Santa Sofía: Esplendor de la Primera Edad de Oro Bizantina
**Bizancio** era una colonia oriental griega, fundada en el estrecho del Bósforo, que once siglos después restauraría **Constantino** con el nombre de **Constantinopla**. Corría el año 330 y su esplendoroso futuro estaba por llegar. No en vano, tras la invasión de Roma por los bárbaros, heredará la legitimidad del Imperio, cimentando durante toda la **Edad Media** su indiscutible autoridad en tres pilares: la **cultura griega**, la **estructura romana del Estado** y la **fe cristiana**.
En el año 527, **Justiniano**, un antiguo labrador de Macedonia, era elegido en Constantinopla *Basileus ton Romaion*, emperador de los romanos, permaneciendo 38 años en el poder e inaugurando la «**primera edad de oro bizantina**». El historiador Richard Krautheimer ha trazado su retrato físico y su silueta moral: «Rechoncho y feo; pero fundamente consciente de las prerrogativas y deberes de su exaltada posición cerca Dios; dueño de sí mismo y ascético en su vida personal; indiferente a las convenciones sociales, como atestigua su matrimonio con Teodora, una joven bailarina de belleza, valor y talento extraordinarios; diplomático sagaz y organizador de primera categoría admirablemente hábil para escoger a los mejores colaboradores y para reforzar el sistema administrativo y legal del Imperio; profundamente religioso y convencido de la misión divina de restablecer la ortodoxia y conducir la Iglesia dentro de sus dominios y fuera de ellos». Así aparece en el célebre mosaico de San Vital, en Rávena, instalado tras su victoria sobre los ostrogodos: aureolado con el nimbo de su dignidad imperial acompañado del obispo Maximiano y de los políticos de su corte, revestido de seda y alhajas, y colmando de ofrendas el santuario.
Santa Sofía: Unificación y Simbolismo
**Justiniano**, que agrupó las leyes en un código jurídico, que reconquistó a los bárbaros los territorios mediterráneos usurpados, convirtiendo de nuevo este mar en un «lago romano», que combatió a paganos y herejes para reducirlos a la autoridad del papado, aspiró también a unificar sus posesiones mediante costosas empresas arquitectónicas. El elemento aglutinante que las caracteriza será la **cúpula**; para ello destierra las basílicas y apuesta decididamente por los edificios de planta central.
Los orígenes remotos de este diseño se encontraban en los *martyria* de Tierra Santa y escondían una simbología que el **Seudo Dioniso** interpreta como la imagen del cosmos: la cúpula es el cielo y la sala de oración, la tierra.
El emblema arquitectónico del gobierno de **Justiniano** será la iglesia metropolitana de **Santa Sofía**, la «Santa Sabiduría», iniciada en el año 532 y consagrada en el 537.
La celeridad responde a los medios financieros que se pusieron a su alcance y al ágil sistema constructivo de los albañiles bizantinos, consistente en alternar hiladas de ladrillo con capas de mortero. Las crónicas contemporáneas indican que se utilizaron tejas porosas de la isla de Paros con el fin de aliviar el peso de la cúpula y que se importaron mármoles de todas las provincias para prestigiar el monumento. En el sermón inaugural, el poeta oficial Pablo Silenciario exclamó que la cúpula parecía estar «suspendida del cielo por una cadena de oro», y el historiador cortesano Procopio se admiró de la habilidosa conjunción de sus partes «flotando unas sobre otras».
La leyenda popular agrega que un ángel resolvía a Justiniano las dudas técnicas que planteaba la fábrica y la tradición revela que el emperador, al ver el templo terminado, sentenció: «Salomón, te he vencido».
Los autores de esta etérea y audaz obra no eran ángeles; fueron dos científicos: **Antemio de Tralles** e **Isidoro de Mileto**, geómetras, matemáticos e inventores de ingenios mecánicos.
Santa Sofía: Innovación Arquitectónica
En el centro de un rectángulo plantaron cuatro pilares para sujetar, a 55 metros del suelo, una cúpula nervada sobre pechinas. Y aquí reside su originalidad y grandeza: apoyar la cubierta sobre cuatro puntos en vez de sostenerla sobre un tambor circular, como sucedía en el **Panteón romano**. Los empujes los contrarrestaron con semicúpulas y ábsides escalonados en dos de los flancos, dejando libres los costados restantes para habilitar tribunas desde donde poder presenciar el ceremonial litúrgico. Un atrio se extendió delante de la iglesia.
El espacio interior, lujosamente decorado e iluminado por los rayos de sol que penetraban a través de las cuarenta ventanas de la cúpula, producía en el fiel una ilusión óptica que invitaba al dinamismo y lo conducía hasta la cúspide.
Procopio se maravilla de estos efectos lumínicos y dice al respecto: «Los destellos de la luz impiden al espectador detener la mirada en los detalles. El movimiento circular de la mirada se reproduce hasta el infinito, pues el espectador no es capaz nunca de elegir en todo el conjunto lo que sería de su preferencia».
El mismo autor cataloga también las restantes iglesias cerradas por cúpulas que ordenó construir Justiniano en la capital bizantina: Santos Sergio y Baco (527-536), Santa Irene (532) y los Santos Apóstoles (536-550).
Esta última iglesia, que fue destruida por el turco Mehmed para levantar en su lugar una mezquita cuando Constantinopla pasó a denominarse Estambul, aparece reproducida en relicarios de plata e ilustrada en libros miniados. Era la iglesia local de los bizantinos de Bizancio y la que más influyó en Occidente. Tenía planta de cruz griega con una cúpula en el centro y cuatro de inferior tamaño en cada uno de los brazos, que absorbían su peso y actuaban de contención. El modelo era fácil de recordar y a su imagen y semejanza se levantaron edificios en toda Europa, desde Moscú, en Rusia, a Palermo, en Sicilia; la copia más fiel es San Marcos, en Venecia.
El Retrato: Crónica Vital del Ciudadano Romano
El **retrato** es la mejor crónica vital del ciudadano romano. Los orígenes de este género artístico se remontan a la época republicana y en su configuración destacan dos antecedentes: la tradición funeraria de las *imagines maiorum* o efigies de los antepasados, y el retrato fisonómico griego del período helenístico.
**Polibio** describe en los años centrales del siglo II a.C. el interés de las grandes familias patricias por conservar el rostro de sus antepasados en una mascarilla de cera, que se obtenía directamente del cadáver poco después de morir. También narra el culto que se daba a esta colección de antepasados en el ámbito doméstico y en los entierros de sus miembros más cualificados: «Cuando muere en Roma algún personaje de consideración […] se coloca la imagen del difunto en el lugar más patente de la casa, metida en un armario de madera. En las funciones públicas estas imágenes se suelen descubrir y adornar con esmero. Y cuando fallece otro miembro ilustre de la familia se sacan para que formen parte del cortejo fúnebre y sean llevadas por personas que se les asemejan en estatura y aspecto físico». Se refiere a la conducción del cadáver hasta el foro, cuya comitiva luctuosa iba precedida por parientes que se tapaban la cara con la mascarilla del difunto y con las de todos sus antepasados, haciendo gala de la importancia de su *gens*; luego, en la plaza, se sentaban junto a la mortaja mientras el hijo mayor hacía el panegírico del finado, ensalzando sus virtudes y hechos gloriosos. Terminado el elogio, las máscaras desfilaban por orden de antigüedad delante del féretro, al tiempo que el orador glosaba los éxitos y las hazañas de los personajes que representaban. «Para un joven que aspire a la fama y al honor -concluye Polibio-, es difícil asistir a un espectáculo más bello que este.»
Dos siglos después, **Plinio el Viejo** constata los mismos hábitos en las viviendas y en los funerales romanos: «Otras clases de imágenes se veían en los atrios de nuestros mayores. Eran rostros hechos de cera, guardados cada cual en su correspondiente armario, destinados a figurar en los entierros de los miembros de la familia como imágenes de sus antepasados, pues a todo fallecido le acompaña siempre la caterva de familiares que le antecedieron».
El Retrato: Evolución y Realismo
Para entonces ya se había puesto de moda perpetuar estas mascarillas en vaciados de bronce y copias de mármol, solucionando un problema sociológico a los nuevos matrimonios, que podían encargar reproducciones de sus antepasados para llevarlas consigo al hogar recién formado y continuar exhibiéndolas en los funerales. Simultáneamente, los vivos también desearon efigiarse, mostrando predilección por la absoluta fidelidad al modelo y aceptando sus defectos físicos. Varios equipos de escultores griegos, familiarizados con el retrato fisonómico helenístico, se ponen al servicio de la clientela romana. Niños, jóvenes, hombres, mujeres y ancianos fueron captados con escrupulosa veracidad. Surgen así de los talleres semblantes tersos y rostros severos, desdentados, surcados de arrugas y accidentados con verrugas y cicatrices que denotan las huellas del tiempo.
El Relieve: Propaganda y Conmemoración
Roma, siempre generosa con los vencedores, dio la bienvenida a sus emperadores victoriosos con altares propiciatorios, arcos triunfales y columnas honoríficas, exultantemente decorados con **relieves históricos**. En estos carteles pétreos de propaganda se conmemoraban las gestas militares del pueblo romano para que sirvieran de ejemplo a las futuras generaciones.
El altar más célebre fue el **Ara Pacis** de **Augusto**, iniciado el año 13 e inaugurado el 9 a.C. El propio emperador escribe en su autobiografía los motivos que impulsaron la consagración: «A mi vuelta de Hispania y de la Galia, después de haber pacificado por completo aquellas provincias, el Senado decretó que, en acción de gracias por mi feliz regreso, se erigiera un altar a la diosa de la Paz en el Campo de Marte, al que cada año acudieran los sacerdotes para sacrificar un carnero y dos bueyes».
Al monumento se accede por dos puertas: la anterior, con escaleras, para el oficiante; y la posterior para las víctimas. Su importancia artística reside en los relieves que decoran las paredes.
El Relieve: Descripción y Simbolismo del Ara Pacis
Dentro, un friso con bucráneos y guirnaldas que encapsulan el ara; y fuera, un zócalo con roleos de acanto, cuatro alegorías que flanquean las entradas, y dos frisos con la procesión cívica que acude al sacrificio anual «para que la Casa que garantizó la Paz viva eternamente», según recuerda el poeta Ovidio.
En vanguardia desfila Augusto, seguido de su familia, amigos y colaboradores; después avanza rítmica y pausadamente todo el aparato civil y religioso del Estado: magistrados, senadores, flámines, pontífices y augures, alineados en doble fila y vestidos como celebra Virgilio a los romanos en la *Eneida*: «los señores del mundo, el pueblo de la toga». Todos los relieves fueron labrados por artistas griegos, que acuden a la tradición helenística para expresar los motivos ornamentales y los asuntos alegóricos; en cambio, se adaptan al orden severo y a la jerarquía romana en el cortejo procesional, que en nada se parece ya al indisciplinado tropel de atenienses que gesticulan en el Partenón durante la fiesta de las Panateneas.
Urbanismo y Tipologías Arquitectónicas en Roma
La disposición de las construcciones responde, casi siempre, a un eje, y a la potenciación de un centro. La **simetría axial** de los edificios y de los conjuntos monumentales (foros, termas) es uno de los grandes valores de la arquitectura romana y, constituye el precedente de los grandes palacios del Despotismo Ilustrado del siglo XVIII europeo. En la potenciación del centro del edificio tiene importancia decisiva el descubrimiento de la **cúpula**, que establece un nuevo eje de simetría, en este caso vertical, que compensa la simetría axial.
La función del **urbanismo romano** es triple:
- Solucionar los problemas que la función o el crecimiento urbano plantea (abastecimiento de aguas, alcantarillado, transporte urbano, plazas públicas, defensa, etc.).
- Efecto psicológico: impresionar al resto del mundo, del que los romanos se sienten dueños.
- Favorecer la colonización humana y material de los territorios conquistados para el Imperio y consolidar la dominación política del mismo.
Urbanismo y Tipologías Arquitectónicas: Espacio y Función
La concepción del espacio en la arquitectura romana es totalmente diferente de la griega. Para la arquitectura griega el edificio es valorado desde el exterior, como volumen escultórico en el espacio, mientras el interior apenas cuenta. Por el contrario, en la arquitectura romana la preocupación fundamental es conseguir un **espacio interno**, abarcable a primera vista. El romano sabe desarrollar una arquitectura en la que lo importante fue la creación del espacio interior, monumental y grandioso, lo que se consigue gracias al desarrollo de bóvedas y cúpulas, y de muros fácilmente articulables. Los interiores, cómodos, majestuosos y bien concebidos, se decoraban, además, con esmero. Esta valoración del espacio interior es uno de los aspectos fundamentales de la arquitectura.
La escala de las construcciones suele ser monumental, como se ha dicho ya, aunque depende del edificio. La razón es que el arte, y especialmente la arquitectura, es considerada una empresa de Estado, intentando así mostrar su grandeza y poderío. Por ello, sus obras dan una sensación de fuerza, de potencia y destreza, para durar eternamente. Es un colosalismo ajeno al arte griego. La monumentalidad desplaza a la escala humana de los griegos y se convierte en el simbolo de la dominación imperial. La función, es decir, la utilidad y finalidad para la que ha sido concebido el edificio, condicionan su disposición y estructura. Y dada la multiplicidad de funciones que existieron en la sociedad romana, nos encontramos con gran variedad de tipos de edificios de uso público. En este sentido tenemos edificios religiosos (templos), civiles (basílica), recreativos (termas, estadios, circos, teatros, anfiteatros), monumentos conmemorativos (arcos de triunfo, columnas conmemorativas), monumentos funerarios y obras públicas.
Se trata, por último, de una arquitectura muy uniforme, de tal manera que un edificio con una utilidad concreta tiene en todos los puntos del territorio romano similares características. Este hecho es un rasgo derivado del centralismo romano, que no es sólo político y militar, sino también artístico. No cabe hablar, por tanto, de escuelas provinciales: tan sólo, si acaso, en Oriente se precia un extremado recargamiento ornamental
EL PANTEÓN
El más importante de los templos romanos es el Panteón, originalmente construido por orden de Agripa en el 27 a. C. en el Campo de Marte, pero que, al ser destruido por un incendio, fue levantado de nuevo por el emperador de origen bético Adriano, entre los años 117-127 d. C., encargando su construcción al arquitecto sirio Apolodoro de Damasco. El Panteón fue realizado -como su nombre indica- en honor de todos los dioses del Olimpo con sentido de culto dinástico asociado al emperador. El templo resulta de la suma de dos elementos bien diferenciados e independientes: un pórtico clásico de tipo griego y una cella circular. El pórtico tiene dieciséis columnas monolíticas de granito egipcio, con capiteles y basa de mármol blanco distribuidas en tres naves, la central doble de ancha que las laterales. La cella circular, cubierta con una cúpula atmosférica, reúne los principales valores arquitectónicos del edificio. Las dimensiones resultan asombrosas para una estancia con cubierta única: se trata de una rotonda de 43’20 metros de diámetro, con una cúpula que alcanza idéntica altura. La majestuosa impresión espacial que produce viene dada por el tamaño y la igualdad de las magnitudes verticales y horizontales. El pesado casquete de la cúpula descansa en un muro cilíndrico, de seis metros de grosor, aligerado por nichos y huecos alternados por dentro y por fuera. La cúpula está construida con opus caementicium (hormigón) que para aligerar el peso utiliza piedra pómez en su composición y se decora con casetones cuadrados y rehundidos, así como presenta en el interior de sus muros arcadas superpuestas de ladrillo. En lo alto, un óculo, de nueve metros de diámetro, ventila e ilumina la estancia. Los muros interiores están decorados con incrustaciones de mármoles de varios colores -para disimular la pobreza de los materiales constructivos- y en las paredes de los macizos intermedios entre los nichos sobresalen unos edículos o templetes rematados por frontones triangulares o curvos. El Panteón constituye la mejor expresión del concepto espacial romano. En su interior se consigue un espacio estático, sereno y grandioso, abarcable a primera vista, cubierto con la cúpula que le proporciona una direccionalidad radial en torno a un eje de simetria vertical. La cúpula, además, tiene la armonía de la perfección geométrica, ya que el espacio ideal es el que se encierra en una forma esférica.
EL PANTEÓN 2
Por otra parte, tiene carácter de símbolo cósmico: el círculo representa la bóveda celeste, circunstancia que se ve subrayada con la decoración que tuvieron los casetones, pintados de azul y con una estrella dorada en el centro. La cúpula del Panteón es, además, el punto de partida de las cúpulas posteriores, y sus valores, tanto formales como religiosos, tendrán una gran influencia histórica.
siglo XIX. Bizancio, el mundo islámico, el Renacimiento y el Barroco seguirán sus huellas, que aún serán patentes en el S.XIX