Totalitarismo Conservador y Doctrina Fascista: Análisis Filosófico

Visión Conservadora del Estado Totalitario

El deterioro del parlamentarismo, que se remonta a la obra de Gobineau, Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, en cuyo título y contenido puede encontrarse la raíz de los racismos y exaltaciones étnicas que suelen acompañar a las fórmulas totalitarias. La segunda raíz, los movimientos de masas como elemento causal del totalitarismo, según Gerhard Ritter. En la explicación del historiador alemán, la voluntad popular se expresa en asambleas, pero cuando su número es grande se recurre al referéndum. Un tercer sistema consiste en transferir la voluntad popular a un hombre. Ritter añade en su teoría otros elementos, como la pérdida de ciertos ideales, por ejemplo, la religiosidad, sustituidos por la función de las élites y la importancia que adquieren los nuevos medios técnicos de comunicación de masas: propaganda, prensa, radio… Hannah Arendt insiste en que la presencia de masas, la muchedumbre, es fundamental en el fascismo. Las masas desclasadas pueden ser hostiles a la industrialización. La propaganda totalitaria las impele a actuar, les crea un mundo imaginario, presidido por la devoción ciega a un jefe. Los especialistas en psicología social señalan la necesidad para el hombre-masa de participar en algo que es superior a cada uno, algo grande, el mito. Los historiadores italianos han prestado atención particular, lógicamente, al fascismo mussoliniano. En el caso de Italia, se impuso el fascismo en un país sin tradición histórica autoritaria. Salvemini explica el nacimiento de esta ideología anómala en una especial situación de desequilibrio psicológico colectivo. Luigi Salvatorelli cree que el fascismo es la revolución del quinto estado, la pequeña burguesía, encadenada entre el capitalismo y el proletariado. Salvemini piensa que el cuadro social en el que se apoya el fascismo es mucho más amplio: jerarquías militares, alta finanza, gran industria, intelectuales conservadores.

La Doctrina Fascista

En los años 20 aparecen en Europa, como reacción contra la marea ascendente de los socialistas, una serie de movimientos ideológicos que, con los medios de la revolución de izquierdas, hacen una revolución de derechas. El contenido doctrinal pasa a segundo plano, se da más importancia a los hechos. Así, Hitler se resiste, al principio, a presentar un programa y Mussolini exclama “nuestra doctrina es el hecho”.

Omnipotencia del Estado

  • Los individuos están totalmente subordinados al estado, todo para el estado.
  • El estado totalitario no tolera la separación ni el contrapeso de los poderes.
  • En el campo político se suprime toda oposición, a la que se considera solo como una perturbación para el buen gobierno.
  • En el campo intelectual, el estado monopoliza la verdad y la propaganda, al tiempo que se rechaza cualquier crítica.

Protagonismo de las Élites

Una minoría debe gobernar. Se parte de la desigualdad de los hombres, se rechaza la democracia porque concede los mismos derechos a todos. Las elecciones se consideran un espectáculo inútil. Mussolini niega que el número pueda dirigir las sociedades humanas, y Hitler afirma que “es más fácil ver a un camello pasar por el ojo de una aguja que descubrir un gran hombre por medio de la elección”. Esta desigualdad esencial de los seres humanos ofrece reflejos diversos. En primer lugar, una desvalorización de la mujer. Las mujeres, dirán los ideólogos nazis, deben estar en su lugar, su objeto deben ser las tres K (kinder, küche, kirche: niños, cocina, iglesia). Más dramáticas fueron las conclusiones racistas que se dedujeron de la desigualdad de los hombres. Mussolini habla de la superioridad de los gobernantes y de la grandeza del pueblo italiano, llamado a regir y dominar a otros pueblos. Hitler desarrolla en Mein Kampf su doctrina de la superioridad de la raza aria. La igualdad democrática se basaba en la tradición judeocristiana, que considera a todos los hombres hijos de Dios. Para el fascismo, que rompe con esta tradición, la desigualdad no solo es un hecho, sino un ideal. La dicotomía superiores-inferiores ha sido bien resumida por Ebenstein: “En el código fascista, los hombres son superiores a las mujeres, los soldados a los civiles, los miembros del partido a los que no lo son, la propia nación a las demás, los fuertes a los débiles”.

Exaltación del Jefe Carismático

Llevando a sus últimas consecuencias el postulado de la desigualdad de los hombres, una nación fuerte necesita encontrar al hombre excepcional, al superhombre, según la doctrina de Nietzsche; cuando la providencia lo pone al frente de un pueblo, debe prestársele obediencia ciega y seguirle sin titubeos.

Imperialismo

A veces se ha definido el fascismo como un nacionalismo de vencidos, engendrado por la humillación de la derrota. Una gran nación encuentra su verdadero horizonte en la formación de un imperio y, en relación con él, se defiende el principio del espacio vital. Un pueblo superior tiene derecho a disponer de espacio para realizarse y a conquistarlo; esta necesidad se coloca por encima del derecho internacional.

Desconfianza en la Razón

La tradición racionalista es uno de los más decisivos legados de Grecia a Occidente; el fascismo rechaza esta tradición y adopta posturas antirracionalistas, desconfiando de la razón y exaltando los elementos irracionales de la conducta, los sentimientos intensos, el fanatismo. En esta línea irracionalista se desenvuelven los dogmas, las ideas indiscutibles, como la superioridad de la raza o del jefe. Lo que no puede ser sometido a análisis es rasgo peculiar de los regímenes totalitarios.