1. El Reformismo Dinástico
1.1. El fracaso del primer gobierno regeneracionista
María Cristina otorgó su confianza para formar gobierno a Francisco Silvela, quien convocó elecciones. El nuevo gabinete mostró una cierta voluntad de renovación, dando entrada al general Polavieja y a Manuel Durán y Bas.
Se inició así una política reformista con proyectos de descentralización administrativa, pero también se impulsó una política presupuestaria que aumentaba los tributos sobre los productos de primera necesidad y creaba nuevos impuestos para hacer frente a las deudas contraídas durante la guerra de Cuba. Las nuevas cargas fiscales impulsaron un boicot de los contribuyentes a la recaudación de tributos (cierre de cajas). Los ministros más renovadores acabaron dimitiendo y la regente otorgó de nuevo el gobierno a los liberales. El espíritu de regeneración duró un año, y las viejas prácticas del turno de partidos volvieron a aparecer.
1.2. Las reformas de Maura y Canalejas
En 1902 subió al trono Alfonso XIII. El momento coincidió con una renovación de liderazgo dentro de los partidos dinásticos. En 1903 murió Sagasta y alcanzó la jefatura del Partido Conservador Antonio Maura, mientras en el Partido Liberal se afianzaba José Canalejas. Esta nueva generación de políticos, influida por el regeneracionismo, impulsó los más importantes proyectos de reforma desde el interior del sistema.
En 1904, Maura se convirtió en jefe de gobierno. Maura tenía un espíritu renovador y reformista. Su proyecto político se recogió en la consigna de revolución desde arriba que defendía la necesidad de que el régimen debía reformarse desde el gobierno para impedir que lo transformase una revolución popular. Por ello, intentó la regeneración del sistema a partir de la formación de una nueva base social, las masas neutras, con cuya ayuda pretendía configurar un Estado fuerte, capaz de gobernar de forma eficaz y de conseguir tanto desbancar a la vieja casta caciquil como impedir que las clases populares adquiriesen excesivo protagonismo. En esa dirección se llevó a cabo una reforma electoral (Ley Electoral) que no consiguió ni acabar con la corrupción ni democratizar el sistema político.
Maura procuró atraer hacia el régimen el nacionalismo moderado no republicano. Hizo un primer intento de llegar a un acuerdo con el catalanismo concediendo más autonomía a los ayuntamientos y diputaciones y reconociendo las regiones.
El gobierno de Maura también adoptó medidas económicas para reactivar la industria y promulgó la Ley de Colonización Interior para estimular la agricultura. En el terreno social, aprobó algunas leyes y creó el Instituto Nacional de Previsión. Pero la defensa del equilibrio social conllevó una actitud muy intransigente en el mantenimiento del orden público. La brutal represión que siguió a la revuelta fue la causa principal de la caída del gobierno conservador.
En 1910, José Canalejas formó un nuevo gobierno liberal. Su programa proponía la modernización de la política e intentaba atraer a ciertos sectores populares a partir de un mayor reformismo social y de limitar el poder de la Iglesia. El gabinete emprendió una amplia tarea legislativa. Abordó la reforma del procedimiento de financiación de la Iglesia y profundizó en la separación de la Iglesia y el Estado. La negativa de la Santa Sede comportó la promulgación de la Ley del Candado que limitaba el establecimiento de nuevas órdenes religiosas. Uno de los elementos básicos de la política social fue la sustitución del impuesto de consumos por un impuesto progresivo sobre la renta. También se reformó la Ley del Reclutamiento, que pasaba a ser obligatorio en tiempos de guerra, y se suprimió la redención en metálico. Finalmente, se promulgaron una serie de leyes encaminadas a mejorar las condiciones laborales.
Canalejas fue sensible al problema de las autonomías regionales, convencido de que su incorporación al sistema ayudaría a estabilizarlo. El gobierno liberal elaboró la Ley de Mancomunidades que aceptaba la posibilidad de unión de las diputaciones provinciales para hacerse cargo de la gestión de algunos servicios públicos. Pero este proyecto y el resto de reformas se vieron interrumpidos por la muerte de Canalejas, asesinado por un anarquista en Madrid. La Ley de Mancomunidades sería aprobada bajo el gobierno de Eduardo Dato.
2. Las Fuerzas de Oposición
2.1. El republicanismo
El republicanismo fue la principal fuerza de oposición. Con la finalidad de dar homogeneidad al republicanismo nació la Unión Republicana, liderada por Nicolás Salmerón y Alejandro Lerroux. La Unión Republicana consiguió diversos éxitos electorales y, para ampliar su campo de acción, se acercó a los nacionalismos regionalistas de Cataluña. Salmerón se integró en la coalición Solidaridad Catalana.
Esta orientación del partido fue rechazada por un sector, encabezado por Alejandro Lerroux, que se escindió y fundó el Partido Radical, de carácter anticatalanista, con un discurso demagógico, anticlerical y revolucionario. Después de la Semana Trágica perdió apoyo, moderó su discurso y se trasladó a Madrid.
A excepción del grupo de Lerroux, la colaboración del republicanismo con el PSOE llevó a la creación de la Conjunción Republicano-Socialista, que obtuvo cierto éxito en las elecciones de 1910. Después apareció un nuevo grupo político de carácter republicano, el Partido Reformista, fundado por Melquíades Álvarez. A este partido se acercaron intelectuales como José Ortega y Gasset, pero nunca llegó a ser una formación numerosa.
2.2. Los nacionalismos: Cataluña y el País Vasco
Cataluña
En Cataluña destacó el predominio político de la conservadora Lliga Regionalista, que obtuvo notables éxitos electorales y gobernó la Mancomunidad de Cataluña. Paralelamente, se fue consolidando un catalanismo de adscripción republicana: se creó el Centre Nacionalista Republicà y la Unió Federal Nacionalista Republicana. Como reacción a la política anticatalanista del gobierno liberal, se constituyó la coalición electoral Solidaridad Catalana, que agrupaba a catalanistas, republicanos y carlistas. En 1917 se creó el Partit Republicà Català, una organización independentista dirigida por Francesc Macià. El catalanismo republicano fue derrotado por la Lliga cuando se unieron en un nuevo partido, Esquerra Republicana de Catalunya.
País Vasco
El nacionalismo vasco estuvo marcado por las disputas sobre los aspectos que debían predominar en el Partido Nacionalista Vasco (PNV): el independentismo, el autonomismo o el catolicismo. El PNV pasó a llamarse Comunión Nacionalista Vasca. Sus escisiones más importantes fueron la del grupo Aberri y la de Acción Nacionalista Vasca.
El gran auge económico del País Vasco favoreció el crecimiento del nacionalismo. El PNV creó su propio sindicato de confesionalidad católica, Solidaridad de Obreros Vascos, para atraer a los obreros hacia un sindicalismo nacionalista y apartarlos de los sindicatos socialistas. A partir de ahí, el nacionalismo vasco empezó a tener una representación parlamentaria notable.
2.3. La derecha antiliberal: el carlismo
En 1909 falleció Don Carlos de Borbón, siendo sucedido por su hijo Don Jaime de Borbón. Las disputas y disidencias en el seno del partido durante la jefatura de Don Jaime fueron frecuentes. La más importante se produjo a raíz de la Primera Guerra Mundial: contrario al apoyo oficial a los aliados, se manifestó germanófilo y uno de sus principales hombres, Juan Vázquez de Mella, abandonó la militancia y fundó el Partido Tradicionalista. El Partido Católico Nacional o Integrista se manifestaba ajeno a las formas de gobierno.
Las bases militantes del integrismo se concentraban en Navarra, el País Vasco y Cataluña. Tanto integristas como carlistas aceptaron la participación electoral y, más adelante, la derecha antiliberal fue la que más insistió en el peligro comunista o bolchevique y reclamaba la necesidad de una dictadura que impusiese el orden social. Con la llegada de la República, los tres grupos consiguieron reunificarse en un solo partido que se llamaría Comunión Tradicionalista.
2.4. La oposición obrera
Entre las fuerzas sociales que el régimen fue incapaz de incorporar figuraron las del movimiento obrero: el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), el sindicato de tendencia socialista Unión General de Trabajadores (UGT) y el sindicato de inspiración anarcosindicalista Confederación Nacional del Trabajo (CNT).
El partido y el sindicato socialistas
Al comenzar el siglo XX, el PSOE era todavía una fuerza relativamente pequeña. El partido se organizó a través de las Agrupaciones Socialistas Locales, reunidas en las Agrupaciones Provinciales. La dirección la ejercía un Comité Nacional que presidió Pablo Iglesias hasta su muerte. Con el paso del tiempo, los afiliados del PSOE iban en aumento.
El partido seguía unas directrices que marcaron su actuación: la preservación de la organización, no poniéndola en peligro con grandes acciones revolucionarias; la diferenciación con respecto a los partidos burgueses (por ello, las alianzas con estos tardaron mucho en realizarse); y la convicción de que el socialismo debía aprovechar las oportunidades que daba el sistema parlamentario. Más adelante, el PSOE obtuvo concejales en Madrid y Pablo Iglesias consiguió un acta de diputado.
Con respecto al sindicato socialista UGT, su crecimiento fue todavía mayor. Se mostró partidario de la acción política para conseguir reformas sociales y laborales y defendió la participación de representantes obreros en los organismos estatales. En el Instituto de Reformas Sociales siempre participaron los socialistas, entre los que destacó Francisco Largo Caballero. La organización del sindicato se basaba en la federación de sindicatos de oficio, recogiendo la vieja tradición artesanal.
Pese al fracaso de la huelga general revolucionaria y de la represión consiguiente, el sindicalismo socialista empezó a crecer. Su expansión se dio en Madrid, el País Vasco, Andalucía y otras zonas.
La vinculación entre el PSOE y la UGT era muy estrecha y sus principales dirigentes fueron militantes de ambas formaciones. El auge del sindicalismo socialista estuvo acompañado por el crecimiento del partido socialista. Julián Besteiro y Francisco Largo Caballero consiguieron actas de diputado en Madrid, mientras Indalecio Prieto las obtuvo por Bilbao y, más adelante, los socialistas lograron 578 concejales en las elecciones municipales. Sus nuevos dirigentes se mostraron partidarios del parlamentarismo y de una práctica política reformista y moderada.
Pero el estallido de la Revolución rusa dio origen a que algunos militantes del socialismo se mostraran partidarios de la línea bolchevique y se escindieran del PSOE fundando el Partido Comunista de España, una formación que tuvo escasa influencia.
Los anarcosindicalistas: la CNT
El anarquismo tenía su mayor presencia en Cataluña. En Barcelona, las sociedades obreras y los sindicatos autónomos de inspiración anarquista crearon la Solidaridad Obrera, una federación de asociaciones de trabajadores de carácter apolítico, reivindicativo y favorable a la lucha revolucionaria. Solidaridad Obrera contó con prensa propia e impulsó la fundación de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT).
La CNT se definía como revolucionaria y presentaba una ideología basada en tres presupuestos básicos:
- La independencia del proletariado con respecto a la burguesía y a sus instituciones, por lo que se declaraba apolítica.
- La necesidad de la unidad sindical de los trabajadores.
- La voluntad de derribar al capitalismo.
La acción revolucionaria debería llevarse a cabo mediante huelgas y boicots hasta proceder a la huelga general revolucionaria. La evolución de la CNT sufrió notables altibajos después de la huelga y el sindicato fue prohibido. En la época de la Primera Guerra Mundial se abrió una etapa de colaboración con la UGT, que desembocó en la huelga general revolucionaria de 1917.
En los años posteriores a la guerra, la CNT pasó de 15.000 afiliados a 700.000. Fue también el momento de sus grandes líderes, Salvador Seguí y Ángel Pestaña. En este crecimiento resultaron fundamentales el Congreso de Sants en Barcelona y el Congreso de la Comedia en Madrid. En ambas reuniones se tomaron importantes acuerdos, como la creación de los Sindicatos Únicos de Industria, y se reafirmó el apoliticismo y la necesidad de la negociación directa entre obreros y patronos.
3. De la Semana Trágica a la Huelga Revolucionaria (1909-1917)
3.1. El conflicto colonial de Marruecos
España consolidó su penetración en el norte de África. La conferencia de Algeciras y el Tratado hispanofrancés establecieron un protectorado franco-español en la zona de Marruecos. A España le correspondió el territorio de El Rif. El interés español por esta región venía estimulado por los posibles beneficios económicos, pero sobre todo por el deseo de restaurar el prestigio del ejército y conseguir que España se convirtiera de nuevo en una potencia colonial.
La presencia española estuvo contestada por los continuos ataques de rifeños, organizados en cabilas. Los rifeños infligieron una importante derrota a las tropas españolas en el Barranco del Lobo. Se decidió entonces aumentar el número de soldados en el Rif con reservistas y se dispuso que partieran algunos regimientos desde Barcelona, lo cual provocó un movimiento de protesta popular.
3.2. La Semana Trágica de Barcelona
La movilización contra la guerra se inició en el puerto de Barcelona durante el embarque de tropas hacia Marruecos. Se constituyó un comité de huelga que hizo un llamamiento a la huelga general. Pero esa huelga derivó en una revuelta popular que desbordó el objetivo inicial de protesta contra la guerra de Marruecos y acabó siendo un estallido espontáneo de todas las tensiones sociales acumuladas.
Los incidentes en la calle se multiplicaron, se levantaron barricadas, se produjeron enfrentamientos con las fuerzas del orden público y explotó un fuerte sentimiento anticlerical que desembocó en el ataque e incendio de centros religiosos. Las autoridades respondieron declarando el Estado de Guerra y enviando refuerzos para reprimir las manifestaciones. El elevado número de muertos y heridos radicalizó el movimiento insurrecional, pero la falta de dirección y coordinación políticas derivó hacia la acción incontrolada de grupos que actuaban indiscriminadamente y sin objetivos claros.
La represión posterior fue muy dura por parte del gobierno de Maura. Los procesos penales se encomendaron a Tribunales Militares. Se celebraron varios Consejos de Guerra y se dictaron condenas a muerte. Entre estas figuraba la de Francisco Ferrer Guardia, fundador de la Escuela Moderna. Ferrer no había intervenido en la revuelta, pero dado el signo altamente anticlerical del levantamiento, debía ejercerse un castigo ejemplar contra aquellos que ponían en duda el dominio de la Iglesia.
La represión de la Semana Trágica levantó una oleada de protestas por su virulencia y arbitrariedad. El gobierno conservador de Maura tuvo que enfrentarse a duras críticas y los liberales y los republicanos se unieron para exigir su dimisión. La oposición a Maura se resumía en la consigna: ¡Maura no!
3.3. El impacto de la Gran Guerra
En el verano de 1914, estando al frente del gobierno el conservador Eduardo Dato, se produjo el estallido de la Primera Guerra Mundial, que enfrentó a los llamados imperios centrales con las potencias aliadas. Dato declaró de inmediato la neutralidad española, manteniendo al país fuera del conflicto y evitando el grave desastre que hubiera significado para la población. Esta situación supuso una extraña oportunidad para la economía del país. La guerra generalizada en Europa permitió exportar productos industriales y agrarios a altos precios. Los industriales hicieron grandes negocios.
Al dedicarse gran parte de la producción a la exportación, los precios interiores experimentaron alzas desorbitadas que no fueron acompañadas de subidas de salarios. La carestía de vida se convirtió en un problema para las clases populares. El conflicto social fue creciendo de manera imparable y las organizaciones obreras encabezaron una protesta que desembocó en el movimiento huelguístico.
3.4. La crisis de 1917
En 1917 se produjo la caída del zarismo en Rusia y la revolución bolchevique. En España, la coincidencia entre las graves dificultades del sistema político de la Restauración, el descontento militar y la conflictividad social provocaron una protesta generalizada de carácter antigubernamental.
La protesta militar
El ejército español presentaba un número excesivo de oficiales en relación con el de soldados. El hecho de que los ascensos se obtuvieran por méritos de guerra beneficiaba a los militares africanistas en detrimento de los peninsulares y, por tanto, agravaba la situación. La inflación había hecho disminuir el valor real de los salarios militares.
El fuerte descontento entre los oficiales de baja y media graduación desembocó en la formación de las Juntas de Defensa, que se extendieron por la mayoría de las guarniciones peninsulares. Las Juntas reclamaban un aumento salarial y se oponían a los ascensos por méritos de guerra. El manifiesto de junio de 1917 culpaba al gobierno de los males del ejército y del país y hacía un llamamiento a la renovación política utilizando para ello un cierto lenguaje regeneracionista. Ante la situación, el gobierno no cedió a las demandas de las Juntas.
El manifiesto hizo crecer, en ciertos sectores de la oposición, las esperanzas de que el ejército podría sumarse a un movimiento que exigiese una renovación de la política nacional. Pero los acontecimientos demostraron que las reivindicaciones de las Juntas respondían a los intereses de un grupo de presión al servicio de sus intereses profesionales.
La crisis política
La situación política no era menos grave. El gobierno conservador de Dato había sido sustituido por el del conde de Romanones, que continuó con las viejas prácticas de corrupción política y decidió cerrar las Cortes. Dato volvió a asumir la jefatura del gobierno y una representación de diputados de la oposición reclamó al gobierno la reapertura de las Cortes.
Como reacción, y aprovechando la situación de crisis creada por la protesta militar, se organizó en Barcelona una Asamblea de Parlamentarios catalanes que exigió la formación de un gobierno provisional que convocase Cortes Constituyentes para reformar el sistema político y descentralizar el Estado.
Desde la Asamblea se convocó una reunión de todos los diputados españoles, pero acudieron muy pocos. El gobierno prohibió la convocatoria y fue disuelta por la Guardia Civil.
El movimiento parlamentario no tuvo continuidad y desapareció sin haber conseguido la reforma constitucional. Las fuerzas monárquicas no lo apoyaron, los grupos de izquierda hacían imposible un acuerdo y las Juntas de Defensa se mostraron contrarias a la iniciativa parlamentaria.
La huelga general revolucionaria
Las centrales sindicales CNT y UGT acordaron firmar un manifiesto conjunto en el que se instaba al gobierno a intervenir para contener los precios, bajo la amenaza de convocar una huelga general. La tensión estalló a raíz de un conflicto ferroviario en Valencia y la UGT decidió llamar a la huelga general. La protesta adquirió un carácter político y revolucionario porque las fuerzas obreras convocantes reclamaban el fin de la monarquía, la formación de un gobierno provisional y el paso a un sistema republicano.
La huelga tuvo una incidencia muy desigual porque no contó con la participación de los sectores campesinos. La reacción del gobierno fue básicamente represiva: se declaró la Ley Marcial y se envió al ejército a aplacar el movimiento. La huelga general fracasó y no consiguió el apoyo de amplios sectores, lo que tuvo consecuencias como:
- Debilitó aún más al régimen.
- Radicalizó a la oposición.