El problema de Dios se plantea en el pensamiento de Tomás de Aquino en el marco de la cuestión de la relación entre la razón y la fe. Dios es, según Tomás de Aquino, el objetivo final de nuestro conocimiento. Para adquirir conocimiento, los seres humanos disponemos de dos caminos: la fe y la razón. Entre ellas hay una clara distinción, pues así como la razón se vale de la abstracción, la fe se basa en la revelación. Algunas verdades sólo se alcanzan por medio de la fe y otras son dominio exclusivo de la razón. Pero para Tomás existe un tercer tipo de verdades, los llamados “preámbulos de la fe”, accesibles tanto para la fe como para la razón, como que Dios existe, que es uno, y que es el creador del mundo.
Demostración racional de la existencia de Dios
Que Dios existe es el primer dato que nos ofrece la revelación. Pero como eso no significa que sea algo evidente para la razón humana, es necesario llevar a cabo una demostración racional de la existencia de Dios. Tomás de Aquino rechaza el argumento ontológico y propone cinco vías o argumentaciones distintas para probar la existencia de Dios:
- Primera o vía del movimiento: Tomada de la física aristotélica, parte de la evidencia del cambio o movimiento que se da en la naturaleza. Según el principio de causalidad, todo lo que se mueve es movido por otro. Pero como no cabe admitir una serie infinita de motores, es necesario afirmar la existencia de un primer motor inmóvil, que es Dios.
- Segunda o vía de las causas eficientes: Parte de la evidencia de la causalidad eficiente de este mundo: así, todo lo que ha comenzado a ser, ha sido causado por otro. Pero como no es posible una sucesión infinita de causas y efectos, porque entonces no podría haber causalidad alguna, debe existir una primera causa no causada que es Dios.
- Tercera o vía de los seres contingentes: Los seres contingentes (que son pero podrían no ser), no pueden darse a sí mismos la existencia. Se exige, pues, la existencia de un ser necesario y causa de la existencia de los demás seres, que es nuevamente Dios.
- Cuarta o vía de los grados de perfección: Se fundamenta en la observación de los diversos grados de perfección que existen entre las criaturas, del cual deriva la necesidad de un ser en el que estén realizadas en grado máximo todas las perfecciones posibles, es decir, un ser Perfectísimo e infinito. Ese ser es Dios.
- Quinta o vía del orden cósmico: Se parte del hecho de que el universo es un todo ordenado, donde todo tiende a un fin. Esto exige la existencia de una inteligencia ordenadora que dirija a cada ser a su fin, que es Dios.
La idea de Dios que se desprende de estos argumentos impregna todos los demás aspectos de su pensamiento.
Ontología de Tomás de Aquino
En lo que respecta a su ontología, para Tomás de Aquino el mundo es una realidad creada por Dios a partir de la nada. Los seres creados participan del mismo ser de Dios pero guardan una diferencia radical con Él, que se explica por medio de la distinción establecida en su filosofía entre los conceptos de esencia (lo que las cosas son) y existencia (el hecho de haberlas o no): sólo Dios posee el Ser de un modo necesario, pues es el único Ser cuya esencia incluye su existencia; el resto de criaturas son contingentes, porque a su esencia no pertenece su existencia, sino que la reciben del Ser Supremo. La distinción entre la esencia y existencia es además interpretada a través de los conceptos aristotélicos de potencia y acto: la esencia es potencia, mientras que la existencia es acto, pues actualiza la capacidad de ser o existir que es propia de la esencia. La existencia es así acto de la esencia.
Concepción del ser humano y la moral
Por otra parte, Tomás de Aquino adapta la concepción aristotélica del ser humano y la moral a su convicción de la existencia de Dios como creador y fin último. El ser humano es un compuesto de materia y forma, de cuerpo y alma unidos sustancialmente. Pero, a diferencia de Aristóteles, el alma puede subsistir por sí misma, pues es simple e inmortal. El alma es espiritual y realiza funciones espirituales como el conocer y el querer.
El conocimiento y la voluntad
a) El conocimiento comienza por la realidad material captada por los sentidos. De la imagen sensible que éstos nos proporcionan, el entendimiento agente o activo abstrae los rasgos comunes a diferentes individuos. Así accede a las formas o ideas, desmaterializadas y universales, que constituyen el ser de las cosas y que acoge el llamado entendimiento paciente.
b) En cuanto al querer o la voluntad, Aquino plantea, siguiendo a Aristóteles, que tiende necesariamente al bien porque la naturaleza humana es teleológica y el bien es su fin. Pero puede elegir los bienes particulares que más le convienen. Esta capacidad de elección o libre albedrío representa su condición moral y es el origen del mal moral, concebido como privación o alejamiento del bien.
La ley moral natural
Por medio de su razón, el hombre es capaz de conocer las inclinaciones o bienes a que tiende su naturaleza y orientar a la voluntad para que actúe de acuerdo con ellas. Ese conocimiento se expresa en la ley moral natural, cuyo contenido viene determinado por la naturaleza del ser humano: como sustancia, debe buscar su conservación; como animal, debe procrear y procurar el bien de su descendencia; y como ser racional, debe buscar la verdad, convivir armoniosamente y orientarse hacia Dios, en cuyo conocimiento o contemplación en la vida ultraterrena hallará la felicidad perfecta. Adecuar nuestra conducta a tales bienes nos hace virtuosos y nos permitirá alcanzar la salvación.
Relación entre la ley moral natural y la ley positiva
La ley moral natural es a su vez expresión de la ley eterna universal, el orden del mundo dado por Dios en la creación. De la ley moral natural deriva la ley positiva o derecho, creada por el hombre siguiendo los preceptos de la ley natural. Esta ley positiva es contingente en sus contenidos, pero portadora de necesidad moral, y no puede contradecir la ley natural. Por eso el Estado, aunque autónomo en el ejercicio de sus funciones, debe subordinarse a la Iglesia para garantizar el cumplimiento de los fines sobrenaturales del hombre.