1. Contexto Histórico, Cultural y Filosófico
La obra de Ortega y Gasset se enmarca en la primera mitad del siglo XX, un siglo conflictivo. Se inicia con la I Guerra Mundial, destruyéndose la idea de progreso: la técnica ha sido utilizada para destruir. El final de la I Guerra Mundial (1918) será una pausa para la siguiente guerra. En el periodo de entreguerras surgen los fascismos en Italia y Alemania; y el comunismo en la URSS. Comienza también la Guerra Civil Española (1936-1939). Toda esta época dramática lleva a otra guerra mundial. En 1939, comienza la II Guerra Mundial. Tras la victoria aliada en 1945 sobre Alemania, Italia y Japón, el mundo queda dividido en dos bloques: el capitalista, comandado por EE.UU., y el comunista, comandado por la URSS. Los conflictos entre ambos provocaron la Guerra Fría.
En España, la crisis se inicia al comienzo del siglo, con la pérdida y cesión a Estados Unidos de los últimos restos del imperio colonial. Ortega pertenece, junto a Eugenio D’Ors, Gregorio Marañón, Américo Castro y Manuel García, al grupo de intelectuales de la Generación del 14, que creían que el país debía ser regenerado, mediante la reconstrucción de la cultura española y su apertura a Europa. Pero la “europeización de España” se frustró con el inicio de la I Guerra Mundial.
Ortega vivió durante el reinado de Alfonso XIII y la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). Se opuso a la dictadura y promovió y apoyó a la II República, pero la abandonó al no sentirse escuchado en su defensa del sistema democrático para dar cohesión y vida a la sociedad. Al comenzar la Guerra Civil, se exilia.
España sufre, a principios del siglo XX, un retraso industrial, económico y cultural. La economía estaba atrasada por el estancamiento de la producción agrícola y la escasez de la industria, concentrada en el País Vasco y Cataluña. Con un elevado analfabetismo, se produce una estructura caciquil del Estado, con una gran influencia y poder de la Iglesia católica.
La sociedad española tenía escasos núcleos urbanos y reducidos focos industriales. La capa más alta de la sociedad está constituida por la aristocracia (burgueses, políticos, grandes financieros y empresarios), que tenían gran influencia social y económica; la clase media (intelectuales), que no tienen peso y están divididos; y la clase obrera (campesinos, artesanos y asalariados), que vive en condiciones laborales precarias, con salarios bajos y largas jornadas. Es una época con una fuerte división en España entre la derecha clerical, militarista y filofascista, y las corrientes revolucionarias, obreras y anticlericales. Durante la posguerra, la situación social fue también muy dura y de escasez.
Al término de la II Guerra Mundial, en 1945, Ortega regresa a España: tolerado, pero no admitido por el régimen de Franco, su actividad pública quedó reducida a impartir conferencias. No recupera su cátedra, por ello funda el Instituto de Humanidades, donde vuelve a ejercer su magisterio fuera de las aulas universitarias. A partir de 1950, marcha a Alemania y regresa en 1955 a España, donde muere en Madrid.
Culturalmente, se funda la Institución Libre de Enseñanza por Giner de los Ríos, que hizo posible el cambio del panorama intelectual de España entre 1876 y 1930. Heredera del krausismo, pretendía formar élites capaces de regenerar el país y de gobernar. Su influencia alcanzó, en mayor o menor medida, a personalidades de la vida española como Joaquín Costa, Leopoldo Alas, Julián Besteiro, los hermanos Machado, Juan Ramón Jiménez, García Lorca, Gregorio Marañón y Ortega.
El regeneracionismo culmina a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Heredó del krausismo la concepción de la sociedad española como un organismo vivo: la sociedad española estaba enferma y necesitaba una terapia que la regenerase. Su principal representante era Joaquín Costa.
Ortega enlaza con el regeneracionismo y con el krausismo español. Con los krausistas coincide en considerar que la situación de España debe ser superada y que solo puede realizarse si el pensamiento europeo penetra en España, y que, para ello, los dirigentes deben encargarse de adaptarlo a las circunstancias españolas.
El “problema de España”, la decadencia moral, cultural y económica de España, es la cuestión central de la Generación del 14, que se declaran plenamente europeos, ajenos al nacionalismo o imperialismo. La solución para España es la racionalidad. La Generación del 14 opone objetividad y razón. La etapa “objetivista” de Ortega responde a esta circunstancia; en su opinión, la objetividad a la hora de definir y tratar de solucionar los problemas, el uso de la teoría y del método, y la racionalidad son la solución. Durante la II República, se forma la Escuela de Madrid, constituida por un grupo de pensadores que se aglutinan en torno a Ortega en la Facultad de Filosofía de Madrid. Reivindican la filosofía española como una filosofía hecha desde la vida y para la vida. Como consecuencia de la Guerra Civil, marchan al exilio.
A nivel mundial, hay que destacar el avance de la ciencia y la técnica. En el campo de las ciencias matemáticas destacan Whitehead, Russell, Hilbert y Gödel. En biología aparece el darwinismo o teoría sintética de la evolución, gracias a los avances en genética. La mecánica cuántica y la teoría de la relatividad de Einstein son grandes aportaciones a la física. En arte aparece el cine. Y los grandes inventos son el teléfono o la radio. Ortega vive la época de las vanguardias artísticas. En literatura, la angustia por un mundo absurdo en el que el hombre se siente perdido; destacan Kafka o Camus. España vive una época de renacimiento cultural con hombres destacables en la ciencia, como Ramón y Cajal, y en las artes, como la Generación del 98 y del 27.
Filosóficamente, hay varias líneas de pensamiento:
- El Neopositivismo lógico y la Filosofía analítica, desarrollados en el ámbito anglosajón (Russell y Wittgenstein). El análisis del lenguaje desde un punto de vista lógico o también pragmático.
- El Historicismo: la historicidad es el rasgo esencial de las realizaciones culturales y éstas no pueden ser comprendidas sino desde la perspectiva histórica.
- La Fenomenología y el Existencialismo. La Fenomenología surge como un intento de superar los reduccionismos de corte positivista, psicologista o escéptico. Heidegger, Scheler y Merleau-Ponty destacan en este movimiento. El Existencialismo, cuyo representante es Sartre, se centra en el análisis de la existencia humana.
- El Marxismo: la teoría de Marx será actualizada y reinterpretada por autores como G. Luckács, los autores de la Escuela de Frankfurt y L. Althusser, que buscarán reformar el marxismo y aplicarlo a la realidad.
- El Vitalismo: filosofías centradas en la vida tanto en su aspecto biológico como biográfico. Ortega coge influencias:
- Del vitalismo de Nietzsche: la concepción perspectivista de la verdad y la defensa de los valores vitales, evitando caer en el irracionalismo y el relativismo.
- De la fenomenología de Husserl: preocupación por hacer que la filosofía descansara en un fundamento firme descubierto a partir de una reflexión autóctona (la realidad radical será “la vida” y no “la conciencia”).
- Del existencialismo de Sartre: la idea de que el ser humano carece de naturaleza, ya que la vida es un “quehacerse”; el hombre debe decidir continuamente la vida que ha de vivir, es un “náufrago” en la existencia.
- Del historicismo de Dilthey: para crear su concepto de la razón vital e histórica (“el ser humano no se comprende fuera de su vida y de su historia”). Por ejemplo: en el método propio de las ciencias de la naturaleza.
Ortega ejerce de profesor universitario, catedrático de Metafísica, pero también se dedica al periodismo, es contertulio y actúa de diferentes formas en la política nacional. Su obra es un complejo y voluminoso conjunto de artículos periodísticos, conferencias, lecciones de filosofía dadas en la Universidad, ensayos publicados en revistas y artículos literarios. No hizo una filosofía de corte académico; su objetivo era subir el nivel de la filosofía y elevar el nivel cultural de España. Esta tarea pedagógica no se podía hacer con el estilo académico de la filosofía, sino desde las rotativas de los periódicos, desde el compromiso político, en las conferencias y tertulias.
3. Evolución Intelectual
Intelectualmente, su pensamiento se desarrolla en tres etapas sucesivas:
Objetivismo (1902-1919)
Le preocupa el tremendo desfase de España respecto a Europa, que solo se supera si se elimina el subjetivismo y el personalismo dominantes. Lo principal no es lo subjetivo y lo individual, sino el ejercicio de la razón vinculado con lo objetivo, lo universal, la ciencia y la filosofía. Hace falta disciplina, método, crítica y racionalidad. Las cosas son más importantes que los hombres, a los que hay que tratar como “cosas”. Ortega se retractará de este periodo más adelante.
Perspectivismo (1910-1923)
Se caracteriza por la “circunstancia” y la “perspectiva”. La “circunstancia”: no existe un yo aislado del mundo real y la realidad no puede ser mirada sino desde el punto de vista que cada uno ocupa en el universo. La realidad sólo puede ofrecerse en perspectivas individuales.
Raciovitalismo (1923-1955)
Escribe El tema de nuestro tiempo (1923). Hace una crítica a Sócrates. Con él y con Platón se realizó un descubrimiento admirable: la razón. Éste se ha mantenido a lo largo de los siglos posteriores. Es preciso corregir el misticismo socrático, racionalista, culturalista, pues la razón es sólo una forma y función de la vida. Hay que someter la razón a la vitalidad, localizarla dentro de lo biológico, supeditarla a lo espontáneo.
4. Crítica del Realismo y del Idealismo
Ortega intenta superar la parcialidad de doctrinas filosóficas anteriores. Plantea una crítica tanto al realismo como al idealismo: ni el mundo exterior ni la conciencia responden al concepto de “ser fundamental”, de realidad radical, objeto de la filosofía.
Distinguía dos grandes periodos en la historia del pensamiento: realista e idealista. Ambas son criticadas por Ortega: el primero, por conceder prioridad a las cosas sobre el yo; y el segundo, por dar prioridad al yo sobre las cosas.
El realismo considera la realidad como “cosa”: lo real son las cosas como son en sí mismas.
A partir de Descartes surge el idealismo, en el que se descubre la “conciencia”, haciendo de ella el fundamento último y convirtiendo a las cosas en objetos suyos. Las cosas no vienen de fuera a la conciencia, sino que son contenidos de ella, son “ideas”. Están equivocados en su interpretación de las cosas como ideas.
Ortega intenta superarlas. Acepta que sólo se pueden conocer las cosas a través del filtro que impone el sujeto, pero critica al idealismo cuando afirma que el sujeto es independiente de las cosas. No puede haber cosas sin yo, pero tampoco yo sin cosas. La tesis de Ortega es que el fundamento absoluto de todo es la de yo-con-las-cosas. Es el mutuo existir del hombre y el mundo: el mundo y el hombre, sin parar, indefinidamente… Son dos momentos constructivos de la auténtica realidad, que es la vida humana.
Esto lleva a una nueva concepción del ser y de la verdad. Ortega rechaza, como Nietzsche, Dilthey y Hegel, la concepción tradicional del ser como esencia. El hombre no queda definido ni por ser cuerpo ni por ser alma, ni por nada que pueda ser objetivado como una “cosa”, sino por el drama, la historia y el acontecimiento.
La verdad deja de ser fundamentalmente “adecuación” -del pensamiento a la cosa o de la cosa al pensamiento- para ser “desvelamiento”.
Critica también de una manera especial al racionalismo. Se centra en el racionalismo continental europeo de los siglos XVII y XVIII; va dirigida contra el racionalismo que, desde Sócrates, domina la cultura europea (como Nietzsche, Dilthey, Bergson o Husserl). El mundo en el que el hombre vive es el mundo de las cualidades, pero la razón no es capaz de manejar cualidades y reduce lo cualitativo a la geometría y al número, a lo cuantitativo. El carácter fundamental del racionalismo reside en que, para buscar la verdad, renuncia a la vida, a la historia. Es antihistórico y atemporal, y, al mismo tiempo, rechaza el mundo inmediato en que vivimos.
El mundo se volvió dual: el mundo de los conceptos racionales y el mundo de la espontaneidad, de lo vital.
Ortega rechaza esto. No es una condena de la razón en general, sino sólo de la razón pura, de la razón que no considera lo vital. Ortega habla de la necesidad de otro tipo de razón: la razón vital.
5. La Vida como Realidad Radical
En opinión de Ortega, ni el realismo ni el idealismo han conseguido elaborar una filosofía suficientemente radical. El problema filosófico primero consistirá en determinar qué nos es dado del universo de forma tal que escape a todo tipo de duda. Ortega encuentra que esa realidad radical es la vida, entendida de forma personal, la vida sencilla que vivimos cada uno de nosotros. No existe otra realidad más indubitable.
Ortega entiende la vida como “realidad radical”, como experiencia originaria, como principio básico y fundamental sobre el que se tienen que asentar todos los demás conocimientos y todas las demás verdades. La vida es la raíz de todas las demás actividades.
La vida es lo patente, lo más perfecto que existe. “La vida es proyecto”: es un puro hacerse, es dinamicidad, anticipación y proyecto. El hombre no es un hecho, sino un “quehacer”.
El hecho de vivir está impregnado de un carácter dramático. La vida siempre se presenta bajo unas determinadas circunstancias, con un conjunto de cosas o datos, con otros seres humanos, con todo lo que le rodea formando un horizonte.
Las categorías de la vida o atributos del vivir son:
- Encontrarse: la vida humana es, de entrada, un “estar ahí”.
- Ocuparse: el hombre es acción, drama. Esta acción se da en una relación yo-mundo. Lo contrario del ocuparse es la “despreocupación”, entregarse a las costumbres.
- Perspectiva: mi vida es una relación particular con el mundo.
- Libertad y proyecto: la libertad da un carácter problemático a mi vida. La vida es algo que tengo que hacer. El hombre es libre, el mundo está abierto a múltiples posibilidades.
- Circunstancia: el hombre está limitado por las circunstancias, que le imponen una determinación relativa a su libertad y que le dan un sustrato a ésta sobre el que ejercerse.
- Temporalidad: la vida es proyecto, futurización. El ser es dinámico, está en movimiento continuo.