Transformaciones Sociales. Crecimiento Demográfico. De la Sociedad Estamental a la Sociedad de Clases. Génesis y Desarrollo del Movimiento Obrero
Durante el siglo XIX la población española tuvo un aumento demográfico limitado. En 1800, la población alcanzaba los diez millones de habitantes; en 1860, los quince; y en 1900 superaba ya los dieciocho millones de habitantes. El crecimiento de la población se hizo posible al entrar España en el “ciclo demográfico de transición” caracterizado por el mantenimiento de tasas de natalidad bastante altas (36 por mil, en el último cuarto de siglo) y paulatino descenso de las tasas de mortalidad (30 por mil). Dos son las principales características de la demografía española en el XIX:
- La pervivencia del mundo rural (70 %), aunque con un paulatino desarrollo de las ciudades: Apenas tres millones de españoles vivían en localidades urbanas a principios de siglo, mientras que en 1900 la cifra superaba ya los seis millones de habitantes. Fue necesario el derribo de murallas y cercas (Burgos, Valencia, Madrid, Barcelona, etc.) y la construcción de ensanches (plan Cerdá en Barcelona; plan Castro y proyecto de la Ciudad Lineal en Madrid).
- Desarrollo de importantes movimientos migratorios interiores (éxodo rural) hacia Madrid, Barcelona (superan el medio millón de habitantes en 1900) y a Bilbao como núcleo industrial. Y también notable emigración exterior, mayoritariamente a América, con carácter definitivo salvo si se volvía rico (indianos), y preferentemente por ciudadanos de la periferia (Galicia, Asturias, Cantabria, etc.). Más escasa será la emigración levantina a Argelia, o bien la emigración constante aunque no masiva a Francia.
En España, los estamentos dejaron de existir con la configuración del Estado liberal en el XIX. La sociedad ya no se divide en estamentos cerrados, con derechos y obligaciones diferentes, sino en clases sociales, abiertas, a los que se pertenece en función de la situación económica (clases altas, medias y bajas).
El clero perdió gran parte de su poder económico como consecuencia del proceso de desamortización, pero mantuvo su poder e influencia social, sobre todo gracias a su amplia presencia en la enseñanza. La jerarquía eclesiástica mantuvo un estilo de vida similar al de las clases altas.
La alta burguesía fue la nueva clase que emergió al beneficiarse de la compra de las tierras desamortizadas y de las inversiones en industrias y ferrocarriles. Se constituyó así una oligarquía terrateniente, industrial y financiera, resultado de la alianza –a veces matrimonial- entre la vieja nobleza y la nueva burguesía propietaria. También existía una mediana y pequeña burguesía, que comprendía a funcionarios, comerciantes y al grueso de los profesionales liberales (médicos, abogados, profesores, etc.). Este grupo reunía, pues, a las clases medias que en España eran menos numerosas que en los países más desarrollados económicamente.
La clase trabajadora estaba formada por los empleados del comercio, el servicio doméstico y, sobre todo, por el nuevo proletariado surgido del proceso de industrialización. Estos grupos, junto a los campesinos pobres o sin tierra y a los jornaleros (verdadero proletariado agrícola), constituían la clase antagónica de la burguesía. Los salarios de los obreros apenas daban para comer; trabajaban 12 y 14 horas diarias. Sus casas eran pequeñas y miserables, carecían de servicios de alumbrado, agua corriente o alcantarillado. Desde la década de 1820 aparecieron las primeras manifestaciones de rebeldía obrera contra la introducción de nuevas máquinas (ludismo). En 1821 fueron asaltados y quemados los telares mecánicos de Alcoy, aunque el episodio más significativo fue el incendio de la fábrica Bonaplata de Barcelona (1835), donde funcionó el primer vapor en España. Comenzó así un primer asociacionismo que centraba la protesta en las relaciones laborales. Surgen, así, las Sociedades de Socorros Mutuos, a las que los obreros entregaban una pequeña parte de su salario para asegurarse una ayuda en caso de desempleo, enfermedad o muerte.
En 1855 se convocó la primera huelga general declarada en España. Su origen estuvo en Barcelona, como reacción a la introducción de nuevas máquinas hiladoras y en defensa del asociacionismo. El líder anarquista Bakunin envió a España a Giuseppe Fanelli para organizar la sección española de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores) dentro de la corriente anarquista. Un año después, llegó a Madrid Paul Lafargue (yerno de Marx), para reconducir al marxismo a los internacionalistas españoles. Comenzó así la escisión del movimiento obrero español entre socialistas y anarquistas. El movimiento obrero vio bruscamente frenada su expansión con el golpe de Pavía que puso fin a la I República. Desde entonces, el anarquismo tuvo un predominio mayor, especialmente en Andalucía y en Cataluña.
Dentro de la línea marxista destaca la fundación por Pablo Iglesias del Partido Socialista Obrero Español – PSOE y de la Unión General de Trabajadores – UGT.