Al-Ándalus: el legado cultural
Al-Ándalus mantuvo estrecho contacto con el resto del mundo musulmán, sobre todo desde el siglo IX. Se recopilaron los textos literarios, filosóficos y científicos del mundo griego, persa e indio.
En las etapas de rigor religioso se limitó el desarrollo del pensamiento. Entre los siglos X y XI se produce el mayor desarrollo cultural en torno a la ciudad de Córdoba (era famosa su biblioteca) fomentado por los califas Abd-al-Rahmán III y su hijo Al-Hakam II. Hubo un notable desarrollo de la medicina, astronomía, matemáticas, pero también en literatura y la poesía. Es importante destacar la difusión del sistema de numeración de origen indio que sustituyó a la romana.
El mecenazgo continuó durante los reinos de Taifas, y las pequeñas cortes brillaron por su papel cultural. Destacan Abulcasis (enciclopedia médica y quirúrgica); Averroes y Abentofail, filósofos que contribuyeron a la difusión del pensamiento aristotélico. El judío Maimónides también elaboró un importante tratado de medicina. En el campo de la poesía destaca la obra “El collar de la paloma” de Ibn Hazam y en poesía vulgar la elaboración de “Azejeles” y “Amoaxajas”, poemas de cinco estrofas en árabe con un estribillo “Ajarcha” en romance.
La mezquita y el palacio en el arte hispano-musulmán
En el territorio peninsular dominado por los musulmanes (Al-Ándalus) entre 711-1492, se desarrolla un arte andalusí con rasgos originales que gozó de enorme prestigio tanto en el mundo islámico como en la Europa medieval cristiana.
Se trata de un arte bastante abstracto, peculiaridad motivada por la prohibición islámica de representar imágenes humanas, con enorme importancia de lo decorativo y en el que son comunes la caligrafía que reproduce textos coránicos, [decoración epigráfica (caligrafía) – cúfica (letras mayúsculas) y nasjí (cursiva)], los dibujos geométricos (lacerías) y los motivos vegetales (ataurique).
Las manifestaciones artísticas más desarrolladas fueron las artes decorativas y la arquitectura, en la que se emplearon materiales pobres: ladrillo, yeso o el estuco (cal, mármol y yeso). Utilizan elementos arquitectónicos (arcos ciegos, mixtilíneos, entrecruzados, lobulados, etc.) con funciones decorativas y se presta mayor interés por el interior que por el exterior del edificio:
*Arquitectura religiosa
Destacan sobre todo las mezquitas, en especial la de Córdoba, iniciada por el omeya Abderramán I (s. VIII) y concluida por Almanzor (s. X). Morfológicamente esta presentaba dos partes iguales: un patio al aire libre (sahn) que presenta arquerías y fuente para abluciones y la sala de oraciones (haram) dividida en naves, donde sobresalen el muro hacia el cual se dirige la oración (quibla), el nicho que equivale al ábside cristiano (mihrab) y el espacio reservado para las dignidades (maxura). Dentro de la misma destacan sobre todo los arcos de herradura dispuestos en dovelas blancas y rojas. Al-Hakam II realizó un nuevo mihrab con arcos lobulados y mosaicos y más tarde los cristianos le adosaron la catedral y convirtieron el alminar, torre desde la que se llamaba a la oración, en campanario.
También de la época califal destaca la mezquita de Bab al-Mardum en Toledo, convertida después en la Iglesia del Cristo de la Luz. De la etapa almohade se conservan restos de la mezquita de Sevilla (s. XII) y su alminar (La Giralda), en el que sobresalen las redes de rombos conseguidos a partir de la superposición y entrecruzamiento de arcos lobulados (sebka).
*Arquitectura civil
Donde resalta la ciudad palatina de Medina Azahara construida por Abderramán III a unos 8 kms. de Córdoba, hoy prácticamente en ruinas. De época taifal es el palacio de la Aljafería en Zaragoza (ss. XI-XIII) y de tiempos almohades la Torre del Oro, torre albarrana o exenta de la muralla que reforzaría las defensas del Alcázar junto al Guadalquivir y cuyo nombre se debe al color dorado de la cerámica vidriada que la revestía.
Pero, sin duda, el ejemplo más notable lo constituye el palacio-alcazaba de Granada (La Alhambra) de época nazarí (ss. XIII-XV). Se trata de un complejo sobrio externamente y opulento en su interior, construido con materiales austeros, que integra perfectamente lo natural con lo artificial. También en Granada, a escasos metros de la Alhambra, encontramos el palacio y los jardines del Generalife, residencia veraniega de la dinastía nazarí.