El Imperio de Carlos V: Conflictos Internos
La Herencia de Carlos V
En 1517, Carlos V toma posesión de la herencia materna (su madre, Juana, que todavía vivía y conservaba el título de reina de Castilla, había sido declarada no apta para gobernar):
- De su abuelo Fernando el Católico: la Corona de Aragón, Nápoles, Cerdeña y Sicilia.
- De su abuela Isabel: la Corona de Castilla, las plazas norteafricanas, las Canarias y las Indias.
Desde 1515 ya gobernaba de hecho en las posesiones de su padre heredadas a su vez de su abuela María de Borgoña: los Países Bajos, Luxemburgo, el Artois y el Franco Condado.
La Europa de Carlos V
En 1519 heredaría el patrimonio de su abuelo Maximiliano de Austria: Austria y los derechos a la corona imperial. Ese mismo año sería nombrado emperador con el título de Carlos V. Carlos llegó a la Península desconociendo tanto los idiomas como las costumbres o las aspiraciones de los reinos peninsulares, considerándolos como una simple fuente de recursos. Rodeado de consejeros extranjeros (Guillermo de Croy, Adriano de Utrecht), confió a éstos los cargos principales antes de marchar a Alemania para defender sus aspiraciones al trono imperial.
Para ello necesitaba dinero y, como las Cortes reunidas en Santiago no se lo concedieron al no aceptar el monarca las peticiones de que prescindiera de los consejeros extranjeros y que no sacara dinero del país, las trasladó a La Coruña donde mediante sobornos y amenazas consiguió lo que se proponía. La respuesta de las ciudades con representación en las Cortes no se hizo esperar. Toledo, Burgos, Valladolid, Zamora, Segovia y Ávila se movilizaron y se reunieron en comunidad.
Las Comunidades
Pronto estalló la guerra de las Comunidades. En su proclama solicitaban que prescindiera de los consejeros extranjeros, que acatara la voluntad del reino, limitando su poder, redujera los impuestos, protegiera la industria textil, realizara reformas municipales a favor de los plebeyos y que disminuyera el poder de la nobleza.
Tras una serie de pequeños éxitos iniciales en los que la nobleza castellana se abstuvo de intervenir, cuando ésta se vio amenazada por la revuelta se puso del lado real y acabaron con los comuneros en la batalla de Villalar (1521). Los líderes principales Juan Bravo (Segovia), Juan de Padilla (Toledo) y Francisco Maldonado (Salamanca) fueron ejecutados y Toledo y Segovia, que sufrieron asedio, recibieron una durísima represión.
Las interpretaciones varían desde los que consideran que los comuneros fueron unos traidores a su rey, a otros que opinan que defendían las libertades de Castilla. Para unos el movimiento fue exclusivamente de carácter político (Maravall, Menéndez Pidal) y para otros tuvo también un fuerte componente social (Gutiérrez Nieto) al reunir a las clases medias de las ciudades (artesanos, profesionales liberales, trabajadores) contra la nobleza y el rey.
Entre las principales consecuencias:
- Reforzamiento de la alianza del rey con la nobleza castellana.
- Sustitución de los extranjeros por castellanos en los cargos principales.
- Limitación del poder de las Cortes que apenas serían convocadas, a lo que se unió la postergación de la burguesía castellana.
Las Germanías
El movimiento de las Germanías (1519-1523) en Valencia y Mallorca tuvo un carácter más social. Desde el principio la revuelta se dirigió contra la nobleza, exigiendo la abolición de la jurisdicción señorial y de los impuestos feudales, a la vez que reivindicaban para los gremios el control de los municipios. La rebelión fue sofocada por tropas reales y señoriales. Al no hacer causa común con la revuelta comunera sus posibilidades de éxito fueron nulas.
La Monarquía Hispánica de Felipe II: La Unidad Ibérica
Felipe II heredó de su padre la misma idea de la política internacional: la defensa del catolicismo y de la superioridad del imperio hispánico en Europa. Los ejes de esta política fueron fundamentalmente la lucha contra los turcos, el problema de Flandes y el enfrentamiento con Inglaterra.
Lucha contra los Turcos
En 1571 se organizó la última cruzada de la cristiandad contra los turcos. La armada formada por España, Roma y Venecia (la Liga Santa) venció a la armada turca en Lepanto. Este triunfo frenó la expansión turca por el Mediterráneo.
El Problema de Flandes
A partir de 1566 el problema fundamental del reinado de Felipe II fue la sublevación de los Países Bajos (Flandes). En ella se mezclaban cuestiones religiosas y políticas. Felipe II no toleró el protestantismo en sus posesiones ni los deseos autonomistas, enviando al duque de Alba para reprimir la sublevación. Con la ayuda de algunos príncipes protestantes alemanes, y el apoyo de Inglaterra, los rebeldes, dirigidos por Guillermo de Orange, consiguieron prácticamente independizar una parte del territorio: el norte; mientras que el sur, de mayoría católica, se mantuvo fiel a Felipe II. La paz se firmó con el acuerdo de nombrar a Isabel Clara Eugenia, hija del rey español, y a su marido el archiduque Alberto, regentes de los Países Bajos, con el compromiso de que el hijo que tuvieran sería el nuevo rey, y, en caso de no tener descendencia, el territorio volvería a los Austrias españoles.
Enfrentamiento con Inglaterra
Con respecto a Inglaterra, el apoyo dado por Isabel I a los rebeldes flamencos y los actos piratas llevados a cabo contra las flotas de Indias, resultaron decisivos en la ejecución del proyecto de Felipe II de invadir la isla. En 1588 se armó una poderosa armada (la Invencible) que fracasó estrepitosamente en el Canal.
Relaciones con Francia y la Unidad Ibérica
Las relaciones con Francia resultaron menos conflictivas durante este reinado. Sólo la coronación del príncipe protestante, Enrique de Navarra, alteró la situación, solucionada con su conversión al catolicismo. En el mismo significado de mantener la hegemonía europea se inserta el logro de la unidad ibérica. En la batalla de Alcazarquivir (1580), en una expedición al norte de África, muere el joven rey portugués Sebastián, sucediéndole el anciano cardenal Enrique. Entre los candidatos a la sucesión estaba Felipe II por ser hijo de Isabel de Portugal y nieto del rey Manuel el Afortunado. Sin embargo, el apoyo popular lo tenía don Antonio, el prior de Crato. Felipe II vio la gran oportunidad de acrecentar su imperio y comenzó los preparativos del ejército para hacer valer sus derechos por la fuerza de las armas. Situó al duque de Alba en la frontera con un poderoso ejército; mientras el almirante Álvaro de Bazán aprestaba la flota. A la muerte del cardenal Enrique, la campaña de ocupación fue rápida. Felipe II fue reconocido en las Cortes de Tomar (1581) como rey de Portugal. El último núcleo de resistencia, en las Azores, fue eliminado tras la victoria de Álvaro de Bazán en la batalla de la Isla Tercera. La unión con Portugal suponía el control de un extenso imperio marítimo que marcó el viraje definitivo de la política de Felipe II hacia el Atlántico. Sin embargo, el coste económico y social del mantenimiento del poder hegemónico de Felipe II fue tan elevado que las diversas bancarrotas de la Hacienda real llevaron a Castilla a la ruina.
El Modelo Político de los Austrias: La Unión de Reinos
El gobierno de Castilla, Navarra y los reinos de la Corona de Aragón siguieron el modelo heredado de los Reyes Católicos. Todos ellos mantuvieron con escasas modificaciones sus instituciones, Cortes y privilegios. A partir de la segunda mitad del siglo XVI, los reyes de la casa de Austria se hacen sedentarios y se rodearon de una administración profesionalizada y amplia, a la vez que las instituciones se vuelven más complejas. En general los procedimientos de gobierno fueron más lentos al incrementarse la burocracia, en especial con Felipe II, quien supervisaba todo personalmente. Las características del modelo político de los Austrias fueron las siguientes:
- Se consolidó el sistema de gobierno a través de Consejos. Con Carlos V se creó el Consejo de Estado que tenía jurisdicción sobre todos los reinos. Este Consejo asesoraba al soberano en asuntos relevantes de política, especialmente exterior. En la práctica, el rey no lo consultaba con regularidad y, con el tiempo, fue perdiendo sentido. Otros Consejos como los de Inquisición y el de Órdenes Militares siguieron existiendo, mientras que otros desaparecieron como los de Cruzada y de la Santa Hermandad. Durante el reinado de Carlos V se crearon los Consejos de Hacienda y de Indias. El primero dedicado a recaudar el dinero con el que sufragar los gastos de las guerras y el segundo para la gobernación de las tierras conquistadas en América.
- Aumentó el poder de los Secretarios del rey, que llegaron a ser figuras clave del modelo de gobierno. Eran los encargados de informar al monarca de las deliberaciones y decisiones de los distintos Consejos, de manera que el rey terminó por despachar sólo con los secretarios. Los más importantes se convirtieron en secretarios de Estado.
- Se mantuvo la delegación del poder en Virreyes y Gobernadores en aquellos territorios en los que el soberano iba a estar ausente durante bastante tiempo. Normalmente se designaba a miembros de la familia real o a súbditos vinculados al reino que se les encomendaba.
- En cuanto a la Hacienda, los Austrias dispusieron de unos ingresos que crecieron notablemente, pero que no cubrían los ingentes gastos, en particular los militares. Estos ingresos procedían de impuestos que pagaba Castilla (especialmente el de la alcabala), complementados con las rentas abonadas por las Órdenes Militares y los subsidios votados en Cortes. Otra aportación importante y creciente eran los ingresos provenientes de las Indias que, aunque nunca representaron la quinta parte de las rentas totales, fueron fundamentales para atender a pagos urgentes (en especial los sueldos de la tropa). Se difundió, además, el sistema de venta de cargos públicos, llegando a crearse algunos con la única intención de su venta. La diferencia entre los gastos y los ingresos endeudó a la Corona y la llevó a la quiebra en varias ocasiones, por los que tanto Carlos V como Felipe II se vieron obligados a recurrir al crédito y al préstamo. Pero incluso éstos resultaron insuficientes y, en diversas ocasiones (1557, 1560, 1575 y 1596), la monarquía tuvo que declararse en bancarrota, suspendiendo los pagos. En estas situaciones se renegociaba el pago de la deuda con los acreedores, ampliando el plazo para abonarla e incrementando los intereses y las concesiones a los prestamistas, con lo que suponía la hipoteca de la monarquía para el futuro.
Los Austrias del Siglo XVII: Gobierno de Validos y Conflictos Internos
Los Validos
Los sucesores de Felipe II dejaron el poder en manos de sus secretarios, recibiendo por ello el nombre de validos o privados. Felipe III tuvo dos, primero el ineficaz y corrupto duque de Lerma y después su hijo el duque de Uceda. Felipe IV otros dos, el ambicioso y capaz Conde-duque de Olivares y el más equilibrado y realista Luis de Haro. Finalmente, Carlos II contó con el padre Nithard, el advenedizo Fernando de Valenzuela, don Juan José de Austria, el duque de Medinaceli, el conde de Oropesa y, finalmente, una camarilla incompetente. En todos los casos sustituyeron a reyes con muy poco interés por las tareas de gobierno y con notable debilidad de carácter. Felipe III abrió el camino a la entrada de estos validos y, a lo largo del siglo XVII, se convirtió en una costumbre aceptada por todos los grupos de poder, cuya máxima aspiración era alcanzar la confianza del rey y gobernar en su propio beneficio. Ello condujo durante algunos periodos al desgobierno, especialmente durante los valimientos del duque de Lerma, el padre Nithard y Fernando de Valenzuela. La mayor parte de los validos intentaron gobernar al margen de los Consejos, a través de Juntas reducidas integradas por personas de su confianza, con el fin de agilizar la administración y así evitar el control de los Consejos. Desde el poder apartaban a sus enemigos y colocaban en los puestos más importantes a hombres de su confianza. La corrupción aumentó y los más atrevidos aprovecharon el apoyo o desinterés del rey para controlar concesión de cargos, pensiones y mercedes de todo tipo, que canalizaron hacia sus propios familiares. La oposición a los validos la encabezaron los letrados, que formaban los Consejos, y los miembros de la aristocracia que eran apartados de la Corte por formar parte de facciones enfrentadas al valido de turno.
Los Conflictos Internos
A lo largo del siglo se produjeron diversas situaciones de tensión interna:
- La expulsión de los moriscos (1609). Medida popular tomada para evitar una posible alianza de los moriscos con los piratas berberiscos, cuyas acciones de saqueo de la costa levantina y andaluza fueron continuas durante el primer tercio del siglo. Durante el valimiento del duque de Uceda se ocuparon Larache y Mámora en la costa atlántica africana, como medida de protección frente a la piratería turca.
- Las medidas políticas tomadas por el Conde-duque de Olivares para atajar los males internos de la monarquía son un buen reflejo de los problemas existentes:
- Reformas administrativas para acabar con la corrupción. Creación de 16 juntas de reforma que fracasaron por la oposición de los estamentos privilegiados y por multiplicar los gastos burocráticos en un 50 %.
- Protección del comercio, sobre todo del sector textil, prohibiendo el comercio con Inglaterra, Holanda, Francia y diversos estados alemanes. Lejos de mejorar la industria textil española por la carencia de capitales y de personal cualificado supuso la ruina del comercio exterior.
- El descenso de población motivado por la expulsión de los moriscos y por las oleadas de peste surgidas a partir de 1647 intentó atajarla favoreciendo la inmigración de extranjeros católicos y otorgando beneficios a las familias numerosas (hidalgos de bragueta).
- Pero quizás las medidas menos populares fueron las de intentar crear una administración única para todos los reinos peninsulares y un ejército común (la Unión de Armas). En la práctica suponía aumentar la presión fiscal sobre los reinos no castellanos que debían contribuir en la misma medida que Castilla al sostenimiento del Imperio español. El resultado fue el amotinamiento y sublevación de Cataluña, Portugal, Andalucía, Aragón, Navarra, Nápoles y Sicilia, que llevaron a la monarquía al colapso en un momento en que mayor esfuerzo bélico se estaba realizando en el exterior (1640-1648).