Reinado de Isabel II: Transición al Liberalismo y Regencias en España

Isabel II: Las Regencias y la Transición al Liberalismo

La muerte de Fernando VII en 1833 marcó el inicio de una profunda transformación en España, dando paso a la construcción del Estado liberal y a nuevas estructuras políticas, económicas, sociales y culturales. Durante el reinado de Isabel II, se consolidó la transición del Antiguo Régimen al liberalismo burgués, con la instauración de una monarquía constitucional inspirada en los principios del liberalismo político, una economía capitalista e industrial y la desaparición de la sociedad estamental, reemplazada por una sociedad de clases.

Tras la muerte de Fernando VII en 1833, María Cristina asumió la regencia hasta que Isabel alcanzara la mayoría de edad, en un contexto marcado por la Guerra Carlista. Este conflicto tuvo significativas consecuencias humanas y políticas.

El reinado de Isabel II se caracterizó por la alternancia en el poder de progresistas y moderados, en un clima de inestabilidad política exacerbada por los continuos pronunciamientos militares. Surgieron los primeros partidos políticos, conocidos como partidos de “notables”, que canalizaron las corrientes del liberalismo:

  • El Partido Moderado, liderado por Narváez, apoyado por terratenientes, la alta burguesía y la clase media alta. Defendía la soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
  • El Partido Progresista, con Espartero, un militar de gran carisma popular, que defendía la soberanía nacional representada en las Cortes, buscando limitar el poder del rey. Del ala izquierda del progresismo surgieron fuerzas políticas democrático-republicanas.

La Primera Regencia: María Cristina (1833-1840)

Durante los primeros tres años de la regencia, los liberales moderados consolidaron su posición política. El Estatuto Real de 1834, una carta otorgada, se centró en la reforma de las Cortes, que pasaron a ser bicamerales con función consultiva, siendo convocadas, suspendidas y disueltas por el monarca. El sufragio electoral era extremadamente restringido, limitándose al 0,15% de la población total.

La guerra civil y la precaria situación económica provocaron en 1835 sublevaciones de las milicias urbanas, que exigían una ampliación de las libertades políticas y del sufragio electoral, así como la entrega del poder a los progresistas.

En 1836, una revuelta contra la regente obligó a María Cristina a aceptar la puesta en vigor de la Constitución de 1812, que fue rápidamente sustituida por la Constitución de 1837. Esta nueva constitución establecía la soberanía nacional, el reconocimiento de amplios derechos ciudadanos, la división de poderes, un papel destacado de las Cortes y la limitación del poder del monarca. Las Cortes eran bicamerales, con un Senado cuyos miembros eran de designación real y un Congreso de Diputados elegidos por sufragio directo.

Se promulgaron leyes progresistas, como la supresión de los diezmos a la Iglesia, la eliminación de las aduanas interiores y la supresión de los gremios. Además, se adoptaron medidas como la supresión de los mayorazgos, la abolición del régimen señorial y las desamortizaciones, que implicaban la expropiación por parte del Estado de las tierras eclesiásticas y municipales para su posterior venta a particulares en pública subasta.

En 1835 se disolvieron las órdenes religiosas, siendo el paso previo a la desamortización de Mendizábal, que consistió en la venta de las tierras expropiadas a la Iglesia. Los objetivos de esta desamortización eran sanear la Hacienda, financiar la guerra civil contra los carlistas y convertir a los nuevos propietarios en adeptos a la causa liberal.

Los progresistas promovieron un movimiento insurreccional que obligó a la regente a recurrir al general Espartero, líder progresista.

Segunda Regencia: Espartero (1840-1843)

El general Espartero gobernó hasta 1843 de manera dictatorial, reprimiendo a los moderados y sin someterse al Parlamento. Al movimiento catalán contra Espartero se unió la oposición de los vascos, que veían sus fueros reordenados.

En 1843 se inició una revuelta militar encabezada por Narváez, que provocó la caída del gobierno y el exilio de Espartero en Londres, de donde no regresó hasta 1849. Las Cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel, quien fue coronada a los 13 años.