Características de la Escultura Griega
El antropocentrismo es la característica esencial del arte griego. Lo más importante en la escultura griega es la representación de la figura humana. A menudo, los griegos representan dioses y diosas, pero las divinidades griegas se representan como si fueran seres humanos.
Lo que más interesa al escultor es la representación de la belleza del cuerpo humano, de ahí la insistencia por el desnudo, especialmente masculino. La belleza del cuerpo humano es objetiva y racional, se basa en la armonía, proporción y equilibrio. La belleza se define por las relaciones matemáticas entre el todo y las partes, que cuando se adaptan al cuerpo humano se denomina kanon.
La norma de la escultura griega es la idealización. Idealización del cuerpo humano mediante la aplicación de medidas perfectas. Idealización del espíritu. Los griegos aplican sistemáticamente la ausencia de pathos, es decir, la ausencia de sentimientos, sufrimiento, etc. Este estado de equilibrio emocional (sofrosyne) y ausencia de pasiones es considerado como el estado ideal del hombre.
Los materiales empleados podían ser la piedra o el bronce. La mayoría de las esculturas que nos han quedado son copias romanas esculpidas en mármol.
Periodos de la Escultura Griega
1. Periodo Arcaico (Siglo VIII al V a.C.)
En todas las esculturas de este periodo se da un tratamiento realista y convencional del cabello, y de los vestidos (pliegues paralelos, pliegues en abanico). También se da un tratamiento estereotipado del rostro: ojos grandes y almendrados, y “sonrisa arcaica”. Su estructura compositiva es cerrada con los miembros pegados al cuerpo. El movimiento se consigue adelantando el pie izquierdo.
Entre los principales ejemplos, el Tímpano del Templo de Egina y la Dama de Auxerre.
2. Periodo de Transición
Hay más movimiento de paños, ruptura de la ley de frontalidad, más estudio anatómico, desaparece la sonrisa forzada.
Estas características las encontramos en el Auriga de Delfos y en el Poseidón de Artemisión.
3. Periodo Clásico (Mediados del siglo V a.C. hasta mediados del siglo IV a.C.)
Es el momento de máxima perfección, armonía y estudio anatómico. Buscan el ideal de la belleza, hay un movimiento sereno, armonía, equilibrio, serenidad y elegancia. Tratan de evitar la expresividad, ausencia total del pathos.
En este periodo hay que señalar tres grandes escultores en el siglo V a.C.: Mirón, Fidias y Polícleto, y otros tres célebres artistas en el siglo IV a.C.: Scopas, Praxíteles y Lisipo. Estos artistas, aunque los situamos en el periodo clásico, se van acercando mucho, hacen de puente, hacia el periodo helenístico.
3.1 Mirón
Sus esculturas de bronce sólo se han conservado en copias de piedra. El Discóbolo es una de las más famosas. Representa con bastante realismo y estudio de la anatomía y el cuerpo la acción de lanzar un disco. Hay una convincente representación del movimiento y la escultura muestra una sugerente multiplicación de los puntos de vista. El rostro muestra una ausencia de pathos y de tensión, lo cual es chocante teniendo en cuenta el esfuerzo físico que se supone que realiza el atleta.
3.2 Fidias
Se le denomina el escultor de dioses o el que mejor supo vestir a las estatuas por su técnica de “paños mojados”. Sus estatuas están impregnadas de una belleza tranquila y serena. No hay desequilibrios. Todo es perfección serena, elegante en la anatomía, gestos y plegados de los ropajes.
Fidias tuvo un gran protagonismo en la realización de la Acrópolis de Atenas. Fidias realizó las grandes estatuas crisoelefantinas de Atenea Partenos (en el Partenón) y de Zeus Olímpico (en Olimpia). Sin embargo, el conjunto más importante que realizó fue el de las esculturas del Partenón. Por un lado, los dos frontones: el Nacimiento de Atenea de la cabeza de Zeus, y la lucha entre Atenea y Poseidón por el dominio del Ática y por otro, el famoso Friso de las Panateneas. Este friso se encuentra en la parte superior externa de la cella del Partenón. Está realizado en mármol blanco originalmente pintado e incluso adornado con apliques de bronce. Representa a los dioses griegos asistiendo a la procesión que los ciudadanos atenienses realizaban todos los años para llevar el peplo a la Diosa Atenea y los cien toros (hecatombe) que sacrificarían en su altar. Los personajes se dirigen hacia su destino en un desfile sereno y solemne. Fidias despliega un gran virtuosismo técnico sobre todo en la elaboración de los paños mojados que dejan ver la anatomía a través de los menudos pliegues de los ropajes. Asimismo, la profundidad está conseguida por una gradación del relieve para sugerir varios planos de profundidad (esta gradación del relieve está conseguida en muy pocos centímetros de grosor).
3.3 Polícleto
Busca un nuevo kanon de belleza basándose en la relación de siete cabezas.
Policleto define en su famoso Doríforo el kanon de siete cabezas, ideal del Clasicismo. Se trata posiblemente de un atleta de los juegos representado en un admirable contraposto, que rompe la rígida frontalidad de los kuroi. El tratamiento del cuerpo muestra una gran atención por la anatomía y las proporciones armónicas. El rostro refleja ausencia de pathos. También de Policleto es el Diadumeno, el atleta que se ata la cinta a la cabeza.