El Umbral del Siglo XX: Modernismo y Generación del 98
El final del siglo XIX se caracteriza por ser una época de cambios, abierta a nuevos ideales que se apoyaban en emergentes doctrinas filosóficas. A comienzos del siglo XX, paralelamente a los decisivos acontecimientos políticos, se produjo una profunda transformación de la sociedad. Centrándonos en España, la situación política y social fue decisiva, desarrollándose un importante movimiento social, y sobre todo obrero.
Antes de comenzar a desarrollar el tema, debemos aclarar que estamos ante dos movimientos diferentes, que muchos críticos han aunado. Por un lado, el modernismo es el fiel reflejo del ansia de renovación artística, que bebió de dos corrientes francesas: el parnasianismo y el simbolismo. Este movimiento nace de una crisis y es la manifestación de autores hispanoamericanos por expresar dicha disconformidad. De ahí que sus principales características sean la evasión del tiempo y del espacio, pero sin olvidar la renovación del lenguaje y la forma, como fue fiel reflejo el uso del alejandrino. El máximo representante fue Rubén Darío, que abre el movimiento con su obra Azul (1888), que incluye algunos cuentos breves y poemas, y que está llena de imágenes y adjetivos sorprendentes. A través de Prosas Profanas llega una innovación métrica y verbal. Concluimos con su obra final Cantos de vida y esperanza.
Cerramos el modernismo con tres autores españoles. Antonio Machado, amante de los símbolos como la tarde, el sueño o el agua, recurrentes en obras como Soledades. Galerías y otros poemas, cuya temática es el paso del tiempo, o en Campos de Castilla, centrada en la decadencia de España y en sus habitantes. Su hermano Manuel Machado destaca por Alma, en el que aparecen paisajes exóticos y erotismo. Para concluir, Juan Ramón Jiménez, que pasará por distintas etapas, comenzando con Ninfeas, Almas de violeta o Jardines lejanos, su regreso a Moguer, en el que introducirá elementos orientalistas, finalizando con su última etapa.
Paralelo a este movimiento nace la Generación del 98, nombre que se le acuña haciendo referencia al año en el que España perdió definitivamente el esplendor de otros años, entregando a EE. UU. sus últimas colonias. A sus autores les unen muchos rasgos, pero sobre todo les une la preocupación por su país. Para ello, van a utilizar la literatura y, sobre todo, dos géneros: la narración a través de personajes inadaptados, abúlicos y antiburgueses.
Comenzamos con Baroja, que defendía que en la novela cabía todo: reflexión filosófica, psicológica, crítica… y por ello escribió numerosas obras en las que los personajes serán inadaptados, siendo el maestro del retrato del hampa, destinados a fracasar. El autor nos envuelve en un ambiente de abulia y desesperación sin solución. Fiel reflejo son obras como Camino de perfección. Unamuno defendió el término intrahistoria y la nivola, cuya definición viene dada en su obra Niebla. A Unamuno le atormentaba el tema religioso, el existencialismo y la pérdida de la fe, temas principales en San Manuel Bueno, mártir. Pero no solo destacó en su faceta novelística, sino en la ensayística a través de Del sentimiento trágico de la vida o La agonía del cristianismo. Azorín, en cuyas obras como La voluntad o Antonio Azorín dejará ver su faceta descriptiva impresionista, genio del paisaje que se reflejará de igual forma en sus ensayos Castilla o La ruta de Don Quijote. Cerramos el tema con Valle-Inclán, creador de innovaciones técnicas que se verán reflejadas en Sonatas, La guerra carlista, El ruedo ibérico, en las cuales, a través de recursos como la muñequización o la animalización, defenderá el tema español.
El Despertar del Siglo XX: Novecentismo y Vanguardias
El siglo XX se abría camino entre crisis políticas y económicas, con dictaduras como la de Primo de Rivera en España, Mussolini en Italia o Hitler en Alemania. Siendo de especial relevancia el crack del 29 como culmen de los aspectos negativos del comienzo de siglo y que se verán reflejados en la literatura, bien en el novecentismo por sus ansias de despertar a España y europeizarla, bien con el escapismo y el juego de las vanguardias literarias.
A pesar de los aspectos negativos, debemos señalar la importancia de las Misiones Pedagógicas o de compañías. Y es que, como decíamos, todos estos aspectos dieron lugar al nacimiento de un grupo minoritario llamado novecentistas, intelectuales con una sólida formación, vinculados a la alta burguesía, con ansias de cambio, profesionales formados en Europa que rechazaban las corrientes políticas y culturales del siglo anterior, que se identificaban con Europa y con la ciencia. Y Ortega y Gasset, que ejerció de guía intelectual y difusor de las principales corrientes culturales de la centuria. Entendía que la vida había que contextualizarla siempre en su entorno sin perder la perspectiva individual. Escribió ensayos filosóficos: El espectador, La deshumanización del arte. Pero, sin duda, sus ensayos más controvertidos serán los sociopolíticos, La España invertebrada, donde Ortega analiza la situación del país comparándolo con Europa y diseminando los males que nos azotan.
En la parte poética destaca Juan Ramón Jiménez, que, debido a circunstancias personales, da un giro en su literatura. En Sonetos espirituales sienta las bases de lo que será su poesía pura. Pero, sin duda, en Diario de un poeta recién casado será más claro ese cambio del que hablábamos. En su última época se muestra más reflexivo sobre el paso del tiempo, como en Estación total. Por último, para concluir este movimiento, hablar del género narrativo con Pérez de Ayala y sus novelas de corte autobiográfico, poemáticas y de temas universales. Destacan Las cerezas del cementerio, Nuestro padre San Daniel o El obispo leproso.
Por otro lado, las vanguardias son un movimiento que transmitía sus manifiestos a través de revistas o publicaciones literarias y en los que expresaban su oposición a la tradición artística, su rechazo del sentimentalismo y su profundo deseo de renovación y experimentación. Las vanguardias, que nacieron y se desarrollaron entre las terribles guerras mundiales, surgieron en Europa, aunque muchas se expandieron a Hispanoamérica. El cubismo, con Apollinaire a la cabeza, se preocupaba de la superposición de imágenes, de crear poemas que conforman un dibujo: los caligramas. Casi diez años más tarde nacería el ismo del juego, el humor y la libertad, encabezado por Tristan Tzara: el dadaísmo, cuyo nombre eligieron a través del azar en un diccionario, símbolo de lo que promulgaban, la literatura como algo divertido y espontáneo. Pero, sin duda, la que tuvo quizás más repercusión y que llegó a España fue el surrealismo, cuya base está en el mundo de los sueños, del subconsciente, reflejo de las teorías en boga de Freud. Defendían la escritura automática.
Cerramos el tema centrándonos en un autor de relevancia máxima, Ramón Gómez de la Serna, promotor de las vanguardias en España, autor y guía del movimiento desde las tertulias que organizaba en el café Pombo o en sus publicaciones en Prometeo, como el manifiesto futurista.