Arquitectura del Renacimiento: Ruptura, Innovación y Legado Clásico
La arquitectura del Renacimiento, o renacentista, floreció durante el período artístico del Renacimiento europeo, abarcando los siglos XV y XVI. Este movimiento marcó un punto de inflexión en la Historia de la Arquitectura, rompiendo con el estilo arquitectónico precedente, el Gótico, y buscando inspiración en una reinterpretación del Arte clásico, particularmente en su vertiente arquitectónica, considerada el modelo perfecto de las Bellas Artes.
El Renacimiento trajo consigo innovaciones en diversas esferas: tanto en los medios de producción, con nuevas técnicas y materiales constructivos, como en el lenguaje arquitectónico, que se consolidó a través de una completa teorización. Otra característica distintiva de este movimiento fue la nueva actitud de los arquitectos, quienes abandonaron el anonimato del artesano medieval para adoptar una concepción moderna de la profesionalidad, imprimiendo su estilo personal en cada obra. Se consideraban a sí mismos, y lograron el reconocimiento social, como artistas interdisciplinares y humanistas, en línea con la concepción integral del humanismo renacentista. A diferencia de los maestros de obras románicos y los arquitectos de las catedrales góticas, de quienes poco sabemos, las obras renacentistas, incluso las menores o simples proyectos, fueron meticulosamente documentadas desde sus inicios y analizadas por tratadistas contemporáneos.
Características de la Arquitectura Renacentista
- Búsqueda del ideal clásico: A través del clasicismo, los hombres del Renacimiento se inspiraron en el mundo grecorromano como modelo para su sociedad, buscando aplicar en la realidad cotidiana lo que consideraban un mundo ideal.
- Visión profana sobre temas religiosos: Los valores clásicos, desde la perspectiva del Cristianismo, de gran influencia en este período (especialmente en Italia, donde la Iglesia Católica tuvo un papel decisivo en el Arte), eran inicialmente considerados paganos. Para conciliar ambas visiones, se integró una perspectiva del mundo cristiano.
- Influencia de la naturaleza: La naturaleza era vista como la creación suprema de Dios y el elemento más cercano a la perfección.
- Antropocentrismo y humanismo: Se abandonó el teocentrismo medieval para dar paso al antropocentrismo. El ser humano se convirtió en la medida y referencia del Universo, siendo el objeto central de la manifestación artística, con una importancia incluso mayor que en la Antigüedad clásica. El humanismo, como corriente filosófica, se comprometió con la representación del hombre en el Universo, reafirmando su presencia.
El Camino hacia la Recuperación del Lenguaje Clásico: Brunelleschi y Bramante
Brunelleschi se erige como una figura clave en la Historia del Arte, al trazar el camino que prácticamente todos los arquitectos del Renacimiento seguirían. Aunque el arquitecto florentino no dominaba completamente los diferentes órdenes sistematizados del lenguaje clásico, creó un lenguaje arquitectónico propio, donde los elementos clásicos se integraban sin responder estrictamente al estilo antiguo.
Los arquitectos que siguieron a Brunelleschi fueron responsables de la plena recuperación del lenguaje clásico. El dominio del clasicismo se consolidó a lo largo del siglo XV, aunque su sistematización definitiva no llegó hasta la publicación del tratado de Sebastiano Serlio en el siglo siguiente. Donato Bramante se convirtió en la figura más paradigmática de esta época. Para entonces, especialmente después de que Alberti expusiera su teoría de la arquitectura en su tratado De re aedificatoria, las formas constitutivas de las arquitecturas griega y romana eran ampliamente conocidas como posibilidades de composición. Los arquitectos renacentistas tenían a su disposición todo el potencial creativo del lenguaje y la técnica clásicas, junto con el espíritu de su época, expresándose no a través de copias, sino de la superación de los clásicos.
Evolución y Liberación Formal: Del Cinquecento al Manierismo
A medida que se profundizaba en el dominio del lenguaje clásico, los arquitectos renacentistas desarrollaron un sentido de liberación formal de las reglas estrictas del clasicismo. El deseo de superación, siempre presente, se convirtió en un elemento fundamental de la nueva producción artística. Este fenómeno, considerado un preludio del Barroco, cobró fuerza especialmente en las primeras décadas del siglo XVI, conocido como el Cinquecento.
La intención de sistematizar el conocimiento de los cánones clásicos, a través de los tratados de Sebastiano Serlio o Jacopo Vignola, ya estaba superada. Los elementos compositivos del clasicismo se utilizaban en los edificios no como experimentación “en busca de lo clásico”, sino desde su plena conciencia, “en busca de su innovación”.
Inicialmente, se siguieron fielmente las reglas clásicas de composición, pero ampliando su ámbito de aplicación. Estas reglas se aplicaron principalmente en grandes obras públicas, palacios y templos religiosos, considerados edificios “nobles” y dignos de recibir el status de arquitectura según el punto de vista clásico. Surgieron nuevas combinaciones de elementos. Andrea Palladio fue el principal exponente de esta nueva forma de trabajar con el lenguaje clásico, como se evidencia en sus proyectos de “villas” en las afueras de las ciudades italianas. La arquitectura de Palladio fue tan singular y destacada que su método de trabajo dio origen a un nuevo estilo: el palladianismo. Este estilo se caracteriza por la aplicación de la planta central en proyectos residenciales, como en las villas, y por un tipo de ornamentación sintética, denominada “arquitectura de superficie”, entre otros fundamentos. El propio Palladio fue autor de un tratado completo sobre arquitectura clásica, donde expuso su pensamiento y perspectiva sobre esta cuestión.
Manierismo: La Transición hacia el Barroco
El Manierismo representa la fase final del Renacimiento y la transición hacia el Barroco. Se caracteriza por la reinterpretación y la distorsión de los cánones clásicos, buscando una mayor expresividad y complejidad formal. Los arquitectos manieristas experimentaron con la asimetría, la desproporción y la tensión espacial, creando obras que reflejaban la incertidumbre y el dinamismo de la época.