La Poesía de Miguel Hernández: Tradición, Vanguardia y Evolución

1. Tradición y Vanguardia en la Poesía de Miguel Hernández

El poeta Miguel Hernández fue uno de los más importantes de la literatura española del siglo XX, por su espíritu humilde y comprometido, y por su innovadora poesía. La importancia de sus poemas reside en la influencia que reciben y en la que produjeron, incluso después de su muerte, ya que sus méritos no fueron reconocidos en vida. Miguel Hernández tuvo como primera inspiración la literatura oral de tipo popular, pero con el tiempo tendió a la innovación y a la creación de un estilo propio.

En primer lugar, cabe destacar que en su obra encontramos influencias de la literatura española. Su primera etapa fue de costumbrismo regionalista, a la que añadió su propio sentimentalismo. Hallamos influencias en sus primeros poemas de San Juan de la Cruz y Fray Luis de León, que combina con la poesía renacentista y pastoril. También se perciben ecos de Quevedo y Góngora. Su poesía amorosa anterior a la Guerra Civil se forja en la tradición del amor cortés. Por otro lado, recibe influjos de Unamuno, Machado y Juan Ramón Jiménez. Tampoco rechaza a algunos autores románticos como Bécquer, Espronceda o Zorrilla, pero, sobre todo, tiene una fuerte influencia en su primera etapa de la poesía de Luis de Góngora, que se mantiene hasta el último poema de El rayo que no cesa.

En segundo lugar, Miguel Hernández también sigue la línea de la vanguardia y el surrealismo, aunque sus contactos con las vanguardias fueron escasos. Utiliza un lenguaje surrealista en su libro Vientos del pueblo. Después de la poesía rebelde, Miguel Hernández escribe sobre la ausencia de libertad y de esperanza, sobre los enamorados que no pueden estar juntos, etc. A finales de 1935, utiliza algunas imágenes extravagantes y muestra el conflicto entre la mortalidad y la fuerza pasional de vivir, y por su cambio ideológico, vemos una evolución. En la obra de Miguel Hernández confluyen lo clásico y lo moderno. Finalmente, Miguel bebe del neopopularismo, que obtiene por la tradición oral y por sus lecturas, y de aquí saca inspiración de su contemporáneo García Lorca. Miguel dio a su poesía una valoración inmediata, de comunicación con la vida. Este es, pues, el estilo del poeta pastor, con influencias variadas que dan a su poesía una tradición necesaria, además de la creación de su propia voz poética. Por lo tanto, se puede afirmar que en la poesía de Miguel se produce una simbiosis de tradición y vanguardia, en función de la evolución del artista y las necesidades expresivas de cada etapa.

2. Trayectoria Poética de Miguel Hernández: Evolución de su Poesía

En la obra literaria de Miguel Hernández se pueden apreciar varias etapas:

2.1 Etapa de Poesía Pura

Como homenaje al estilo de Góngora, escribe en 1932 su libro Perito en lunas. Supone uno de los exponentes más originales de la poesía pura, como manifestación culta, y en la adivinanza, como expresión tradicional. Los poemas describen objetos sencillos de la naturaleza y de la vida cotidiana. El nexo común que da unidad al libro es la metáfora lunar: todos los objetos son descritos por su parecido con la luna y las fases lunares. Además, existen otros subtemas: muerte, toro, sexo. Igualmente se perciben resonancias del simbolismo francés y de poetas españoles contemporáneos, como Jorge Guillén, García Lorca, Rafael Alberti y Gerardo Diego.

2.2 Etapa de Poesía Neorromántica

En 1933 y 1934, en esta fase se superponen la práctica neogongorina y los comienzos de la lírica amorosa. El silbo vulnerado se convertiría, gracias al cambio del registro religioso por el amoroso, en la serie de sonetos “Imagen de tu huella”. Integran El rayo que no cesa cerca de treinta sonetos, aparte de otras composiciones poéticas: “Un carnívoro cuchillo”, “Me llamo barro aunque Miguel me llame”, la “Elegía a Ramón Sijé” y el “Soneto final”. La poética neorromántica de El rayo que no cesa se manifiesta a través de la lírica de la angustia, de la sangre y del grito. Es la poética surgida de una interiorización fruto del amor. En el tema de la pena, esta dependería no del amor, sino de su no realización, al contenerse el deseo erótico por culpa de una moral estrecha. En 1935, a la vez que componía El rayo que no cesa, Miguel Hernández avanza hacia la poesía impura, de órbita nerudiana. Resulta significativo el empleo de formas más libres (abandona el soneto) y de imágenes nuevas que le aproximan en algún caso al surrealismo.

2.3 Etapa de Literatura de Urgencia

Durante los años de guerra, Miguel Hernández cree necesario convertir el arte en un arma de combate, la literatura como instrumento útil para mantener la moral del soldado, para adoctrinarlo a propósito de la causa por la que lucha. A esta poética responden las obras Viento del pueblo y El hombre acecha.

Viento del Pueblo se edita en Valencia a comienzos de 1937. En cuanto a la métrica, utiliza la silva, la décima, la cuarteta, el soneto alejandrino, serventesios de pie quebrado y romances. En cuanto al contenido, se da en la obra el cruce de varias tonalidades (épicas, elegíacas, autobiográficas), y la combinación de diferentes niveles lingüísticos (lenguaje del romancero viejo, de los cantares de gesta, de la poesía culta del Siglo de Oro y del surrealismo). En El hombre acecha, el poeta combina las composiciones en verso largo junto con las formas tradicionales y presenta un giro plenamente personal hacia el intimismo.

2.4 Etapa de la Exploración Interior

La poética final más representativa de Miguel Hernández es la de la ausencia, concentrada en los versos del Cancionero y romancero de ausencias. Comenzado en 1938, a raíz de la muerte de su primer hijo, el núcleo del conjunto fue compuesto en la cárcel y se publicó póstumamente. En el Cancionero se profundizan dos temas: el del amor y el de la ausencia. En la obra se testimonia la ausencia de todo: la libertad, el contacto con los paisajes, los seres queridos. Y junto a la ausencia, el tema del amor paterno, del amor a la mujer y a su hijo.