Escultura Románica: Características, Temática y Ejemplos

Escultura Románica

Antecedentes

La escultura a pequeña escala en marfil, bronce y oro de la época prerrománica estuvo influenciada por el arte paleocristiano (sarcófagos) y bizantino. Adoptaron también otros elementos de los diferentes estilos locales de Oriente Próximo, conocidos a través de la importación de manuscritos miniados, eboraria, orfebrería, cerámica y tejidos. Los motivos originados en los pueblos nómadas, como las figuras grotescas del bestiario y los diseños geométricos entrelazados, fueron muy importantes, sobre todo en las regiones del norte de los Alpes.

Todas estas tradiciones, junto con el desarrollo de la miniatura, servirán de referencia para las primeras propuestas monumentales escultóricas de la época románica.

Características Generales

Ya Santo Tomás de Aquino señaló el poder catequético de las imágenes, indicando que al fiel no le era suficiente con oír hablar de los misterios de la fe; los recuerda mejor si los ha visto. Romano Guardini apuntará algunas características de la nueva imagen que ahora se crea: objetiva, anónima (es un rostro eterno), sincera (no trata de engañar a los sentidos), lacónica (sólo los detalles indispensables), rígida y estática. Estos son sólo algunos de los elementos básicos de la nueva escultura que surge con el románico. Repasamos ahora sus características fundamentales:

  • Dependencia extrema de la arquitectura: Su adecuación al marco arquitectónico es tal que se “deforma” la figura (“ley del marco”: se trata de establecer el mayor número de contactos entre la escultura y los límites del marco mediante el movimiento violento de las partes del cuerpo y su deformación física. Es el marco el que genera la forma). Tiende a la estilización y alargamiento en los fustes de las columnas, es apaisada en los dinteles, achatada en los capiteles, curvilínea en los tímpanos.
  • Bidimensionalidad: Relacionado con lo anterior, las figuras se disponen sobre superficies planas, prima la bidimensionalidad y nunca se recurrirán a efectos ilusionistas que den sensación de profundidad.
  • Adaptación a formas geométricas: Las figuras se organizan, no según formas naturalistas, sino adaptándose en todo momento a formas geométricas: triángulos, cuadrados o bandas rectangulares, curvas de arcos…, sometiéndose por tanto a los esquemas que rigen la decoración abstracta (“ley del esquema interior”). De ello se derivará la ausencia de un cánon, pues las figuras se alargarán o no en función de las superficies en las que se encuentran. A ello se une que las composiciones, por ejemplo dentro de los propios tímpanos, están ordenadas y compartimentadas en frisos y recuadros, organizándose en torno a una división geométrica, radial o axial que huye del espacio vacío (“horror vacui”), llenándolo todo con figuras que se superponen en altura y ocupan un primer plano.
  • Monumentalidad: Se recupera la escultura monumental de la época romana, que tiene su expresión más acabada en las grandes portadas eclesiásticas de carácter figurativo.
  • Carácter antinaturalista: La escultura románica es la expresión más violenta frente al naturalismo clásico, donde se rompen los esquemas de la reproducción del mundo real para hacer patente un mundo espiritualizado: frontalismo, hieratismo, modelado sobrio, desproporciones anatómicas, carencia de volumen (figuras muy planas), yuxtaposición de las figuras y escasa relación entre ellas (en ocasiones ni se miran y parecen no formar parte de la misma escena), etc., cumpliendo un deseo de abstracción. Prima el relato, la expresión y la claridad expositiva más que la decoración, la naturaleza y su belleza o la ilusión espacial, que no existe (ausencia de perspectiva). Por ello es un arte esencialmente espiritual que no debe interpretarse simplemente con el sentido de la vista; presenta un carácter intelectual, místico, que pretende trascender el mundo burdo de los sentidos, de ahí su simbolismo que reduce las representaciones a meros esquemas, acercándose con ello a la abstracción antes mencionada.
  • Espiritualización y simbolismo: No podemos hablar de primitivismo o decadencia, sino de un desinterés de lo que percibe la vista a favor de lo que consideraban el ideal de perfección, alejado del engaño de lo cotidiano y lo accidental y más atento a definir los caracteres más esenciales y constantes, más universales. Las figuras se espiritualizan, se las dota de gran expresividad, valor simbólico y alegórico (aparece incluso toda una estética de lo feo y lo grotesco, que llega a ser cómica), afirmándose una jerarquía del tamaño que representa a las figuras más importantes de mayor tamaño (Cristo tiene un lugar central y el mayor tamaño); importan más los ropajes, agitados siguiendo esquemas geométricos, que el propio cuerpo (los desnudos son muy escasos y se reducen casi exclusivamente a Adán y Eva), que se deforma para llamar la atención sobre algún detalle: se remarca la cabeza y, dentro de ella, los ojos (como en la tradición bizantina), al igual que las manos, como partes más expresivas del cuerpo. Son representaciones genéricas y no individuales, por lo que todas se parecen, aunque los artistas busquen su identificación a través de ciertos elementos simbólicos. La tendencia hacia la abstracción aumentará en función de la divinidad de las imágenes, siendo más humanas cuanto más naturalistas.
  • Orientación didáctica: La escultura románica cumple, entre otros, su principal objetivo, que es el de comunicar e instruir a los fieles, de mayoría analfabeta (triunfa pues lo icónico, que exige imágenes para representar ideas). La cultura era patrimonio exclusivo de los privilegiados, de ahí que la Iglesia se preocupara de enseñar su religión (catequizar) y orientar moralmente en forma práctica, difundiendo el programa ideológico cristiano y llevando los pasajes de la Biblia a la piedra, de manera que de forma visual penetrara en la mente de un mundo tosco y rudo, empezando por las portadas de los templos (“Biblias en piedra” o, como decía San Gregorio Magno, Biblia pauperum).
  • Elitismo: Junto a ello, y de forma aparentemente contradictoria, es muchas veces elitista, al aparecer reservada a la contemplación de minorías intelectuales, como es el caso de los monasterios. A la vez, incluso en las portadas abiertas al público, el mensaje simbólico (el símbolo se convierte en eje de la nueva expresión) se presenta de difícil interpretación, con referencias cultistas a fuentes documentales de difícil acceso o influencias de tierras lejanas (Oriente bizantino y cruzado). El religioso debía aparecer consecuentemente como “traductor” de dichas imágenes. El caso de los monasterios ha dado lugar a ciertos debates. Su temática en la decoración de capiteles y basas de los claustros es más compleja; aparecen basiliscos, animales monstruosos extraídos de temas fabulosos y fantásticos de procedencia oriental, importados por los cruzados a su regreso de Jerusalén. A este respecto, existen dos opiniones: capricho ornamental, que servía para distraer la atención de los monjes, interpretado así por San Bernardo, el cual reaccionó contra el estilo que difundió Cluny; y simbolismo, que plasma una idea en lugar de la realidad, de donde el mal es representado mediante lo feo (demonio-animal monstruoso) y el bien a través de lo bello (Dios, la Virgen, la justicia, etc.), aunque el fin que persigue esta estética didáctica está dirigido a la élite, la minoría culta que son los monjes, los únicos que pueden interpretarlo como una lucha entre el bien y el mal, entre lo terrenal y lo espiritual.

Materiales

Suelen estar realizadas en piedra caliza, granito o mármol, pero también en madera o marfil. En el caso de los grandes conjuntos en piedra, estos solían estar policromados con vivos colores, que se han perdido en la mayoría de los casos y que tal vez tuviesen un importante papel en el simbolismo románico.

En cuanto a la técnica, es extractiva, esculpida, trabajada con el cincel, el taladro y el trépano. Sobre la piedra se realiza un dibujo previo con plantillas que se relacionan con la labor de los orfebres y miniaturistas. El relieve suele ser variado, bajo o alto, a veces combinados en la misma escena, aunque hay una fuerte presencia de las formas planas, trabajadas a bisel, con las aristas redondeadas. En lo que se refiere a los tallistas, utilizaron frecuentemente la madera policromada que, cuando era posible, presentaba incrustaciones de metal o piedras preciosas.

Artistas

El trabajo del escultor, o como era llamado en la época, “cantero”, estuvo muy unido al del maestro de obras. Normalmente utilizaba la misma piedra que se empleaba en el muro y sólo en raras ocasiones se utilizaban piedras especiales. Su instrumental era el heredado de la antigüedad: el cincel que desbastaba el bloque, los taladros o trépanos que horadaban las superficies, y las limas y abrasivos que las pulían. No utilizaba dibujos o bocetos previos: el dibujo se realizaba directamente sobre el bloque, pasándose de la idea a su materialización sin estadios intermedios. En un primer momento, ante la falta de tradición, se usaron las técnicas de los orfebres. Organizados en cuadrillas, se trasladaban de un lugar a otro.

Temática

En general, el repertorio iconográfico se moverá entre dos polos: lo deforme, lo monstruoso y, en fin, el diablo y el mal; y el universo divino: Dios en Majestad, Cristo, el bien. Es indudable que comprenderíamos mejor su significado de haberse conservado los ricos fondos de lugares como Moissac, Cluny o Vézelay, fuentes para este arte eminentemente religioso.

Temática Religiosa

Los temas y motivos más representados fueron los religiosos, que narraban historias del Antiguo Testamento (Adán y Eva, el arca de Noé, el sacrificio de Isaac,…), los Evangelios (la Anunciación, la Visitación, la Natividad, la Epifanía, Pentecostés, escenas de la Pasión y resurrección de Cristo, etc.), los Evangelios apócrifos (relatos piadosos sobre la vida de Jesús que no están en los Evangelios y que fue difundida por los cluniacenses), el Apocalipsis, diversos tipos de textos de los Padres de la Iglesia y vidas de santos, todo tipo de símbolos (crismón o monograma de Cristo que suma las dos primeras letras del nombre de Cristo en griego X/P e incorpora IHS, Iesus Hominum Salvator; la cruz; el cordero, signo del sacrificio de Cristo; la paloma o Espíritu Santo; el libro de la vida,…) y abundantemente las luchas simbólicas entre hombres y animales, donde la representación del infierno adquiere una gran importancia a través de toda una serie de animales, fantásticos o no, cargados de fuerte simbolismo.

Como aclaración iconográfica de muchas de las escenas, las inscripciones tendrán en ocasiones un papel fundamental. De algún modo, el desarrollo de la miniatura a nivel monumental implicó la colocación de inscripciones pétreas para hacer más fácil la lectura a unos pocos o bien saber sus fuentes. Un ejemplo de ello es la portada de Jaca y su crismón central.

Entre estos aspectos religiosos tendrán un papel preferente en las portadas los temas de la “Maiestas Domini” (teofanía o manifestación de la gloria de Cristo): el Pantocrátor (Dios Todopoderoso Juez) sentado en un trono o semicírculo y con los pies sobre una semiesfera (símbolo de la tierra), en actitud de bendecir/amenazar con una mano alzada mientras la otra sostiene el libro de la vida (donde aparecerán frases del estilo: yo soy la luz del mundo, yo soy el primero y el último), inmerso en una aureola ovalada (mandorla o almendra mística, símbolo de la gloria), rodeado de los símbolos de los cuatro Evangelistas (Tetramorfos: águila de San Juan, león de San Marcos, ángel de San Mateo y toro de San Lucas) y de los 24 ancianos del Apocalipsis en actitud de adoración y alabanza. Su figura, desmesuradamente grande, fuera de lo temporal, es símbolo de lo absoluto, de aquello que encierra en sí el principio y el fin.

Igualmente, se desarrolla la temática del Juicio Final según el Apocalipsis de San Juan, uniéndose a lo ya dicho la representación de la resurrección de los muertos, de los elegidos que estarán siempre al lado de Dios y los condenados, asistentes al juicio (pesaje de las almas o psicostasis), y a los que esperan las penas del infierno, todo ello rodeado de la corte celestial de ángeles, querubines, la Virgen, San Juan, apóstoles, santos y profetas a modo de intercesores entre los hombres y Dios.

Temática Profana

Asimismo, se representan el “bestiario” (cuyo origen está en los “Bestiarios”, libros de origen oriental dedicados a animales con tradición maléfica o benéfica para el hombre; imágenes que llegarán también incluso con los tejidos que llegaban de Oriente y que, en ocasiones, envolvían a las reliquias), heredado de la antigüedad clásica y el mundo oriental (unicornios, grifos, arpías, sirenas, dragones, monstruos del infierno, etc.) y simplemente motivos vegetales y geométricos (taqueado, ajedrezado, billetes, besantes, clavos, puntas de sierra, líneas en zig-zag, etc.). No faltan referencias a la historia, a las fábulas, a la mitología e incluso a temas de la vida cotidiana, como las faenas agrícolas, soldados, acróbatas y músicos, etc.

En ocasiones, incluso se localizan imágenes burlescas, figuras obscenas, provocativas, soeces, que se interpretan como crítica a los clérigos y a la Iglesia, tal vez “rebeliones” de los artistas ante los rígidos programas teológicos; pero que también pueden ser la crítica al cuerpo, sede del pecado, a la animalidad frente a la razón, y para ello se usa un lenguaje directo, el crudo realismo que destaca lo genital, lo sexual, la analidad, porque la sociedad medieval se encontraba muy próxima a la realidad corporal.

Tipología

Relieve

Portadas

El tema central se sitúa a gran escala en el tímpano semicircular de las puertas, predominando el Pantocrátor, rodeado de los símbolos de los cuatro Evangelistas. Tanto el Pantocrátor como el Tetramorfos es sustituido en ocasiones por el tema del Juicio Final, donde se representa a un Cristo justiciero, que es el que separa a justos de condenados.

Es en el abocinamiento de la puerta, donde se remarcan diversos arcos que van decreciendo en su tamaño hacia el interior en forma escalonada o radial (son las arquivoltas), que se suelen decorar con los 24 ancianos del Apocalipsis a pequeña escala. En la decoración de las arquivoltas suelen utilizarse temas decorativos como el taqueado, ajedrezado, billetes, besantes, clavos, puntas de sierra, líneas en zig-zag, etc.

Es en las jambas de los laterales, donde se alargan las figuras con el fin de adaptarse a la forma de las columnas (son las estatuas-columnas, al modo de las cariátides griegas), y sus vestidos a las estrías del fuste, donde suelen aparecer Apóstoles y Profetas, en este caso a gran escala.

El resto del muro exterior es decorado en muchos casos con bandas paralelas; es el caso de Santa María de Ripoll, copiado de un códice allí ilustrado años antes; también el ejemplo francés de Notre-Dame de Poitiers; así como en San Pedro de Angulema.

Capiteles

Será en los capiteles, tanto de columnas del interior del templo como de los claustros, donde la iconografía es más variada, con los temas simbólicos ya citados, alusivos a los peligros del mundo, la lucha del Bien y el Mal, vicios, trabajos, etc.; se denominan capiteles historiados. Junto a ellos encontraremos capiteles con decoración geométrica (entrelazados) y vegetal (herencia del antiguo capitel corintio estilizado). Pero también se dan casos en los machones angulares de los claustros, donde el escultor románico ofrece sus mejores obras (como ejemplo, la “Duda de Santo Tomás” en el santuario de Santo Domingo de Silos, en Burgos).

Canecillos, Ménsulas e Impostas

Las diferentes ménsulas, tanto al exterior como al interior, y especialmente las situadas al exterior bajo la cubierta de madera, están repletas de personajes, tanto humanos como animales, frecuentemente en posturas o expresiones muy forzadas, siendo un lugar habitual para la representación de bestiarios, escenas con interpretación sexual y símbolos del mal.

Escultura Exenta

El Crucificado

Con cuatro clavos, los pies juntos uno al lado del otro, impasible al dolor y el sufrimiento, que no parece pesar, cuerpo derecho y brazos horizontales adaptándose al marco de la cruz. Cristo vivo, con ojos saltones y con corona, representando al Cristo triunfante en la Cruz (no el humano que sufre, sino el Hombre-Dios que vence a la muerte). Adopta dos formas: Cristo en Majestad, Rey de reyes (su vestido es de larga túnica con mangas y suele tener una corona); y Cristo desnudo, con faldilla corta cayendo verticalmente (paño de pureza) y corona de espinas. Todos ellos aparecen policromados y en ocasiones presentan incrustaciones de metales preciosos. Por su hieratismo, majestuosidad y manera impasible de mirar al espectador, será posible relacionarlos con el Cristo bizantino.

En ocasiones, aparecen “descendimientos” que incluyen las figuras de María Magdalena, José de Arimatea, la Virgen María y Juan.

La Virgen

Es un tema habitual, aunque menos frecuente que el anterior, dada la escasa importancia concedida al tema mariano en esta época. Su representación es sedente, hierática y frontal, con el Niño de frente y sentado sobre sus rodillas (frontalidad), en actitud de bendecir, con un libro o la bola del mundo en la otra mano. Su origen se vincula a la tradición bizantina (“Virgen Kiriotissa”).

Más que la madre de Dios (“Theótokos”), la Virgen representa el trono del Salvador (“Theothronos”), sin conexión expresiva entre madre e hijo; es una representación de Reina, no de madre, que va adquiriendo el papel de intercesora. Son imágenes, tanto la de Cristo como la de la Virgen, que responden a la idea de Dios que el hombre románico posee: el Dios de justicia.

Objetos Litúrgicos

Junto a ellos, la iglesia y el monasterio románicos reciben numerosos objetos de uso litúrgico que conforman un tesoro sagrado, como altares portátiles enriquecidos con esmaltes, relicarios o simplemente piezas ornamentales de oro, plata o marfil, a las que se concede un singular valor simbólico y material.

Ejemplos

Portadas: Iglesias de Magdalena de Vézelay, Santa Fe de Conques, San Lázaro de Autun, San Pedro de Moissac, San Trófimo de Arlés, San Saturnino de Tolosa, Platerías y Pórtico de la Gloria en Santiago de Compostela, Cordero y Perdón de San Isidoro de León, Catedral de Jaca, Monasterio de Ripoll, Santa María la Real de Sangüesa, San Vicente de Ávila. Siglos XI-XII.

Capiteles: Monasterios de Moissac, Silos, San Juan de la Peña, Iglesia de San Martín de Frómista, San Isidoro de León, Vézelay.

Escultura exenta: Crucifijo de Don Fernando y Doña Sancha (1063), Majestad Batlló, Descendimiento de San Juan de las Abadesas (XII), Virgen con el Niño de Ger (Gerona).