Santa Sofía
La iglesia de Santa Sofía es, quizás, la más importante de las arquitecturas bizantinas. Santa Sofía de Constantinopla es un edificio de carácter religioso que combina el modelo arquitectónico romano con el modelo basilical paleocristiano. Santa Sofía, de planta basilical, se encuentra dividida en su interior por tres naves, siendo la central de doble anchura que las laterales. Su división se realiza a través de columnas y grandes pilares (machones). El ábside central se encuentra flanqueado por una pareja de ábsides secundarios que vuelven a repetirse en los pies de la iglesia.
Santa Sofía está basada en la utilización de la cúpula, siendo el eje de toda la construcción. El centro se cubre con una gran cúpula semiesférica construida con materiales muy ligeros. Se encuentra dividida por nervios y abriéndose en su base una línea de 40 ventanas que consigue hacerla flotar ópticamente sobre el edificio a la vez que lo inunda de luz. Sobre pechinas, la planta centralizada y la luz intensa (reflejada, además, por los mosaicos) crean espacios diáfanos que comunican una visión emocional y grandiosa de la divinidad.
El uso de la cúpula y sus distintos refuerzos crea, además, toda una serie de ritmos curvilíneos que provocan en el ojo un movimiento constante hasta el centro de la cúpula. A este sistema abovedado, se le une el uso de las pechinas que permiten pasar de un espacio cuadrangular en planta a otro circular en alzado. En Bizancio, el empuje de las bóvedas no se contrarresta engrosando los muros como en Roma, sino con otras bóvedas de medio cañón, de cuarto de esfera e, incluso, con contrafuertes. En cuanto a las naves laterales, se cubren con bóvedas de arista. Su participación en el conjunto del templo es bastante secundaria, quedando aisladas de la gran sala central, con lo cual podemos hablar de un espacio centralizado.
En cuanto a la decoración, en su concepción original, todas las paredes se encontraban decoradas con mosaicos con motivos geométricos, pero cuando los turcos otomanos, que dominaron Constantinopla desde el siglo XV, eliminaron una gran parte de los mosaicos, cegaron ventanas y colocaron cuatro grandes medallones con motivos epigráficos.
San Vital de Rávena
Fue construido en el tiempo del obispo Ecclesius (521-532), cuyo retrato aparece en la semicúpula del ábside con el patrocinio del banquero Juliano. San Vital fue consagrada el 21 de septiembre de 547 por el obispo Maximiliano. Debido al dominio que Bizancio poseía en ese momento en esta zona italiana de Rávena, es posible que la construcción del templo se debiese a querer dejar patente dicha soberanía; de hecho, los mosaicos del presbiterio, que recogen las imágenes de Justiniano y Teodora, son prueba de ello.
El edificio tiene bastantes similitudes con el de los santos Sergio y Baco, aunque no está demostrado que San Vital sea posterior. Su núcleo central octogonal está cubierto por una cúpula que apoya en ocho pilares y sus correspondientes arcos, con siete huecos situados entre los pilares del baldaquino central y que sobresalen hacia el anillo circundante y un presbiterio cuadrado con ábside saliente. Los empujes de la cúpula se contrarrestan desde el exterior por medio de arbotantes y pequeños cuerpos adosados que impiden ver en su totalidad el perfil del edificio. La cabecera se prolonga con un espacio semicircular, mientras a los pies hay un amplio atrio con torres laterales. Los muros se realizaron con aparejo de ladrillo, según la práctica bizantina, con gruesas juntas de mortero. Son de especial interés el pavimento de mosaico, los mosaicos de las paredes del coro con su bóveda y la del ábside. Tipológicamente, este templo de planta centrada es el último eslabón de la serie de edificios bizantinos, que van desde la planta basilical cupuliforme hasta el templo poligonal.
Sarcófago de Junio Basso
Nos encontramos ante el sarcófago de Junio Basso de autor desconocido del año 359 d.C. Pertenece a los sarcófagos de Estilo Bello del arte paleocristiano. Esta obra tiene unas dimensiones de 2,5 metros de alto y 1,5 de ancho. Presenta diferentes relieves en sus partes laterales y frontal. Está formado por dos pisos con 5 nichos cada uno, divididos por columnas con fuste estriado profusamente decorado, arcos y frontones a dos vertientes. En la parte superior encontramos las escenas del sacrificio de Isaac, la prisión de Pedro, un Cristo puer adoctrinando y a los lados San Pedro y San Pablo, la prisión de Cristo, Cristo ante Pilatos. En la parte inferior observamos a Job, Adán y Eva, la entrada triunfal en Jerusalén, Daniel en el foso de los leones, el prendimiento de San Pablo. En los laterales hay decoración relacionada con la vendimia, principalmente ramos de vid y, en la parte superior, encontramos la figura del fallecido.
Esta obra es muy característica dentro del arte paleocristiano, ya que se dedicaban sobre todo a la realización de sarcófagos, especialmente entre los siglos III y V. En la primera mitad del siglo III, se caracterizan por ser de friso corrido o estrigilados con representaciones del Buen Pastor. Pero desde la segunda mitad de este siglo, el modelo de sarcófago cambiará, ya que se ampliará el repertorio con imágenes del Antiguo y el Nuevo Testamento, destacando el uso del doble friso.
El Buen Pastor
La obra que estamos comentando nos muestra una de las primeras representaciones de Cristo en el arte. El primer repertorio iconográfico cristiano recibió una clara influencia del arte clásico tanto en los temas seleccionados como en la manera de representarlos. Al tratarse de una religión perseguida, esta tuvo que buscar representaciones provenientes del mundo clásico que no delatasen su contenido cristiano, pero cuya interpretación por parte de estos adquiriera un sentido teológico. Así, en un primer momento, la representación de Cristo se limita a la de un pez, cuyo nombre en griego “ictios” son las iniciales de “Jesucristo Salvador Hijo de Dios”, una paloma, un pavo real o la vid y racimos de uvas, con una clara simbología eucarística. Asimismo, se representan personajes provenientes de la mitología clásica como Orfeo, Perseo y la medusa o Usiles venciendo a la Hidra como alegorías de la victoria de Cristo sobre el demonio y la muerte. Además de ese repertorio, pronto se representaron temas extraídos del Antiguo Testamento, sobre todo temas relacionados con la salvación del Hombre por intercesión de Dios como las historias del sacrificio de Isaac, Noé o Jonás y la ballena.
Sin embargo, la representación directa de Cristo provocó reservas en un primer momento dado el carácter anicónico de la religión judía. Posteriormente, se empezará a representar como un joven apolíneo, imberbe como maestro de la ley judía o, como en este caso, buen pastor.
El tema del buen pastor, que es el que representa la escultura que estamos comentando, recurre también a un tema clásico, el del joven que lleva a un animal para su sacrificio en honor de los dioses (Moskóforo). Sin embargo, aquí adquiere un significado diametralmente opuesto al convertirse en una alegoría de Cristo, siguiendo la definición que Jesús da de sí mismo en dicha parábola en la que se compara con el pastor que abandona el rebaño para buscar a la oveja descarriada y devolverla al mismo. Vemos entonces cómo se recurre a un tema antiguo con una nueva interpretación.
Sin embargo, esta representación de Cristo como joven imberbe no terminaría triunfando en la iconografía cristiana, sino que, con el tiempo, esta se vería sustituida por la imagen siririaca, procedente de Siria, en la que se asimila a Cristo con un filósofo de la antigüedad, más maduro, con pelo y barba larga y, por lo general, coronado por un nimbo crucífero.