Durante la segunda mitad del siglo XIX, Europa experimentó cambios significativos desde el punto de vista territorial y social. Los primeros se basaron en los nacionalismos, un sentimiento nacido de los principios de libertad defendidos por la Revolución Francesa: “libertad de los pueblos de elegir su propio destino”. El segundo lo protagonizaron los obreros, basados en las ideas socialistas y anarquistas, que buscaban cambiar la organización social y económica vigente. Ambos movimientos se convirtieron en motores del cambio histórico, como antes lo habían sido la burguesía y el liberalismo.
En España, los movimientos nacionalistas y el movimiento obrero se opusieron al modelo de la Restauración y, a la larga, provocaron su crisis. Los partidos nacionalistas y obreros eran opciones políticas fuera del sistema y lucharon por conseguir representación parlamentaria y cambiar el modelo político y social español vigente, caracterizado por el turno de partidos (en el que sólo podían participar liberales y conservadores) y una sociedad de clases con privilegios y grandes diferencias económicas.
Nacionalismos y Regionalismos
Uno de los fenómenos más destacados durante este periodo fue la aparición de diversos movimientos regionalistas y nacionalistas. Los movimientos regionalistas, como los de Galicia y Valencia, reivindicaban el reconocimiento de la identidad diferencial de una región, ya sea cultural, económica, administrativa o política, y propugnaban un estado descentralizado. Los movimientos nacionalistas, como los de Cataluña y el País Vasco, exigían además importantes cotas de autogobierno, basándose en el principio “cada nación, un estado”.
El origen de estos movimientos se debió a distintos factores que variaban según las características de cada zona concreta. Sin embargo, todos defendían el particularismo lingüístico, cultural, institucional e histórico frente a las tendencias centralistas del estado liberal, que fue incapaz de organizar un nacionalismo español, pues éste se identificaba con el tradicionalismo católico. La ineficacia del sistema de la Restauración para resolver la democratización del país (la manipulación de las elecciones era cada vez más frecuente) o la política colonial que se seguía en Cuba, permitió a los partidos nacionalistas presentarse como los únicos capaces de regenerar el país e impulsar un desarrollo económico y cultural.
El Nacionalismo Catalán
El sentimiento nacionalista catalán tuvo su primera manifestación en los años treinta del siglo XIX, coincidiendo con el movimiento nacionalista europeo. Este sentimiento, que buscaba sus señas de identidad en el pasado, comenzó con un movimiento de recuperación cultural conocido como la Renaixença, que intentó fortalecer la lengua propia de esta zona, el catalán, convirtiéndola en una lengua no sólo hablada en la calle sino también literaria. Su labor de difusión fue importantísima, con libros y periódicos. El movimiento literario propició el nacimiento de movimientos políticos después de mediados de siglo que buscaron, dentro del juego parlamentario, el autogobierno para la región catalana. La justificación de este nacionalismo político se basaba en:
- La historia propia y diferenciada del resto del estado español: Cataluña fue una entidad política diferenciada hasta el siglo XV y respetada por la monarquía hispánica de los Reyes Católicos y los Austrias. Sólo el primer Borbón, Felipe V, les quitó sus privilegios.
- Una lengua diferente, tan antigua como el propio castellano y conservada en público y en privado.
- Una realidad económica diferenciada del resto de España: el desarrollo industrial desde los años 40 del siglo XIX se dio en la periferia, y Cataluña fue una de estas zonas. Este desarrollo económico estuvo unido a una importante burguesía industrial y de negocios con mentalidad empresarial, a una pequeña burguesía comercial urbana, a unas clases populares formadas por trabajadores independientes y a una clase obrera moderna e industrial. Fueron estos grupos sociales, y especialmente los dos primeros, los que defendieron el autogobierno de Cataluña.
Es en este contexto donde se sitúa el nacimiento del nacionalismo político catalán, que se identificó con los intereses económicos de las clases sociales emergentes. Este se movía entre el federalismo republicano y el conservadurismo tradicionalista y católico.
El primer partido que se formó para reclamar la autonomía para Cataluña dentro del estado español fue el Centre Català, creado por el federalista Valentí Almirall. Este proyecto político liberal y laico fracasó, y a finales de siglo se inició un predominio del catalanismo conservador.
En 1891 se constituyó la Unió Catalanista, fruto del esfuerzo unitario de las diferentes opciones políticas. Los hombres más importantes de este partido fueron su presidente, Lluís Domènech i Montaner, y el secretario, Enric Prat de la Riba. Ellos elaboraron el primer programa político del catalanismo, conocido como las Bases de Manresa, que defendía el autogobierno para Cataluña dentro de posturas autonomistas y nunca independentistas. Por eso, aclaraba cuáles serían las competencias del poder central, diferenciadas de las competencias del poder autónomo. Se pedía, en este documento, el reconocimiento de un gobierno y un cuerpo legislativo propios, éstos sólo tendrían competencias en política interior.
Con las “Bases de Manresa” se intentó dar respuesta a las aspiraciones catalanistas. Este proyecto autonomista continuó en 1901 con la creación de la Lliga Regionalista, en la que Prat de la Riba, el ideólogo de la Unió Catalanista, junto con Francesc Cambó, agruparon a todos los sectores conservadores del catalanismo, iniciándose así un proyecto unitario y duradero en la defensa de los intereses catalanes. Los dos objetivos primordiales de la Lliga consistían en demandar la autonomía política de Cataluña dentro de España y defender los intereses económicos de las cuatro provincias, sobre todo reclamando mayor protección para las actividades del empresariado industrial catalán. Los propósitos autonomistas de la Lliga colisionaron con el cerrado centralismo de los gobiernos de la Restauración, cuya única e insuficiente respuesta fue la creación, por el gabinete presidido por el conservador Eduardo Dato, en 1914, de la Mancomunidad de Cataluña, un organismo que agrupaba a las diputaciones provinciales catalanas con fines exclusivamente administrativos.
La Lliga fue el partido nacionalista catalán más importante hasta 1923 (momento en que se inicia la dictadura de Primo de Rivera tras el golpe de estado que él mismo protagonizó) y fue el partido que hizo perder peso a los partidos dinásticos, pues contó con el apoyo mayoritario de la burguesía catalana y de las clases medias. Su irrupción en la política provocó en 1901 la crisis de la política caciquil.
El Nacionalismo Vasco
El nacionalismo del País Vasco tuvo peculiaridades distintas al catalán. Su fundamento ideológico era una lengua propia, el euskera, y la defensa de sus fueros históricos, que fueron derogados durante la Restauración en 1876. Esta pérdida de los fueros, junto con la industrialización que conoció el País Vasco (con la formación de una burguesía industrial y financiera vinculada al sistema canovista y al españolismo) y la llegada de inmigrantes de otros territorios (obreros que se vinculaban al socialismo), favorecieron el desarrollo del sentimiento nacional porque veían peligrar sus costumbres y tradiciones.
El propulsor del nacionalismo vasco, Sabino Arana, configuró el primer programa político nacionalista y fundó en 1895 el Partido Nacionalista Vasco (PNV), en el que se recogen los siguientes fundamentos teóricos:
- Defensa de la recuperación de la independencia vasca: creación de un estado con fronteras formado por Vizcaya, Álava, Guipúzcoa, Navarra, Laburdi y Zuberoa.
- Radicalismo antiespañol.
- Exaltación de la etnia vasca, oposición a los matrimonios entre vascos y foráneos.
- Integrismo religioso católico y absoluta negación de cualquier otra religión no católica.
- Promoción del idioma y recuperación de las tradiciones culturales vascas.
- Apología del mundo rural vasco.
El PNV se definía como un partido muy conservador, opuesto al liberalismo, la industrialización, el españolismo y el socialismo. En los primeros momentos tuvo escasa presencia, pero a partir de 1898-99 la base social se amplió y tuvieron los primeros éxitos electorales en el ámbito local y provincial.
Desde entonces convivieron dos tendencias: una posibilista, que propugnaba la reforma del Estado y la autonomía, y otra radical, seguidora de los postulados independentistas de Sabino Arana.
Los objetivos planteados tanto por el nacionalismo catalán como por el vasco no tuvieron respuesta durante el periodo de la Restauración, sólo la Lliga consiguió la Mancomunidad. La falta de respuesta por parte de la administración central les llevó a protagonizar la crisis de la Restauración. Concretamente, la Lliga fue el partido político protagonista de la Asamblea de Parlamentarios que fue una de las crisis que en 1917 estuvo a punto de poner fin a la Restauración.
Sólo durante la Segunda República Española, catalanes y vascos consiguieron su estatuto de autonomía.
Podemos destacar otras manifestaciones regionalistas, pero de poca trascendencia durante este periodo: los regionalismos gallego y valenciano.
- El regionalismo gallego: La situación de atraso socioeconómico en Galicia dificultó la implantación del galleguismo, que en sus inicios se limitó a una minoría intelectual que actuó como su impulsora. Este regionalismo se inició como un movimiento cultural, el Rexurdimento, que buscó respuestas al atraso económico y cultural de Galicia y cuyas figuras más destacadas fueron Rosalía de Castro y Manuel Murguía, exponentes de un liberalismo progresista. Paralelamente se desarrolló una corriente conservadora, tradicionalista y fuertemente católica, heredera del carlismo, que tiene en Alfredo Brañas su principal teorizador.
- El regionalismo valenciano: fue un fenómeno minoritario y tardío. Sus inicios coinciden con el renacimiento cultural de los años setenta que impulsó la formación de la sociedad Lo Rat Penat. Es a principios del siglo XX cuando se inician los planteamientos políticos con la formación de Valencia Nova, que reclamaba la autonomía.
El Movimiento Obrero
El movimiento obrero se organizó en España durante el periodo de la Restauración y coincidiendo con épocas de mayores libertades, especialmente durante los gobiernos de Sagasta. En periodos anteriores es poco significativo y se centra básicamente en algunas asociaciones de solidaridad y en acciones luddistas (destrucción de máquinas) en la Cataluña industrializada de la primera mitad del siglo XIX.
El movimiento obrero, entendido como la actividad política y social de los obreros y campesinos para mejorar su situación económica y laboral y defender sus derechos dentro de la sociedad capitalista, se consolidó después de los años 80 del siglo XIX y no sólo ejercieron una oposición política, sino que actuaron de forma violenta para conseguir sus objetivos. No sólo lucharon por sus mejoras, sino que tuvieron como objetivo final destruir la sociedad capitalista, porque la consideraban la responsable de todas las desigualdades. Las dos ideologías mayoritarias en el movimiento obrero fueron la anarquista y la socialista o marxista.
El Anarquismo
Esta corriente fue la que tuvo una mayor aceptación, sobre todo después de la visita a España de Giuseppe Fanelli (1869), discípulo de Bakunin, para organizar la sección española de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores) o Iª Internacional. (En 1864, anarquistas, socialistas y otros sindicatos de Europa se reunieron en Londres y fundaron la Primera Internacional, es decir, una organización obrera que intentaba dar unidad a todo el movimiento obrero).
El anarquismo significó la separación del mundo obrero de la política oficial, una vez fracasados los intentos de cambio en la Primera República. Los obreros desconfiaban de cualquier acción reformista del Estado y lucharon contra éste.
Tras el golpe de estado del general Pavía, que puso fin a la primera fase de la República, el gobierno declaró ilegales en 1874 las asociaciones ligadas a la AIT y se inició la persecución y represión policial con numerosas detenciones. Los anarquistas, ahora en la clandestinidad, se dividieron en dos tendencias: la de quienes proponían replegarse para esperar tiempos mejores y la de quienes proponían la “política de los hechos”, es decir, el terrorismo. La Mano Negra (1874-1883) fue signo de esto último, aunque la oligarquía andaluza exageró acciones terroristas para acabar con toda reivindicación laboral.
Cuando en 1881 el gobierno de Sagasta autorizó nuevamente las organizaciones internacionales, afirmándose así la libertad sindical y la legalidad de las asociaciones proletarias, comenzó un periodo de intensa actividad propagandística y organizativa obrera con asambleas, congresos, creación de periódicos, publicación de manifiestos, mítines, huelgas y manifestaciones callejeras (como las celebraciones del 1 de Mayo).
Ese rápido crecimiento del movimiento sindical inquietó a la burguesía conservadora y a los empresarios, pues consideraban que la AIT representaba una amenaza para el orden establecido y para sus intereses económicos.
Dentro del obrerismo español se mantuvo el predominio de la corriente anarquista, que se dividió en múltiples tendencias, entre las cuales destacó la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), creada en 1881. Esta división condujo a los anarquistas a una ineficacia en el mundo laboral. Para contrarrestarla, los grupos más exaltados recurrieron al terrorismo.
En 1901, diversos grupos anarquistas comenzaron a publicar en Cataluña un periódico, “Solidaridad Obrera”, que en 1907 patrocinó a una asociación de igual nombre. Fue una de las protagonistas de la Semana Trágica de Barcelona (1909). En 1910, el líder del anarquismo español Anselmo Lorenzo fundó la Confederación Nacional de Trabajo (CNT), un sindicato que hacia 1919 tenía ya 714.000 afiliados, lo que nos indica la gran aceptación de este sindicato, que tuvo una importante actuación en la crisis de 1917.
Los principales rasgos ideológicos que definían a los anarquistas eran:
- Rechazo de cualquier autoridad impuesta: “No al Estado, no al ejército, no a la Iglesia”.
- Rechazo de la propiedad privada y defensa del colectivismo.
- Defensa de la revolución violenta y del recurso a las huelgas generales, insurrecciones, sabotajes y actos terroristas como medio para destruir el estado burgués, al que consideran opresor.
- Apoliticismo. Rechazan el juego político y la participación de las elecciones.
- Anticlericalismo.
Este movimiento fue seguido en su mayoría por jornaleros andaluces y obreros industriales catalanes y levantinos.
El Socialismo
Al igual que el anarquismo, se desarrolla en épocas de mayores libertades. En 1879, coincidiendo con la apertura del gobierno de Martínez Campos, se funda el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Su fundador fue Pablo Iglesias, seguidor del socialismo marxista, que resaltaba la necesidad de la participación política de la clase trabajadora; de la formación de un partido obrero capaz de enfrentarse al sistema político y económico vigente. Las ideas básicas del programa socialista eran:
- Posesión del poder político por la clase trabajadora. Acabaría con la lucha de clases y crearía un estado comunista donde todos fueran iguales. Hasta este momento aceptarán el juego político para ir madurando en sus objetivos.
- Transformación de la propiedad privada en propiedad social (única forma de eliminar las diferencias y crear una sociedad de iguales).
- Medidas políticas y económicas de inmediata realización para alcanzar el fin propuesto: petición de derechos de asociación y reunión, de libertad de prensa, de sufragio universal; la jornada de ocho horas y el salario igual para trabajadores de ambos sexos.
- Rechazo del terrorismo, práctica que consideraba una falsa vía para la liberación de los trabajadores.
- Oposición a la expansión colonial y a las guerras (medios que utilizan los países capitalistas para consolidar su sistema económico).
Aprovechando la ley de asociaciones del gobierno de Sagasta de 1887 y la mayor concentración obrera en Cataluña, se creó en 1888 la Unión General de Trabajadores (UGT), un sindicato vinculado al PSOE. Su líder hasta 1925 fue también Pablo Iglesias, quien consiguió ser diputado en 1910. El sindicato socialista tuvo menos afiliados que el anarquista, en 1919 contaba con 240.114 afiliados y se concentró en Madrid, Asturias y Vizcaya. A pesar de las malas relaciones con los anarquistas (planteamientos ideológicos y de acción política los separaban), se unieron y protagonizaron la huelga general de 1917.
Frente a estos sindicatos de clase, que sin duda fueron los más importantes, se formaron otros vinculados a planteamientos católicos como: La Confederación Católica Agraria (en 1919, 20.000 afiliados) y La Solidaridad de Obreros Vascos.
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PRIMER TEMA A ESTUDIAR DE LA I EVALUACIÓN (RECUPERACIÓN)
EL RÉGIMEN POLÍTICO DE LA RESTAURACIÓN Y SUS FUNDAMENTOS SOCIALES
La Restauración es un período amplio que ocupa los reinados de Alfonso XII (1875-85), la Regencia de Mª Cristina de Habsburgo (1885-1902) y de Alfonso XIII (1902-1923).
Este nuevo sistema político se inicia tras el golpe de estado de Arsenio Martínez Campos (29-12-74) en Sagunto y supuso, no sólo el restablecimiento de la monarquía borbónica, sino la restauración del liberalismo doctrinario, un liberalismo moderado que permitió que el poder político estuviera en manos de la burguesía conservadora.
Si bien Arsenio Martínez Campos con su acción precipitó la llegada de Alfonso XII, fue D. Antonio Cánovas del Castillo el que la había preparado desde el Sexenio Democrático, y fue sin duda el artífice de la Restauración.
La situación que vivía la España de entonces caracterizada por:
- Fragilidad e incapacidad de la República para resolver los conflictos: la guerra carlista y la guerra de independencia de Cuba.
- La pasividad y debilidad de toda la oposición social a la Restauración porque ni los obreros ni los campesinos se sintieron identificados con la política del Sexenio Democrático favorecía el proceso restaurador (búsqueda de la moderación en la acción política). A esto se unía:
- El apoyo de grupos sociales que buscaban el orden y la estabilidad – alta burguesía, grandes propietarios de tierras, los plantadores cubanos, los mandos y oficiales del ejército y la iglesia católica- favorecieron el cumplimiento de su proyecto: la vuelta a la Monarquía de forma pacífica.
Cánovas del Castillo, contando con estos apoyos, preparó la llegada al trono de Alfonso XII porque creía que era la única forma de dar estabilidad y progreso al país. A principios de diciembre de 1874 redactó el manifiesto de Sandhurst en el que se presenta a Alfonso XII como el rey de todos los españoles. Antes, en 1870 se había logrado que Isabel II abdicara en favor de su hijo.
Necesitaba para llevar a cabo su proyecto:
- Un partido conservador cohesionado y liderado por él mismo
- Terminar con las intervenciones militares en la vida política
- Diseñar un nuevo sistema político basado en el poder compartido- Cortes y Rey- y en el turno pacífico de partidos que defendieran la monarquía (partido conservador y partido liberal).
El 31 de diciembre, tras el golpe de estado y la dimisión del gobierno republicano, Cánovas comunica a Alfonso XII su proclamación como rey y desde el primer momento toma diversas medidas para restablecer la autoridad de la Corona. Nombró a gobernadores y alcaldes monárquicos y decretó medidas de represión contra la oposición cuyas actividades quedaron prohibidas. Quiso ganarse el favor de la Iglesia y le garantizó las aportaciones económicas del Estado y entró en contacto con los líderes progresistas y demócratas porque quería conseguir que aceptaran la Monarquía y se sumaran al nuevo régimen político.
Además inició una política de pacificación que tuvo como resultado el fin de la guerra carlista con la rendición de los rebeldes en marzo de 1875; ello hizo posible el envío de nuevas tropas a Cuba y poner fin a la guerra iniciada en 1868. Lo logrará gracias a la labor negociadora de Martínez Campos en 1878.
Sin duda, la labor más importante de este primer gobierno fue la convocatoria a Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino para que estuviera representados todos los partidos políticos y dar así legitimidad al nuevo régimen (sin embargo el proceso electoral fue manipulado para dar una amplia mayoría a las candidaturas del gobierno). La labor de estas Cortes fue la redacción de una nueva constitución, la de 1876, que fue el marco de actuación de todo el período. Fue aprobada el 15 de febrero con el 87% de los votos.
La Constitución del 76 es un texto flexible con el objetivo de permitir gobernar de manera estable a los partidos que acepten el sistema, sin embargo su inspiración es claramente conservadora.
En ella se recoge:
- La declaración de derechos y deberes: es amplia y recoge las conquistas de la del 69, pero en la práctica estuvieron restringidos, especialmente los derechos de imprenta, expresión, asociación y reunión.
- El principio de soberanía compartida: establece que la potestad de hacer leyes reside en “Las Cortes con el Rey.”
- La división de poderes: el poder legislativo reside en unas Cortes bicamerales. El Senado (compuesto por tres tipos de senadores: por derecho propio, por designación real y por elección). El Congreso es elegido por sufragio directo, pero no se fija el sistema de votación; será el partido que gobierne el que determine por la ley electoral si el sufragio debe ser censitario o universal.
- El poder ejecutivo lo ejerce la Corona a través de los ministros. El rey elige libremente al jefe de gobierno y no es responsable ante las cortes.
- El poder judicial es independiente.
- El centralismo se acentúa porque los ayuntamientos y las diputaciones son controlados por el gobierno y se suprimen los fueros vascos
- La cuestión religiosa se resuelve mediante el reconocimiento de la confesionalidad católica del país y la garantía del sostenimiento del culto y del clero y el reconocimiento de otras creencias pero sin manifestaciones públicas.
El marco de actuación quedaba establecido en la Constitución, ahora, para conseguir la estabilidad política se hacía necesaria la alternancia pacífica en el poder. Ello se logró a través del turno de partidos.
El turno de partidos: dos partidos, el conservador y el liberal, considerados como partidos dinásticos, eran los que participaban en la alternancia política. Esta alternancia significó el fin del exclusivismo (ningún partido monopolizaría el poder) y la eliminación del recurso al pronunciamiento militar o a la insurrección.
El partido conservador estuvo dirigido por A. Cánovas del Castillo hasta 1897, momento en que fue asesinado por un anarquista. Se formó a partir de la integración de antiguos moderados, unionistas y alguna facción del progresismo. Su programa estaba basado en la defensa del orden social, de la monarquía y de la propiedad
El partido liberal: en 1880 se formó el partido fusionista que pronto se denominó liberal, estuvo dirigido hasta 1903 por Práxedes Mateo Sagasta. Se formó a partir de la integración de progresistas, demócratas y algunos republicanos. Sus miembros aceptaron la Constitución y la Monarquía para poder participar en juego político. Defendían las libertades amplias, el sufragio universal, la libertad religiosa y la libertad de cátedra.
Unos y otros defendieron y llevaron sus programas en el momento en que gobernaron.
Para que el sistema funcionara era necesario el acuerdo de ambos partidos y la intervención de la corona para asegurar este compromiso.
El turno de partido se pone en marcha desde 1881, cuando Sagasta sustituye a Cánovas en el gobierno; pero la consolidación definitiva tuvo lugar en 1885 tras la muerte de Alfonso XIII y la firma del “Pacto de El Pardo”. Desde este momento y hasta la Iª Guerra Mundial (1914-18) se mantuvo sin complicaciones.
El funcionamiento del turno de partidos era el siguiente:
- Cuando el partido en el poder se veía sometido a fuertes presiones internas, el rey llamaba a gobernar al otro partido. En el primer momento este partido tendría el apoyo de la Corona pero carecía del respaldo de las Cortes que era imprescindible en un régimen constitucional.
- El rey otorgaba al nuevo presidente del gobierno el decreto de disolución de las Cortes. Se preparaban nuevas elecciones que se manipulaban para que el resultado satisficiera al nuevo gobierno y respetara a la oposición. La representación parlamentaria se distribuía entre una mayoría en el partido del poder, un número importante del partido de la oposición y escasa representación de otros partidos no dinásticos
El funcionamiento del sistema descansaba en dos condiciones pactadas:
- La implicación de la Corona en el sistema político como árbitro de los partidos. El rey podía decidir cuándo era conveniente la sustitución de un partido por otro.
- El falseamiento electoral que era el único medio para crear las mayorías parlamentarias necesarias en cada momento. En la práctica el gobierno no dependía de las Cortes, era el gobierno quien las fabricaba.
Esta manipulación electoral se conseguía con dos mecanismos: el encasillado y el pucherazo.
- El encasillado: las fuerzas políticas negociaban y se repartían los distritos electorales entre los partidos dinásticos. La mayoría de los puestos era otorgada a sus propios candidatos, una minoría al partido turnante y muy pocos puestos a los partidos de minorías.
- El pucherazo: era la manipulación o cambio de los resultados electorales y arreglo de las cifras de votos para ganar las elecciones. Los partidos hacían uso de: compra de votos, intimidación, utilización de electores fallecidos o “colocar la urna en un hospital de epidémicos como ocurrió en Madrid en 1886”.
Toda esta manipulación era posible por la existencia del caciquismo. El caciquismo era la relación política que se establecía entre una persona y sus clientes y tuvo un papel predominante en el mundo rural. Los rasgos que definían a un cacique eran: jefe de un partido político muy influyente que actuaba a nivel local y comarcal. Su influencia la ponía al servicio del partido que defendía y era un intermediario entre el Estado y su zona. Utilizaba prácticas escandalosas para conseguir sus objetivos (intimidación, violencia… ayudado por las fuerzas del orden – la guardia civil-)
Con este sistema era evidente que la opinión del pueblo y sus votos no eran decisivos. Pudo mantenerse porque la población española era básicamente rural y tenía altos grados de analfabetismo y porque hasta principios de siglo, los partidos de oposición (los republicanos, los nacionalistas, los socialistas) no supusieron un grave peligro para la Monarquía. Esta realidad generalizada se rompía algunas veces en las ciudades porque en ellas el voto era más libre (en las elecciones generales el sistema funcionaba perfectamente, en las municipales, especialmente en las grandes ciudades no era así).
Ya hemos señalado que la práctica del turno se mantuvo sin grandes dificultades hasta la Iª Guerra Mundial: Cánovas del Castillo presidió los primeros gobiernos de la Monarquía con Alfonso XII. Las medidas que tomaron fueron: poner término a los conflictos bélicos, la aprobación de medidas centralizadoras, el establecimiento de un nuevo arancel aduanero en 1877 que supuso el triunfo del proteccionismo, la promulgación de la ley electoral de 1878 que fijaba el sufragio restringido y la adopción de medidas legislativas que recortaron los derechos individuales establecidos en la Constitución – se recortaron la libertad de cátedra, la libertada de asociación, la libertad de expresión. El propósito de estas medidas era acallar a la prensa política de oposición demócrata, socialista, anarquista, republicana o carlista.
Los liberales llegan al poder en 1881 y gobiernan hasta 1883. La brevedad de este mandato impidió que Sagasta desarrollara una política de reformas importantes pero se pueden destacar algunas iniciativas como la ampliación de la libertad de expresión y la preocupación por estudiar los problemas que afectaban al mundo de los obreros. En 1883 son sustituidos por los conservadores. En 1885, tras la muerte de Alfonso XII y la firma del “Pacto de El Pardo”, la alternancia se consolidó y permitió la estabilidad de la vida política española hasta que Alfonso XIII alcanzara la mayoría de edad en 1902. Hasta entonces se establecía la Regencia de Mª Cristina de Habsburgo- Lorena que se inicia con un gobierno liberal que se mantuvo hasta 1890 y que se va a caracterizar por su programa de reformas: Código de Comercio (1885), ley de Jurado y ley de Asociaciones (1887), Código civil (1889) ley de sufragio universal (1890).
El sistema de la Restauración consolidó en el poder a la burguesía moderada y con su sistema de control de las elecciones permitió el dominio de esa clase, pero también consiguió dar estabilidad política al país y comenzar de esta forma un desarrollo industrial que se había sido muy insuficiente en etapas anteriores. Hasta 1903 los partidos turnantes no tienen problemas pero tras la desaparición de sus líderes comenzarán las desavenencias y veremos las primeras crisis del sistema. Crisis en las que intervendrán los partidos opositores que desde finales de siglo empiezan a organizarse y que contarán con apoyos populares importantes en el primer tercio del siglo XX: los republicanos radicales de Alejandro Lerroux, los socialistas con Pablo Iglesias que funda el PSOE en 1879 y la UGT en 1888, los anarquistas con Anselmo Lorenzo que funda en 1910 a C.N.T y los nacionalistas catalanes que se organizan en 1891 en torno a la Unión catalanista y el nacionalismo vasco que nace con la fundación en 1895 del P.N.V. por Sabino Arana.
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