El Conocimiento, la Moral y el Superhombre: Una Exploración Filosófica

El Conocimiento y la Práctica

El conocimiento es el reflejo del mundo y la realidad exterior y objetiva en el cerebro humano. Sin la acción del mundo exterior sobre nuestros órganos sensoriales es imposible todo conocimiento de las cosas o fenómenos naturales. Esto significa que la única fuente de nuestros conocimientos (sensaciones, percepciones o representaciones del mundo) es el mismo mundo material, que existe independientemente de nuestra conciencia. Nuestras sensaciones y percepciones son imágenes, copias o reflejos de las cosas del mundo exterior. La verdad es aquella representación o concepto de una cosa que sea fiel reflejo, imagen o copia de ese objeto. La coincidencia de nuestra representación de una cosa con sus propiedades reales es la verdad objetiva, porque refleja correctamente lo que existe en realidad. La verdad objetiva es la que corresponde al objeto y refleja correctamente las cosas y fenómenos del mundo circundante, sin atribuirles nada que no sea propio de esos objetos y fenómenos. Por lo tanto, el mundo circundante es cognoscible, nuestro conocimiento, sensaciones, percepciones y representaciones de las cosas son reflejos, imágenes o copias de las cosas realmente existentes, y el conocimiento es capaz de dar y proporcionar verdades objetivas.

El conocimiento es un proceso complejo en donde la práctica es la base del mismo. El conocimiento en su conjunto y cada uno de sus pasos sucesivos está indisolublemente ligado a la práctica. El papel de las sensaciones en el proceso del conocimiento es de vital importancia, puesto que es la primera etapa hacia el conocimiento de toda cosa, desde la más simple hasta la más compleja. La amplitud y la profundidad de las sensaciones, impresiones, observaciones y percepciones se encuentran en íntima dependencia de la actividad práctica del ser humano.

Esencia y Fenómeno

La filosofía marxista hace una distinción entre la esencia de las cosas (su lado o aspecto interior) y el fenómeno de las cosas (su lado o aspecto exterior). El papel del raciocinio es fundamental porque es la segunda etapa en el proceso del conocimiento. La fuerza del raciocinio consiste en revelar las relaciones causales internas y realmente importantes entre las cosas y fenómenos. Elevándose desde la etapa del conocimiento mediante los órganos sensoriales hasta la de la elaboración y estudio de los hechos por medio del pensamiento, del raciocinio, el conocimiento penetra en la más profunda esencia de los fenómenos y las cosas. Aquí es donde se conoce lo principal: las leyes de la naturaleza y de la sociedad.

La práctica juega un papel de primer orden en la verificación de la verdad de nuestros conocimientos. La actividad práctica es el medio más seguro y único para verificar la verdad o la falsedad de tal o cual teoría. Solamente al pasar por el tamiz de la práctica nuestros conocimientos sobre los objetos y los fenómenos se tornan auténticos. Nuestras representaciones concretas, hasta cuando se trate de fenómenos ya conocidos, en nuevas condiciones históricas, se ahondan merced a los nuevos datos prácticos, ganando en exactitud y frecuentemente modificándose de manera sustancial. Esto es la ley del conocimiento.

Toda verdad auténticamente científica contiene elementos de la verdad absoluta y completa. Las verdades científicas no se conocen en forma inmediata y directa y, en la mayoría de los casos, no pueden considerarse definitivas. Se desarrollan, se ahondan apoyadas en el crecimiento de nuestros conocimientos y de nuestra actividad práctica.

La Crítica de Nietzsche a la Moral Cristiana

La moral cristiana es, para Nietzsche, el resultado de la inversión de una situación inicial en la cual los conceptos morales de bueno y malo tienen un sentido bastante distinto al cristiano. Se puede resumir en los siguientes pasos:

  • En un primer momento, bueno significó “lo noble y lo aristocrático”, por contraposición a todo lo vulgar y plebeyo, que es considerado malo. El noble, el poderoso, al afirmarse a sí mismo se convierte en origen de todo aquello que se considera valioso; es una forma activa de valoración. Es la moral de los señores.
  • La moral como tal comienza con el resentimiento, la venganza y el odio de la casta sacerdotal hacia la clase de los señores. Su impotencia, su debilidad les lleva a invertir la escala de valores de los señores. Lo noble se convierte en algo malvado, y todo lo plebeyo se santifica y se convierte en bueno. Así, la moral surge del resentimiento. Es una moral reactiva.

Si el noble es capaz de distinguir y respetar la jerarquía que existe entre los hombres, y la distancia que separa a los más valiosos de la chusma, el esclavo nivela a todos los seres humanos considerándolos iguales. Los judíos, para Nietzsche, ejemplifican la rebelión de los esclavos que habría consumado el cristianismo. Es la moral de los esclavos.

La moral cristiana se caracteriza por la negación y el resentimiento hacia la vida, y para ello ha creado un mundo ideal y celestial con el que desvalorizar el mundo sensible. Para Nietzsche, el cristianismo, con su idea de la ascesis, busca desviar el curso natural de los instintos del ser humano fomentando los valores del rebaño: la obediencia, el sacrificio, la humildad. Mediante la idea de pecado, el cristianismo ha enfangado la vida y la ha hecho objeto de desprecio. El cuerpo ha sido negado y todos los instintos nobles y aristocráticos del ser humano condenados. Los movimientos sociales surgidos de la revolución francesa y que se extienden a través del siglo XIX, incluida la democracia, obedecen al mismo impulso nivelador propio de la moral de los esclavos.

La Muerte de Dios y el Superhombre

La muerte de Dios marca un antes y un después dentro de la historia de la moral.

Al morir Dios, desaparecen todos los ideales fijos, dogmáticos y esclerotizados. El mundo recupera su sentido inmanente. Puesto que los valores morales ya no pueden venir de Dios, es el hombre el que los tiene que crear. Y para ello es necesario invertir los valores del cristianismo, transvalorar la transvaloración de la moral, es decir, volver a una moral que tenga como base la afirmación de la vida y un tipo de hombre nuevo que sea capaz de afirmar el devenir. El superhombre supone la respuesta optimista ante el fenómeno del nihilismo, ya que implica afirmar radicalmente la capacidad creadora de nuevos valores por parte del hombre. Esta nueva moral implica un tipo nuevo de hombre: El Superhombre que anuncia el profeta de Nietzsche, Zaratustra, representa un nuevo tipo moral que es capaz de crear desde sí mismo nuevos valores, afirmando la vida y el devenir, diciendo sí al eterno retorno y a la muerte de Dios: “Dios ha muerto, hagamos que viva el superhombre”. Nietzsche representa al superhombre como un niño, como el resultado de una transformación espiritual en la que el hombre pasa por tres fases:

  • Primero es un camello que aguanta de forma pasiva la carga (los valores morales) que le imponen.
  • En segundo lugar, es un león, que se zafa de la carga y destruye esos valores, pero todavía no es creador.
  • En tercer lugar, se transforma en un niño, como el dios Dionisio, que de forma jovial e inocente dice sí a la vida y crea sus propios valores más allá del bien y del mal.

El superhombre supone una voluntad de poder esencialmente afirmadora que da el gran sí a todo, que ama el destino. Como nos dice Nietzsche: “El tiempo es un niño que mueve sus peones, de un niño es el mando”. Así, el eterno retorno tiene aquí un sentido moral o axiológico: los valores morales se establecen en función del “sí” o el “no” ante la idea de que todas las cosas retornan una y otra vez.