Barroco en Europa: Arquitectura, Escultura y el Esplendor de Bernini

Urbanismo y Arquitectura Barroca: Bernini, Borromini y el Palacio de Versalles

La arquitectura barroca se caracteriza por su plasticidad y movimiento: fachadas alabeadas, frontones partidos, orden gigante, abundante decoración y una marcada preocupación por la “escenografía” urbana. Ejemplos notables de este estilo son la Plaza de España en Roma, con su imponente escalinata que conduce a la iglesia de la Trinidad; la Fontana de Trevi, y el conjunto del Vaticano. A medida que avanza el siglo XVII, estas características se acentúan. Entre los autores más destacados, además de Maderno, quien finalizó la basílica y la fachada de San Pedro, se encuentran Bernini y Borromini.

Gian Lorenzo Bernini

Su obra más emblemática es la Plaza de San Pedro, un perfecto ejemplo de escenografía urbana. La plaza se compone de dos tramos: la piazza retta, junto a la fachada, que se estrecha ligeramente, creando la ilusión de mayor longitud desde la fachada y de mayor anchura desde el lado opuesto; y una gran elipse central, adornada con un obelisco y dos fuentes en sus polos. Esta elipse, abierta en sus ejes menores, genera la sensación de un vasto espacio circular. La columnata de orden toscano que rodea la plaza, compuesta por cuatro hileras que forman un pasillo central, la delimita sin aislarla completamente, sorprendiendo al espectador con la magnitud del espacio al atravesarla. La columnata, construida en mármol travertino, está coronada por una balaustrada con estatuas de santos, una por cada columna que da a la plaza. La planta, que evoca unas manos acogedoras, posee un valor simbólico, además de crear un amplio espacio ideal para celebraciones. Posteriormente, Bernini diseñó el pequeño templo de San Andrea del Quirinal, de planta elíptica, con curvas y contracurvas (el frontón es convexo, flanqueado por dos muros cóncavos) y efectos de luces y colores en su interior.

Francesco Borromini

Rival de Bernini, Borromini se especializó en edificios religiosos de tamaño mediano o pequeño, destacando por sus fachadas con curvas entrantes y salientes, que les confieren movimiento, gran plasticidad y valor escultórico. Su obra maestra es San Carlo alle Quattre Fontane, una pequeña iglesia de planta elíptica con una bóveda del mismo tipo sobre pechinas y con artesones trapezoidales, hexagonales, pentagonales y en forma de cruz, rematada por una linterna ovalada, lo que genera interesantes efectos lumínicos. En la fachada, Borromini emplea dos pisos con orden gigante y menor, y tres calles con nichos, la central convexa y las laterales cóncavas. Otras obras suyas incluyen la iglesia de Santa Inés, en la Piazza Navona, el Oratorio de San Felipe Neri y la iglesia de San Ivo Alla Sapienza, de planta central con una singular cúpula gallonada que combina un pentágono con un cuadrado, y que al exterior se manifiesta con curvas y contracurvas rematadas por una peculiar linterna helicoidal profusamente decorada.

El Palacio de Versalles

En Europa, el Palacio de Versalles, mandado construir por Luis XIV, ejerció una gran influencia. Este complejo, una especie de ciudad cortesana que servía como residencia real y sede del gobierno, con capacidad para 20.000 personas, fue diseñado por Le Vau y Hardouin-Mansart. Presenta una forma simétrica de “U” con dos grandes alas laterales y una fachada que da al exterior y otra a los extensos jardines diseñados por Le Nôtre. La fachada combina hábilmente entrantes y salientes. Se estructura en tres niveles: un basamento, un cuerpo de orden jónico que enmarca grandes ventanas y, finalmente, un ático rematado por una balaustrada. La longitud del edificio supera los 500 metros. En el interior, los suntuosos salones, entre los que destaca la Galería de los Espejos, reflejan el poder de los reyes absolutos. Versalles tuvo una enorme influencia en la arquitectura posterior.

La Escultura Barroca: El Genio de Bernini

La escultura barroca se distingue por su interés en expresar el movimiento, logrado a través de escorzos, angulosidades y la ampulosidad de los ropajes. Se busca captar las pasiones de los personajes, reflejadas en sus rostros, así como el virtuosismo y la teatralidad, utilizando diferentes materiales en una misma obra y buscando impresionar al espectador mediante la integración de la obra con la arquitectura y la representación de lo morboso. Se desarrolla el gusto por el desnudo y se abordan todo tipo de temas: mitológicos, religiosos, históricos, retratos, etc.

Bernini, al igual que Leonardo o Miguel Ángel, fue un artista completo que sobresalió en todos los campos del arte, pero, como este último, se consideraba ante todo escultor. Para superar a Miguel Ángel, se centró en la representación realista del movimiento y el instante, acentuando los escorzos y las líneas de fuerza, y se esforzó por captar las emociones y pasiones de los personajes, reflejadas en sus rostros, rompiendo con la contención de la “terribilitá” y liberando un intenso dramatismo a través de los movimientos faciales de labios, boca o cejas.

Primeras Obras

Desde joven, Bernini demostró su virtuosismo y capacidad con obras como la Cabra Amaltea con Júpiter niño y San Lorenzo, donde las llamas emergen entre los hierros de la parrilla. Debido a su creciente fama, pronto tuvo que recurrir a la ayuda de su taller para satisfacer la enorme demanda de sus obras.

Obras para la Galería Borghese

Entre 1618 y 1624, Bernini creó cuatro esculturas para la Galería Borghese, entre las que destacan: Eneas y Anquises, Apolo y Dafne (donde alcanza la cima de la dificultad al esculpir las finas hojas del laurel en el que se transforma la ninfa, contrastando las texturas del árbol y la suavidad de la piel), El rapto de Proserpina (donde el mármol de los muslos de la joven parece ablandarse bajo la presión de las manos de Plutón) y el David (que evoca al de Miguel Ángel, pero en el instante de lanzar la piedra con la honda). Aunque utiliza la “línea serpentinata”, típica del manierismo, estas esculturas, llenas de virtuosismo, personalidad y captura del instante, revelan ya al genial Bernini.

Obras en la Basílica de San Pedro

Bajo el patronazgo de los papas, Bernini desarrolló una importante labor escultórica en la Basílica de San Pedro, con obras como Longinos, Santa Bibiana y el Baldaquino, en las que se aprecia el interés por conmover al espectador mediante el gran tamaño de las figuras, el movimiento de los ropajes, las cortinas y los gestos ampulosos. De esta etapa son también el impresionante Baldaquino sobre el altar mayor de la basílica, sostenido por cuatro columnas salomónicas, y la Cátedra de San Pedro.

Madurez Artística

La etapa de madurez y mayor personalidad de Bernini llegó a mediados de siglo con el Éxtasis de Santa Teresa (donde la pasión de la santa se refleja y el espíritu divino está representado por una flecha de bronce dorado que sostiene un ángel sonriente), la Tumba de Alejandro VII (que combina bronce, bronce dorado y mármol, con un esqueleto mostrándole al papa un reloj de arena) y la Fuente de los Cuatro Ríos, en la Plaza Navona. A partir de 1660, sus figuras se alargan y los ropajes las envuelven con mayor plasticidad, como se aprecia en Daniel, María Magdalena y los Ángeles del Puente de Sant’Angelo.