El Greco: Vida y Obra
1) El Greco (1541-1614) nació en 1541 en la isla de Creta. Desarrolló un estilo personal por las influencias que recibió en los diversos lugares en que residió y por una evolución personal hacia una creciente espiritualidad. En Creta, empezó su educación pictórica, que combinaba la tradición bizantina con la influencia de la pintura veneciana. A esta etapa corresponde el Tríptico de Módena.
2) En 1566, se fue a Venecia, donde estudió con Tiziano y donde recibió influencias de Tintoretto. El uso de la luz y el color lo orientó hacia las gamas frías, adquiriendo también una técnica de pincelada suelta.
3) En 1570, se fue a Roma, donde se introdujeron influencias de Miguel Ángel y de la pintura manierista. Los desnudos del Greco adquirieron la fuerza muscular propia de Miguel Ángel, al tiempo que sus figuras se alargaban y retorcían con la forma serpentinata. A este momento corresponde La Curación del ciego.
4) En Roma, conoció a españoles relacionados con la catedral de Toledo, cuyas influencias y la necesidad de pintores para el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, decidieron viajar a España en el año 1575.
5) El paso por España marcó una nueva etapa evolutiva, en la que poco a poco las figuras se fueron alargando y retorciendo más, en una perfecta integración en la estética manierista y en relación con una creciente espiritualidad, llegando a parecer que los personajes no pesan y flotan en el espacio.
6) Ya en España, El Greco recibió el encargo de Felipe II de pintar para el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, el lienzo del Martirio de San Mauricio (1580-1582). Esta obra no se colgó en la basílica del monasterio, pues su estética, auténticamente manierista, no se adaptaba al gusto del rey Felipe II, ni al gusto español de aquel momento, al quedar el tema del martirio en segundo plano.
7) Se apartó de la corte y se fue a vivir definitivamente a Toledo, donde falleció en 1614. Allí realizó encargos de conventos, iglesias y particulares. Estas fueron obras de carácter religioso destinadas, la mayoría, a retablos. Los temas más frecuentes fueron relativos a la infancia y a la Pasión de Jesucristo.
8) En sus últimos años, El Greco llevó más allá el desdibujamiento de las figuras, alargándolas y retorciéndolas, con lo que llegó a una suprema espiritualización en su pintura, que parece anticipar futuros estilos artísticos del siglo XX.
La Capilla Sixtina
La Capilla Sixtina fue levantada durante el pontificado de Sixto IV (1471-1484), de donde recibe su nombre. Tenía dos funciones: religiosa como Capilla Palatina y defensiva como puesto avanzado fortificado del conjunto de edificios colocados alrededor del patio del Papagayo que constituían el núcleo más antiguo de los palacios apostólicos. Fue erigida en el lugar que se levantaba la “Capilla Magna” del palacio construido por Nicolás III.
El edificio actual comprende un sótano, un entresuelo y la capilla, encima de la cual se extiende una espaciosa buhardilla. La capilla tiene planta rectangular, sin ábside, midiendo 40.94 m de largo por 13.41 m de ancho, siendo su altura de 20.70 m; está cubierta por una bóveda de cañón truncada con bovedillas laterales que corresponden a las ventanas que iluminan la estancia.
La decoración original constaba de una bóveda cubierta por un cielo estrellado decorada por Piero Matteo d’Amelia, mientras que en las paredes laterales se ubicarían frescos de los maestros más importantes de la época. En la década de 1480 se llamó a Perugino para decorar la pared tras el altar -perdida hoy por la ubicación del Juicio Final-; más tarde fueron llegando Botticelli, Ghirlandaio, Signorelli y Cosimo Rosselli con sus respectivos talleres para ejecutar los frescos dedicados a Cristo y Moisés.
Los trabajos se desarrollaron con extrema rapidez y parecen concluidos a mitad de la década, completándose con unos cortinajes fingidos y una galería de retratos de pontífices. Cuando Julio II accedió al trono papal en 1503, decidió enriquecer la decoración de la bóveda, encargando seis años más tarde los trabajos a Miguel Ángel, quien empleó tres años en la realización.
Buonarroti elaboró en tres periodos sus frescos: el primero entre enero y septiembre de 1509; el segundo entre septiembre de 1509 y septiembre de 1510; y el tercero y último entre enero y agosto de 1511. Trabajó solo, sin ninguna colaboración de ayudantes, sin permitir ningún acceso a la capilla durante su labor.
Parece ser que Julio II había pensado en una serie de doce Apóstoles como temática de la bóveda, pero fue cambiada para representar diversos asuntos del Antiguo Testamento junto a una serie de sibilas y profetas que hablaron de la llegada de Cristo.
En los lunetos sobre las ventanas y en los triángulos por encima de estos se situarían los antepasados de Cristo, mientras que en las pechinas de la bóveda se narrarían cuatro historias de la salvación del pueblo de Israel.
La bóveda fue dividida en nueve compartimentos que narran una escena bíblica cada uno, alternando grandes espacios con otros más menudos que se acompañan de ignudis, jóvenes desnudos en sintonía con la estatuaria clásica.
La Creación de la Luz, la Creación de las plantas y los astros, la Creación del mundo, la Creación de Adán, la Creación de Eva, el Pecado Original y la Expulsión del Paraíso, el Sacrificio de Noé, el Diluvio Universal y la Embriaguez de Noé son las diferentes escenas que van de pared a pared de la bóveda, distribuidos en una decoración arquitectónica de pilastras y entablamentos fingida.
Miguel Ángel siguió de esta manera las bóvedas de los monumentos romanos, cubriendo con su pintura todo el espacio, tratando de engañar al espectador. Los trabajos se iniciaron desde el muro situado frente al altar mayor que más tarde sería decorado con el Juicio, apreciándose en el sentido inverso al que aparecen en el Génesis. Esto ha sido interpretado por algunos especialistas como el retorno del alma hacia Dios, relacionándose con la filosofía neoplatónica que Buonarroti conoció en el palacio de los Medici.
El programa iconográfico que observamos en la decoración no surgió del pintor, ya que debió ser consensuado con el pontífice y asesorado por alguna autoridad teológica, sometiéndose de nuevo a la aprobación definitiva del papa. El resultado es una de las obras maestras de la pintura, recientemente restaurada y limpiada para ofrecer a los espectadores la maravilla y la fuerza del color en la obra de Miguel Ángel, sin olvidar su admiración por la anatomía humana desnuda presente en todo el proyecto.