Evolución y Consolidación del Liberalismo en España: Siglo XIX

Ideario del Liberalismo

El liberalismo surge en el siglo XVIII a partir de las ideas de la Ilustración y del liberalismo económico, y pretende derribar los principios del Antiguo Régimen. Ideológicamente, plantea la existencia de libertades inalienables al individuo, la pluralidad de ideas, la opinión libre y la tolerancia. Políticamente, sostiene la no existencia de autoridad soberana absoluta, reconociendo al ciudadano con plenos poderes frente al vasallo del Antiguo Régimen. Se defiende la división de poderes, separados en: ejecutivo, legislativo y judicial. El concepto de Soberanía como origen del poder y de la ley recae en la representatividad del pueblo o Nación, en un sistema de elección basado en el sufragio censitario o en el universal masculino. La idea de Nación se identifica con el conjunto de ciudadanos que tienen unos rasgos comunes. Las leyes comunes para la Nación-Estado se articulan en una Constitución o código supremo, que contempla la forma política del país, el funcionamiento de sus instituciones, y los deberes y derechos de los ciudadanos. A nivel institucional, se incide en la idea de centralismo, la igualdad y uniformidad de los territorios del Estado – Nación, y la igualdad de los ciudadanos ante la ley. Socialmente, se suprimen los estamentos y se divide la nueva sociedad en clases sociales. En cuanto a la religión, no se rechaza, pero se tiende a limitar el poder económico de la Iglesia, y se desarrolla el anticlericalismo. El principio del liberalismo también se aplica a lo económico, teoría que desarrolló Adam Smith basada en la “ley de oferta y demanda” y la no interferencia del Estado en asuntos económicos. Se demanda una propiedad libre y plena y, para ello, se plantea la libre competencia en las condiciones de producción y circulación de bienes, organizando la producción económica en la obtención del capital. Cobran protagonismo las desamortizaciones.

El Liberalismo en España: Corrientes

En España, la crisis de la monarquía absoluta, que se arrastraba desde las últimas décadas del siglo XVIII, desembocó entre 1808 y 1843 en la implantación de un régimen liberal no democrático. A lo largo de esos años, en un contexto de guerras y revolución, se fraguó el Estado liberal y se modificaron los fundamentos de la sociedad estamental. Este proceso se denomina revolución liberal y representó un cambio político y social respecto a las estructuras del Antiguo Régimen. La guerra de la Independencia, entre 1808 y 1814 contra Napoleón, precipitó la crisis política interna de la monarquía absoluta y abrió el camino a propuestas de reforma de las viejas estructuras políticas y sociales. De estas Cortes, continuadas en Cádiz, surge el primer liberalismo español, cuyo mejor reflejo lo tenemos en la Constitución de Cádiz de 1812, que influye en el desarrollo del liberalismo y del constitucionalismo español hasta el afianzamiento del modelo liberal español. Sin embargo, tras el proceso de la Restauración en España, se vuelve a implantar un sistema absolutista con Fernando VII, en cuyo reinado se desarrolló el conflicto entre absolutismo y liberalismo, distinguiendo tres etapas: el Sexenio Absolutista, el Trienio Liberal y la Década Ominosa. Durante el Trienio Liberal, tras un pronunciamiento militar del oficial Riego, se produce el intento de aplicar las reformas aprobadas por las Cortes de Cádiz, hasta que este régimen fuera derrocado por intervención extranjera.

La construcción del sistema liberal se produce durante el reinado de Isabel II. Ante la minoría de edad de Isabel, el poder cae en manos de regentes: la reina madre María Cristina y el general Espartero. La monarquía tendrá un papel político decisivo en la trayectoria del nuevo Estado liberal, ya que se le atribuyen importantes poderes ejecutivos y una amplia participación en el legislativo al poder alterar la vida parlamentaria. Para gobernar, lo importante era la confianza de la Corona, que apoyará en especial a los ministros moderados. El poder legislativo es bicameral. El sistema electoral se basa en el sufragio censitario masculino, aunque el sistema parlamentario era una falsedad, dada la intervención sistemática del gobierno en las elecciones.

Tendencias del Liberalismo Español

El liberalismo español está dividido en dos tendencias, ya manifestadas durante el Trienio Liberal: moderados y progresistas, que consolidan el constitucionalismo en España, junto con otros partidos.

  • Moderados: defienden el liberalismo doctrinario, es decir, son partidarios de conciliar los cambios políticos y sociales de la revolución liberal con la tradición histórica representada por dos instituciones fundamentales: el Rey y las Cortes, defendiendo el principio de soberanía compartida. Para ellos, la libertad supone la defensa de la seguridad de las personas y de los bienes y de la propiedad privada. Defienden un Estado centralista y confesional católico. Desconfían de la excesiva participación popular en los ámbitos locales y provinciales. Están mejor organizados y cohesionados doctrinalmente que los progresistas. Su apoyo social se basó en los grandes propietarios, mundo financiero, burgueses enriquecidos por la desamortización, aristócratas y generales.
  • Progresistas: defienden el liberalismo radical y se caracterizan por: insistir en el principio de Soberanía Nacional como fuente de legitimidad; defender las libertades individuales frente al Estado y tratar de eliminar las trabas que impedían la movilidad de las clases medias; no defender la democracia ni el sufragio universal masculino; ser partidarios de una extensión paulatina y gradual del derecho a voto; propugnar la separación Iglesia – Estado. Su apoyo se basa en hombres de negocios, funcionarios, abogados, pequeños comerciantes y artesanos, generales, periodistas, etc. Destacan Espartero, Mendizábal, Prim, entre sus políticos.

El Liberalismo Democrático

Dentro del liberalismo, y a su izquierda, se sitúa el liberalismo democrático. Se desarrolla a partir del manifiesto de 1849, siendo una escisión de los progresistas. Es un grupo heterogéneo, que defiende la radicalización de los principios del progresismo, y demanda los siguientes principios:

  • La soberanía nacional plena.
  • El sufragio universal masculino.
  • La Milicia Nacional.
  • La autonomía y participación popular en el poder local y provincial.
  • La aconfesionalidad del Estado.
  • La tolerancia religiosa.
  • La enseñanza gratuita.
  • Un sistema fiscal proporcional a la riqueza.

Su influencia política es escasa hasta los años anteriores a la revolución de 1868.

Las Oposiciones al Sistema Liberal

El Carlismo

La primera oposición al liberalismo será el carlismo. Las causas de esta oposición se enmarcan en la muerte de Fernando VII en 1833, que desencadena una guerra civil que enfrenta a los defensores liberales de la Regencia de María Cristina con los defensores de los derechos al trono de Carlos María Isidro. Este conflicto tiene su origen en que, hasta el nacimiento de Isabel II, Carlos María Isidro era el heredero al trono. Además, meses antes del nacimiento de su hija, Fernando VII publicó la Pragmática Sanción, la cual los carlistas no consideraban aprobada, creyendo como sucesor a Carlos V. Hubo dos conflictos más: la Segunda y la Tercera Guerra Carlista con los descendientes, considerados Carlos VI y Carlos VII. Políticamente, el carlismo es enemigo acérrimo del liberalismo, defendiendo el tradicionalismo, el Antiguo Régimen, la monarquía de origen divino y el sistema foral. Socialmente, el carlismo fue un movimiento tan heterogéneo como el liberalismo. Sus grupos dirigentes provienen de la Iglesia y su apoyo, de la pequeña nobleza local y las oligarquías rurales o sectores amplios del artesanado y del campesinado. El fenómeno carlista destacó en regiones como el País Vasco, Navarra, norte de Cataluña, áreas del este peninsular y Castilla.

El reinado de Isabel II supuso para España la consolidación del Estado liberal, tras dos intentos fallidos de aplicación de este movimiento: las Cortes de Cádiz y el Trienio Liberal. A la etapa del reinado de Isabel II, siguió el denominado Sexenio Democrático, tras la Revolución de Septiembre de 1868, a partir de un pronunciamiento militar de los generales Prim y Serrano.