Filosofía de John Stuart Mill: Claves para Entender su Pensamiento

Contexto Histórico

El pensamiento de Mill está influido por:

  1. La Revolución Industrial: Las duras condiciones a las que se sometía al trabajador, provocaron la exigencia de reformas económicas y sociales que mejoraran sus condiciones de vida, exigiendo un control completo sobre las condiciones económicas por parte del Estado (liberalismo).
  2. La filosofía radical: El parlamento inglés estaba en manos de una oligarquía de nobles terratenientes, eclesiásticos anglicanos y comerciantes. El sufragio estaba ligado a la renta (los pobres, la mayoría de la población, no podían intervenir en las decisiones sociales y económicas). De ahí que adoptara de los filósofos radicales la exigencia de ampliar el sufragio y democratizar la sociedad británica, de convertir el régimen aristocrático inglés en una sociedad moderna, laica y democrática.

Educación

Su educación fue planificada por Bentham, su propio padre y otros filósofos utilitaristas, según los ideales de la Ilustración (el uso de la razón). Su formación, intensa y de alto nivel, hizo que cayera enfermo: agotamiento mental. El agotamiento y la excesiva confianza en el poder de la razón (con un menosprecio evidente por los sentimientos, las emociones, la espontaneidad y la imaginación), le llevaron a:

  1. La reconsideración del valor de la parte no racional de la vida.
  2. Considerar la individualidad como fuente de diversidad y riqueza social (criticando los intentos de uniformizar al ser humano, de eliminar la diversidad, por parte del Estado, la educación, etc.)

Influencias

  1. Empirismo inglés (Hume)
  2. Liberalismo político (Locke)
  3. Utilitarismo (de Bentham y de su padre, James Mill), del cual adopta y desarrolla las siguientes ideas:
    1. La sociedad se ha de ordenar racionalmente según el principio de máxima felicidad o utilidad para el máximo número de personas.
    2. La necesidad de que el pueblo ejerza un control sobre los gobernantes mediante el sufragio universal.
  4. Su esposa, Harriet Taylor Mill, que le acercó al movimiento feminista y al socialismo utópico de Saint-Simon.
  5. El positivismo de Comte. Compartía con él la idea de que la razón y la ciencia son necesarias para que la sociedad progrese y mejore. Pero advertía del peligro uniformador de la doctrina positivista.
  6. Alexis de Tocqueville, con el que compartió la preocupación por la presión que la mayoría ejercía, la tiranía de la mayoría.

El Ser Humano: Un Ser Progresivo

En su concepción del hombre une la tradición ilustrada (la razón es el motor del progreso y continuo perfeccionamiento del ser humano) y el Romanticismo (los sentimientos, la individualidad y la originalidad son valiosos para entender al ser humano). El hombre, debido a sus facultades superiores (que lo diferencian del resto de animales) puede desarrollarse y alcanzar la felicidad. ¿Cómo? Desarrollando estas facultades y perfeccionándose a sí mismo. Es la idea de que el hombre es un ser progresivo. Este proceso de perfeccionamiento y desarrollo ha de ir dirigido a la potenciación de la propia individualidad, para lo cual son imprescindibles dos condiciones:

  1. La libertad
  2. El bienestar colectivo

Todo ser humano tiene la misma posibilidad de perfeccionarse y desarrollar su individualidad para alcanzar la felicidad, básicamente porque todos los hombres han de tener la misma dignidad.

La Moral: El Utilitarismo Eudemonista

Todavía no existe ningún acuerdo sobre cuál es el criterio que ha de fundamentar la moral, que nos sirva para saber lo que es correcto o incorrecto. Es evidente que para actuar, antes que nada hemos de tener un criterio para obrar correctamente. Este principio es el principio de utilidad o, como Bentham lo denominó, el principio de la máxima felicidad posible: toda acción es buena en la medida en que tienda a promover la felicidad (del mayor número de personas).

  1. La identificación entre bien y felicidad, convierte la filosofía moral de Mill en una ética eudemonista.
  2. ¿Qué es la felicidad? Tal como sostenía Epicuro, es placer y ausencia de dolor. De igual forma, la infelicidad es dolor y privación de placer. La identificación entre felicidad y bien, también convierte la filosofía de Mill en una ética hedonista.

Objeciones al principio de utilidad

  1. Interpretaciones simplistas: Entendieron que Mill defendía que nuestra vida debía reducirse a una búsqueda del placer (en su sentido más burdo), que no había otra meta mejor ni más noble. Por eso la calificaron de moral de cerdos. Es cierto que la moral de Mill no se opone al placer, pero no lo reduce todo a él. Además, el placer que busca el ser humano es cualitativamente superior y más valioso que el que buscan los animales, ya que el hombre posee facultades superiores:
    1. Inteligencia
    2. Sensibilidad estética
    3. Sentimientos morales
    Todas ellas nos permiten un placer superior a los meramente sensuales (del cuerpo), que es más permanente y seguro: el placer del intelecto. ¿Cómo sabemos que los placeres del intelecto son superiores a los corporales? Según los principios empiristas: preguntando a quienes han experimentado los dos tipos de placeres, es decir, consultando a aquellos que han experimentado y analizado, mediante la autoobservación y la reflexión, la naturaleza de ambos placeres. La conclusión es que se da prioridad a la forma de vida en la que se ejercen las facultades superiores. Nadie que haya conocido los placeres superiores los cambiaría por la satisfacción y la felicidad de los animales.
  2. La felicidad es inalcanzable: Para responder, Mill analiza el contenido de la felicidad. Los elementos principales de una vida feliz son una armoniosa combinación entre tranquilidad y excitación. Y las principales causas de infelicidad son la falta de una cultura intelectual y el egoísmo. Podemos tener todas las necesidades cubiertas, pero si no tienes cultura intelectual, no has desarrollado tus facultades, no encontrarás en la vida alicientes o motivos de interés. Lo mismo ocurre si no desarrollas el sentimiento de humanidad o interés colectivo (simpatía). Se tiene que aprender a vivir renunciando a la felicidad. Esta renuncia o sacrificio únicamente tiene valor si conseguimos aumentar la suma total de felicidad: por ejemplo, evitar el dolor a otras personas o aumentar el bienestar de otras personas. Si no, es un esfuerzo inútil.
  3. Moral egoísta e individualista: El interés personal es compatible con el social. El principio de utilidad no busca aumentar únicamente la felicidad de la persona que actúa, sino la de todos los que puedan ser afectados por ésta. Por ello hay que procurar un punto de vista en los conflictos que tenga en cuenta nuestros actos y los efectos que tienen en los demás. Las leyes, la educación, la opinión pública han de orientarse en este sentido: la vinculación de la búsqueda de la felicidad individual con la de la sociedad en que vivimos.
  4. Ideal universalista inalcanzable: El hecho de pedir que el ser humano se comporte siempre según los intereses de la sociedad, es decir, desinteresadamente, es inalcanzable. Hay que hacer un matiz: para el utilitarismo lo importante (lo que determina si una acción es correcta o incorrecta) no es el motivo por el que realizas una acción, sino por las consecuencias que tiene sobre los demás.

¿Por qué hemos de seguir el principio de utilidad?

¿Por qué si mi felicidad está en otra cosa, he de promover la felicidad general? Se trata de justificar el esfuerzo moral. Si no obramos correctamente podemos recibir sanciones externas (castigo de las leyes o de las opiniones de los demás), o sanciones internas (provenientes de los escrúpulos de la conciencia humana). De la misma forma que Hume, Mill sostiene la existencia de un sentimiento moral que surge de la naturaleza humana. Este sentimiento es natural (puede surgir espontáneamente), aunque no innato, sino adquirido y a medida que se cultiva se puede desarrollar en alto grado. Su base reside en los sentimientos sociales y el deseo de vivir en unidad con nuestros semejantes (que son las fuerzas que nos hacen seguir el principio utilitarista). Estas dos fuerzas hacen que aparezca la sociedad, y que cada uno de nosotros la entendamos como igualitaria (no de dominio de unos sobre otros) y que aceptemos que la sociedad ha de basarse en el tener en cuenta los intereses de todos sus miembros. A medida que avanza la civilización, el individuo aumenta su predisposición a cooperar entre sí y dar prioridad al interés colectivo. Gradualmente, se identifica el bien individual con el bien común, el tener en cuenta el bienestar del otro, hasta que, finalmente, la preocupación por el bienestar de los demás aparece naturalmente y de forma espontánea en nosotros. Es el sentimiento de simpatía social, que se ha de imponer como se ha hecho hasta ahora con la religión, desde la educación, las instituciones, la opinión pública, hasta constituirse en una nueva religión laica e ilustrada (humanista). Este humanismo ha de potenciar la individualidad sin uniformar a la ciudadanía (en cuyo caso sería contradictorio con el principio de utilidad).

¿Cómo podemos probar el valor del principio de utilidad?

Como la ética aristotélica, el utilitarismo defiende que la felicidad es el único fin deseable (ya que el resto de cosas no son más que medios para conseguirla). ¿Cómo podemos probarlo? A partir de principios empiristas, Mill afirma que la única prueba de que alguna cosa sea deseable es que la gente la desee. Todos buscamos la felicidad, por encima de todo. Por tanto, la felicidad es un bien por sí misma (y no un medio para conseguir otra cosa) y, por extensión, la felicidad general es un bien para la sociedad general (más todavía si tenemos en cuenta cómo une Mill el bien personal con el colectivo). Pero también deseamos otras cosas, tenemos otros fines: la virtud, por ejemplo. Pero el utilitarismo entiende que una acción virtuosa sólo tiene valor en tanto que aumenta la felicidad general (aunque hacer de la virtud un fin en sí mismo no es algo perjudicial para la felicidad general, cosa que sí puede ocurrir con el amor por el dinero, la fama, el poder, etc.). Por tanto, la felicidad es el fin último (que se busca por sí mismo) y bien supremo.

La Política (I): El Liberalismo Utilitarista

Los límites de la libertad civil

El concepto de libertad civil nos remite al problema del establecimiento de los límites del poder que puede ejercer legítimamente la sociedad sobre el individuo.

Las amenazas a la libertad: las leyes, las costumbres y la tiranía de la mayoría

En la antigüedad, la libertad era entendida como la protección contra la posible tiranía del poder político. El límite del poder político residía en la invulnerabilidad de un conjunto de libertades y derechos políticos de los ciudadanos (cuya violación justificaban la rebelión y la insumisión). En la modernidad (gobiernos democráticos), hay quien piensa que no es necesario limitar el poder político, ya que los gobernantes representan a la voluntad popular (soberanía popular) y, por lo tanto, éste no intentará tiranizarse a sí mismo. Además, ante cualquier abuso, los ciudadanos pueden castigar a los gobernantes (por ejemplo, no votándoles o, mediante la oposición, presentando una moción de censura). Pero la voluntad popular es la voluntad de la mayoría, y existe la posibilidad de que se presione o se ahogue la voz de la minoría (tiranía de la mayoría). La tiranía de la mayoría puede invadir y reducir la libertad individual al intentar imponer su criterio de forma aplastante, intentando legislar aspectos cada vez más numerosos y privados de la vida de los individuos, además de violar el derecho de las minorías a vivir según sus propias ideas. Esto es un intento de uniformar la sociedad, por tanto es un efecto contrario al principio de utilidad: la diversidad no es un problema, es una fuente de riqueza.

Límites a la intervención legítima de la opinión general en la libertad individual: el principio del daño

Siguiendo los ideales de la Ilustración, Mill concibe al hombre como un ser dotado de autonomía y razón para formar su opinión y elegir su vida, siempre sin interferir negativamente en la vida de los demás. Es el principio del daño: sólo se puede limitar la libertad de forma legítima cuando la acción puede producir daños en los otros. Pero cada uno es responsable de sus propias acciones (buenas o malas), por lo que no es legítimo que el poder político intente proteger al individuo de sí mismo y guiar su conducta.

Matices:

  1. No se puede aplicar a menores de edad o a personas con facultades mentales alteradas. Tampoco se puede aplicar a aquellas sociedades que, según Mill, están en una fase de minoría de edad, poco civilizadas, en la que la guerra y la violencia es la única forma de resolver las diferencias.
  2. La responsabilidad también se aplica a acciones que no realizamos. Por omisión podemos provocar el mal (no testificar en un juicio, no prestar auxilio a un accidentado, etc.)
  3. No tenemos responsabilidad sobre aquellas acciones que, aunque tengan efectos negativos en los demás, han sido consentidas libremente, voluntariamente y reflexivamente por los demás.

Ámbitos de libertad

Una sociedad libre debe respetar tres ámbitos de libertad:

  1. El ámbito interno de la conciencia: Es decir, la libertad de conciencia, de pensamiento y sentimiento, así como la libertad de opinión, juicio y publicación en cualquier asunto. Mill considera que la libertad de prensa es una forma de protección contra un gobierno corrupto, y que ningún gobierno puede dictar las opiniones, doctrinas o argumentos que formen el sentir de un pueblo. La libertad de opinión y la discusión son, en realidad, necesarias para el bienestar intelectual de la humanidad. ¿Cómo prueba Mill esta afirmación? Revisando los posibles casos: si la opinión que se quiere difundir es verdadera totalmente, si es parcialmente verdadera o si es falsa.
    1. Si es verdadera: Se nos priva de cambiar el error por la verdad. Se prohíbe porque se cree que es falsa, pero no podemos estar seguros de que sea así. Hay que tener en cuenta que muchas de las ideas que aceptamos como verdaderas son fruto de una aceptación acrítica, ya sea porque así lo dice la costumbre o es la opinión general. Pero las ideas aceptadas como verdaderas no son absolutas y pueden ser discutidas. La libre discusión es la única manera de salir del error.
    2. Si contiene parcialmente el error: También contendrá algo de verdad, cosa que puede hacernos reflexionar críticamente.
    3. Si la opinión es falsa: La podemos utilizar para descubrir la verdad por contraste con el error. Hay quienes defienden la prohibición de la discusión de las ideas falsas: así el Estado nos protege de los intentos de engaños de ciertos individuos malvados que quieren pervertir la sociedad. Pero la discusión de sus objeciones, el descubrimiento de su falsedad, también favorece la crítica y la reflexión.
    Conclusión: la libertad de expresión potencia la inteligencia y el desarrollo moral del individuo. Por ello, es necesario que existan grandes pensadores, para que aumente el nivel intelectual y crítico de la población.
  2. Nuestros gustos y la determinación de nuestros propios fines: Podemos obrar y vivir como queramos mientras no perjudiquemos a los demás. El ser humano es capaz de determinar de forma autónoma y personal su estilo de vida. Por ello, en la medida en que no se influya negativamente en los demás, ha de ser potenciada la individualidad, la independencia, como uno de los principales elementos de la felicidad. Argumentación:
    1. El individuo no debe limitarse a seguir pasivamente los modelos de vida imperantes (las costumbres). Ha de reflexionar sobre ellas (y sobre toda la experiencia acumulada) e interpretarla críticamente para elegir nuestras propias opciones a partir de un proceso reflexivo.
    2. Quien se conforma con lo establecido no puede desarrollar su inteligencia. Por tanto, el potenciar la individualidad produce seres humanos más desarrollados intelectualmente.
    3. Una vez cultivado el individualismo, surgen el vigor intelectual, la espontaneidad y la originalidad de los genios, pioneros e innovadores que proponen ideas y estilos de vida nuevos.
    4. Hay dos amenazas:
      1. El despotismo de las costumbres, que es un obstáculo para la libertad y el progreso.
      2. La mediocridad reinante en la opinión pública, cuya pauta de actuación es eliminar toda diversidad, toda idea que destaque entre las demás. La única solución a la mediocridad es potenciar la individualidad.
  3. Asociación y reunión: Siempre que los asociados sean mayores de edad y no hayan sido forzados o engañados y no perjudiquen a los demás.

De los límites de la autoridad de la sociedad sobre el individuo

Las obligaciones que tenemos contraídas con la sociedad se derivan de la protección que nos ofrece, y no de un hipotético contrato social (crítica al contractualismo clásico). Estas obligaciones son:

  1. No perjudicar a los demás en sus intereses.
  2. Defenderlos de ofensas y humillaciones en la parte equitativa que nos corresponda.

En el caso de que un individuo incumpla cualquiera de las dos obligaciones, la sociedad tiene el derecho a castigarlo (en el caso de no incumplirlos, el individuo tiene total libertad).

Objeciones y respuestas a la aplicación del principio del daño

  1. Objeción: Mill no parece preocuparse de las virtudes personales. Respuesta: Las virtudes personales son importantes, pero lo son más las sociales. Han de ser cultivadas mediante la educación, pero nadie puede decir a un adulto lo que es mejor para su vida. Se le puede aconsejar, pero él tiene la última palabra. El individuo que practica una vida inferior recibirá la reprobación moral de los demás, un juicio desfavorable por su actuación, pero no se le puede considerar un enemigo social ni generar en nosotros resentimiento alguno. La comunidad no le puede castigar, ya que el castigo lo recibirá al sufrir las consecuencias de su propio modo de vida.
  2. Objeción: Toda acción afecta a los demás (posiblemente, de forma negativa) aunque sólo sea como ejemplo. Respuesta: A un jugador no se le condena por ser jugador, sino por haber empobrecido a su familia. Si el mal consiste en ser un mal ejemplo, es mejor dejar que éste se muestre para que sus consecuencias negativas sean evidentes.

La Política (II): El Liberalismo Social

La nueva economía política: el liberalismo social

El pensamiento político y moral de Mill, formado inicialmente en las tesis de la economía clásica liberal, es una mezcla de elementos de la filosofía de Comte y de los primeros socialistas utópicos (en especial Saint-Simon). Poco a poco se aleja de las tesis del liberalismo clásico de Adam Smith y David Ricardo, mostrándose sensible a las desigualdades y excesos derivados del capitalismo salvaje impulsado por la Revolución industrial. Acepta algunas críticas relacionadas con el principio de laissez faire o no intervención del Estado, pero se muestra receloso ante la tendencia de extender su intervención. Su defensa del individualismo y su confianza en la razón le llevan a sostener que cualquier pueblo que espere que el estado le proporcione todo lo necesario, no es autónomo ni maduro. Sin embargo, el Estado tiene derecho a intervenir y sancionar cuando las cosas no funcionan. Ha de regular las condiciones del mercado para preservar la libre competencia y los derechos de los consumidores, garantizar la libertad, y tiene el deber de hacer todo lo necesario para aumentar la felicidad general. A pesar de que él mismo se autodenomina socialista, su reformismo está distanciado del socialismo revolucionario en tres aspectos:

  1. Valoración del sistema capitalista: No cuestiona el sistema capitalista: a diferencia de Marx, pensaba que en éste la tendencia es que a medida que se progresa las desigualdades sociales desaparecen.
  2. Valoración de la competencia: El socialismo la considera el origen de todos los males, pero Mill, reconociendo sus inconvenientes, piensa que evita otros más graves: la ociosidad, la pereza mental o la indolencia.
  3. Valoración de la propiedad privada: Rechaza que sea un derecho natural como afirmaba el liberalismo clásico, sino que es una creación humana resultado de una determinada evolución histórica. Se puede cambiar la idea de propiedad para adecuarla a las nuevas circunstancias, pero es inviable su supresión ya que es la única garantía del individuo de la posesión de lo que ha producido.

La democracia representativa al servicio de las libertades y la Ilustración

El gobierno ideal ha de cumplir dos condiciones:

  • Ha de fomentar en los ciudadanos el desarrollo de las buenas cualidades morales e intelectuales (reflexión crítica e independencia de opinión), para potenciar el individualismo.
  • Ha de saber cómo aprovechar estas cualidades y coordinarlas para maximizar el bienestar común.

Rechaza el despotismo ilustrado porque impide la participación de toda la ciudadanía. Por tanto, la forma ideal de gobierno ha de ser representativo o popular: son los mismos afectados los que dirigen sus propios intereses, lo cual es una garantía de que no serán desatendidos. Además al involucrarse en su propio gobierno, aumentarán sin duda el bienestar y la felicidad general. Sin embargo, la democracia ha de estar al servicio de la libertad y el respeto a las minorías. Por ello, propone una serie de reformas en el sistema electoral: sustitución del sistema mayoritario por uno proporcional en el que las minorías tengan asegurada su representación, que el voto de los más formados tenga más peso (voto plural), eliminación del voto secreto y que las mujeres puedan votar en las mismas condiciones que los hombres.