La España de Fernando VII: Del Absolutismo a la Crisis Sucesoria

El Reinado de Fernando VII: Absolutismo y Liberalismo en la España del Siglo XIX

Introducción

Fernando VII, apodado “el Deseado”, regresó al trono español en 1814 con gran apoyo popular. Tras seis años de resistencia, encarnaba la esperanza de cambio. Sin embargo, su acercamiento a los sectores más reaccionarios del país marcó el inicio de un periodo convulso.

El Sexenio Absolutista (1814-1820): La Restauración del Antiguo Régimen

Con la derrota de Napoleón y el Tratado de Valençay (diciembre de 1813), Fernando VII fue restituido en el trono. A su llegada a Valencia en marzo de 1814, recibió el apoyo del general Elío y un grupo de diputados absolutistas, quienes, a través del Manifiesto de los Persas, le instaron a restaurar el Antiguo Régimen. Influenciado por este manifiesto, Fernando VII anuló la Constitución de Cádiz mediante un Real Decreto, retornando al absolutismo con el apoyo de la Santa Alianza.

Los partidarios del constitucionalismo fueron perseguidos y exiliados. A pesar de la represión, algunos oficiales liberales intentaron, mediante pronunciamientos militares (Espoz y Mina, Porlier, Vidal), obligar al monarca a aceptar la Constitución. El malestar político y social se agravó por la difícil situación económica del país tras décadas de guerra. El rechazo sistemático a las reformas evidenciaba la inviabilidad del sistema absolutista.

El Trienio Liberal (1820-1823)

El contexto de la guerra de independencia en las colonias americanas agravó la situación. En 1820, el teniente coronel Riego, al mando de tropas destinadas a sofocar la insurrección americana, se sublevó y proclamó la Constitución de Cádiz. El pronunciamiento, secundado por otros levantamientos, forzó a Fernando VII a jurar la Constitución. Se formó una junta provisional en Madrid para restablecer el régimen liberal.

El debate sobre las reformas dividió a los liberales en dos grupos: los moderados (doceañistas) y los radicales (exaltados). A pesar de las dificultades, se lograron avances como la abolición de los privilegios de clase, la supresión de la Inquisición y la reforma de la propiedad. Sin embargo, el régimen constitucional enfrentó la oposición de los absolutistas, las clases privilegiadas y el propio rey, quien boicoteaba las reformas.

En 1823, la Santa Alianza envió un ejército francés (los Cien Mil Hijos de San Luis) al mando del Duque de Angulema. Fernando VII restauró el absolutismo, iniciando una persecución contra los liberales (Riego, Torrijos, Mariana Pineda).

La Década Ominosa (1823-1833): Vuelta al Absolutismo

Los últimos diez años del reinado de Fernando VII se caracterizaron por la represión. Aunque no se restableció la Inquisición, sí se recuperó el sistema de privilegios. La difícil situación económica exigía reformas, pero el Estado carecía de recursos. Fernando VII intentó una vía intermedia entre el absolutismo y el liberalismo, con reformas económicas, pero la falta de fondos y la incapacidad del Antiguo Régimen para solucionar los problemas del país eran evidentes.

Dos amenazas marcaron este periodo: los liberales, que preparaban levantamientos, y los realistas (ultras), que desconfiaban del rey por sus concesiones a los liberales. El descontento de los ultras se centró en la figura del hermano del rey, Carlos María Isidro, considerado el heredero al trono ante la falta de descendencia directa.

Final del Reinado: La Cuestión Dinástica

El nacimiento de la princesa Isabel, hija de Fernando VII y su cuarta esposa María Cristina, cambió la situación. Fernando VII promulgó la Pragmática Sanción, aboliendo la Ley Sálica y permitiendo reinar a las mujeres. Esto excluía a Carlos María Isidro del trono, lo que representaba una victoria para los liberales.

Los partidarios de Carlos María Isidro, aprovechando la enfermedad del rey, lograron en 1832 la derogación de la Pragmática Sanción. Sin embargo, Fernando VII, tras recuperarse, confirmó los derechos sucesorios de su hija Isabel. A su muerte en 1833, María Cristina asumió la regencia en nombre de Isabel, mientras Carlos María Isidro, apoyado por los defensores del Antiguo Régimen (carlistas), reclamaba el trono, dando inicio a las Guerras Carlistas.