Principales líneas del pensamiento de Ortega y Gasset
1. Concepción de la filosofía
Concepto de filosofía
Las ideas fundamentales de Ortega y Gasset acerca de la filosofía son las siguientes:
- La filosofía es un saber autónomo cuyo objeto de investigación es la vida. La filosofía no puede adoptar tesis de ninguna otra ciencia y debe, además, poner en suspenso todas las creencias previas, reflexionando a partir de la vida propia como realidad radical.
- Mientras que las ciencias (biología, física, química, etc.) se interesan cada una por una parte de la realidad, la filosofía tiene vocación de universalidad, se interesa por todo cuanto hay.
- La filosofía es un tipo de conocimiento basado en el uso de conceptos precisos, en el ejercicio de la razón y de las reglas de la argumentación, ajeno a la preocupación por el dominio técnico del mundo. Sin embargo, Ortega presenta dos razones que convierten a la filosofía en un saber imprescindible:
- Responde al afán del ser humano por el conocimiento y a la necesidad de ir más allá de una explicación simplista del mundo.
- El hombre se encuentra en una situación de radical desorientación y necesita de la filosofía para saber qué hacer y cómo vivir, cómo relacionarse consigo mismo y con los demás. La filosofía tiene, por tanto, una «utilidad existencial». Es necesaria para resolver, desde la razón, problemas fundamentales que la ciencia no puede resolver, como: ¿qué soy?, ¿por qué estoy aquí?, ¿qué quiero hacer con mi vida?
Posición filosófica de Ortega
Ortega elabora su filosofía como una crítica al realismo y al idealismo, las dos tradiciones filosóficas más importantes de la modernidad. Ortega considera que ninguna de estas dos posiciones es correcta y que es preciso encontrar una solución a la disputa entre ambas.
El realismo ha sido la interpretación dominante hasta la filosofía moderna. Su tesis principal es que la realidad, el Universo en su conjunto, es independiente del sujeto que conoce; este no la construye, sino que solo la refleja de forma pasiva. Ésta es la concepción de la gente corriente y la disposición espontánea de nuestra mente.
Por su parte, el idealismo defiende todo lo contrario: la realidad, el Universo en su conjunto, es una construcción del sujeto y no es independiente de la mente que conoce. Esta concepción aparece con el descubrimiento de la subjetividad por Descartes en el siglo XVII.
Ortega critica tanto el realismo ingenuo como el idealismo radical; se trata más bien de mantener una posición de equilibrio entre ambas. Su propuesta sostiene que la realidad no es una mera construcción del sujeto (idealismo) ni algo completamente independiente del sujeto (realismo), sino que ambos se necesitan mutuamente: el mundo y la subjetividad están radicalmente unidos en el ámbito de la vida, que es el objeto de investigación de la filosofía. Este es uno de los sentidos de la célebre frase orteguiana: «Yo soy yo y mi circunstancia», la cual significa que el mundo no es algo independiente de mí, sino que existe en su relación conmigo, con mis intereses, experiencias y pensamientos, con mi yo o mi subjetividad (idealismo); pero el yo no puede darse sin las circunstancias, es lo que es en el ámbito de lo concreto y depende de las circunstancias concretas para su realización (realismo).
El concepto de vida como realidad radical
La vida es la primera verdad sobre la que debe reflexionar la filosofía, es el primer problema filosófico porque es la realidad en la que se hacen presentes todas las demás realidades.
Ortega se niega a identificar la vida con entidades definidas por la tradición: la vida no es el cuerpo, pero tampoco el alma ni la mente. Todas estas realidades son posteriores al vivir, son construcciones más o menos fundadas que, desde la propia vida, nos hacemos para entenderla. Pero la vida tampoco es una categoría abstracta, sino el término más concreto de todos, pues se refiere a la vida de cada cual, al vivir concreto; es el conjunto de vivencias y el ámbito en el que se hace presente todo: el mundo o circunstancia y el yo o subjetividad.
La vida tiene ciertos rasgos característicos, que llamamos categorías de la vida, y que son los siguientes:
a) La vida como consciencia: Vivir es un saberse viviendo. Los objetos físicos no tienen consciencia de sí mismos, nosotros sí. Es un conocimiento espontáneo y prerreflexivo, es como una presencia inmediata de nosotros ante nosotros mismos. Y en este darse cuenta de nosotros mismos, nos damos cuenta también del no-yo, de las personas y cosas que nos rodean, del mundo circundante. Nos damos cuenta de nuestro mundo, de nuestra intervención en el mundo y de nosotros mismos interviniendo.
b) Vivir es encontrarse en una circunstancia. La circunstancia es un elemento fundamental de la vida; junto con el yo, forma los dos ingredientes inseparables de la vida. Vivir es siempre ocuparse con las cosas del mundo, es convivir con una circunstancia. El mundo o circunstancia al que se refiere Ortega es «todo aquello que nos afecta»: el mundo físico de la ciencia, el mundo de la cultura, la realidad histórica y social, los valores, la religión, la intuición, el cuerpo y la propia mente. Vivir en una circunstancia significa también, desde el punto de vista del conocimiento, vivir en una perspectiva, ya que lo que pensamos y queremos está determinado por el punto de vista que corresponde a nuestra época y a nuestro entorno vital, a nuestra circunstancia.
c) La vida es fatalidad y libertad. Dado que la vida es siempre un darse en una circunstancia que no podemos elegir, no es posible la defensa absoluta de la libertad. La época, la sociedad, nuestro cuerpo, los rasgos básicos de nuestra personalidad, determinan nuestro yo. Pero para Ortega existe la libertad, ya que, a partir de nuestra circunstancia, podemos y debemos actuar y modelar nuestro futuro: nuestra vida no está prefijada totalmente, pues la circunstancia nos permite un cierto margen de posibilidades y, en la misma medida, nos exige decidir. Por esta razón, la vida se presenta siempre como un problema, problema que nadie, excepto nosotros, puede resolver. Nos toca elegir y participar; tenemos proyectos, y el proyecto, lo que debemos elegir, ha de ser fiel a lo más profundo de nuestro ser; de este modo, la vida es libertad y debe ser responsabilidad ante nosotros mismos.
d) La vida es futurición. Nuestra vida es siempre atender al futuro, apostar por un proyecto y actuar para realizarlo. La primacía que tiene el futuro en la vida humana es tal que incluso nuestro presente está condicionado por nuestro futuro, pues hacemos lo que hacemos para ser lo que queremos ser.
2. Teoría del conocimiento
El perspectivismo
Ortega sostiene que en la tradición filosófica se han dado dos interpretaciones opuestas sobre el conocimiento: el objetivismo y el subjetivismo. Su posición ante el conocimiento, el perspectivismo, le permite superar ambas posiciones.
El objetivismo defiende que la realidad existe en sí misma y es posible su conocimiento. El objetivismo lleva al dogmatismo al afirmar que la verdad solo puede ser una y la misma, con independencia de las peculiaridades, cultura y época a la que pertenezca el individuo que conoce.
Frente a esta doctrina, tenemos el subjetivismo: es imposible el conocimiento objetivo, puesto que los rasgos del sujeto cognoscente, sus peculiaridades, influyen y deforman el conocimiento. El subjetivismo lleva al relativismo y al escepticismo, niega la posibilidad de que el ser humano conozca con verdad la realidad.
Ortega afirma que ambas posiciones son incorrectas. El objetivismo es una teoría incorrecta, ya que todo conocimiento se alcanza desde la circunstancia en la que se inscribe el sujeto que conoce; solo es posible el conocimiento desde la perspectiva del sujeto, el lugar que cada uno ocupa en el Universo, la sociedad, la historia, etc. Pero ello no le lleva al subjetivismo. Esta doctrina también es falsa porque, en el fondo, aún sigue creyendo en la realidad una e inmutable, solo que inalcanzable. La realidad es, sin embargo, ella misma perspectivística, multiforme; no existe una realidad en sí misma, existen tantas como perspectivas, y cada una de ellas permite una verdad: la verdad es aquella descripción del mundo que sea fiel a la perspectiva. La única perspectiva falsa es la que quiere presentarse como única, objetiva, la que se declara no fundada en punto de vista alguno. Todo conocimiento está anclado en un punto de vista, puesto que, en función de su constitución orgánica y psicológica y de su pertenencia a un momento histórico y cultural, todo sujeto está situado en una perspectiva, en un lugar vital concreto.
Ortega defiende el perspectivismo alegando que, de la totalidad de cosas que componen el mundo, muchas no las captamos por no disponer de órganos adecuados para captarlas. En la percepción visual y la auditiva, por ejemplo, se ve con claridad las limitaciones y el carácter selectivo de nuestros sentidos, pero lo mismo ocurre con las verdades: en cada individuo, su psiquismo, y en cada pueblo, su época, actúa como un «órgano receptor» que faculta, en cada caso, la comprensión de ciertas verdades e impide la recepción de otras. Por ello, no es posible poseer una verdad absoluta y excluir de ésta a otras épocas y otros pueblos. Cada perspectiva capta una parte de la realidad, de ahí la importancia de todo hombre y toda cultura; todos ellos son insustituibles, pues cada uno tiene como tarea mostrar, hacer patente, el mundo que se le ofrece. (Ortega ilustra con frecuencia su tesis refiriéndose a la perspectiva espacial: el mismo paisaje es distinto visto desde dos puntos de vista; la posición del espectador hace que el paisaje se organice de distinto modo y que haya objetos que desde una se aprecien y desde otra no. Carecería de sentido que uno de los espectadores declarase falso el paisaje visto por el otro, pues tan real es uno como el otro).
La nueva idea de razón propuesta por Ortega: razón vital y razón histórica
Ortega llamó raciovitalismo a su sistema filosófico porque su filosofía tiene como tema explícito la reflexión sobre la vida y sus categorías fundamentales a través de la razón. Con este título, Ortega quiso separarse del vitalismo irracionalista de Nietzsche.
Ortega considera que carece de sentido rechazar la racionalidad, pues es una dimensión básica e irrenunciable de la vida humana. La necesidad de buscar la verdad mediante el ejercicio de la razón forma parte de las inclinaciones más profundas del ser humano; además, con la razón construimos descripciones de la realidad, sistemas de creencias y esquemas mentales que nos permiten orientarnos en la existencia. Pero esa razón con la que pretendemos captar la realidad y orientarnos en ella debe ser la razón vital y la razón histórica.
La razón vital, a diferencia de la razón pura del racionalismo, es capaz de recoger las peculiaridades de la vida: la perspectiva, la individualidad y la historia.
La razón vital conduce invariablemente a la razón histórica, puesto que la vida es esencialmente cambio e historia. La razón histórica tiene como objetivo permitirnos comprender la vida humana a partir de su historia; con ella podemos superar las graves limitaciones de la razón físico-matemática. Ésta ha tenido un éxito relativo, pues con ella hemos conseguido un gran desarrollo científico-tecnológico, pero no moral y existencial. Ello se debe a que la razón físico-matemática es adecuada para explicar las cosas, pero no la realidad humana, pues el hombre no es una cosa más del mundo, ni tiene una naturaleza fija, ni es un ser estático, sino que tiene temporalidad e historia.
Por ello, Ortega describe dos formas de explicar la realidad. Explicamos una cosa cuando descubrimos las leyes matemáticas a las que se somete; esta forma de comprensión es legítima cuando se aplica a los hechos y a las cosas, pero no cuando intentamos dar cuenta de los asuntos humanos. Entendemos algo cuando captamos su sentido, y es esta la forma de comprensión adecuada para dar cuenta del mundo humano: el mundo humano no consta de hechos, sino de sentidos. El sentido de una acción o asunto humano se hace inteligible cuando lo relacionamos con las creencias, valoraciones, sentimientos y proyectos del individuo, grupo o comunidad en el que aparece dicha acción o asunto. La razón histórica es precisamente el instrumento que debemos utilizar para comprender los sentidos de la existencia humana. Esta razón debe utilizar recursos interpretativos propios del historicismo, como el análisis de la biografía, la teoría de las generaciones y la comprensión de las distintas épocas que constituyen nuestro pasado y determinan nuestro presente.
Entre esos recursos, es particularmente importante para el análisis histórico el método de las generaciones. Ortega señala que los cambios históricos no son continuos, hay una cierta estabilidad estructurada en periodos. A estos periodos de cierta constancia vital se les llama generaciones. Las relaciones entre una generación y la anterior pueden ser, a su vez, de homogeneidad —es decir, ambas se mueven por los mismos intereses y entonces estamos en lo que se llama una época acumulativa (se acumula lo desarrollado en ambas generaciones)— o de heterogeneidad —es decir, ambas se mueven por intereses divergentes y entonces estamos ante lo que Ortega llama una época revolucionaria (la generación posterior rechaza lo que hizo la anterior e intenta desarrollarse sobre principios nuevos)—. Este proceso continúa ininterrumpidamente (no hay un momento final).
Por último, indicar que Ortega distingue, además, al desarrollar su filosofía de la historia, la existencia de dos tipos humanos diferenciados: la masa y la minoría (minorías de vanguardia). La masa tiende a conservar esquemas fijos y a vivir en el presente. La minoría, a romper moldes, a vivir mirando al futuro. Por ello, vive condenada, con frecuencia, a no ser entendida por la masa.