Segundo Párrafo
Kant se pregunta si la constitución republicana es la única que permite conseguir la paz perpetua entre los estados. En primer lugar, la constitución republicana de Kant tiene características parecidas a las de su ética formal: libertad, universalidad y autonomía. Kant afirma que una constitución republicana es una forma de gobierno que representa la voluntad general de los ciudadanos. Basándose en esto, explica por qué cree que con la constitución republicana es posible la paz perpetua: en una constitución republicana, es necesario el consentimiento de los ciudadanos para decidir ir a la guerra, y considera que los ciudadanos se lo pensarán mucho antes de decidir la guerra contra otro estado, por las consecuencias negativas de dicha guerra. Al contrario, en un estado no representativo, el gobernante es el que decide la guerra por gusto o para sacar beneficio propio sin importar las consecuencias que abarcarían a sus ciudadanos. Para defender la paz entre los pueblos, Kant no usa argumentos altruistas (la guerra es mala para otros), ni argumentos éticos (es contraria a la dignidad de las personas, etc.), sino argumentos egoístas: se rechaza la guerra porque nos cuesta dinero y nos hace daño. Es decir, usa argumentos egoístas para producir un resultado no egoísta y éticamente correcto: la paz perpetua.
Cuarto Párrafo
Kant distingue dos modos de Estados según su constitución, es decir, según su forma de gobernar: el republicanismo y el despotismo. Vamos a tratar en primer lugar el republicanismo. Kant explora los fundamentos de la política, buscando un principio de la soberanía que sea humano. Esta es la constitución republicana. Para Kant, el republicanismo es, además, deseable, pensable y realizable.
- La república es deseable porque beneficia la paz perpetua, ya que en una república los que deciden si hay guerra o no son los mismos que la hacen, y es probable que la madurez, algún día, prohíba el conflicto.
- La república es pensable en la medida que reconcilia, en la vida de los ciudadanos, los dos absolutos que contradicen el orden y la libertad. Por eso, la ciudadanía republicana se define como autonomía, en otras palabras, como obediencia a la autoridad que uno se da a sí mismo.
- Y, por último, la república es realizable, es decir, una perspectiva histórica digna, incluso para un pueblo de demonios. Las instituciones deben encaminar a que los intereses individuales se igualen en provecho de todos. Kant dice que el ciudadano debe actuar como colegislador, tomando parte en la dirección de la sociedad a la que pertenece.
La constitución republicana de Kant, actualmente, hace referencia a la democracia parlamentaria, con una forma de república o monarquía constitucional. Y ahora, el despotismo o absolutismo. Es todo lo contrario al republicanismo. Un gobierno que sea despótico es el que no tiene limitaciones, todo lo contrario al republicano. Es el principio del gobierno del Estado por leyes que el gobernante da. Kant compara el despotismo con el republicanismo, que se diferencian entre sí por el uso del poder. Por un lado, el despotismo se basa en el poder absoluto y carece de poder ejecutivo y legislativo. Y, por otro lado, el republicanismo se basa en principios de libertad e igualdad de los ciudadanos, y en este sí hay separación de poderes. Para Kant, la democracia es un despotismo, ya que establece un poder ejecutivo contrario a la voluntad general, siendo posible que todos decidan contra uno, donde su opinión no tenga validez; por lo tanto, la voluntad de todos no es la de todos, consecuentemente es opuesto a la libertad. En otras palabras, para Kant la democracia es un despotismo, ya que todos legislan y ejecutan sin poder haber separación de poderes ni gobierno representativo.
Quinto Párrafo
En Kant, la soberanía popular corresponde al pueblo y se ejerce mediante la representación. No significa que el pueblo sea el mismo que dicte las leyes de forma inmediata. Kant piensa que la soberanía popular necesita representarse en un monarca o asamblea de diputados, dándoles así realidad y efectividad. El pueblo encarga al monarca o diputados el poder de legislar. Como resultado de esto, los ciudadanos se someten a leyes que ellos mismos se dan a través de sus representantes. Gracias a la representación, las leyes expresan la voluntad de todos, incluso de los que no pueden votar, por lo que dichas leyes valen infinitamente sin depender de si todos han participado o no en la votación. El Estado republicano no pide el consentimiento de todos o la mayoría. Esta es una de las diferencias con la democracia. La democracia desobedece este principio, porque todos quieren ser soberanos, siendo así imposible la representatividad. En cambio, la aristocracia y la autocracia sí pueden adoptar este modo de gobierno. Si el consentimiento de cada ciudadano fuese lo decisivo, ya que nunca nos ponemos de acuerdo porque es imposible, las leyes expresarían la voluntad de la mayoría, que intentaría imponerse a la minoría. Cuanto más reducido sea el número de personas en el poder, mayor es la representatividad, acercándose así la constitución al republicanismo. El gobierno debe ser representativo de la voluntad de otro, la voluntad general. Si no es representativo, es obligatoriamente despótico, porque hace la ley que él mismo se da, es decir, es arbitrario. Considera que tanto la autocracia (gobierno de uno solo) como la aristocracia (gobierno de varios) pueden ser no representativas y, por eso, serían defectuosas, aunque en ellas es posible el paso a la representatividad. Sin embargo, esto es imposible en el gobierno de todos, es decir, en la democracia. Cuantos menos son los que gobiernan y más los gobernados, más fácil es que, paso a paso, el gobierno se vaya convirtiendo en representativo y, por tanto, adopte la forma del republicanismo. Las reformas y cambios hacia la representatividad y el republicanismo son más fáciles cuando gobierna uno solo (monarquía), más difíciles cuando gobiernan varios (aristocracia) y mucho más difíciles cuando son todos los que gobiernan.