Los Reinos Cristianos y el Imperio Español en la Baja Edad Media y la Edad Moderna

1. Los Reinos Cristianos en la Baja Edad Media

1.1. Organización Política e Instituciones

1.1.1. Reino de Castilla

El reino de Castilla se caracterizaba por una monarquía hereditaria y patrimonial, donde la nobleza se oponía a las pretensiones monárquicas. Esta tensión llevó, en el siglo XIV, a la guerra civil entre Pedro I y Enrique de Trastámara, quien encabezó una rebelión nobiliaria. Tras la guerra, se instauró la dinastía Trastámara y la nobleza fue recompensada con generosas concesiones (mercedes enriqueñas).

A pesar de ello, en la baja edad media la monarquía se fortaleció. Se fusionaron las Cortes de Castilla y León, nació la Audiencia (Chancillería) como órgano supremo de justicia, solo supeditado al rey; y aparecieron la Contaduría o hacienda, y el Condestable, quien dirigía el ejército. La Corte extraordinaria (asamblea de los tres estamentos) limitó su función al voto de subsidios extraordinarios a la corona. Se creó el Consejo Real, con legistas que asesoraban al rey. En el ámbito local, destaca la intervención monárquica en los municipios; se establecieron los regimientos formados por regidores nombrados por el rey con carácter vitalicio y la figura del corregidor, representante permanente del rey en los principales municipios.

1.1.2. Corona de Aragón

La Corona de Aragón tenía un carácter confederal, ya que estaba constituida por una serie de reinos: Aragón, Cataluña y Valencia, con diferentes leyes e instituciones.

Tras varios enfrentamientos entre los nobles y el rey, en 1283, Pedro III firmó el Privilegio General. Gracias a esto, aunque hubo enfrentamientos puntuales, las relaciones entre el rey y sus vasallos fueron mejores que en Castilla. Las instituciones reflejaban el carácter federal de la Corona: existían cortes independientes en Aragón, Cataluña y Valencia. Las comisiones temporales de las cortes se convirtieron en diputaciones permanentes, que ampliaron sus competencias: la Diputación del General o Generalitat de Cataluña, la Diputación del Reino de Aragón y la Diputación del Reino de Valencia. En el reino de Aragón se creó el cargo de Justicia de Aragón, cuya función primordial era la defensa de los fueros del reino. La autoridad real estaba representada en los distintos territorios por lugartenientes o virreyes. Los municipios fueron cayendo bajo el control de oligarquías urbanas con distintos cargos, donde destaca el consejo municipal como el Consejo de Ciento en Barcelona.

2. El Descubrimiento de América

El descubrimiento y la conquista de América fue una empresa castellana dirigida a la búsqueda de una ruta alternativa a las Indias Orientales. Cristóbal Colón, aventurero y marino genovés, pretendía llegar a las Indias navegando hacia el oeste. Hasta que no finalizó la toma de Granada, los Reyes Católicos no aceptaron la propuesta de Colón, quien firmó un acuerdo con ellos: las Capitulaciones de Santa Fe (17 de abril de 1492). Según estas, obtendría los títulos de almirante, virrey y gobernador de las tierras descubiertas y se beneficiaría de la décima parte de las riquezas obtenidas. Colón partió del Puerto de Palos el 3 de agosto de 1492 y el 12 de octubre llegó a las Antillas, a la isla de Guanahaní, a la que denominó San Salvador. Después descubrió Cuba y La Española, y regresó a la península. Colón realizó tres viajes más entre 1493 y 1504. Parece que murió con la convicción de que había llegado cerca de las costas occidentales de Asia. Pero otros navegantes que emprendieron los llamados viajes menores exploraron las costas de América del Sur, como el florentino Américo Vespucio, quien afirmó que no pertenecían a Asia.

Un cartógrafo alemán asignó al continente el nombre de América en 1507.

Tras el primer viaje de Colón, se reconocieron los derechos de la monarquía castellana sobre las tierras descubiertas y sobre las que se pudieran descubrir más allá de una línea imaginaria a cien leguas al oeste de las Islas Azores y de Cabo Verde, según el arbitraje papal de Alejandro VI y por el Tratado de Alcaçovas (1479) entre Castilla y Portugal. Pero los portugueses, ante los nuevos acontecimientos, no estaban satisfechos y los Reyes Católicos, interesados en mantener buenas relaciones con el reino vecino, propiciaron un nuevo acuerdo mediante la firma del Tratado de Tordesillas (1494), que desplazó la línea divisoria a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. Lo que permitió a Portugal la ocupación de Brasil. A partir de entonces, se procedió a la exploración y colonización sistemática del continente.

3. El Imperio de Carlos V: Conflictos Internos

3.1. Comunidades y Germanías

Con Carlos I, nieto de los Reyes Católicos, la corona española quedó en manos de la dinastía de los Habsburgo, o de los Austrias.

El rey llegó a España en 1517. El nombramiento de nobles extranjeros para los altos cargos, como el de Adriano de Utrecht como regente del reino, y su partida para ser coronado emperador en 1520 tras haber convocado cortes para obtener fondos para el viaje, provocaron la sublevación de las principales ciudades castellanas, con Toledo a la cabeza. En estas, el poder municipal fue sustituido por comunas (de ahí el nombre de Comunidades), integradas por artesanos, comerciantes y miembros de la baja nobleza y el bajo clero. Entre sus reclamaciones destacan: el regreso de Carlos a España, la exclusión de extranjeros de cargos políticos, mayor protagonismo de las Cortes, reducción de impuestos, etc. El conflicto se radicalizó y se convirtió en rebelión antiseñorial, por lo que la nobleza, hasta entonces al margen, unió sus fuerzas a las del rey y los comuneros fueron derrotados en Villalar (1521) y sus líderes (Padilla, Bravo y Maldonado) ajusticiados. A pesar de su victoria, Carlos se deshizo de la camarilla de flamencos y prestó más atención a los asuntos castellanos.

El movimiento de las Germanías (1519-1522) se inició en Valencia y se extendió a Murcia y Mallorca. Desde el principio tuvo un carácter social. El rey había confirmado a los artesanos el permiso para formar una milicia (Germanía) en caso de ataque de los piratas berberiscos. Tras reunirse en junta, propusieron la reducción de los privilegios de los nobles. El conflicto se radicalizó hasta llegar a la rebelión cuando muchos nobles abandonaron las ciudades ante la llegada de un brote de peste y las germanías se hicieron con el poder municipal. El ejército imperial, con el apoyo de la nobleza, acabó con la rebelión. Como en Castilla, la alianza entre monarquía y nobleza se consolidó.

4. La Monarquía Hispánica de Felipe II: La Unidad Ibérica

Felipe II solo recibió una parte de la herencia paterna, pues Carlos V, consciente de la dificultad de gobernar tan distintos territorios, tras retirarse a Yuste en 1556, dejó el título imperial y la corona de Austria a su hermano Fernando.

A pesar de ello, Felipe reunió en su persona un imperio mayor que el de su padre, porque a los territorios de Castilla (incluidos los del Nuevo Mundo y el Pacífico), de Aragón con sus territorios italianos y los Países Bajos, añadió Portugal y su imperio ultramarino, herencia que recibió a través de su madre, Isabel de Portugal.

Heredó de su padre dos objetivos: la lucha por la hegemonía en Europa y la defensa a ultranza de los territorios que formaban su patrimonio.

En 1578 murió el rey de Portugal Sebastián I. Sin descendientes directos, el trono pasó a su tío abuelo, el cardenal Enrique, quien murió dos años después también sin descendientes. Siguiendo la línea sucesoria, el heredero legítimo era Felipe II, lo que significaba la unión dinástica de ambas coronas y, por tanto, la unidad ibérica.

Las Cortes portuguesas proclamaron rey a Felipe II en 1581. Tras la abdicación de su padre, asentó su corte en Madrid, poniendo fin a la tradicional corte itinerante. Esto le alejó de sus posesiones europeas y fue dotando a su monarquía de un carácter más hispánico. Sus colaboradores más próximos eran castellanos en su mayoría, y su política internacional y sus matrimonios tuvieron más en cuenta los intereses de Castilla, que era la que financiaba la mayor parte de su política. La política exterior de Felipe II se inspiró en los mismos principios que la de su padre: defensa del catolicismo y lucha contra los turcos (batalla de Lepanto, 1571). Pero surgieron nuevos problemas como la sublevación de los Países Bajos (1548-1668) y la rivalidad con Inglaterra, que condujo a la derrota de la Armada Invencible en 1588. El escaso éxito de esta política y su alto coste llevaron a Felipe II a la bancarrota en tres ocasiones. Al finalizar su reinado, España estaba arruinada y exhausta, y su imperio se encontraba al borde de la desintegración.