1. Amor y muerte en la poesía de M.H.
En la poesía de Miguel Hernández hay tres temas: la vida, el amor y la muerte. Tres motivos, tres asentimientos, tres heridas. Se pueden establecer algunas etapas de predominio de uno de los tres elementos citados. En su etapa juvenil, cuando comienza a componer sus primeros versos y reproduce las influencias de poetas anteriores como Espronceda, Bécquer, Rubén Darío o Juan Ramón Jiménez, fruto de ello es su inclinación hacia los temas mitológicos. Tampoco faltan en estos primeros años los sentimientos de amor ceñidos al ámbito familiar.
En una segunda etapa, Miguel Hernández descubre la realidad del amor entre hombre y mujer. En agosto de 1932 conoce a una joven llamada Josefina Manresa y, tras un largo periodo de cortejo, en septiembre de 1934 formalizan su noviazgo. En la primavera del 35, cuando el poeta oriolano se adapta cada vez más a los ambientes madrileños, la relación de la pareja se enfría y en julio se puede hablar ya de ruptura, una ruptura que durará hasta febrero del año siguiente. Es entonces cuando Miguel se acerca a la pintora Maruja Mallo, con la que vivió una relación breve pero intensa. Todo lo contrario del tipo de mujer que era Josefina Manresa. Miguel Hernández dedica sonetos a las dos mujeres.
Más importante que descubrir a quién va dedicado el libro es conocer cuál es su contenido amoroso. De esta insatisfacción nace la pena que surge por la no realización del amor, por la contención del deseo erótico. Surgen así los símbolos premonitorios de la muerte, el símbolo del toro, abundante en la poesía hernandina. Con la llegada de la Guerra Civil se abre la etapa del compromiso social del poeta. En septiembre del 36 se alista en el ejército republicano, recorre varias zonas del frente y conoce de primera mano la crueldad de la guerra. El amor, en su versión ahora de amistad y homenaje, ese sentimiento de amor hacia los hombres no necesita identificarse con personas concretas, sino que se extiende a todos. Además, ahora sus poemas se hacen solidarios con los trabajadores de los distintos pueblos de España y expresan su seguridad en que el poder de la revolución está en las manos de las gentes más humildes.
2. Imágenes y símbolos en la poesía de M.H.
La poesía de Miguel Hernández está cargada de imágenes y elementos simbólicos, como es notorio. Llama la atención que estas imágenes vayan evolucionando con el tiempo, de acuerdo con la situación personal que vive el poeta y con la influencia que va recibiendo de los poetas que lee o conoce. Desde unas metáforas cercanas y relacionadas con la naturaleza que le rodea, evoluciona a unas imágenes de más difícil interpretación, próximas al surrealismo. Algunas veces, el mismo elemento simbólico adquiere distintas significaciones según el momento y el tema que está tratando.
Las imágenes de sus primeros poemas están tomadas directamente de su entorno de Orihuela, de su paisaje y naturaleza. Son elementos simbólicos como el limonero, el pozo… A veces, desde la cercanía a los elementos de la naturaleza, eleva su representación simbólica a una significación más poética.
Con El rayo que no cesa aparece la poesía amorosa y los símbolos ahora giran en torno al tema del amor. Su etapa de poesía comprometida comienza con Viento del pueblo, donde se adivina un desplazamiento de sus preocupaciones personales a los sufrimientos de los otros y donde declara que la poesía ha de significar un arma de lucha. La poesía se hace solidaria con los que sufren y aparecen las oposiciones vivir-morir, rico-pobre y las dos Españas. Cuando empieza su poesía más pesimista, identifica al hombre con la fiera, con sus colmillos y garras, para representar la animalización del hombre a causa de la guerra y del odio. Como es natural, aparecen también los desastres de la guerra: la sangre, las cárceles, el dolor y la muerte.
3. El compromiso político y social en la poesía de M.H.
Toda la poesía de Miguel Hernández, desde el principio, está cargada de humanidad. Su actitud poética se acerca a las cosas cotidianas y, por ello, a hechos y personas del pueblo. Pero a comienzos de 1935, cuando realiza su segundo viaje a Madrid, entabla una sincera amistad con Pablo Neruda, que por aquella época desempeñaba el cargo de cónsul de Chile en España, y con Vicente Aleixandre, un importante poeta del 27. Ambos poetas ejercerán sobre él una doble influencia: en primer lugar, una influencia literaria, y en segundo lugar, una influencia vital.
Es ahora cuando cree en la voluntad transformadora del hombre y cuando se despierta en él la conciencia del poder transformador de la palabra y la posible función social y política de la poesía. El poeta adopta un tono combativo y rebelde en consonancia con los trágicos momentos por los que está pasando la sociedad española. Con el estallido de la Guerra Civil, la poesía de Miguel Hernández da un giro radical, hasta llegar a convertirse, para algunos críticos, en el poeta comunista, luchador y mártir por la causa de la libertad, al tiempo que se olvidan de aquel otro cultivador de la poesía clásica y aferrado a un ferviente catolicismo.
Su producción bélica se puede resumir en dos libros: Viento del pueblo y El hombre acecha.
En septiembre de 1936, Miguel se mete como voluntario en el Quinto Regimiento del bando republicano, comenzando así su faceta de poeta-soldado. En enero de 1939 nace su segundo hijo, que le devolverá la ilusión. La guerra concluye con la derrota republicana y el 4 de mayo de 1939, el poeta es detenido cuando se dirigía a la frontera de Portugal. Desde Huelva, será conducido a la prisión de Torrijos, de la que sale en libertad y decide regresar a Orihuela. El 29 es detenido en su pueblo natal y, desde ese momento, comienza un periplo carcelero que concluirá con su fallecimiento en Alicante el 28 de marzo de 1942.
En el primer libro citado, vemos un escritor profundamente enraizado en el pueblo que se hace eco de las inquietudes populares, con una marcada tonalidad épico-lírica, en consonancia con el modelo que habían fijado otros poetas. Para Miguel, la poesía es esencia del pueblo y tiene su origen, su raíz, en la tierra misma y su destino en el pueblo. El segundo libro, El hombre acecha, se abre con una contundente afirmación: “Hoy el amor es muerte y el hombre acecha al hombre!” El libro es el resultado de una visión trágica y desalentada de la vida. Muertes sin sentido, violencia, crueldad y odio son los temas dominantes en este poemario.
Hay una diferencia esencial entre los dos libros: en Viento del pueblo, Miguel se refiere al enemigo y en El hombre acecha, se refiere al hombre en general, a sus instintos feroces, a su sed de sangre. El poeta combatiente y social se convierte en el poeta amargamente desilusionado del hombre. Su poesía transmite un aire triste, amargo y desencantado a causa del odio que puede albergar el corazón humano.
4. Tradición y vanguardia en la poesía de M.H.
La trayectoria poética de Miguel Hernández se desarrolla desde una juvenil etapa de aprendizaje en la lectura de los autores clásicos hasta la consecución de una poesía personal y auténtica que busca, ante todo, la verdad humana. En efecto, la primera etapa está marcada por los balbucientes escarceos poéticos de un pastor-poeta que observa de manera aguda y perspicaz todo cuanto existe a su alrededor. En esta etapa, lee y admira a poetas clásicos. Sus primeras creaciones, elaboradas en torno a los dieciséis años, están cargadas de versos sonoros y ritmos variados, a imitación de los poetas leídos, así que carecen de originalidad y de referencias autobiográficas. Las escenas mitológicas y los ambientes orientales son sus temas preferidos.
En noviembre de 1931, Miguel Hernández emprende su primer viaje a Madrid con la ilusión de ver reconocida su incipiente labor poética, pero no lo consigue y regresa a Orihuela en mayo del año siguiente. La metáfora se convierte en un elemento fundamental en dicha renovación, una metáfora que unas veces se acerca a Góngora y otras a la poesía pura que cultiva Jorge Guillén. Fruto de esta renovación es Perito en lunas, libro en el que el poeta trata de encauzar su espíritu poético en los moldes estrechos de un verso y una estrofa cerrados.
En su segunda etapa, que comienza con la publicación de El rayo que no cesa, parece haber asimilado la influencia de Garcilaso y de Quevedo, y el dominio del soneto. Su poesía servirá para expresar sus más hondos sentimientos de amor, en especial hacia la que habrá de ser su mujer, Josefina Manresa. Durante la Guerra Civil, en una tercera etapa, surge la poesía revolucionaria y Miguel Hernández se convierte en el poeta paradigmático de la lucha por la libertad. Muertes sin sentido, violencia, crueldad y odio son los temas predominantes en este libro, donde se mezclan los versos heptasílabos, octosílabos, endecasílabos y alejandrinos. El tono es pesimista y negativo.
Tras la guerra, comienza su deambular por las cárceles. Su último libro, Cancionero y romancero de ausencias, recoge, como si se tratara de un diario, algunos episodios de su vida. Es el libro en el que se muestra de manera palpable su madurez poética. La metáfora alcanza sus cotas más altas de perfección y de expresividad; los recursos superfluos se evitan y solo aparece lo absolutamente esencial. Observamos, por tanto, los distintos momentos por los que ha pasado el quehacer poético de Miguel Hernández, un poeta que se empapa en su juventud de poesía clásica, que la imita, aunque centrando sus contenidos en el ambiente y circunstancias que le rodean.