El siglo XVII representa la culminación de la pintura española de la época, coincidiendo la decadencia política y económica con el auge artístico y espiritual de gran trascendencia. En España hubo dos grandes focos artísticos: Madrid (Velázquez) y Sevilla (Zurbarán, Murillo y Valdés Leal, quien orientó la pintura hacia lo desagradable y lo macabro).
Además, hay que resaltar dos núcleos más: en Valencia (Ribalta y Ribera, maestros del tenebrismo caravaggesco) y en Granada (Alonso Cano).
En la pintura barroca de España hay una ausencia de lo heroico y de la sensualidad. Hay preferencia por el naturalismo y se opta por la composición sencilla, nada teatral o escenográfica, sin recargamientos. Los principales mecenas son la Iglesia y la Corte, por lo que los principales temas son los religiosos, representándose vírgenes, Inmaculadas, Cristos, además de temas mitológicos e históricos.
En lo referente a la composición, no se muestra mucho interés por parte de los artistas por el movimiento de las figuras, siendo estas estáticas y utilizando la yuxtaposición de objetos y personas (Zurbarán). Pero otros tienen un gran interés por el movimiento y utilizan la diagonal barroca. También se le da gran importancia a la luz y a la perspectiva.
Autores
– Zurbarán (1598-1664)
Perteneciente a la escuela andaluza, fue uno de los pintores más importantes de los años centrales del siglo. En sus lienzos se ilustraban muy bien los ideales de la Contrarreforma y del intenso fervor de las Órdenes Religiosas. Su pintura es propia del realismo del siglo y representa a sus personajes con gran sencillez, sin interesarse por el detalle.
En sus obras emplea el uso de un tenebrismo suave y claro, cuya principal misión es definir los volúmenes, que están marcados por un dibujo preciso. Sus figuras tienen, por eso, un aspecto escultórico.
Sus composiciones son muy simples y toda la atención se aplica a los rostros y las manos, que adquieren un enorme poder expresivo, en el que da a todos sus personajes un hondo espíritu religioso, en el que se rechazan los sentimientos violentos y representa así los rostros llenos de fervor de los santos y frailes (mejor que nadie).
Es un artista dedicado exclusivamente a los temas monásticos, realizando numerosas series de distintas órdenes. Hay que destacar las que realizó para el Convento de la Merced, para el de San Buenaventura, en la Cartuja de Jerez y de Sevilla y las del Monasterio de Guadalupe. Además, hay que destacar sus bodegones que están en el Museo del Prado.
– Murillo (1617-1682)
Nace en Sevilla y fue un pintor que utilizaba por excelencia los temas religiosos y en ellos interpretaba con fervor, dulzura y con un estilo colorista y dinámico, todo eso dentro de un equilibrio compositivo. Llega a embellecer la realidad y a hacerla amable, incluso en los temas de miseria y pobreza.
Es muy exquisito en la técnica y en los modelos da cierto aire femenino. Llegó a adaptarse al gusto imperante y a aproximarse a la religión del pueblo.
Fue pintor de temas religiosos (La Sagrada Familia con el Pajarito) y le interesaban los temas marianos como la Inmaculada o la Virgen y el Niño. También para él son importantes las representaciones infantiles como el Divino Pastor.
En su pintura costumbrista, sus temas tienen un tratamiento realista con un matiz picaresco.
– Velázquez (1599-1660)
Perteneciente a la escuela madrileña, es una de las figuras más importantes de la pintura española. Nacido en Sevilla, hace su carrera en Madrid, donde Felipe IV fue su verdadero mecenas. Trabajó en la corte y sus cuadros fueron hechos sin prisa, dándoles abundantes retoques al no estar agobiado por el tiempo ni por el dinero.
Tuvo 5 etapas:
1. Etapa de formación:
Fue en Sevilla donde utiliza el tenebrismo, los colores terrosos y una gran sencillez en la composición. Se interesó por los elementos de la naturaleza muerta y la individualización de los personajes. Ej: La Vieja friendo huevos.
2. 1ª etapa madrileña:
Se establece en Madrid y comienza a trabajar en la Corte, donde conoce a grandes pintores y su arte evoluciona al admirar el colorido y la luminosidad que emplean estos, impulsándole a abandonar el tenebrismo. Pinta así obras mitológicas. Ej: El Infante Don Carlos.
3. Etapa de madurez:
Tras su viaje a Italia, donde conoce la obra de los grandes pintores, acentúa su interés por el colorido veneciano e incorpora elegancia y armonía compositivas propias del arte italiano (La Fragua de Vulcano). Su técnica cada vez se volvía más suelta y ligera. Tras su vuelta de Italia, buscaba tonalidades más claras a base de grises, ocres y verdes suaves y armónicos.
Pinta obras como La Rendición de Breda o Las Lanzas, en las que representa hechos históricos, donde el ambiente alcanza gran profundidad y transparencia, equilibrando las figuras y el medio.
En esta etapa la importancia recae sobre los retratos, en los que brillan tonos plateados como el llamado Felipe IV, y los retratos ecuestres del Príncipe Baltasar y del Conde-Duque de Olivares. Muestra su preocupación por la condición humana en representaciones de bufones y enanos como en el Niño de Vallecas.
4. 2º viaje a Italia:
Allí pinta al Papa Inocencio X, crea una conjunción de blancos y carmines y una captación de la personalidad del modelo que llaman de magnífica. También pinta La Venus del espejo, uno de los pocos desnudos de la pintura española.
5. Periodo final (1651-1660):
Velázquez hace su paleta completamente líquida, haciendo esfumarse la forma y logrando una calidad insuperable. Sus pinceladas se vuelven rápidas y sueltas, diluye los contornos y les da un aspecto casi de estilo impresionista, llegando a lograr un dominio absoluto de la perspectiva aérea, profundizando así en la relación espacio-luz, captando la atmósfera existente entre los cuerpos.
Las obras capitales de este periodo son Las Meninas y Las Hilanderas, en las cuales muestra un profundo conocimiento de la mitología y de la representación de la luz y la atmósfera.