Crítica de la Razón Práctica y la Ilustración: Kant y la Filosofía Moderna

Crítica de la Razón Práctica

La razón no solo tiene un uso teórico, sino también práctico; es decir, puede influir en el querer o voluntad humanos. Si solo la sensibilidad o resortes irracionales (gusto/placer) nos indicaran qué querer, todas las reglas de acción serían empíricas y contingentes. Kant encuentra en el carácter incondicionado de los principios y leyes morales el posible fundamento de su ética. De ahí que en sus escritos éticos haya acometido la tarea de identificar el fundamento y contenido de la ley moral para fijar las certezas espontáneas del entendimiento común.

Para Kant, la voluntad es el único bien incondicionado. Es el único bien del que no puede hacerse un mal uso porque no es utilizable, ella es el usuario, según su adecuación o no al deber.

Los Postulados de la Razón Práctica

Nuestra certeza sobre estos temas es de orden práctico, lo cual significa que debemos pensarnos, con fe racional práctica, libres, dignos, capaces de puro respeto al deber, fines en nosotros mismos. No es que hayamos anulado la Crítica de la razón pura. Justamente esta es la nueva metafísica de fuente práctica que propugna Kant: es un postulado irrenunciable de la razón práctica que debemos creernos y pensarnos libres (libertad); libres con una tarea infinita, inmortal por delante (inmortalidad del alma), que no se puede comprobar empíricamente que estemos llevando a término felizmente. Debemos, finalmente, postular también la existencia de Dios, garante de la esperanza moral de que el mal no triunfará al final.

Kant y la Ilustración: Características Generales y Consecuencias

El Siglo de las Luces o Siglo de la Filosofía. La Ilustración inglesa fue el origen del movimiento ilustrado, a partir de la Revolución de 1688. El avance de las ciencias, logrado con Newton… En España, la Ilustración se configura como un auténtico despertar crítico donde destacan los nombres de Feijoo y Jovellanos. En Italia destaca, sobre otras figuras, la de Vico, que influirá poderosamente en el pensamiento historicista.

El espíritu del racionalismo y, en general, de la nueva filosofía se mantiene durante los siglos XVI y XVII. Durante el siglo XVIII, el espíritu de secularización, de suficiencia racional y de escepticismo invadió la sociedad. Los ideales del racionalismo y el espíritu de emancipación penetran en los salones de la alta sociedad; era la crítica demoledora de los principios y supuestos teóricos en que la sociedad y la monarquía se apoyaban todavía.

La Enciclopedia o diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios tuvo la importancia simbólica de ser el primer libro de lo que se ha llamado espíritu cientificista. Sin embargo, en el seno de la Ilustración surgió una voz que, si bien participaba del espíritu general del movimiento, era disidente respecto a su filosofía de la historia y, por ende, respecto a la actitud personal que ante ella debe adoptar el hombre: ésta fue la voz de Juan Jacobo Rousseau.

Rousseau sorprendió a sus contemporáneos respondiendo negativamente. El hombre, según él, nace bueno, y es la sociedad, la sociedad existente… La consecuencia de todo este largo movimiento de secularización y racionalismo, espoleado al fin por esta ideología revolucionaria, fue el hecho histórico que se conoce con el nombre de Revolución Francesa.

Esta revolución parisina, en la que el pueblo amotinado adoró en la catedral a la diosa Razón, habría de representar en la Historia y en la vida de los hombres una mudanza solo comparable con la que representó la entrada de los bárbaros en Roma; es decir, la caída del mundo antiguo. Destruidas las instituciones históricas intermedias entre el poder del Estado y los individuos, quedarán solo el individuo y el Estado, el cual habrá de tener una función meramente negativa y jurídica: la salvaguardia de las libertades individuales y la coordinación de derechos. El sistema de instituciones políticas y de órganos jurídicos del Estado deberá establecerse en una Constitución política trazada exclusivamente a la luz de la razón.

Los Juicios, el Espacio y el Tiempo

El conocimiento auténtico se da en los juicios, síntesis de una intuición y un concepto. La lógica tradicional clasifica los juicios en juicios analíticos y juicios sintéticos.

Son juicios analíticos aquellos cuyo predicado está contenido en el concepto del sujeto. Estos juicios son universales y necesarios, los emito sin temor a errar y no necesito comprobar su verdad en la experiencia.

Sintéticos son aquellos cuyo predicado no está incluido en el concepto del sujeto, sino que se une o añade a él, haciendo progresar nuestro conocimiento. Por ejemplo: la mesa es de madera, el plomo es pesado, la tierra gira alrededor del sol. Los juicios analíticos explicitan el concepto del sujeto; los sintéticos lo amplían. Estos, por tanto, aumentan mi saber, y son los que tienen valor para la ciencia.

La segunda distinción es la que corresponde a los juicios a priori y a posteriori o de experiencia. A primera vista, parece que los juicios analíticos son a priori, obtenidos por puro análisis del concepto, y los sintéticos, a posteriori.

El mundo exterior envía al sujeto lo que Kant llama un caos de sensaciones, es decir, un conjunto desordenado, informe, caótico de sensaciones. Estas, al ser recibidas por mi sensibilidad, se ordenan en esos moldes o formas de espacio y tiempo; y de esa inserción ordenadora resulta el conocimiento fenoménico.