual las cosas suceden de hecho; y el orden esencial, el orden con respecto al cual las cosas suceden en virtud de su naturaleza.
La concepción teleológica que Aristóteles tiene de la realidad posee una gran importancia en el análisis del origen y de la finalidad de la ciudad, y de los ciudadanos como aquellos que comparten los derechos y obligaciones propios de la vida en sociedad.
En el caso de la ciudad, Aristóteles distingue entre la casa (las relaciones familiares), la aldea (la reunión de casas o familias) y la ciudad.
- La casa y la aldea son primeras en sentido cronológico; su función consiste en satisfacer las necesidades humanas básicas.
- La ciudad, que es última en el orden de aparición, es sin embargo primera en el orden de la esencia.
Tanto la casa como la aldea tienen como finalidad la realización de la ciudad.
La ciudad, su finalidad radica en la instauración de un orden justo y bueno. El fin de la ciudad, según Aristóteles, consiste en hacer posible la vida buena, a la que los hombres aspiran en virtud de su más señalada naturaleza.
3. Según Aristóteles el hombre es un animal político, ¿podrías explicar debidamente esta aseveración?
Si el hombre es un animal político, como afirma el filósofo, y la ciudad representa el marco que establece las condiciones de una vida buena, entonces ser ciudadano representa la realización política de esa naturaleza específicamente humana.
Esta naturaleza política no es propia de los animales, que o bien campean a sus anchas o bien se agrupan gregariamente en torno al más fuerte; ni de los dioses, cuya autosuficiencia les libra de la vida en sociedad. La vida en la ciudad es el modo de vida propiamente humano.
Lo ético y lo político, lo bueno y lo justo y, en la actualidad, lo privado y lo público constituyen distintas formas de referirse a esta dimensión constitutiva de lo humano. En caso de conflicto entre lo particular y lo general Aristóteles defiende la preeminencia de lo político sobre lo ético. El ciudadano participa, de manera activa, en las obligaciones del gobierno. Se trata, pues, de una democracia restringida y participativa. El modo de producción esclavista explica, aunque no justifique, la ausencia de derechos políticos para una gran parte de la población: esclavos, metecos (extranjeros residentes en la polis) y mujeres.
4. ¿Por qué razones la ciudad entra en crisis en la época helenística? ¿Cómo reaccionan las escuelas filosóficas ante este hecho?
El helenismo representará la quiebra de este modelo de ciudad y de las concepciones filosóficas que teóricamente lo sustentaban. La expansión de la cultura helena, merced a las conquistas de Alejandro Magno, supondrá paradójicamente la pérdida de la referencia política fundamental para los ciudadanos griegos. La Ciudad-Estado sucumbe ante el nuevo orden imperial, que no constituye un marco políticamente habitable para el ciudadano.
Las fronteras de la ciudad ceden ante la incorporación de nuevos y extensos territorios, con lo que los ciudadanos ven afectados sus derechos y obligaciones. Las decisiones trascienden el ámbito de la ciudad, cuyos espacios políticos ya no son autosuficientes.
Las escuelas helenísticas reaccionarán de distinto modo ante esta situación. El epicureísmo representará una especie de retirada hacia el interior de la casa, hacia la esfera privada.
En cambio, el estoicismo proyectará la imagen de un sabio que, aunque imperturbable ante las vicisitudes del destino, tomará parte en la vida política.
En consonancia con la idea de una ley común y de una naturaleza humana, universales y necesarias, el estoico servirá al Estado con la mirada puesta en el mundo. El estoicismo acuñará el término cosmopolitismo. La extensión de la ciudadanía en los tiempos del Imperio romano encuentra en esta visión estoica de la ley un claro motivo filosófico.
Sin embargo, a la extensión universal de los derechos de ciudadanía, que convierte en ciudadanos romanos a los que viven dentro de los límites del Imperio, le corresponde una restricción en el ámbito de la participación política. La idea de un ciudadano-súbdito se contrapone, así, a la idea griega del ciudadano activo, el cual participaba directamente en el gobierno de las cosas públicas.
5. ¿Qué concepción tiene San Agustín acerca de la ciudadanía?
En pleno auge del cristianismo, la obra de San Agustín (354-430) y, en particular, su distinción entre la ciudad terrena y la ciudad de Dios darán lugar a una concepción contemplativa y piadosa de la vida política.
La Ciudad terrena se funda en el amor propio y el desprecio de Dios, mientras que la Ciudad divina se funda en el amor de Dios hasta alcanzar los hombres el desprecio de sí mismos. Ambas ciudades se mezclan a lo largo de la historia. La primacía de la Iglesia sobre el Estado adquiere, con el pensamiento agustiniano, un poderoso sustento teológico.
De este modo, con el reconocimiento del cristianismo como religión oficial del Imperio –y, posteriormente, de los reinos y dominios feudales– las concepciones antiguas de la política perderán su vigencia hasta agotar, durante el largo período de la Edad Media, la relevancia teórica que antaño tuvieron.
6. Contrapón la idea de ciudadanía a la de vasallaje.
La idea de ciudadanía se ve eclipsada por las relaciones de vasallaje propias del sistema feudal, correlativas al retroceso histórico de las ciudades. Mediante el pago de los tributos convenidos, el reconocimiento del vasallo hacia su señor implicaba la protección por parte de éste. La sociedad estamental del medievo hace imposible, por tanto, la realización efectiva de unos derechos universales y la participación de la población en los asuntos públicos.
7. ¿Qué relación puede darse entre la ley moral-natural cristiana y la idea de ciudadanía universal?
El concepto de ley moral-natural, consolidará la idea de unos derechos no escritos, pero naturales e invariables, a los que deben subordinarse las leyes positivas de los hombres. El Derecho (lo positivo o escrito) debe así ajustarse a la moralidad (lo justo y natural), cuya garantía teológica se halla en la ley eterna de Dios.
Con la Modernidad, la secularización de la moral cristiana dará paso a las Declaraciones sobre las que tomará cuerpo jurídico y político la idea de ciudadanía. Allí donde se hablaba de disposiciones naturales e inmutables del ser humano, regidas por Dios, se defenderán ahora las exigencias de la razón y la dignidad de todos los seres humanos.
8. Explica convenientemente la concepción de Maquiavelo acerca de la política y de la ciudadanía.
Nicolás Maquiavelo (1469-1527) es uno de los pioneros en la formulación del vínculo moderno entre individuo y sociedad, así como de la separación entre la moralidad privada y la Razón de Estado. Esta última, que da prioridad absoluta a los intereses del Estado sobre cualesquiera otras consideraciones, constituirá la verdadera razón de ser de la política.
La concepción maquiaveliana de la política y de la ciudadanía puede resumirse de acuerdo con las siguientes tesis:
- La afirmación que se le atribuye, según la cual “el fin justifica los medios”, comporta un sentido político fundamental: la separación entre los intereses del Estado y los deseos e intereses de los individuos; la diferencia entre lo que las cosas son en verdad y las representaciones imaginarias de las cosas. En última instancia, la diferencia entre lo que es y lo que debe ser se decanta a favor de la verdad de los hechos, que se corresponden políticamente con los intereses de los Estados.
- El pensador florentino defiende un concepto de virtud (virtù) que reconoce y promueve el sentido y la autonomía de la vida política. La virtud constituye un modo óptimo de ser, al que los griegos se referían con el término areté. Además de su significado moral la virtud alude a toda acción excelente en su género. El ciudadano virtuoso es el que pone sus capacidades a disposición del Estado. Se produce así, también en el plano de la moral, un alejamiento de las doctrinas teológicas y puramente especulativas que dominaron la Edad Media.
- La idea maquiaveliana de la política no puede entenderse al margen del pesimismo antropológico del autor, que condiciona lógicamente su concepción de la ciudadanía y de las virtudes cívicas que acompañan al patriota, entre las que destaca la fortaleza: el vigor para acometer las empresas necesarias al servicio del Estado. Si el hombre es malo por naturaleza, entonces sólo el miedo lo puede civilizar. El individuo se libera de las constricciones teológicas del medievo para subordinarse al nuevo Dios sobre la tierra: el Estado moderno, cuyo origen se corresponde con el proceso de construcción de las grandes naciones europeas.
9. ¿Qué posibilidades políticas pone en juego la Modernidad?
Las posibilidades políticas que la Modernidad pone en juego. Así como emerge y se consolida un sujeto gnoseológico, aparece también un sujeto político en función del cual cobrarán nuevos sentidos las categorías y los modelos de Estado, ciudadanía, derecho, justicia y libertad.
El Estado moderno deberá promover la libertad de sus súbditos hasta el punto de que éstos, convertidos en ciudadanos, lo reconozcan y legitimen. El paso del súbdito al ciudadano se juega justo ahí: el individuo (en tanto que ciudadano) reconoce la ley que, a su vez, le reconoce. Ley que le reconoce (al individuo) como ciudadano y que obtiene, así, la legitimación que le es necesaria. La idea de ciudadanía se convierte en el presupuesto ético-político sin el cual la legalidad se torna mera fuerza opresiva.
Las teorías del contrato social. Se trata de un contrato a través del cual los individuos ceden aquella parte de sus libertades que no es compatible con la libertad de todos y con el interés general.
10. Compara las diferentes teorías del contrato de Hobbes, Locke y Rousseau.
Para Thomas Hobbes (1588-1679), el hombre en estado natural es un lobo para el hombre. El Estado es el resultado de un pacto por el que los individuos ceden al soberano todos sus derechos, a cambio de la protección de sus vidas y bienes. Se trata, por consiguiente, de un Estado absolutista, donde no hay ciudadanos sino súbditos.
Para John Locke (1632-1704), el Estado tiene su origen en la debilidad de los hombres para proteger sus vidas y sus bienes al margen de la sociedad. El Estado deberá velar, así pues, por las vidas y las propiedades de los ciudadanos. La propiedad se considera un derecho natural, como lo es la vida y la libertad. El liberalismo encuentra en esta teoría uno de sus precedentes fundamentales. La representación ciudadana en el poder político rompe con el esquema absolutista y establece las bases teóricas sobre las que se asentará el moderno Estado liberal.
Para Jean Jacques Rousseau (1712-1778), el contrato social constituye un pacto de asociación entre los individuos y la comunidad. La hipótesis de un estado de naturaleza, en el que los hombres vivirían libres e iguales en dignidad, le permite a Rousseau justificar su teoría del contrato. Según el pensador ginebrino, la voluntad general deberá primar sobre las voluntades individuales y, convertida en ley, establecer las bases del Estado democrático. Un Estado que exige y garantiza el reconocimiento de la libertad civil de los seres humanos y, por consiguiente, su condición de ciudadanos activos.
11. ¿Por qué la Revolución francesa es el gran hito político con que culmina la Ilustración?
Immanuel Kant, en uno de sus textos más conocidos, expresa uno de los principales referentes políticos de la Ilustración. Si los ciudadanos lo son en tanto que reconocen –y son reconocidos por– las leyes del Estado, el ideal del cosmopolitismo sería realizable en el momento en que los diversos Estados se relacionaran entre sí de acuerdo con una norma jurídica efectiva. De este modo, el pacto social entre ciudadanos, que proporciona el fundamento teórico del Estado, se extendería a los Estados y haría posible la constitución de un orden cosmopolita.
En esta dirección, la Revolución francesa es el gran hito político con que culmina la Ilustración. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano es el acontecimiento que pone fin al Antiguo Régimen: la conversión del súbdito en ciudadano supone la efectiva puesta en marcha del ideal político ilustrado.
12. Explica convenientemente el modelo político del liberalismo.
El liberalismo defiende una concepción negativa de la libertad y, por consiguiente, del vínculo que relaciona al individuo (al ciudadano) con la sociedad política (el Estado).
La tesis fundamental del liberalismo sostiene que el Estado no debe interferir en la vida privada de los ciudadanos, salvo en aquellos aspectos en los que esté en juego la seguridad de los mismos y del orden público (jurídico e institucional) que vela por los intereses generales.
El modelo liberal de ciudadanía hace especial hincapié en la noción negativa de libertad: el Estado debe salvaguardar los derechos y libertades del individuo contra las injerencias del Poder establecido. El Estado se previene, por así decirlo, contra sí mismo.
El Estado debe abstenerse de imponer al ciudadano una concepción determinada del bien o una visión de la vida. Para los teóricos liberales, el Estado ejerce una función auxiliar respecto a los derechos y libertades de los individuos. El Estado es necesario en tanto que reconoce tales derechos y vela por su cumplimiento; pero debe retirarse cuando su intervención, como garante de la seguridad y del orden públicos, no sea necesaria.
La idea de un Estado mínimo se vincula con esta concepción liberal del poder político. A los ciudadanos se les supone capaces de orientar libremente el sentido de su libertad, sin el concurso de una instancia externa a sus propios intereses.
El modelo liberal ofrece una concepción de la ciudadanía que da prioridad al individuo frente al Estado.
13. Explica convenientemente el modelo político del comunitarismo.
El comunitarismo afirma que los derechos y libertades del individuo (que le convierten en ciudadano) no son reales al margen de la comunidad que los establece y reconoce como tales. El comunitarismo expresa una tesis filosófica poderosa, con independencia de las posiciones ideológicas que después se defiendan.
El comunitarismo no desemboca necesariamente en posiciones nacionalistas identitarias o excluyentes. Puede afirmarse que, todos los nacionalismos defienden posiciones comunitaristas, pero no puede decirse que todos los comunitarismos sean excluyentes o identitarios.
En un sentido ideológico más preciso, se consideran comunitaristas las doctrinas que conceden prioridad a la comunidad frente al individuo.
Es destacable el hecho de que se emplee la palabra comunidad.
La comunidad constituye una matriz social y cultural para los que pertenecen a ella.
Se entiende así que sean los lazos afectivos y simbólicos, el hecho de hablar una misma lengua o de vivir en un mismo territorio los elementos básicos que conforman dicho sentimiento de pertenencia y a los que suele apelarse para la delimitación de lo común.
14. Explica convenientemente el modelo político del republicanismo.
El republicanismo aboga por el compromiso de los ciudadanos con la esfera pública. El republicanismo representa en cierto modo la libertad de los antiguos: la participación política activa por parte de los ciudadanos.
Esta participación política está basada en el respeto a la ley y en la defensa y promoción de las denominadas virtudes cívicas. La tolerancia, la solidaridad, el compromiso con el bien común y el pluralismo dialógico son las virtudes a las que más frecuentemente se refieren los teóricos del republicanismo.
La identidad del ciudadano se comprende, entonces, como identidad política (de acuerdo con la ley y las virtudes cívicas).
La idea republicana del bien común se refiere a un conjunto de normas y procedimientos, de virtudes cívicas y de valores democráticos, de los que depende la existencia de la esfera pública y la satisfacción de los intereses generales.
Según esta concepción, la reivindicación de lo privado y de su preservación frente a las injerencias del Estado sólo tiene sentido desde el reconocimiento y defensa del espacio público, desde el que se establece o, cuando menos, se garantiza legalmente la diferencia entre ambas esferas.