El Segundo Bienio de la Segunda República Española (1931-1936)
2.1 Bienio Reformista (1931-1933)
Los problemas del Bienio
- La reforma agraria: Se intentaba transformar la estructura agraria española al crear una numerosa clase de pequeños propietarios agrarios y acabar con el latifundismo. Se expropiarían mediante indemnización las grandes propiedades, así como las tierras que eran arrendadas sistemáticamente. La Ley, aprobada en septiembre de 1932, preveía un ritmo de asentamiento anual de 60.000 a 70.000 campesinos. Pero el Instituto de Reforma Agraria, creado al efecto, no contó con dinero suficiente para alcanzar esas metas.
- El problema religioso: Este problema se agravó con las medidas adoptadas por el Gobierno durante los años 1932 y 1933. De acuerdo con lo establecido en la Constitución, el Gobierno extinguió la Compañía de Jesús y confiscó sus bienes, implantó el divorcio, anuló el presupuesto del culto y del clero, y prohibió a los religiosos ejercer la enseñanza.
- El problema militar: En abril de 1931, la Ley Azaña dio la posibilidad de solicitar el retiro a los generales y oficiales que no quisieran jurar fidelidad a la República. También quedó suprimido el grado de capitán general, se redujo el número de divisiones y se clausuró la Academia General de Zaragoza. Las medidas continuaron, en 1932, con el pase a la reserva de aquellos generales que no hubieran recibido ningún nombramiento en el plazo de seis meses. Estas decisiones perseguían un profundo cambio social en el Ejército y a ellas se opuso un amplio sector de la milicia.
- El problema regional: Las reivindicaciones catalanas se encauzaron a través del Estatuto de Cataluña, aprobado en septiembre de 1932. Cataluña se convertía en una región autónoma con gobierno propio, la Generalidad, constituida por un Presidente, un Parlamento que elegía al Presidente y un Consejo Ejecutivo. Al Gobierno central quedaban reservados el orden público, la defensa nacional y las relaciones exteriores. Maciá fue elegido presidente de la Generalidad y Companys lo fue del Parlamento. La aprobación del Estatuto contó con fuerte oposición en las Cortes y en la prensa de derechas, y despertó recelos en los medios militares.
La sublevación de Sanjurjo y los sucesos de Casas Viejas
En agosto de 1932, la sublevación del general Sanjurjo en Sevilla evidenció la protesta de los sectores afectados por las reformas del Gobierno. El movimiento militar fracasó y sus dirigentes fueron condenados a muerte, pena que fue conmutada por la de cadena perpetua.
La inquietud social y la protesta de la izquierda por la lentitud de la reforma agraria fue causa del alzamiento anarquista que acabó con los sangrientos sucesos de Casas Viejas. Este dramático episodio provocó la dimisión de Manuel Azaña en septiembre de 1933. El presidente de la República disolvió las Cortes y convocó nuevas elecciones.
2.2 Bienio Radical-Cedista (1934-1936)
Los Gobiernos radicales
Las elecciones de noviembre de 1933 dieron el triunfo a los radicales de Lerroux y a la derecha, que había acudido unida a la contienda electoral (Confederación Española de Derechas Autónomas, CEDA, dirigida por Gil Robles), mientras las fuerzas políticas que habían sustentado el primer bienio de la República fueron derrotadas. Hasta octubre de 1934 gobernaron dos gabinetes radicales que contaron con el apoyo de la CEDA.
La marcha de la República invirtió el rumbo iniciado en el primer bienio. Así, la reforma agraria quedó detenida, se frenó la política religiosa de Azaña, se suspendió la Ley de Congregaciones Religiosas y los responsables del movimiento de agosto de 1932 fueron amnistiados. La Ley de Contratos de Cultivo, votada en marzo de 1934 por el Parlamento Catalán, llevó al enfrentamiento entre el Gobierno del Estado y el de Cataluña, y al abandono de las Cortes por los diputados catalanes, cuando el Tribunal de Garantías Constitucionales falló en contra de esa Ley.
A comienzos de octubre de 1934, Lerroux formó el tercer Gobierno, en el que dio entrada a tres ministros de la CEDA, hecho que determinó el estallido inmediato de la «revolución de octubre».
La Revolución de octubre de 1934
La revolución acusó su mayor gravedad en Cataluña y, sobre todo, en Asturias. En Cataluña, Lluís Companys, que había sucedido a Maciá en la presidencia del Gobierno de la Generalidad, proclamó el 6 de octubre el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. Pero esta rebelión de la Generalidad no recibió el apoyo anarcosindicalista, fue reprimida por el general Batet y el Gobierno suspendió el Estatuto de Cataluña.
En Asturias, a la revolución dirigida por los socialistas se unieron anarquistas y comunistas, a través de las Alianzas Obreras. Los trabajadores controlaron las cuencas mineras y dominaron Oviedo, después de proclamar en Mieres la República Socialista. El ejército dominó la situación mediante una amplia operación militar, dirigida por Franco. La revolución de Asturias, que dejó tras de sí cientos de muertos, enfrentó, sin posibilidad de convivencia, a la derecha y la izquierda.
Desde octubre gobernaron varios gabinetes de coalición de los radicales con la CEDA, hasta finales de 1935. Dentro de una línea conservadora, los intentos de reforma agraria de Giménez Fernández, ministro de Agricultura de la CEDA (Ley de Yunteros Extremeños, Ley de Arrendamientos Rústicos), fracasaron, frenados por sus propios correligionarios, mientras que la Ley Velayos (agosto de 1935) fue una auténtica contrarreforma agraria.
En el verano de 1935, el escándalo del estraperlo (corrupción en concesión de licencias de un juego de casino trucable) desacreditó políticamente al partido radical, por lo que Alcalá Zamora (después del paréntesis del Gobierno Chapaprieta) confió el poder a Portela Valladares, a quien encargó la convocatoria de elecciones.