Crisis del Antiguo Régimen en España: De la Guerra de la Independencia a Isabel II
La crisis de 1808: Guerra de la Independencia y los comienzos de la revolución liberal
La situación de España era difícil a finales del siglo XVIII, ya que la población no terminaba de estar contenta. Gobernaba Carlos IV, pero quien tomaba las decisiones era su valido Godoy. Su política exterior había llevado a España a enfrentarse a Francia para luego aliarse con los franceses tras la firma del Tratado de San Ildefonso, con el objetivo de luchar contra la armada británica. Esto desembocó en la derrota de Trafalgar, provocando una crisis económica y social en España. Más tarde se firmó el Tratado de Fontainebleau. En 1808 comienza la Historia Contemporánea.
La crisis de la monarquía de Carlos IV
A principios del siglo XIX, la monarquía de Carlos IV estaba muy desprestigiada por su sistema de gobierno y por la acumulación de poder en manos de Godoy. Esto provocará que tanto los partidos conservadores como los liberales deseen un cambio en el sistema de gobierno. La desamortización ordenada por Godoy para hacer frente a la crisis financiera, debido a las continuas guerras contra Francia y Reino Unido, puso a la Iglesia en contra de este. Se agravó el déficit de la Hacienda real. Otro motivo de descontento fue la subordinación de España al ejército francés, que provocó la derrota de Trafalgar y con ello la pérdida de gran parte de la armada española. En 1807, se firma el Tratado de Fontainebleau, por el cual entran los soldados franceses a la península con la aparente finalidad de atacar el reino de Portugal. Todo esto provocó la creación de un movimiento integrado por nobles y clérigos: el “partido antigodoyista”, aristócrata o fernandino, pues eran seguidores del hijo de Carlos IV, Fernando VII. Este partido organizó una conspiración contra el rey, en la que participa su hijo, pero fracasó en el proceso de El Escorial (1807), donde Fernando VII acaba pidiendo perdón a Carlos IV. El segundo intento fue en 1808, con la colaboración secreta del partido fernandino, pues era de carácter popular. El motín de Aranjuez expulsó a Godoy, y Carlos IV abdicó en Fernando VII. Esta situación agravó la crisis de la monarquía española. Las tropas napoleónicas, ya en España, eran mal vistas por los españoles. Napoleón intervino en los asuntos de la familia real española y la convocó a la ciudad francesa de Bayona.
El levantamiento contra los franceses
Aprovechando la salida de los representantes reales, el pueblo de Madrid se levantó el 2 de mayo de 1808 contra las tropas francesas al mando del general Murat, las cuales reprimieron esta ofensiva duramente (Goya y Los fusilamientos del 3 de mayo). Se formaron bandos contra el invasor o juntas, donde formaron parte altos cargos del Antiguo Régimen. El levantamiento popular sorprendió a los franceses e impidió la invasión de las ciudades de Valencia o Zaragoza, que fueron sitiadas. En Bayona, Napoleón obliga a Carlos IV y Fernando VII a renunciar al trono y cederlo a su hermano José Bonaparte, José I de España. Este proceso se llamó: las abdicaciones de Bayona, donde se vieron las verdaderas intenciones de Napoleón sobre España.
El estatuto de Bayona y el gobierno francés
Los franceses intentaron imponer a la fuerza sus ideas políticas liberales sin dejar de ser autoritarios. Este sistema se plasmó en el Estatuto de Bayona, redactado por ilustrados españoles. Se trata de una carta otorgada, ya que se redacta desde el poder y no sigue una decisión popular. El texto deja claro que España es un país católico. Todos los poderes estaban concentrados en el rey, pero había tres órganos consultivos: Senado, Consejo de Estado y Cortes. Se incluyó algo parecido a una declaración de derechos y una serie de reformas de carácter liberal. El encargado de ponerlo en marcha fue el rey José I, que llegó a España en 1808. Estaba subordinado a su hermano Napoleón y eso le hizo darse cuenta de que no tenía autonomía en el gobierno.
El desarrollo de la guerra
Se distinguen tres etapas:
1ª etapa: Comienza con el levantamiento del 2 de mayo de 1808, seguida de la batalla de Bailén (19 de julio de 1808), que supuso la expulsión de José I de Madrid, la retirada de las tropas francesas al norte peninsular y la primera derrota del ejército de Napoleón, por lo que se vio obligado a entrar en noviembre en España para liderar una nueva tropa y llegar a Madrid el 2 de diciembre. Durante su estancia (noviembre-enero) lleva a cabo reformas de corte revolucionario: suprime la Inquisición, el régimen señorial y los conventos. En agosto de 1808, un ejército inglés al mando del duque de Wellington desembarca en la península para ayudar a los portugueses. El ejército español colaboró con el de Wellington.
2ª etapa: Napoleón domina casi toda España (excepto el este y la ciudad de Cádiz, que permanece inalterada durante toda la guerra) tras la victoria francesa de Ocaña en octubre de 1809. Ese es el momento de máximo control de los franceses sobre los territorios españoles, hasta 1812.
3ª etapa: Comienza en 1812, cuando las tropas angloespañolas de Wellington aprovechan el debilitamiento de las tropas francesas, ya que gran parte de ellas tuvieron que ser enviadas a Europa para luchar en la campaña de Rusia. En las batallas de Ciudad Rodrigo y los Arapiles (julio de 1812) Wellington derrotó a los franceses y las Cortes españolas le nombran jefe de los ejércitos españoles. El avance de este ejército angloespañol obliga a José I a abandonar Madrid y moverse a Valencia, de la cual tendrá que salir después de la derrota francesa en Vitoria (junio de 1813). La huida de los territorios españoles por parte del ejército josefino se consiguió en octubre, en una nueva batalla triunfal para las tropas de Wellington en San Marcial (agosto de 1813). El final de la Guerra de la Independencia viene acompañado de la firma del Tratado de Valençay en diciembre, en el cual Napoleón (al borde de la derrota en Europa) proclama el fin de las hostilidades en España y la vuelta al trono de Fernando VII.
Los centros de acción y las actitudes del pueblo español durante la guerra
El proceso revolucionario tuvo tres centros de acción: juntas, Cortes y guerrilla. Las juntas se crearon debido al vacío del poder producido por la invasión que hubo en las localidades. Estas juntas locales dieron lugar a las juntas provinciales y estas a la junta central, formada en septiembre de 1808 y presidida por antiguos ministros de la monarquía (Jovellanos, conde de Floridablanca). Las juntas estaban integradas por militares, obispos, capitanes generales, abogados, periodistas, escritores, etc. La junta central dio forma jurídica a la revolución con la convocatoria de las Cortes. Quienes defendían las reformas optaron por unas Cortes generales, elegidas por sufragio universal masculino indirecto, en la que se representaba la nación, no a los estamentos. Esta forma de convocatoria triunfó e impulsará la creación de las Cortes de Cádiz. El pueblo llano luchó contra el invasor utilizando como herramienta la guerrilla, la cual surgió de manera espontánea, pero pronto fue regulada por la junta central. En ellas participaban sobre todo campesinos. Durante la ocupación francesa, el pueblo español adoptó dos actitudes diferentes: patriotas y afrancesados. Los patriotas eran contrarios a la nueva dinastía impuesta por Napoleón y defensores de la monarquía borbónica. Dentro de los patriotas surgieron los que tenían ideas liberales; vieron la invasión francesa como una oportunidad para llevar a cabo reformas monárquicas con carácter ideal, como hicieron las juntas y las Cortes, y los que tenían ideas absolutistas; querían mantener el sistema anterior sin reformas ni ideas revolucionarias. Los afrancesados mostraban una actitud ambigua o interesada ante la nueva dinastía de José I. Crearon el Estatuto de Bayona en 1808. Fueron perseguidos después de la Guerra de la Independencia bajo las acusaciones de traición.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
Las Cortes de Cádiz
Los diputados de las Cortes tenían diversas opiniones. Un grupo apoyaba el sistema absolutista y estaban en contra de cualquier cambio. Otro grupo, donde destacaba el ilustrado Jovellanos, pretendía un régimen intermedio entre las ideas absolutistas y las ideas basadas en la soberanía nacional. Los liberales proponían una cámara única que asumiera la soberanía nacional y elaborara una constitución basada en las ideas de la revolución francesa. Triunfó la posición liberal, muchos diputados fueron sustituidos por otros presentes en Cádiz, donde los liberales tenían mucha fuerza, pues Cádiz era la ciudad más abierta y avanzada de España.
Composición de las Cortes
Las Cortes estaban formadas por viejos miembros de los antiguos estamentos, como por militares, funcionarios y representantes de las profesiones liberales o la actividad mercantil. El clero predominaba junto a juristas y funcionarios. La burguesía no estaba a favor de la revolución liberal, ni el clero y la nobleza estaban en su totalidad del lado absolutista: gran parte de las reformas fueron inspiradas por clérigos liberales. Los funcionarios vieron en las Cortes la oportunidad de reformar la desacreditada monarquía y los militares tuvieron una gran importancia en el desarrollo de las modificaciones políticas, gracias a los pronunciamientos militares. Las Cortes se reunieron en Cádiz por ser la ciudad con mayor defensa y estar libre de ocupación francesa. Los diputados (que vieron en su labor legislativa la oportunidad de sacar a España del atraso y la ineficacia) se sintieron cómodos de estar en una ciudad perfectamente sitiada y llena de refugiados. En los debates, aparecieron los grupos: servil o absolutista y liberal. Expulsados los franceses, las nuevas Cortes ordinarias se trasladaron en enero de 1814 a Madrid.
Labor legislativa de las Cortes
La obra legislativa de las Cortes de Cádiz representó una ruptura radical con los principios hasta entonces vigentes. El primer decreto estableció que la soberanía residía en la nación y que las Cortes eran la representación de esta. Por tanto, el rey deja de ser soberano. Se proclamó la igualdad ante la ley, lo que suponía el fin de la sociedad estamental y la igualdad entre españoles y americanos, los cuales ya empezaban a mostrar ciertos movimientos independentistas. Se planteó un conjunto de reformas: se aprobó la libertad de imprenta, de comercio y de industria, y la abolición de la tortura, se suprimieron el voto de Santiago, la Inquisición, los antiguos consejos, etc.
Constitución de 1812
Se creó una comisión encargada de elaborar el proyecto de constitución. Tras varios debates y año y medio de discusiones, se promulgó el 19 de marzo de 1812 la nueva constitución, conocida popularmente como La Pepa. Los diputados quisieron reunir y hacer compatibles las tradiciones del pasado con el nuevo espíritu revolucionario. Los principios de la Constitución de 1812 fueron:
- Afirmación de la soberanía nacional.
- Reconocimiento de los derechos y libertades individuales y la igualdad ante la ley.
- División de poderes: el poder legislativo (Cortes), el poder ejecutivo (Rey y gobierno) y el poder judicial (Independiente).
- La religión católica como única religión de la nación española.
- Creación de la Milicia Nacional, defensores armados del sistema constitucional formado por civiles.
- Monarquía moderada, en la que el rey promulgaba las leyes y tenía derecho a veto transitorio.
- Libertad económica con la supresión de los gremios, abolición de los señoríos, desamortización, etc.
A pesar de llegar a establecer todos estos principios, la Constitución no pudo aplicarse debido a la guerra y a su abolición tras la restauración del absolutismo en 1814. Pero su influencia a lo largo de la historia contemporánea de España fue importante, además de convertirse en un mito del liberalismo universal y un modelo para las revoluciones liberales.
Fernando VII: Absolutismo y liberalismo. La emancipación de la América española
Reinado de Fernando VII (1814-1833)
Se divide en tres etapas:
1ª etapa (1814-1820): Restauración Absolutista
Cuando regresa a España, Fernando VII decreta en Valencia la anulación de la obra de Cádiz (leyes y Constitución). Fue determinante para la adopción de esta medida el consejo de los sectores más conservadores, a los que los liberales llamaron “serviles”, que sugieren esta medida como “Manifiesto de los Persas”. Esta restauración suponía la condena de los políticos liberales y el restablecimiento de las instituciones y privilegios de 1808, como la Inquisición o el feudalismo. Durante estos 6 años, Fernando VII tuvo que hacer frente a varios problemas:
- Inestabilidad del gobierno por el excesivo poder acumulado por la camarilla que rodeaba al monarca y la oposición de los liberales, que se concreta en conspiraciones por parte de sociedades secretas (masonería) y en pronunciamientos militares, destacando dos fallidos, el de Díaz Porlier en La Coruña (1815) y el del general Lacy en Cataluña (1817), y uno triunfante a cargo del oficial Rafael del Riego en Sevilla (1820).
- La quiebra de la Hacienda real. Viejo sistema fiscal. Se debía a la guerra en las colonias de América y al fin de los beneficios que proporcionaban. La ruina llevó a adoptar un sistema de contribución proporcional a los ingresos, a lo que los privilegiados se opusieron.
- El comienzo de la Emancipación Americana.
Uno de los pronunciamientos militares, el triunfante a cargo del teniente coronel Rafael del Riego en enero de 1820, quien iba a ser enviado a sofocar las sublevaciones americanas, da comienzo a la 2ª fase del reinado de Fernando VII.
2ª etapa (1820-1823): Trienio Liberal
El monarca se ve obligado a firmar un decreto por el que se compromete a recuperar lo acordado en Cádiz. Formará un gobierno con destacados liberales, como Argüelles. Se restablece la Constitución de 1812 en el momento en el que el monarca jura la Carta Magna (marzo de 1820) y las nuevas cortes liberales se esforzarán por desmantelar el Antiguo Régimen acometiendo medidas:
- La definitiva supresión de la Inquisición.
- Se vuelve a abolir el feudalismo.
- Supresión de los mayorazgos.
- Se acometen reformas eclesiásticas encaminadas a reducir el clero regular.
- Se reduce el cobro del diezmo a la mitad.
- Se redacta la primera legislación sobre enseñanza (Reglamento General de la Instrucción Pública).
- Abolición de los gremios.
- Desamortización de los bienes eclesiásticos.
Se produce la primera gran división dentro del liberalismo español. Mientras en Cádiz hablábamos de liberales sin más, a partir de 1820 hay dos facciones:
- Doceañistas o moderados (Argüelles, Martínez de la Rosa): padres de la obra de Cádiz, controlan el gobierno hasta 1822.
- Veinteañistas o exaltados (Mendizábal, Alcalá Galiano): organizadores de la revolución de 1820, sector más radical que controlará el gobierno a partir de 1822.
La brevedad del trienio liberal puede explicarse aludiendo a la multitud de opositores con los que contó desde el comienzo: altos mandos del ejército y de la iglesia, campesinos (esgrimían que los liberales solo se interesaban por la clase media urbana) y políticos más conservadores, conocidos como realistas. Entre las actuaciones contrarias al liberalismo de estos cabría significar especialmente la sublevación de la Guardia Real, la organización de fuerzas guerrilleras en Navarra y Cataluña e incluso la proclamación de un gobierno paralelo al oficial que pretendía actuar como legítimo en Urgel apelando a la “cautividad” del monarca por los liberales. Sin embargo, ninguna rebelión interna provocó la caída del régimen finalmente, sino que esta hay que buscarla en una decisión externa. Concretamente en Viena (1815), tres potencias como Austria, Rusia y Prusia habían configurado una Santa Alianza que se comprometía a sofocar las revoluciones de signo liberal que jalonaran Europa. A este acuerdo se suma poco después Gran Bretaña y ya en 1818 Francia. Precisamente esta última, tras celebrarse un Congreso en Verona (1822) que así lo determinó, será la encargada de poner fin a la experiencia liberal española con el envío de los “Cien Mil Hijos de San Luis” comandados por el Duque de Angulema.
3ª etapa (1823-1833): Década “Ominosa”
Curiosamente, a pesar del calificativo de “ominosa” que acuñaron los liberales para referirse a esta etapa, la década no supuso en ningún caso la vuelta al absolutismo previo a 1820. De hecho, se promovieron reformas moderadas y buena prueba del distanciamiento del Antiguo Régimen fue que Fernando VII contó durante estos años con la oposición de los absolutistas más exaltados, conocidos como los “apostólicos”, quienes desencadenaron revueltas como la de los “Agraviados” (Cataluña, 1827) a fin de recuperar el absolutismo. Entre los principales eventos de esta fase podemos resaltar:
- La dura represión desatada contra los liberales del Trienio, que se materializó en ejecuciones (Riego, Empecinado, Torrijos, Mariana Pineda) o exilios a Francia y Gran Bretaña preferentemente.
- Sustitución de la Milicia Nacional por un Cuerpo de Voluntarios Realistas.
- Se acometieron diversas reformas de carácter técnico tales como la creación del Consejo de Ministros (1823), del Ministerio de Fomento (1832), la elaboración por primera vez de unos Presupuestos Generales del Estado y la implantación de una serie de medidas con tintes de liberalización económica (Código de Comercio, Banco Real de San Fernando, Bolsa de Madrid).
- La aparición del carlismo. Este hecho está estrechamente relacionado con la derogación de la ley sálica por Fernando VII para promover la sucesión al trono de su hija, la futura Isabel II. Con esta decisión Fernando VII desplazaba al hasta entonces heredero, su hermano Carlos María Isidro, lo que motivará que este y sus afines, los absolutistas más radicales (carlistas), iniciaran una serie de protestas y hasta tres conflictos bélicos que encierran, amén de la cuestión sucesoria, diferencias de carácter ideológico.
La Emancipación de la América Española
Desde principios del siglo XIX, en el contexto colonial americano se van a dar una serie de causas propicias para la emancipación de estos territorios. Una emancipación que lideran curiosamente los criollos blancos (descendientes de europeos nacidos en América) y que se inspira en una ideología liberal no exenta de rasgos caudillistas. Entre las citadas causas podemos mencionar:
- Las colonias habían ido progresivamente ampliando su autonomía y consideraban que tenían un suficiente grado de madurez para tomar las riendas de su propio gobierno. Además, acelerará la situación el conjunto de problemas internos de la metrópoli (Guerra de Independencia, Restauración Absolutista en la persona de Fernando VII, Trienio Liberal).
- Se trata de territorios que se hacen eco de la independencia de EEUU y de la Revolución Francesa, haciendo suyos los ideales que inspiraron sendas revoluciones liberales.
- Finalmente, tampoco ayudaron a frenar el proceso emancipador algunas medidas de carácter administrativo y fiscal que tomaron los Borbones para el contexto colonial americano.
Fases:
Se desata así un proceso independentista cuyo desarrollo deja entrever algunos rasgos generales como:
- La falta de conexión entre los procesos revolucionarios. De hecho, es más correcto hablar de independencias (casos regionales) que de independencia:
- En el Virreinato del Río de la Plata, bajo el liderazgo de José San Martín, se consumarán las independencias de Paraguay (1811), Argentina (1816), Chile (1818) y Uruguay (1828).
- En el Virreinato de Nueva Granada, conducidas por Simón Bolívar, acceden a la independencia: Colombia (1819), Venezuela (1821) y Ecuador (1822), inicialmente reunidas en una República de la Gran Colombia que se disgregará en 1830.
- En el Virreinato del Perú, con Bolívar descendiendo hacia el sur y San Martín ascendiendo hacia al norte, llegan las independencias de Perú (1822) y Bolivia (1825, tras la celebración de las famosas batallas de Junín y Ayacucho).
- En el Virreinato de Nueva España se desarrolla un proceso totalmente diferente al resto de colonias. México se proclama independiente de la mano de Agustín de Iturbide en 1821, incluyendo prácticamente a toda América Central. Ya en 1824 se proclama República Federal, de la que se escindirán las actuales Guatemala, Honduras, El Salvador y Costa Rica para configurar una Confederación de Provincias Unidas de América Central.
- El diferente posicionamiento de los distintos virreinatos: los más antiguos (Nueva España, Perú) permanecieron fieles a la metrópoli, mientras que los más recientes (Nueva Granada y Río de la Plata) se convirtieron en los motores de la independencia.
- Se trató de un proceso largo (1808-1825 básicamente) y complejo (connotaciones de guerra civil, indígenas combatiendo indistintamente en ambos bandos…) y con tintes de internacionalización, pues Estados Unidos e Inglaterra favorecieron las emancipaciones a fin de suplantar a España en el control del mercado americano.
Por último, es preciso hablar de una serie de consecuencias de la emancipación muy dispares según atendamos a las repercusiones para la exmetrópoli o para las excolonias. Por lo que se refiere a la primera, sin duda el principal aspecto fue la consumación de la pérdida definitiva del Gran Imperio que se comenzó a fraguar en 1492 y del que solo conservará Cuba, Puerto Rico y Filipinas (hasta 1898). El desastre, evidentemente, no solo fue militar, sino también económico, puesto que el comercio con América se redujo ostensiblemente y España dejó de ingresar los caudales de Indias que abastecían sus arcas. Mientras tanto, para las excolonias, la independencia supuso la configuración de un conjunto de nuevos Estados que, a día de hoy, no han terminado de consolidarse por varios motivos como puedan ser el lastre colonial que aún conservan, las nuevas dependencias neocolonialistas que adquirieron con Inglaterra y sobre todo con EEUU y también, en muchas ocasiones, la propia incapacidad de unos gobernantes que en multitud de ejemplos han hecho gala de populismo, caudillaje, dictadura, corrupción y golpismo militar.
El reinado de Isabel II. La oposición al liberalismo: carlismo y guerra civil. La cuestión foral
El origen del conflicto se remonta al reinado de Fernando VII, cuando en la corte los más radicales absolutistas forman un grupo en torno a Don Carlos, hermano de Fernando, puesto que el monarca, a pesar de sus tres matrimonios hasta el momento, no había tenido hijos. En 1829 Fernando VII se casa con su cuarta mujer, Mª Cristina de Nápoles. El año siguiente, 1830, la reina dio a luz una niña, Isabel. Antes de la muerte de Fernando VII, acaecida en 1833, se desencadena una lucha entre los partidarios de Don Carlos y los de Mª Cristina y su hija Isabel. Puesto que los partidarios de Don Carlos estaban ya bien definidos (absolutistas radicales), a la reina no le queda otro remedio que buscar apoyos entre los liberales más moderados. El conflicto se justificaba por la confusión existente en España en cuanto a la sucesión al trono. Las leyes de Partidas, vigentes en Castilla durante la Edad Media y bajo la monarquía de los Habsburgo, permitían el acceso al trono a las mujeres, aunque daban preferencia al varón, pero fueron derogadas por la ley Sálica con la llegada de los Borbones a España en el siglo XVIII. Sin embargo, habían sido puestas de nuevo en vigor por Carlos IV en 1789 mediante una Pragmática Sanción, votada en Cortes, pero no publicada, lo que le impedía entrar en vigor. Esta confusa situación hizo que tanto los partidarios de Carlos como los de Isabel se consideraran con legítimos derechos. Fernando publicó la Pragmática Sanción, pero eso no hizo que el partido carlista cejara en sus pretensiones. En 1833, a la muerte del rey, Isabel era reconocida como heredera y su madre asumía la regencia. Los carlistas no aceptaron la situación y para defender sus pretensiones desencadenaron una guerra civil.
El carlismo, por tanto, era un movimiento político que no aceptaba los cambios que se habían producido en España tras la entrada de las ideas ilustradas, la invasión napoleónica y la revolución liberal de Cádiz. Pretendían una vuelta al Antiguo Régimen, al poder absoluto dado por Dios que debía ejercitarse para la «Gloria de Dios y el esplendor de su Sagrada Religión»; al control del Estado por parte de una aristocracia que acaparaba los altos cargos políticos, eclesiásticos y militares; al control del pensamiento por parte de la Iglesia, etc. El gobierno de Fernando VII había sido para ellos una decepción, pues había continuado en la línea de los déspotas ilustrados, contando, incluso, con algunos ilustrados para gobernar. La Iglesia apoyó al carlismo como forma de evitar la pérdida de su poder político y de su control social.
Por otro lado, estaba el problema de los fueros. Tras la Guerra de Sucesión, con los Decretos de Nueva Planta, tanto Aragón como Cataluña habían perdido sus fueros y habían tenido que aceptar las leyes castellanas. Navarra y el País Vasco, en agradecimiento al apoyo dado al candidato Borbón, conservaron los suyos. El carlismo, al apoyar la restauración de los fueros tradicionales, triunfó en aquellas zonas donde existía una preocupación por la cuestión foral, tanto por miedo a perder los fueros como en el caso de Navarra o el País Vasco, como por interés en recuperarlos, en Aragón y Cataluña, especialmente en las zonas rurales, donde mayor era el descontento con las nuevas formas de vida que iban apareciendo en las ciudades ligadas a la industria y al comercio. Por su carácter rural, el carlismo no pudo conseguir el apoyo de las clases ilustradas que veían en el liberalismo un sistema político más apropiado para sus intereses y su modo de vida. La mayoría de las ciudades eran liberales (Bilbao, San Sebastián, Pamplona y Vitoria). La Primera Guerra Carlista (1833-1840) se desarrolló principalmente en el Norte. En otras zonas de España se formaron algunas partidas guerrilleras que actuaban casi como bandoleros asolando la región donde actuaban, dirigidas por hombres como Cabrera en Aragón o el Cura Merino, héroe de la guerra de la Independencia. El gobierno isabelino, carente de recursos, no fue capaz de enviar un ejército bien equipado al norte con rapidez. El retraso en el envío de tropas permitió al dirigente carlista, Zumalacárregui, militar de carrera y experto en la guerra de guerrillas, adiestrar un ejército de 20.000 hombres. Cuando las tropas isabelinas llegaron se vieron acosadas por constantes emboscadas y escaramuzas sin conseguir un enfrentamiento en campo abierto. En 1835 Zumalacárregui controlaba la mayor parte de las Provincias Vascongadas. Animado por esos éxitos (y por la necesidad de conseguir dinero y apoyos internacionales), don Carlos le ordena en 1835 tomar Bilbao, a pesar de la opinión contraria de Zumalacárregui. La operación comenzó con éxito, abriéndose paso hacia Bilbao y venciendo al general liberal Espartero, pero poco después Zumalacárregui era alcanzado por una bala enemiga, muriendo días después, lo que dejó a los carlistas sin su mejor general. El sitio de Bilbao fue levantado y durante los dos años siguientes la guerra se mantuvo en una situación de equilibrio entre los dos bandos. Para salir de esa situación que perjudicaba más a los carlistas que a los liberales, pues agotaba a la población campesina que mantenía a las tropas carlistas, Don Carlos decidió emprender una gran expedición para salir de la base del Norte, aunque los militares más expertos estaban en contra. La Expedición Real de 1837 fue un fracaso: el ejército carlista cruzó toda Cataluña y Valencia llegando a la vista de Madrid. Los carlistas esperaban que el pueblo se sumara a su ejército, pero no ocurrió así, y ante la falta de los efectivos suficientes para atacar la capital dieron la vuelta y retrocedieron a su base del Norte. En 1838 el general Espartero, que dirigía el ejército liberal, recibió por fin los recursos necesarios para contar con un ejército numeroso y bien equipado, iniciando una nueva campaña en el Norte. Mientras, en el bando carlista la situación se había ido haciendo más difícil debido a los enfrentamientos entre los propios dirigentes que desembocaron en conspiraciones y traiciones. Don Carlos había dado a Maroto el mando supremo de la región Norte. En febrero de 1839 se desencadenó una crisis entre Maroto y un grupo de militares rivales, representantes de la facción más absolutista, que acabó con el fusilamiento de seis de ellos. Maroto recibió el apoyo de sus hombres, pero no el de Don Carlos. Finalmente, cansado y decepcionado por la incapacidad del pretendiente y las intrigas de su corte, inició las negociaciones de paz con Espartero. Finalmente, el 29 de agosto de 1839, Maroto firmó el Convenio de Vergara que reconocía a Isabel como reina legítima y respetaba los fueros. Navarra, donde la cuestión foral era secundaria, y donde se luchaba por el trono y el altar, no aceptó este acuerdo. Para ellos Vergara fue la gran traición, y se convirtió en el centro de la resistencia en el Norte, pero, cuando los vascos renunciaron, Navarra no pudo seguir luchando sola. Don Carlos cruzó la frontera francesa abandonando la lucha. El carlismo siguió conservando alguna fuerza en las provincias vascas y sobre todo en Navarra, y solo en algunos momentos de crisis volverá a resurgir en las llamadas Segunda y Tercera Guerras Carlistas: en 1846 cuando cumple Isabel su mayoría de edad, al fracasar el proyecto de unir en matrimonio a la reina con el heredero de Don Carlos, y tras la revolución del 68 y la salida de España de Isabel II, que terminó con el regreso de Alfonso XII en 1875. Sin embargo, el carlismo siguió vivo en la sociedad vasca, muy ligado a la cuestión foral, y en Navarra.
Isabel II (1833-1843): las Regencias
La muerte de Fernando VII, en 1833, abrió un largo periodo de transformación en la vida española, dando lugar a nuevas estructuras políticas, económicas, sociales y culturales. Durante el reinado de su hija, Isabel II, se produjo el paso definitivo del Antiguo Régimen al liberalismo burgués. Se configuró una monarquía constitucional inspirada en los principios del liberalismo político, se sentaron las bases de una economía capitalista y desapareció la vieja sociedad estamental, dando paso a una nueva sociedad de clases.
Pero a diferencia de otros países europeos, donde la burguesía era la base social y el más firme apoyo del liberalismo, España contaba con una burguesía escasa y débil, y la monarquía tuvo que apoyarse en el único grupo capaz de defenderla de las amenazas del carlismo: los militares liberales. Cuando Fernando VII muere en 1833, su viuda, María Cristina, se encargó de la regencia hasta que Isabel, nacida en 1833, alcanzase la mayoría de edad. Pero los partidarios de Carlos María Isidro, procedentes del sector absolutista más intransigente, no aceptaron la situación y se alzaron en armas. Comenzando así la guerra civil, que no finalizará hasta 1839 con el Convenio de Vergara, aunque a lo largo del siglo habrá nuevos levantamientos carlistas.
Este conflicto tendrá importantes consecuencias, además de los elevados costes humanos:
· La inclinación de la monarquía hacía el liberalismo. · El protagonismo político de los militares. Los generales o “espadones”, se acomodaron al frente de los partidos políticos. El recurso del pronunciamiento se convirtió en la fórmula habitual de instaurar cambios de gobierno durante todo el reinado. · Los enormes gastos de guerra situaron a la monarquía ante serios apuros fiscales y condicionaron la orientación de ciertas reformas como la desamortización de Mendizábal. Por otro lado, el reinado de Isabel II se caracterizó por la alternancia en el gobierno de progresistas y moderados, en un clima de inestabilidad política acentuado por los continuos pronunciamientos militares. A comienzos del reinado surgieron los primeros partidos políticos como forma de canalizar las distintas corrientes del liberalismo: · El partido moderado con el general Narváez a la cabeza, se apoyaba en los grandes terratenientes, la alta burguesía y la clase media alta. Defendía la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, dotar al monarca de amplios poderes y la limitación de los derechos individuales de los ciudadanos. · El partido progresista, encabezado por el general Espartero, militar de gran carisma popular, por su papel en la primera guerra carlista, tenía su base social en la pequeña y mediana burguesía y en general en las clases medias, empleados y artesanos que aspiraban a llevar las reformas lo más lejos posible. Defendían la soberanía nacional, representada en las Cortes, que debía limitar el poder del rey. Del ala izquierda del progresismo, surgirán durante la década de los 40 otras fuerzas políticas de tendencias democrático-republicanas. La minoría de edad de Isabel II transcurrirá bajo dos regencias, primero la de la reina María Cristina, su madre, (1833-1840) y después la del general Baldomero Espartero (1840-1843) La primera regencia: María Cristina, (1833-1840) Los tres primeros años de regencia sirvieron para que los liberales moderados, algunos de ellos retornados del exilio, fueran afianzándose en la política. El principal instrumento fue el Estatuto real de 1834, no era una constitución sino una carta otorgada, se centraba en la reforma de las Cortes, que pasaron a ser bicamerales, compuestas por Próceres designados por el rey y Procuradores elegibles, aunque para ser candidato era imprescindible disponer de cierto patrimonio. Ambas cámaras tenían una función más consultiva que legislativa, pues eran convocadas, suspendidas y disueltas por el monarca y sólo podían deliberar sobre asuntos planteados por el mismo. Además la ley electoral establecía un sufragio electoral que reducía el número de votantes al 0,15% de la población total. La guerra civil y la desastrosa situación económica provocaron ya en 1835 sublevaciones de las milicias urbanas, que exigían una ampliación de las libertades políticas y del sufragio electoral y la entrega del poder a políticos progresistas. En 1836, una revuelta contra la regente, organizada por suboficiales del ejército (El motín del Palacio de la Granja) obligó a María Cristina a aceptar la puesta en vigor, de nuevo de la constitución de 1812. Aunque inmediatamente se redacto una nueva constitución: la Constitución de 1837. Esta constitución presentaba semejanzas con la de Cádiz: Soberanía nacional, reconocimiento de amplios derechos ciudadanos, la división de poderes (legislativo, judicial y ejecutivo, papel destacado de las Cortes y limitación del poder del monarca. Aunque para atraerse el apoyo de los moderados recogía algunos aspectos del Estatuto Real: El poder del monarca de convocar y disolver las cortes y de vetar leyes. Cortes bicamerales con un Senado integrado por miembros de de designación real y un Congreso de Diputados elegidos por sufragio directo, pero la nueva ley electoral mantuvo el sufragio censitario que no incluía ni al 5% de la población. Con el nuevo marco constitucional se promulgaron algunas leyes progresistas como la supresión de pagar diezmos a la Iglesia, la eliminación de aduanas interiores y la supresión de los gremios para favorecer el crecimiento de la industria. Además se adoptaron medidas para liberalizar el mercado de la tierra: la supresión de los mayorazgos, la abolición del régimen señorial y las desamortizaciones es decir la expropiación, por parte del Estado de las tierras eclesiásticas y municipales para su posterior venta a particulares en pública subasta. En 1835 se disolvieron las órdenes religiosas, salvo las consagradas a la enseñanza o al cuidado de enfermos y sus fincas se declararon bienes nacionales. La desamortización de Mendizábal (ley de 1837) consistió en la venta por subasta de las tierras expropiadas a la Iglesia, por lo que se la conoce también como desamortización eclesiástica. Sus objetivos eran sanear la Hacienda, financiar la guerra civil contra los carlistas y convertir a los nuevos propietarios en adeptos a la causa liberal, aunque provocó graves tensiones entre la Iglesia y el Estado liberal. Finalizada la guerra carlista, un gobierno dirigido por el moderado Pérez de Castro intento nuevamente limitar las reformas y la participación de las clases medias urbanas, promulgando una ley de Ayuntamientos, que suprimía el derecho de los ciudadanos a elegir a sus alcaldes. Los progresistas suscitaron un movimiento insurreccional que obligó a la regente a recurrir al general Espartero. La suspensión de dicha ley y la decisión de suspender las Cortes provocaron la renuncia de María Cristina, siendo asumida esta por Espartero. Segunda regencia: General Espartero (1840-1843) El general Espartero gobernó hasta 1843 de manera dictatorial, reprimiendo a los moderados y sin someterse al Parlamento. Se ganó así el rechazo de todos: su política librecambista ponía en peligro la industria catalana. Al movimiento catalán contra Espartero se unió la oposición de los vascos que por su apoyo al Carlismo veían reordenados sus fueros. Algunos sectores liberales progresistas, que habían apoyado inicialmente a Espartero, se enfrentaron a sus formas autoritarias. En 1843 se inició una revuelta militar encabezada por Narváez que hizo caer al gobierno, Espartero se exilió en Londres. No regresó a España hasta 1849. Las Cortes para evitar una nueva regencia, adelantaron la mayoría de edad de Isabel II, que de esta forma fue coronada reina a los trece años. Isabel II (1843-1868): El reinado efectivo. La muerte de Fernando VII, en 1833, abrió un largo periodo de transformación en la vida española, dando lugar a nuevas estructuras políticas, económicas, sociales y culturales. Durante el reinado de su hija, Isabel II, se produjo el paso definitivo del Antiguo Régimen al liberalismo burgués. Se configuró una monarquía constitucional inspirada en los principios del liberalismo político, se sentaron las bases de una economía capitalista y desapareció la vieja sociedad estamental, dando paso a una nueva sociedad de clases.
La minoría de edad de Isabel II transcurrirá bajo dos regencias, primero la de la reina María Cristina, su madre, (1833-1840) y después la del general Baldomero Espartero (1840-1843).
En 1843 se inició una revuelta militar encabezada por Narváez que hizo caer al gobierno de Espartero que se exilió en Londres. No regresó a España hasta 1849. Las Cortes para evitar una nueva regencia, adelantaron la mayoría de edad de Isabel II, que de esta forma fue coronada reina a los trece años. Educada por su madre, María Cristina, en un ambiente de desconfianza hacia los sectores progresistas del liberalismo, contrajo matrimonio en 1864 con su primo, el infante Francisco de Asís, cuando su matrimonio resultó ser un fracaso su conducta privada hizo que sus enemigos la acusaran constantemente de tener favoritos y de ser una mujer frívola lo que debilitó su posición política. A pesar de los rumores Isabel II conservó su popularidad como soberana hasta la década de los 60. Pero su parcialidad política a favor de los moderados colocó a la reina en una posición cada vez más debilitada. Cuando en 1868 estalló la Revolución Gloriosa, la reina que estaba en San Sebastián tuvo que cruzar a toda prisa la frontera e instalarse en París, ciudad en la que murió en 1904. Tras la caída de Espartero se inició la llamada Década moderada, (1844-1854): Isabel II encargó la formación de gobierno al partido moderado, liderado por el general Narváez. El partido moderado apoyado por los sectores burgueses más conservadores gobernará durante diez años. Derogó la Constitución de 1837 y redactó otra nueva: · La Constitución de 1845, en la que la Soberanía nacional fue sustituida por la soberanía conjunta del rey y las Cortes y se otorgaban más poderes a la Corona como el nombramiento de ministros, la designación de los miembros del Senado, y la disolución de las Cortes y se recortaban los del Parlamento. Las Cortes siguieron siendo bicamerales (Congreso y Senado) y los diputados del Congreso seguían siendo elegidos por sufragio censitario que no llegaba al 1% de la población. · En este periodo se firmó con la Santa Sede el Concordato de 1851, por el que quedaba zanjada la ruptura que se había producido como consecuencia de la desamortización eclesiástica, la Iglesia aceptó la desamortización y España reconocía la confesionalidad católica del Estado y reconocía su intervención en la enseñanza. Los moderados configuraron un régimen basado en el centralismo político- administrativo. A ello responden: · La creación de la provincia como nueva demarcación territorial. · La ley de ayuntamientos de 1845, que reservaba a la Corona la designación de los alcaldes de ciudades con 2000 o más habitantes. · La reforma del sistema tributario, de Alejandro Mon, que implantó un sistema de impuestos más equitativo. · La creación del Banco de España. · La creación de la Guardia Civil por el duque de Ahumada en 1844, con el que se pretendía resolver el problema de la seguridad de los caminos y de las vías férreas. Pero las divisiones internas del partido moderado y las denuncias de corrupción y escándalos financieros, relacionados en ocasiones con la propia familia real y miembros destacados del gobierno hicieron que las clases populares dieran su apoyo a un pronunciamiento liberal de carácter progresista, liderado por el general Leopoldo O´Donnell, en junio de 1854 en las cercanías de Madrid en los cuarteles de Vicálvaro, por lo que se le denomina: La “Vicalvarada”, la declaración de intenciones por medio del “Manifiesto de Manzanares”, redactado por Cánovas del Castillo, determinó la movilización de los grupos progresistas. Aunque el movimiento no pretendía destronar a la reina sino forzarla a admitir las reformas democráticas interrumpidas en 1844. En medio de la confusión general, la reina decidió llamar a Espartero, comenzando así el: Bienio progresista (1854-1856). · Volvieron a adoptarse medidas radicales como en la época de la regencia de Espartero; Los jesuitas fueron expulsados bajo la acusación de conspirar con los antiliberales y se prohibieron las procesiones y las manifestaciones externas del culto católico. · Se elaboró un texto constitucional en 1856 que, aunque aprobado por las Cortes no llegó a ser promulgado. · Un hecho relevante fue la Ley de Desamortización General de 1855, elaborada por Pascual Madoz, que venía a completar la obra de Mendizábal. Afectaba sobre todo al clero secular y a los bienes municipales. Esto, junto con las medidas anteriormente nombradas, suscitó la ruptura con la Iglesia, mientras que la medida de desamortizar los bienes municipales, encontró una fuerte oposición no sólo de los moderados, sino también de algunos diputados progresistas. · Se establecieron también leyes relacionadas con la banca, la minería y la más destacable: la ley general de Ferrocarriles de 1855. Pero las presiones de la Corona y la Iglesia provocaron la reacción de los liberales moderados que provocaron la caída de Espartero y la vuelta de los moderados al poder.
Comienza así la: Segunda Década liberal conservadora (1856-1868) En este periodo se sucedieron los gobiernos de los generales Narváez y O´Donnell: · Bienio moderado de Narváez (1856-1858). · Gobierno de la Unión liberal de O´Donnell. (1854-1863) · Gobiernos moderados de Narváez y González Bravo (1863-1868) Este periodo estuvo caracterizado por el predominio de tres sectores sociales: los terratenientes, los militares conservadores y la Iglesia. Se paralizó la desamortización, se le reconocieron a la Iglesia muchas prerrogativas. El periodo de mayor prosperidad coincidió con el Gobierno de la Unión liberal de O´Donnell., este gobierno se benefició de una época de buenas cosechas y de expansión comercial, gracias a las bases coloniales de Cuba y Filipinas. En este periodo también se inició una activa política exterior. Se enviaron tropas a la Conchinchina (hoy parte de Vietnam), se hicieron expediciones militares al norte de África, lo que acabó en una guerra abierta contra el Sultán, se ocupó militarmente Santo Domingo, aunque después se perdió, etc.; Paralelamente crecían en España las aspiraciones políticas de mayor libertad y derechos civiles. Se desarrollaba el partido demócrata y aparecía el republicanismo, al tiempo que se creaban las primeras organizaciones obreras y se producían agitaciones entre el campesinado jornalera, que en ocasiones fueron duramente reprimidas por la Guardia civil. En 1864 volvió Narváez al gobierno, entregando el Ministerio de Gobernación a González Bravo. Tras la destitución de los profesores universitarios republicanos Castelar y Sanz del Río, y las protestas estudiantiles que siguieron, el ejército actuó con gran violencia (Noche de San Daniel). Hubo nuevos pronunciamientos progresistas que llevaron a una dura represión y los fusilamientos del cuartel de San Gil.
La reina se desprestigiaba día a día y esto llevó a una alianza entre progresistas y demócratas, que firmaron un pacto en la ciudad belga de Ostende, 1866, que incluía el acuerdo para destronar a Isabel II. (Pactos de Ostende) Dos años después, en septiembre de 1868 la armada española atracada en Cádiz y dirigida por el almirante Topete se sublevó, con el apoyo de los generales Prim y Serrano. Comenzó así la Revolución Gloriosa. El movimiento se extendió con levantamientos populares que ocuparon las plazas de sus localidades al grito de “Mueran los borbones” y se organizaron juntas revolucionarias locales. Serrano venció al ejército gubernamental en Alcolea, Córdoba, e Isabel II huía a Francia. La revolución había triunfado. La Constitución de junio de 1837, pese a su tendencia progresista, tenía importantes concesiones a los moderados- Reconocía la soberanía nacional y realizaba una prolija declaración de derechos individuales, pero reforzaba el poder ejecutivo, atribuido a la Corona, y otorgaba conjuntamente el legislativo a las Cortes con a Rey. Este tenía a derecho de convocar, suspender o disolver las Cortes, y podía ejercer el veto sobre las leyes aprobadas por ellas. Se establecían dos cámaras, la de Diputados, por elección directa y por sufragio censitario, y el Senado, cuyos miembros eran elegidos por el Rey entre ternas propuestas por los electores. El Rey nombraría a sus ministros, pero éstos podrían ser objeto de censura por las Cortes. Lo que obligaba a la Corona a inclinarse por la mayoría parlamentaria. La Constitución de 1845. Tras el triunfo de los moderados en Torrejón de Andoz, el gobierno de Narváez llevó a cabo la reforma de la Constitución de 1837, siendo reformada en una Asamblea Ordinaria y no en unas Cortes constituyentes. La Constitución de 1845 es la plasmación política e institucional del ideario moderado, como podemos observar en los siguientes aspectos: -Se niega la soberanía nacional así como, el poder constituyente del pueblo. -La afirmación de una Constitución histórica basada en dos instituciones: Rey y Cortes, cuyas relaciones regula y articula una Constitución escrita./Si la Constitución de 1837 fue la del Partido Progresista, ésta, lo es del moderado. Se inicia de este modo una práctica que se hará normal en el siglo XIX en España: cada partido elabora su Constitución, por lo que suele hablar de “Constituciones de partidos” que es el motivo del carácter efímero de las mismas. Como aspectos importantes de la Constitución del 45 debemos señalar los siguientes: -El poder de la Corona prevalece sobre el de las Cortes. -El Congreso pierde Autonomía al desaparecer el poder de convocar las Cámaras de manera automática. Al distanciarse las elecciones (cada 5 años) el contacto con el electorado se debilita. Además la única obligación del gobierno es reunirlas una vez al año para aprobar los presupuestos del Estado. -El senado es de nombramiento real con un número ilimitado de senadores, lo que refuerza el papel del gobierno y de la Corona. Los senadores procederán de la alta clase media, del ejército, la jerarquía de la Iglesia y una representación de la grandeza y de los títulos nobiliarios. Es pues, una Cámara adicta a la Corona, la cual junto con el gobierno usará de las prerrogativas que la Constitución de da y que va mucho más allá de lo que es en un régimen liberal. Por otra parte, podemos señalar como otros principios ideológicos del moderantismo y de la Constitución del 45 entre los siguientes: -Bicameralismo. -Soberanía compartida entre el Rey y las Cortes. -La exclusividad de la religión católica. -El mantenimiento del clero por el Estado. -La supresión de la Milicia Nacional. -El carácter vitalicio de los Senadores. -El poder de la Corona para disolver las Cortes. -La pérdida de la autonomía en la gestión de los Ayuntamientos y Diputaciones, que quedan sometidos al poder central. Const. 1812. Soberanía nacional. Igualdad ante la ley. Derechos individuales. División de poderes. Religión católica única. Sufragio universal. Monarquía moderada. Libertad económica. Milicia Nacional. Const. 1837. Progresista. Soberanía nacional. Estado se organiza siguiendo la división de poderes. Cortes bicamerales. Rey poder ejecutivo. Rey derecho a veto ilimitado. Rey designa senadores y ministros. Derechos individuales y libertas de impuestos. No se prohíben otras religiones. Sufragio censitario. Const. 1845. Moderado. No soberanía nacional. Soberanía entre las Cortes y el rey. Rey poder ilimitado -> legislativo compartido. Senadores vitalicios nombrados por la reina. Religión católica oficial. Recorte derechos individuales. Const. 1869. Soberanía nacional. Libertad de culto. Derechos individuales, sufragio universal, libertad de enseñanza, asociación gremios. Monarquía parlamentaria. Triunfante la Revolución de 1868, se convocaron elecciones para unas Cortes constituyentes, celebrándose el 15 de enero de 1869,1 2en las que dominaron los partidos vencedores en la revolución, ya que los progresistas alcanzaron 160 escaños, la Unión Liberal 80 y los demócratas 40. Consiguieron también importante número de diputados los republicanos, 80, y estaban en minoría los carlistas, 36. El texto elaborado por las Cortes de 1869 esta considerado por muchos como la primera constitución democrática del Reino de España, que se anticipó varias décadas a otros países europeos en cuanto a los logros políticos y sociales alcanzados. Entre sus características principales destacan; un avanzada declaración de los derechos individuales de todos los ciudadanos, el derecho de todos los ciudadanos a la participación política, el sufragio universal masculino, la libertad de imprenta, la libertad de culto y el derecho de reunión y asociación, todos ellos reconocidos por primera vez y de una gran importancia para el desarrollo del movimiento obrero en España. Además, la constitución proclamaba la soberanía nacional, indicando que todos los poderes del Estado surgían de la Nación española, cuya forma de gobierno era la monarquía constitucional. Por último otorgaba un gran papel a las Cortes, que serían el máximo órgano de representación de la nación, ya que no solo legislaban, sino que controlaban al gobierno y limitaban el poder del monarca. Grupos políticos. Liberales. Soberanía nacional. Cortes de poder representativo. Igualdad ante la ley. Fin de la sociedad estamental. Desamortización. Progresistas. Limitación del poder de la Corona. Ampliación de las libertades. Defensa de medidas radicales. Voto censitarios más amplios. Creación de la Milicia Nacional. Moderados. Más conservadores, quieren orden y autoridad. Fortalecer el poder del rey. Menos libertades individuales. Sufragio censitario registrado. Supresión de la Milicia Nacional. Resignación de cargos del ayuntamiento por el poder central. El ferrocarril. La expansión del ferrocarril fue el indicador más fiable del grado de industrialización alcanzado por cada país. Desempeñó un papel fundamental en el crecimiento económico de los distintos países. En España, su expansión se retrasó a la segunda mitad del siglo XIX por varias causas: condiciones orográficas, estancamiento económico, atraso técnico, ausencia de capitales privados dispuestos a invertir y un Estado sin ingresos.