Introducción
Marx nos ofrece, en este proemio a la Contribución a la crítica de la economía política, la formulación principal de uno de los pilares de su filosofía: el materialismo histórico. El materialismo histórico es un modelo de explicación de la sociedad y del cambio de esta a lo largo de la historia. Según este modelo, en toda sociedad pueden distinguirse dos planos: su base económica y su superestructura jurídica, política e ideológica.
La base económica
La base económica consiste, principalmente, en las relaciones de producción que se establecen en función del papel de los individuos en la producción social. Estas relaciones son, por una parte, las relaciones técnicas; pero, sobre todo, son las que el marxismo llama relaciones sociales. La relación social principal es la relación que se establece entre propietarios y no propietarios de los medios de producción (tierras, maquinaria, etc.). Por ejemplo, en el capitalismo, entre capitalistas y asalariados.
Pero estas relaciones de producción dependen, a su vez, de cómo sean las fuerzas productivas. Las fuerzas productivas son, tanto la propia capacidad de trabajo del ser humano y los recursos naturales disponibles, como, sobre todo, los conocimientos técnicos, traducidos en diferente instrumental, herramientas, máquinas, etc. Por eso llegó a decir Marx en su escrito contra Proudhon, La miseria de la filosofía: “El molino a brazo os dará la sociedad con el señor feudal; el molino a vapor, la sociedad con el capitalismo industrial”.
La superestructura
Las relaciones de producción, como hemos dicho, consisten fundamentalmente en unas relaciones de propiedad que tienen su expresión en los códigos jurídicos, en las leyes, que forman parte ya de la llamada superestructura, junto a las formas políticas correspondientes. Por ejemplo, el sistema jurídico de la Francia anterior a 1789 va acompañado de un sistema político que consagra el poder de la nobleza. Pero esta situación requiere también una justificación teórica mediante las ideas y formas de pensamiento propias del feudalismo. Es lo que Marx denomina ideología: religión, filosofía, artes…
Cambio social y modos de producción
Cuando se produce un cambio en las fuerzas productivas, tiene lugar un desajuste entre ese elemento fundamental de base económica y el resto de los componentes. Por ejemplo, los cambios tecnológicos produjeron la revolución industrial, que hace aparecer a capitalistas y al proletariado. Pero esta nueva situación ya no es compatible con una sociedad estamental, la monarquía absoluta, etc. (superestructura). Se entra, por tanto, en un período revolucionario, de crisis, hasta que la superestructura se adapte finalmente a la nueva base económica.
Para Marx, los tipos de sociedad que han existido a lo largo de la historia, en función de este modelo, son: el comunismo primitivo, el asiático (aunque Marx no menciona en este texto estos dos primeros), el antiguo (esclavista), el feudal y el capitalista. Este último se vería sustituido por el comunista. A cada una de esas configuraciones sociales, Marx las denomina modos de producción.
La tarea del historiador
Como consecuencia de esta manera de entender la historia, la tarea del historiador consiste principalmente en el estudio, no de la “evolución general del espíritu humano”, sino de las formas sociales, cuyo sustrato último es económico. Por tanto, la Historia estudia las formas de pensamiento de una época histórica como reflejo de su entramado social y, sobre todo, económico.
Justificación desde la obra de Marx
Explicada la justificación de la posición filosófica del autor desde el propio proemio a la Contribución a la crítica de la economía política del que forma parte, pasamos a continuación a tratar su justificación desde una perspectiva más amplia, teniendo en cuenta el conjunto de la obra de Carlos Marx:
1. Análisis del capitalismo y la plusvalía
Las tesis de Marx en este texto quedan más sólidamente justificadas desde el momento en que este modelo general, basado en la oposición base-superestructura, se concreta en sus análisis históricos y económicos, particularmente del sistema capitalista (contenidos principalmente en El Capital, publicado en su primera parte en 1867). En este análisis de la economía capitalista, un concepto especialmente importante es el de plusvalía: La plusvalía es la diferencia entre el valor de cambio de la mercancía y lo que se le paga a los asalariados. En segundo lugar, es también trascendental la tesis marxista del descenso de la tasa de ganancia. Según Marx, la necesidad de aumentar la productividad (en suma, la plusvalía), lleva al capitalismo a tener que aumentar cada vez más la inversión en los medios de producción (en definitiva, en tecnología), en una carrera cada vez más acelerada que, finalmente, lleva a una situación límite: la inversión hace imposible la ganancia. Lo más importante es subrayar que, para Marx, el capitalismo, además de que pueda ser injusto, explotador, etc., es, sobre todo, un sistema económico que lleva en sí mismo la semilla de su destrucción.
2. La praxis política y la transformación del mundo
Sin embargo, como es sabido, Marx no se limitó a vaticinar ese fin, sino que contribuyó activamente a, con expresión suya en el prólogo a El Capital, “acortar los dolores del parto”. La justificación principal de la obra de Marx, al menos desde su propia perspectiva, sería, pues, una justificación política. En la famosa tesis XI sobre Feuerbach (1845), había escrito: ”Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. La práctica política de Marx entronca con los movimientos obreros anteriores a él, a los que nos referimos en la pregunta tercera. Pero, a diferencia de otras corrientes de ese movimiento, de reivindicaciones más bien laborales, lo característico del marxismo es orientar el movimiento obrero hacia programas políticos. Y ello, además, en oposición a los socialismos utópicos y al anarquismo. La gran diferencia con respecto a los primeros está en que, para Marx, el socialismo no es sino el desenlace del propio desarrollo del capitalismo. Por tanto, el paso al socialismo no puede consistir en el regreso a formas de producción anteriores al capitalismo (como Marx acusa a Proudhon), no puede ser una vuelta atrás, sino un progreso. Con respecto a los anarquistas, Marx se enfrentó a Bakunin en la I Internacional (1864). Para Marx, la revolución tiene como objetivo la toma del poder estatal por parte del proletariado, e incluso defiende la necesidad de una fase de dictadura por parte de este. Por tanto, Marx, a diferencia de Bakunin, no pretende que la revolución acabe con el Estado de forma inmediata. Se trata de que el proletariado se haga dueño de los medios de producción, que dejarían de estar en manos privadas para ser socializados, y para ello es fundamental tomar también el poder político.
En la práctica revolucionaria por parte de Marx, en su vida y en su obra, hay dos preocupaciones constantes: lograr la unidad de lucha entre los trabajadores de diferentes países (de ahí la exhortación con la que acaba el Manifiesto comunista, escrito con Engels en 1845: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”), y dotar al movimiento obrero de una base teórica fuerte. Pero siempre partiendo de que el motor de la revolución solo puede ser el propio movimiento obrero: “Ni en dioses, reyes ni tribunos está el supremo salvador, nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor”, entonará luego “La Internacional”.
3. La alienación y la crítica de la religión
El programa político de Marx incluiría además, al menos en una primera época, la que se corresponde aproximadamente con su estancia en Francia, una transformación completa del ser humano que lo liberaría de sus alienaciones. El concepto de alienación, originario de Hegel, lo toma Marx de Feuerbach. Feuerbach, dentro de la corriente de la izquierda hegeliana, pensaba que el ser humano está alienado al poner en Dios la perfección suprema, en lugar de luchar por la máxima perfección posible. Marx estuvo muy influido por su filosofía y llegó a escribir que “había que pasar por ese arroyo de fuego” (Feuer-bach). Marx da por supuesto el ateísmo de Feuerbach, pero cree que este no ha profundizado en la auténtica explicación de esa alienación. En los llamados Manuscritos de París, concreta la alienación del ser humano en la alienación del trabajador:
- Alienación con respecto a su producto, que al convertirse en capital queda para él como algo extraño.
- Alienación con respecto a su actividad: el trabajador, dice Marx “está en lo suyo cuando no trabaja, y cuando trabaja no está en lo suyo”.
- Alienación con respecto a la Naturaleza, de la que se ve artificialmente separado.
- Alienación con respecto a los otros hombres, dado el individualismo que fomenta el trabajo en el sistema capitalista.
Por tanto, para Marx la crítica de la religión y de la teología que hace Feuerbach ya no tiene sentido. La crítica a la religión tiene que pasar a ser una crítica social. Y esa crítica tiene que, a su vez, estar encaminada a un programa político que, en suma, acabe con la alienación humana.