Filosofía Política: Un Recorrido Histórico
Platón: El Rey Filósofo
Democracia no significa el gobierno del pueblo sin más. Significa el gobierno o poder del demos, es decir, de aquella parte de la población que no estaba compuesta por la nobleza, campesinos y artesanos. Ya no será un criterio de descendencia, de alcurnia, ni de prestigio lo que hará de los hombres gobernantes, sino algo que hace a campesinos, artesanos y nobles, iguales los unos a los otros. En el diálogo de Platón, Menón, Sócrates (maestro de Platón y su avatar en los diálogos) y Menón discuten acerca de qué pueda ser el conocimiento y si este es igual para todos o no. Sócrates llama a un esclavo de Menón para que se una a la conversación, cosa sorprendente pues para los griegos los esclavos no eran sólo inferiores sino calificados como anneu logon, los sin palabra. Sócrates pide al esclavo, tras dibujar en el suelo de arena un cuadrado, que dibuje éste uno el doble de tamaño. Paso a paso, dibujando y probando distintas maneras, el esclavo acaba elaborando intuitivamente el teorema de Pitágoras. Menon queda estupefacto, pese a las diferencias de origen, riqueza y formación entre el esclavo y él, ambos han de estar de acuerdo en la demostración. Hay algo igual a esclavos y señores, la geometría, la razón. Ante ella todos somos iguales.
En el planteamiento filosófico de Platón queda por primera vez explicitado la soberanía de la razón en el ámbito de la política. En su obra Politeia, traducida normalmente como La República, elabora detalladamente un sistema político que hoy en día llamaríamos utópico. En este sistema cada ciudadano ocuparía un papel dependiendo de la facultad que más destacara: los fuertes y robustos serían proveedores de bienes, artesanos, agricultores; los valientes serían guardianes, nuestros soldados y policías; y el gobierno quedaría en manos de aquellos que destacasen en la Razón. Solo en manos de estos puede quedar el gobierno, pero con ello no deberíamos concluir que Platón está proponiendo una tecnocracia gobernada por sabios. La idea que subyace es que solo el uso de la razón puede gobernar, no este o aquel filósofo, este o aquel hombre. La única manera de garantizar que nadie quede sometido a la voluntad y caprichos de otros, ya sean nobles, reyes, tiranos o dioses, es que gobierne la Razón. Donde gobierna la Razón nadie gobierna y gobernamos todos. Que gobiernen los filósofos es una forma de decir que gobierne la Razón y ésta lo hace a través de la forma de la Ley (igual que en el ámbito del conocimiento).
Aristóteles: El Bien Común
Aristóteles aporta a la reflexión sobre la política un punto de vista más pragmático que Platón. Durante su tiempo dirigiendo el Liceo (escuela por él fundada con objetivo de ampliar el conocimiento) recopiló numerosas constituciones helenas y se interesó por el estudio de las distintas formas de gobierno. Frente a la postura de Platón, no se decantará por un modelo específico de gobierno, si bien es cierto que parecía mostrar cierta predilección por las democracias en las que hubiese una clase media dominante. No es el modelo de gobierno lo que va a marcar la diferencia entre un mal o buen gobierno, la clave reside en que el gobierno esté orientado al bien común. ¿Y qué puede ser el bien común? Aquello que haga a los hombres felices. El gobierno que se oriente a la felicidad de sus ciudadanos será aquel que pueda ser llamado bueno. Sin embargo, en Aristóteles la felicidad no es un término de fácil definición. En cierto modo nadie puede tener una última respuesta sobre ella pues la felicidad plena parece algo que se escapa a nuestras capacidades, no sólo a la hora de alcanzarla sino a la hora de decir qué sea. Es por ello, porque nadie puede tener una última palabra a propósito de qué sea la felicidad, por lo que cabe decir que no hay conocimiento, ciencia (episteme), de la felicidad. Aristóteles admite en su filosofía un tipo de saber que sin ser conocimiento estrictamente está muy vinculado a él pues se asienta a su vez en la razón, la dialéctica o diálogo. La discusión racional es el medio por el que pueden abordarse las cuestiones fundamentales sobre las que no pueden encontrarse certezas. Y dado que no hay certeza sobre qué sea la felicidad el mejor modo de gobierno que pueden darse los hombres, el que más se ajusta a su naturaleza, es aquel por el que estos puedan decidir racionalmente en igualdad de condiciones qué debe hacerse con las vidas del conjunto de la sociedad. Un modelo que ponga la discusión como eje central del gobernar, ese modelo donde nadie puede imponer su palabra sin más es el democrático. Recordemos: El ser humano es un animal político, no solo social como muchos otros animales, sino político. Con ello debemos entender que a través de la política en tanto que libre discusión racional el ser humano rige sobre su destino de la única manera que le es posible, sin certezas pero apoyándose en el uso libre y compartido de la razón.
Edad Media: El Rey y el Papa
Con la disolución del Imperio Romano se diluye a su vez el concepto de ciudadanía y gobierno. Durante más de mil años nos encontramos con una tensión fundamental entre la Iglesia y la monarquía por reivindicarse legítimos gobernantes del pueblo. En cierto modo el debate medieval se va a centrar en quién debe hacer a los hombres cumplir la voluntad de Dios en la Tierra. Las dos corrientes fundamentales, con distinto peso según la época, es o bien que todo poder terrenal ha de estar supeditado a la Iglesia, representante de Dios, o bien que el gobierno de los hombres es una cosa mundana y vulgar que ha de ser dejado en manos de éstos.
Renacimiento: El Príncipe
El Renacimiento trajo una renovada importancia por la figura del ser humano independizado de la divinidad así como una secularización social generalizada. La disputa por el poder discutida durante la Edad Media finalmente se decanta por el poder terrenal, quedando por tanto en manos de reyes, príncipes y emperadores el destino de sus pueblos. Uno de los personajes más importantes de la época en cuanto al pensamiento político es Maquiavelo. Su obra, El Príncipe, tiene cierta inspiración en la figura real de César Borgia. Se trata de un tratado para ayudar a los gobernantes a ejercer su poder de manera eficiente, desprendiéndose de dudas y problemas morales y centrándose exclusivamente en la efectividad de las medidas a tomar. El fin justifica los medios. En el tratado encontramos un modelo de separación de poderes semejante al romano, para garantizar poner freno a la corrupción del gobierno, principal problema a vistas de Maquiavelo. Para regenerar un sistema ya corrompido consideraba imprescindible la concentración del poder absoluto en una única figura. Aunque parece abogar por una tiranía absoluta se ha de incidir que el fin último es la instauración de un sistema republicano democrático, pero hasta que esto sea posible el gobernante debe tener poderes absolutos y usarlos con extrema firmeza. El Príncipe contiene recomendaciones sobre cómo debe desenvolverse un gobernante a nivel práctico, como hacer alianzas, qué actitud tener ante los engaños e intrigas. Es destacable este último punto porque es donde encontramos por primera vez un tratado centrado en las cuestiones más estratégicas y pragmáticas de la política. A día de hoy las recomendaciones de Maquiavelo siguen enseñándose no sólo en el mundo de la política sino también en el de la empresa y las finanzas internacionales.
La Modernidad y los Contractualistas
Durante la modernidad prevalece el concepto de que la sociedad consiste en un contrato de convivencia entre los distintos miembros de una comunidad.
Thomas Hobbes
Desde la perspectiva de Thomas Hobbes la sociedad regulada es una necesidad. El ser humano en estado de naturaleza es egoísta, cruel y despiadado en busca de su propio interés a costa de los demás. Homo homini lupus. La vida anterior a la sociedad era una constante lucha sin cuartel por la supervivencia. La sociedad es no sólo una solución sino la única forma posible en la que el ser humano puede vivir en cierta paz. Este pacto que constituye la vida en sociedad solo puede sobrevivir si el estado en el que se constituye la sociedad es inmensamente poderoso y antepone la protección y la seguridad ante los derechos individuales. Aquel que ostente el cargo más alto en este estado ha de detentar un poder absoluto en orden a garantizar la paz social. Podemos ver en la obra de Hobbes una justificación del Absolutismo como régimen político, pero más destacable es la naturaleza humana como un impedimento manifiesto a la consecución de la paz y la felicidad.
John Locke
Locke está considerado el padre del liberalismo político. Todo su planteamiento se centra en el respeto por la libertad individual y la capacidad de los individuos de guiarse a través de una moral natural inserta en nuestra propia naturaleza y asequible a todos a través de la razón. De allí podríamos concluir unas leyes morales básicas: el derecho a la vida, a la libertad, a la propiedad, etc. Estas leyes morales son a su vez leyes naturales y por ello son aplicables a todos nosotros. El problema surge cuando cada uno de nosotros tiene que defender sus derechos. Para Locke el pacto social consiste en ceder la responsabilidad de preservar nuestros derechos a la sociedad en su conjunto, pero sólo este derecho, e incluso si un estado excede sus competencias los ciudadanos tienen derecho a rebelarse contra él. Podemos ver trazas de su planteamiento en constituciones como la de Estados Unidos.
Jean-Jacques Rousseau
El planteamiento de Rousseau es sorprendentemente contrario al de sus compañeros. Consideraba que la sociedad actual no era la solución sino el problema. Toda la sociedad no era más que un nido de corrupción, miseria y degradación. La naturaleza humana es buena e inocente, podemos comprobarlo viendo cómo viven los “salvajes”. Rousseau es uno de los principales exponentes de este mito del buen salvaje. Si observamos a los salvajes, más cercanos que nosotros al estado natural del ser humano, vemos que no tienen intrigas ni competencias, ni crímenes, ni pobreza ni guerras. Todo ello se debe a que ellos son fieles a los sentimientos básicos del hombre que son la preservación de uno mismo y la compasión por los semejantes. Nuestro mundo se torció cuando cambiamos ese sentimiento por el egoísmo y la codicia. Uno de los momentos más trágicos de la humanidad fue el surgimiento de la propiedad privada, ella es causa de todas las desigualdades sociales. Rousseau entiende que es imposible volver a un estado de naturaleza como el de los salvajes, lo que va a proponer es crear una sociedad a través de una constitución, que garantice que nos podamos regir por esos elementos puros, no corruptos de nuestra naturaleza. La constitución a través del contrato social ha de garantizar que el egoísmo se venza a través de unir el deseo de autoconservación y la compasión en un sentimiento común que sea el del bien general. El ciudadano no entrega su libertad al estado o la sociedad, sino que se une para constituir una voluntad general.
Immanuel Kant: La Paz Perpetua y el Cosmopolitismo
El planteamiento de Kant es en principio muy sencillo: el imperio de la ley. Nadie, absolutamente nadie puede estar por encima de la ley. Esta ha de respetar ciertos principios básicos, de todos ellos uno es fundamental: la libertad de expresión. Es decir, hacer uso de la propia razón de manera pública y sin restricciones. Cualquier ley contraria a este punto ha de ser considerada injusta. Pero no sólo eso, en la libertad de expresión recae el hecho de que las leyes no vengan impuestas por una única persona. Que todos podamos opinar sobre ellas, en definitiva votarlas, las convierte en expresión de la común libertad de expresión, ya que si alguna nos parece injusta podemos intentar convencer al resto de la comunidad para que sea cambiada. Pero la libertad de expresión, el libre uso de nuestra razón solo puede darse si no hay coacción, violencia. Y la peor de todas las coacciones posibles es la guerra. Es necesario tender hacia la generalización y globalización de la ley. Si una ley es buena no lo es sólo para españoles o chinos o congoleños, lo es para todos. Cuando la ley se convierta en regente general y todos los estados se sometan a una misma federación constitucional apartaremos el riesgo de la guerra del panorama político y podrá en definitiva hacerse pleno uso de la libertad. En la base del planteamiento kantiano encontramos nuestra declaración de Derechos Humanos.
El Liberalismo
Varios autores pueden considerarse pilares de la teoría liberal. Sin embargo, de manera más estricta se considera que el liberalismo tiene como fundamento por un lado el planteamiento económico de David Ricardo y Adam Smith, y el utilitarismo de John Stuart Mill. El liberalismo económico defiende la no intervención del estado en los asuntos de índole económica. El mercado es un mecanismo que se autorregula consiguiendo sin intervención siempre el estado óptimo, aunque pueda llevarle cierto tiempo alcanzarlo. La persecución de cada individuo de su interés particular en competencia con el de sus semejantes acabará por traer el máximo beneficio en términos generales. Esto casa muy bien con el planteamiento utilitarista que considera que lo que debe buscarse es siempre el mayor beneficio, no solo económico, para el mayor número de personas posible. Es la teoría que encierra el supuesto de actuar por un bien mayor. Sacrificar unos pocos en beneficio de muchos. Frente a la postura de total oposición a la intervención del estado en materia económica, Mill sí sostuvo que en ocasiones puntuales el estado podría intervenir para arreglar desajustes que pudieran producirse en el sistema debido a diferentes causas.
El Liberalismo en la Actualidad
Uno de los filósofos principales teóricos del liberalismo es Karl Popper. Reincide sobre el valor absoluto de las libertades individuales y colectivas constituyéndose en lo que denomina “sociedades abiertas” donde impera un ejercicio crítico de la razón, elemento extraído de la tradición kantiana. Se opondrían a ella las “sociedades cerradas”, donde las libertades individuales se ven coartadas al intentar imponerse un modelo de sociedad ideal previamente concebido. En ellas no importa la voluntad de los individuos sino un proyecto político previo con su diseño propio de sociedad.
El Socialismo
El socialismo moderno moderado deja atrás el proyecto comunista. A día de hoy muchos postulados son compartidos con el liberalismo político, no así con el económico. La principal diferencia es considerar el estado como legítimo actor de la vida política. Es decir, el estado debe y puede intervenir activamente tanto en cuestiones económicas como en las de cualquier otra índole. Esto es así porque se considera que el estado en tanta institución no es más que la plasmación de la voluntad de la mayoría y por tanto siempre está legitimado a intervenir en la sociedad ya que en cierto modo él es la sociedad civil misma.
El Estado de Derecho
Un elemento fundamental de la política moderna con independencia de la afiliación a la que se pertenezca es la de considerar los estados actuales como estados de derecho. Con ello queremos decir que el estado es la institución que representa al pueblo/ciudadanía en el ejercicio de su voluntad, pero no para hacer lo que quiera. El estado es de derecho porque el mismo está sometido a derecho, a la ley. Tendemos a identificar estado de derecho con democracia, voluntad de la mayoría, etc. El estado de derecho es la voluntad democrática de la mayoría siempre que esta se ajuste a derecho, se haga a través de la ley y respetando unos derechos básicos, como el de la libertad de expresión. Un país podría votar por mayoría expropiar a un determinado sector de la población sus bienes. Pero esto, pese a ser una decisión democrática, no lo convierte inmediatamente en justo, en tanto que no se respetan los derechos de las minorías se consideraría que no es propio de un estado de derecho sino de una demagogia, es decir, cuando la voluntad de una mayoría social se impone en su propio beneficio sin respetar al resto. Recordemos el lugar vacío que los griegos tenían en el interior de sus ciudades donde, según el emperador persa, iban a engañarse con la palabra. Ese lugar vacío se habría violentado, ocupado por la mayoría. Da igual que sea la mayoría, están usurpando un lugar que no les corresponde. Ese espacio vacío siempre ha de permanecer así, libre, vacío de hombres, de constructores, de sacerdotes, de iluminados, de guardianes de la tradición, de periodistas, de empresarios, de científicos. Sólo pueden habitarlo aquellos que en su deambular por él no lo alteren, no lo quieran para sí, no lo transformen, sino que se transformen ellos. Esos son los filósofos, pero no porque ellos sean algo especial, precisamente porque no son nada, nada que no seamos cada uno de nosotros desposeídos de nuestras particularidades y, sólo atentos a la razón y a la verdad, en orden a intentar hacer de este mundo un lugar mejor y a nosotros dignos de habitarlo.
La Estética
Según la RAE la Belleza es la cualidad de lo bello, adjetivo que indica que, por la perfección de sus formas, complace a la vista o al oído y, por extensión, al espíritu. La belleza es la constatación de que el mundo no nos es indiferente. Nos afecta por dentro, nos conmueve, tanto a través de los sentidos como más allá de ellos. De igual modo que el mundo se nos muestra como lo que es a través del conocimiento, como lo que debe ser a través de la ética, el mundo nos habla de su no indiferencia para con nosotros a través de la belleza. La estética es la disciplina filosófica que reflexiona a propósito de la belleza y del arte. Su finalidad sería la de establecer qué es lo que hace de un objeto algo bello así como determinar en qué consiste la experiencia de la belleza como tal. Lo primero que cabe distinguir es entre objetos de la naturaleza bellos y objetos no naturales bellos, es decir producidos por el hombre. A estos últimos se conoce como objetos artísticos, son fruto del hacer humano. El arte tiene en su origen el término griego techné, técnica, e implica un cierto saber hacer. Este sentido llega hasta hoy en día en expresiones tales como “ese pianista posee muy buena técnica” y denota que es un hacer humano pero no cualquier hacer humano, posee un criterio interno de distinción. Ha habido tradicionalmente dos posturas a propósito de la interpretación de la belleza como cualidad:
Objetivismo Estético
La belleza es una propiedad intrínseca a la cosa que contemplamos, independiente de cualquier observador. Si alguien que la percibe no lo juzga como tal es debido a una carencia en la formación o capacidad de percibir la belleza del sujeto en particular.
Subjetivismo Estético
La percepción de la belleza reside en el observador que la juzga, ésta no es una propiedad de las cosas sino de aquel que las percibe.
Ambas posturas abarcan tanto la belleza respecto de seres naturales como artísticos, de estos últimos encontramos una nueva diferenciación a la hora de explicar dónde reside la belleza de los mismos.
Formalismo
La belleza de una obra de arte reside en una cierta estructura y composición de la misma. Es la excelencia en estos elementos lo que convierte obras menores en obras maestras.
Expresionismo
La belleza reside en la capacidad de comunicación, de impacto que una obra tiene en nosotros. No se niega la importancia del componente formal, pero queda relegada a un segundo plano a favor de su fuerza comunicativa de emociones y sentimientos.
Simbolismo
La belleza de una obra reside en su capacidad simbólica. Entendiendo por capacidad simbólica la capacidad para sugerir y proponer una enorme riqueza de interpretaciones de la realidad. La obra requiere de interpretación.
La Concepción de la Belleza en la Historia de la Filosofía
La filosofía en el desarrollo de su historia ha tenido distintas concepciones de lo que podía considerarse o no bello. Todas ellas están estrechamente vinculadas a la comprensión de la realidad que se asume en cada periodo.
Grecia y la Armonía
En la concepción griega clásica de la belleza ésta es concebida como armonía y proporción que refleja la excelencia formal de la naturaleza. El arte intenta reflejar el orden y perfección matemático del mundo. Se puede ver en ello el trasfondo de la interpretación platónica de la realidad en términos de idealidad de las formas, con preeminencia del orden y la geometrización del mundo. Este ideal de belleza se plasma en el concepto de canon, que es la regla o modelo de algo, la justa proporción entre sus partes. Aristóteles asume estos planteamientos desarrollando el concepto de mimesis. El arte es imitación de lo real. Pero lo lleva más allá del ámbito de la mera naturaleza y lo hará extensible al campo de la acción humana. Se centra especialmente en el estudio de la tragedia como el arte de la mimesis de la acción de los hombres. Mejor cuanto más excelentemente muestre lo más propio del actuar. Allí reside la fascinación que el teatro (vale para nosotros en términos también de películas) produce en nosotros pues nos muestra nuestra propia naturaleza o lo más propio que hay en nosotros, la libertad. Enfrentarnos con la mortalidad a través del ejercicio de una libertad propia de los dioses, este es el secreto de la tragedia griega. A demás, a través de la tragedia se produce en nosotros un fenómeno de liberación, de sosiego, al experimentar lo que puede ser vivido como trágico, terrible, en términos de belleza. Esa sensación de liberación que la belleza nos trae, se llama catarsis.
Edad Media: La Grandeza de la Creación
Con la irrupción del Cristianismo en Occidente el arte queda completamente subyugado a un papel educativo, evangélico. Tiene una misión clara y abarca todas las disciplinas desde la arquitectura a la música: mostrar al pueblo la palabra de Dios y alabar su grandeza. Hay una fuerte presencia de contenido simbólico. Cabe destacar que el artista es mayoritariamente anónimo y su obra es concebida como una imagen de la propia labor divina como creador del mundo. El artista crea a la manera en que Dios creó y modeló el mundo.
La Modernidad y el “Gusto”
Tras el medievo se abandona en Europa la visión teocéntrica a favor de una mayor atención al ser humano y la naturaleza. Se prescinde del simbolismo medieval y se reivindica la importancia del realismo en las artes figurativas. No se puede decir que sea una renuncia del carácter educativo que el arte tenía en la Edad Media, pero sí un cambio de modelo comprensivo del mundo. Éste ya no está plagado de simbolismo, en el conocimiento y su comprensión de la realidad los sentidos juegan un papel predominante, por ello se intenta reflejar la realidad de una manera fiel a nuestra sensibilidad. El surgimiento de una nueva clase social y económica, la burguesía, cada vez más enriquecida va a dominar el modelo de espectador de las artes. Sus encargos van a generar un mercado de obras de arte. Las piezas que más se acomodasen al gusto de las distintas épocas acababan convirtiéndose en dominantes. Surgen además los primeros críticos de arte como respuesta a un mercado cada vez más rico y abundante, detallando corrientes y tendencias. Es el momento de la institucionalización de los museos como espacios específicamente dedicados a las artes y como lugar donde se vela por el “buen gusto”, tanto en el sentido de lo apropiado como en el sentido de lo que delimita el buen y el mal arte.
El “gusto” se forja por tanto como un elemento fundamental de lo artístico a través del cual el peso de la belleza ya no sólo recae en los hombros del artista como creador, ahora el público y su “gusto” van a definir y delimitar qué sea lo bello. Pero además, el gusto puede ser educado y corregido por especialistas, críticos, que de igual modo que un moralista nos orienta y dirige en nuestras acciones, los críticos y expertos de arte pueden dirigir y canalizar nuestro “gusto”. Nos encontramos aquí con un problema nuevo en la historia del pensamiento artístico, ya que el peso del gusto del público es donde parece recalar el criterio definitivo sobre el arte, y el hecho de que este pueda ser modificado y corregido, hace preguntarse si hay o no un criterio objetivo sobre el mismo.
Kant y el Gusto Estético
En una época dominada por el gusto como criterio de demarcación de lo artístico, Kant va a redefinirlo e interpretarlo como una capacidad humana para percibir la belleza a secas. No toma su modelo teórico de la obra de arte sino de la belleza entendida de manera genérica, natural y artificial. A través del gusto la realidad se nos muestra completa. Cuando un pintor representa un caballo a la carrera en pleno esplendor, esa imagen produce en nosotros la impresión sensible del objeto (un caballo en este caso) pero, al mismo tiempo, no hay tal objeto sólo la evocación del mismo, la necesidad de que se dé. No podemos decir por tanto que lo conocemos pese a que lo tenemos dado en la experiencia y sin embargo ese objeto parece pedir ser conocido, objetivado. Esto, la necesidad imposible de subsumir una representación artística bajo un concepto y no obstante la irresistible atracción a llevarlo a cabo es, el pensar que debería poder hacerse, el tener casi la certeza de que sí que ocurre es lo que en Kant se llama belleza. Une por tanto lo que es con el deber ser, pero no a través del conocer o la moral sino a través del sentimiento. Digamos que veo Star Wars y sé que no es real pero siento que debería serlo, o que escucho hablar a los personajes de Shakespeare y sé que nadie habla así pero siento que es la forma en que debería hablarse. Si lo bello es lo que hemos dicho, a saber, que la percepción de la representación de un objeto pide que este mismo sea algo, cuando a lo que nos enfrentamos es a un hecho que nos sobrecoge por su inabarcabilidad nos encontramos con lo sublime. Algo es sublime cuando constatamos que es pero su mera presencia parece imposible. Kant solía representarlo con ejemplos de la magnificencia de la naturaleza, donde nuestra pequeñez como mortales se hacía patente: tormentas y tempestades marinas, lluvia de estrellas, ríos de magma, etc.
El Romanticismo
Este periodo bebe del concepto de lo sublime kantiano. Se intentará representar todo lo grandioso y terrible. Es un periodo de exaltación de la subjetividad y de la figura del artista, entendida como genio, alguien fuera de lo común. El artista es tan especial como los frutos de su obra. Ser un artista se convierte en cierto modo en una labor artística.
Arte Contemporáneo: La Tiranía del Mercado
A finales del siglo XIX la creciente demanda de arte por un mercado cada vez más consolidado y amplio supuso la necesidad por parte de los artistas de tener que innovar constantemente. Llevó esta situación a una constante ruptura con formas, modelos y estándares artísticos hasta llevarnos a la actual situación del panorama artístico, donde qué sea bello y qué no, parece imposible de delimitarse. En nuestra actual situación no hay un único criterio que permita entender qué es el arte ni la belleza, ni tan siquiera si esta es una propiedad de nosotros o de las cosas. En un momento tan desdibujado podríamos pensar que todo vale. Nuestra sociedad ha extraído de otro elemento social un criterio para definir si no la belleza como tal, sí lo que es y no es arte: el mercado. El arte se ha visto totalmente subyugado al mercado del arte. Allí son las inversiones de compradores lo que delimitan qué es y qué no es arte. Es una mercancía, pero una mercancía muy peculiar, junto con el dinero no posee valor de uso. O dicho de otra manera, su valor de uso es un valor puramente especulativo como pasa con las acciones derivadas o la inversión en ciertos activos de bolsa. No corresponde a nada, y solo vale algo porque hay una convención de que es así. Digamos que compro una obra de Banksy por una fortuna. ¿Cómo sé que vale una fortuna? Solo lo seguirá valiendo mientras otros también estén dispuestos a pagar por ella una cantidad enorme de dinero. Pero como no satisface una necesidad de manera objetiva eso puede cambiar mañana o dentro de diez segundos. Podemos ver como el arte se ha convertido en un reducto perfecto para la especulación y el blanqueo de dinero en nuestros días.