En Grecia se descubre la contemplación estética. Las imágenes, independientemente de que tengan un significado religioso, atraen por su propia belleza. Intentan plasmar la naturaleza, que es el punto de partida de su inspiración, pero se trata de un realismo idealizado.
Desde el Paleolítico, el animal tenía una gran importancia en la vida y en el arte, era el protagonista. En las civilizaciones del Próximo Oriente, la importancia en el arte del hombre y del animal estaba equilibrada. En Grecia, el hombre elimina al animal. Además, todos los hombres se representan por igual, del mismo tamaño.
Al ser “el hombre la medida de todas las cosas” (Protágoras), el estudio del cuerpo humano es una preocupación para los escultores, pero también lo es estudiar al sujeto en su interioridad.
Las figuras aparecen policromadas con suaves colores, por lo que había una estrecha relación entre escultura y pintura.
Como materiales empleaban el mármol y también el bronce. La técnica más preciada era la técnica criselefantina, reservada generalmente para la divinidad, ya que para ella utilizaban dos materiales de gran valor: gruesas láminas de oro y planchas de marfil.
Las esculturas frecuentemente están firmadas, lo que ha facilitado testimoniar el carácter ambulante de los artistas.
Periodo prearcaico y arcaico (ss. XII – VI a. C.)
Hasta el año 700 a. C. aproximadamente, la escultura se da a conocer por pequeños exvotos estilizados, de carácter mágico, labrados en bronce, marfil o barro. Hasta entonces puede decirse que se extiende el periodo prearcaico. El verdadero arcaismo comprende los siglos VII y VI a. C.
Las primeras Xoana se atribuyen a Dédalo, que se convirtió, según las leyendas, en el inventor de la escultura griega. Eran de madera y de formas simples.
En cualquier caso, las primeras esculturas griegas esculpidas en piedra fueron realizadas con la misma técnica que las de madera. Así, por ejemplo, la obra La Dama de Auxerre, a pesar de ser en piedra, tiene todo el aspecto de haber sido calcada de un original de madera: la estatua tiene forma de viga de madera sobre la que se han recortado el encuadre de la cara y de los cabellos, el brazo izquierdo muy pegado al tronco y el derecho muy doblado, de forma que posa la mano sobre el pecho.
Hera de Samos tiene una estampa muy similar a la anterior, aunque parece esculpida sobre una viga cilíndrica o columna en la que se han reproducido con especial ahínco los pliegues del vestido.
Kuroi
Dentro de esta primitiva fase de la escultura griega destacan los Kuroi, que en este caso tienen algo más de relieve. Representan el cuerpo desnudo de un atleta adelantando un poco la pierna izquierda.
En la evolución de los kuroi se ve cómo van dejando atrás fríos convencionalismos, logrando mayor naturalidad.
Apolo Arcaico
Representa también a un atleta griego triunfador en los juegos. Está desnudo, los labios esbozan la típica sonrisa arcaica y los brazos van pegados al cuerpo, en el que se ve una gran rigidez. Aunque las piernas están en disposición de marcha, los pies están pegados al suelo.
Estos kuroi representan a personajes reales, pues son imágenes que se entregan al vencedor de los juegos. Sin embargo, no son verdaderos retratos, pues en ellos no se pueden buscar rasgos individuales.
Korai arcaica
Se trata de una figura femenina que aparece vestida con una túnica o jitón larga y ceñida. A veces llevan un manto amplio (himatión) o un chal corto (peplos). Un brazo suele caer recto y el otro levantado, llevando la mano a la cadera para levantar un poco el vestido. Algunas llevan un cestito en la cabeza. El pelo se dispone en varias y largas trenzas.
Tanto los kuroi como las korai se pueden distinguir por su estilo: dórico (con solidez casi arquitectónica) o jónico (más estilizado).
Otras korais arcaicas
Se observan también restos de policromía. Es lógico, ya que, por lo general, la estatuaria griega era policromada, lo que ocurre es que a veces esto se olvida porque conocemos muchas obras griegas por copias romanas y por influencia de la estatuaria renacentista.
En el periodo arcaico también tiene lugar la escultura monumental en las metopas y en los frontones. Al siglo VI a. C. corresponde el Templo de Artemisa en Corfú.
A este periodo pertenece también El Moscóforo, que es una figura masculina que lleva a hombros un ternero.
Primera mitad del siglo V a. C.
Este siglo es el periodo clásico por excelencia. Las figuras desarrollan gestos humanos, pero sin perder la calma, la serenidad. La divinidad se caracteriza precisamente por la ausencia de pasiones.
Esta primera parte del siglo se puede considerar de transición y afirmación del clasicismo.
Atenas posee ya una importante escuela escultórica en la que se hacen los últimos ejemplares de kurois. Se realiza también el Grupo de los Tiranicidas, que es el primer grupo estatuario público; en él se representa a los asesinos del tirano Hiparco.
En la isla de Egina se forma un núcleo escultórico que tiende principalmente a la representación del movimiento. En el Templo de la diosa Afaia hay dos conjuntos timpánicos que conmemoran el heroísmo de los eginetas en la guerra de Troya.
Este frontón del templo de Egina pertenece a la época arcaica. Representa las luchas de los héroes griegos en Troya. Es una escultura dinámica, llena de movimiento. Se desconoce el autor.
Poseidón, realizada en bronce, pertenece también a la escuela de Egina y a la primera mitad del s. V a. C. Se encontró en el mar, cerca del cabo Artemisio. Es una estatua colosal, una imagen arcaizante, pero con un estudio anatómico y un movimiento que preludian el clasicismo.
Las escuelas del Peloponeso están dedicadas especialmente al modelado del cuerpo humano. En uno de los frontones del Templo de Zeus en Olimpia se representa la competición de Pélope con el rey Enómao (este rey había determinado dar a su hija Hipodamía en matrimonio a quien le venciera en la carrera de carros; el vencido siempre era atravesado por la lanza de Enómao, pero en esta ocasión fue él quien perdió). Para la decoración de este frontón se prefiere la preparación para la acción, es decir, los competidores preparan los carros para la salida. En contraste, el otro frontón representa una escena agitada, confusa, se trata de la lucha de centauros y lapitas.
Normalmente en los frontones se oponían escenas, en uno se ponía una escena tranquila y en el otro una escena agitada. En las metopas de este templo están representados Los doce trabajos de Hércules.
En la Magna Grecia la escultura tuvo también gran importancia. En Sicilia destacó Pitágoras de Samos, que trabajó sobre todo para la ciudad de Delfos. A él se le atribuye una de las máximas obras de la plástica griega: El Auriga de Delfos, fundida en bronce. Representa al conductor de una cuadriga victoriosa en los juegos. Está representado con una gran dignidad e imperturbabilidad. Es una plástica serena “in crescendo” por los pliegues de la túnica, que caen rígidos como las acanaladuras de una columna dórica. La cabeza está finamente cincelada, la vivacidad del rostro se ve acentuada por los ojos de pasta vítrea.
También a esta escuela pertenece el Trono Ludovisi, encontrado en Roma. Es la obra maestra de un ignorado artista jonio; decorado con tres relieves: en el centro se representa el Nacimiento de Venus de las aguas del mar, sale ayudada por dos servidoras, los pliegues de la ropa se adaptan al cuerpo que surge de las aguas como si aún estuvieran mojados (esta obra anuncia ya la técnica de los paños mojados de Fidias). A ambos lados se representa a una sacerdotisa quemando incienso (izquierda) como símbolo del amor sacro y al otro lado (derecha) a una mujer desnuda tocando una doble flauta, símbolo del amor profano. Supone uno de los primeros desnudos femeninos del arte griego.
Segunda mitad del siglo V a. C.
En la época de Pericles, Atenas se llena de grandes artistas. Tan famosos como sus obras son ahora los grandes artistas. Se estudia la anatomía y el movimiento real de la musculatura, por lo que se acrecienta la temática naturalista, como por ejemplo el atleta realizando un determinado ejercicio. Se esculpen esculturas de dioses y éstos tienen que ofrecerse a los griegos con la dignidad de tales dioses, pues la belleza es el factor más importante.
Mirón
Trabaja ya en la primera mitad del siglo V a. C. Estudia el movimiento en el acto, busca posturas inestables. Hizo la escultura de Atenea. Realizó una vaca en bronce con gran realismo.
Una de sus obras más representativas es El Discóbolo, que representa a un atleta que se repliega concentrando sus energías para lanzar el disco. Representa el movimiento en potencia, es decir, acumulado. El cabello lo dispone plásticamente, sin relieve, de forma arcaica. El rostro permanece inalterable, inexpresivo, no acompaña psicológicamente a la acción.
El grupo de Palas Atenea y Marsias es una escena de bulto completo en la que da a la figura el sentido de un instante. La figura de Marsias expresa una acción instantánea. Atenea inventa la doble flauta pero, disgustada porque se pone fea al soplar, la tira al suelo y Marsias la recoge; este es el momento representado.
Policleto
Fue un gran teórico de la escultura. El cuerpo humano era para él modelado, número y proporción. Cada una de las partes del cuerpo debía tener unas dimensiones adecuadas para componer un conjunto armónico. De esta manera llegó a formular un canon de proporciones perfectas que se ha perdido, pero que se cree está recogido en su obra El Doríforo (Joven portador de lanza) que está en el Museo del Vaticano. Es una copia en mármol del original de bronce. Representa un joven en marcha acompasada y con un movimiento armonioso. Se cree que en él se resumen las medidas o el canon ideal de medida del hombre, por eso también se le conoce como “el canon”. Para Policleto, la cabeza (medida desde el mentón hasta el arranque del pelo) era la unidad de medida, por lo que para él la altura total era de 7 cabezas. Se trataba de buscar la relación armónica entre las partes del cuerpo, es decir, la proporción. El cuerpo está apoyado sobre un pie, gracias al empleo del bronce; el otro se mueve libremente. En las piernas ocurre lo contrario, la derecha soporta todo el peso mientras que la izquierda se dobla y avanza. La cabeza se tuerce hacia la izquierda. Todo el cuerpo se arquea, por lo que la rigidez arcaica ha desaparecido.
El Diadúmeno parece que representa a Apolo en el momento de colocarse la insignia (tenia o venda) de vencedor en los juegos. Es una copia en mármol del original de bronce.
Policleto también hizo alguna figura femenina como la imagen criselefantina de Hera y la Amazona herida, conocida únicamente por copias; en ella fijó el canon de belleza femenino con el mismo aire clásico que en el masculino.
Introduce una columna para equilibrar la figura (este recurso será desde ahora muy frecuente en la escultura griega).
Hacia el año 440 se abrió un concurso para esculpir una amazona con destino al gran templo de Éfeso, triunfó la de Policleto sobre otras presentadas por Fidias, Crésilas y Faramón.
Amazonas: Son copia de la de Fidias y Crésilas. La de Policleto, que es la que ganó, no se conserva, pero todas tenían características comunes: túnica corta, heridas en el seno descubierto, vulnerables y bellas.
Fidias
Figura máxima de la escultura griega. Obtuvo arquetipos idealizando los modelos que la naturaleza le ofrecía. Nació en Atenas y desde mediados de siglo estaba al frente de los trabajos del Partenón. Ejerció todas las ramas del saber y su obra representó un gran avance, ya que, por ejemplo, resolvió la manera de decorar los vértices bajos de los frontones, hizo girar los cuerpos de manera que el movimiento fuera apreciable desde cualquier punto de vista. En el tratamiento de los ropajes demostró gran imaginación, es el autor de la técnica de los paños mojados, es decir, abundantes pliegues en las telas que se pegan al cuerpo como si estuvieran mojados transparentando el cuerpo, de tal manera que el artista hacía un estudio de la anatomía; en realidad, los pliegues eran una excusa para conseguir un efecto de naturalidad en el tratamiento del cuerpo humano. Su arte alcanzó una profunda significación. En la Acrópolis de Atenas se encuentran sus obras fundamentales:
El Frontón oriental del Partenón narra el nacimiento de Palas Atenea de la cabeza de Zeus ante la asamblea de los dioses olímpicos. Las esculturas no están concebidas aisladamente, sino en bloques formando grupos, como por ejemplo el de las Tres Parcas. Este frontón expresa calma y serenidad.
La escena contrasta por su movimiento y tensión con el otro frontón.
En el friso corrido que bordea la cella (friso jónico) representó con policromía Las Panateneas. En esta obra se representa la ofrenda a la diosa del manto (peplos) tejido por las doncellas. Aparecen figuras variadas y en diferentes actitudes (jóvenes montando a caballo, autoridades atenienses, portadores de ofrendas, víctimas para el sacrificio, etc.). Formaban un desfile que salía de la parte de atrás y terminaba en la fachada principal, donde se encontraban los dioses, invisibles para los humanos, contemplando la procesión.
Otro fragmento representa a hombres a caballo, Jinetes que aparecen en actitudes violentas. Estudia el movimiento y la armonía en la proporción. Es una obra de equipo, aunque a la vista del resultado se dice que Fidias contaba con excelentes colaboradores.
En las Metopas, en este caso de calidad irregular, es donde más claramente se nota la colaboración de otros artistas. En ellas se relataban cuatro luchas mitológicas: la centauromaquia, la gigantomaquia, la amazonomaquia y la toma de Troya. Un ejemplo es la representación en una de ellas de Centauro y Lapita. Están compuestas generalmente por dos figuras en un relieve bastante abultado sobre un fondo liso.
Fidias también realizó bastantes figuras de bulto completo que conocemos por copias, como la Atenea Prómacos o diosa de la guerra, representada con casco y lanza. Era una estatua de 15 metros realizada en bronce para ser colocada delante del Partenón.
Atenea Lemnia, representa a la diosa como una doncella ateniense ataviada únicamente con un manto.
Atenea Pártenos, destinada al interior del Partenón, era una figura criselefantina cuajada con gemas, de unos 12 metros de altura. Se conoce por una copia romana (Atenea de Varvakion). Representa a Atenea victoriosa, con la imagen de la diosa Niké en su mano derecha. Sus atributos eran la lanza, el casco y la égida.
Zeus Olímpico: Está en Olimpia, por lo que es una de las pocas obras de Fidias que no está en la Acrópolis. De esta obra quedan las descripciones de Pausanias. Era de gran tamaño, representa a Zeus sentado con todo su poder. Es el máximo exponente del idealismo griego y de la monumentalidad, demostrando el alto concepto que los griegos en esta época tenían de sus dioses.
Fidias, como ya se ha dicho, realizó una amazona para el concurso del templo de Éfeso en competición con Policleto.
Utilizó también la técnica acrolítica (oro y mármol) como por ejemplo la Atenea Area que se veneraba en Platea.
El siglo IV a. C.
Durante este siglo decae la escultura religiosa y florece la privada. Se da un creciente escepticismo de los griegos para con sus dioses, lo que determinó una transformación artística. Ahora pierden la serenidad que hasta este momento habían tenido y aparecen representados como meros hombres, sin dignidad divina, realizando acciones humanas. La escultura es invadida de naturalismo. En las plazas públicas se ven estatuas de dioses y héroes que son exhibidos como objetos de curiosidad, sin ninguna finalidad religiosa. Son frecuentes los grupos escultóricos desarrollando alguna escena, lo que denota un gusto por lo teatral. Abunda lo costumbrista y lo ordinario, se representa la ira, la indignación o la tragedia, es decir, se representan los sentimientos del hombre.
Cefisodoto
Practicó la técnica de los paños mojados de Fidias, pero cargó a sus figuras de expresividad: Eirene y Pluto es una obra que demuestra el sentimiento afectuoso y humano de madre e hijo.
Praxíteles
Modela sus figuras en mármol o bronce. Suaviza las líneas con curvas, dulcifica las formas. En sus obras se percibe la calidad de la piel humana. El paso de la luz a la sombra se hace insensiblemente, de modo que las figuras aparecen suavemente sombreadas; las figuras no son lisas, sino que tienen suaves desniveles. El claroscuro se acentúa con la suavidad del modelado. El peinado se hace con grandes mechones, acentuándose el claroscuro.
Los temas generalmente constituyen una escena. Esculpe figuras de dioses, pero sus modelos son hombres y representan seres humanos. Así, realizó La Venus de Cnido tomando como modelo a una hetera (cortesana). Es la primera vez que un artista se atreve a representar una divinidad femenina desnuda. Para permitirse esa libertad, el autor tuvo que buscarse un pretexto, que fue el de representar a la diosa en el momento de salir del baño, es decir, haciendo un acto plenamente humano. Con la mano izquierda sostiene el paño de secarse, apoyado en el vaso de los perfumes, pero esto no es más que un recurso procedente del s. V a. C. para garantizar la estabilidad de la figura; también es un atributo para reconocer a la diosa.
También hizo figuras femeninas vestidas cuyo estilo se ve reflejado en la obra de algunos discípulos suyos, como por ejemplo La Deméter de Cnido y La Artemisa de Gabios.
Sus figuras masculinas también tienen un aire femenino. Arquea el cuerpo abriéndose una larga curva desde el ápice de uno de sus brazos hasta la planta de los pies, produciéndose la famosa curva praxitélica. Esto se ve perfectamente en el Apolo Sauróctono: el dios está apoyado indolentemente en un árbol y se dispone a cazar un lagarto que trepa por el tronco. Se trata de una escena pictórica, en pleno aire, desarrollada en un plano. Falta todo sentido heroico, todo carácter épico (¿¡Apolo matando un lagarto!?). El cuerpo de Apolo se contornea como el del lagarto, en armonía de líneas con éste, forma un paréntesis que algunos autores han querido ver como algo simbólico. La misma curva praxitélica se puede ver en El sátiro escanciador, obra atribuida a Praxíteles porque presenta las mismas características.
El modelo masculino más importante de este escultor es el Hermes de Olimpia, aunque también con serias dudas sobre si es el original o una copia romana muy próxima al auténtico. Esta obra también representa una escena: Hermes sostenía en su ahora mutilado brazo un racimo de uvas que el niño Dioniso, hijo de Zeus, intentaba coger. El Hermes, de expresión afectuosa, recuerda el grupo de Eirene y Pluto realizado por su padre, aunque muestra la evolución. Hermes aparece desnudo, con la cadera arqueada y su cuerpo describe una suave curva. Se observa en esta obra lo que en pintura se conoce como esfumato, es decir, el tránsito de la luz a la sombra se hace insensiblemente porque las figuras no son lisas, sino que tienen suaves desniveles que se aprecian más al tacto que a la vista.
Scopas
Es otro de los grandes escultores de este siglo. Hizo obras para Asia Menor y el Peloponeso, decorando algunos edificios como el Templo de Atenea en Tegea, el Mausoleo de Halicarnaso en cuyo friso Este (oriental) narra la lucha entre los griegos y las amazonas. Es fácil reconocer el aire de Scopas en la amazona: jitón arremolinado en forma de caracola en torno a las caderas, deja ver el cuerpo desnudo de la joven lanzada impetuosamente al ataque. Parece como si al escultor le gustara detenerse en la representación de los ropajes flotantes.
Característico de Scopas es su capacidad para representar las interioridades del alma como del amor, la sensualidad, la nostalgia, la desesperación, la inquietud, el deseo…, pero tuvo predilección por las expresiones de dolor. Entre sus obras destaca la Ménade, que parecía poseída por un gran furor báquico. Se observa una gran violencia y dinamismo. Se ve también la tendencia del escultor de abrir provocativamente los vestidos por un solo lado. Meleagro es otra obra suya en cuyo rostro se ve la expresión trágica de la muerte. Para conseguir este patetismo, Scopas hunde los ojos de la figura, pone prominentes cejas fruncidas, entreabre la boca y ladea la cabeza.
De los discípulos de Scopas se conocen algunas esculturas, como por ejemplo de Leocares, que fue uno de los grandes retratistas de Alejandro Magno. Decoró también el Filipeón de Olimpia con figuras de la familia de Filipo. Probablemente sea suyo el grupo que representa el Rapto de Ganímedes, que es de concepción costumbrista y se ha desarrollado una escena en diferentes planos: en la parte posterior hay un tronco, símbolo del paisaje y apoyo de la composición, un águila remonta a Ganímedes, viéndose en la parte inferior un perro que ladra. Esta obra indica el comienzo de los complicados grupos de la época helenística, donde tiene más importancia la composición y la armonía general que lo que representa aisladamente cada figura. También se atribuye a Leocares la obra El Apolo del Belvedere, que nos ofrece un cuerpo masculino idealizado, de forma amable y sobrenatural, concebido con un elegante movimiento hacia el frente de manera que parece no poner los pies en el suelo. El artista lo ha sorprendido en plena acción: Apolo con el arco tenso a punto de disparar. Como en otras obras de la época, el árbol es un apoyo para la figura. También se le atribuye la Diana cazadora, en la que representa a la diosa en pleno movimiento. Tiene prácticamente las mismas características que el Apolo del Belvedere.
Otra obra que se considera como una de las más bellas de la Antigüedad es La Venus de Milo, que se conserva sin brazos en el Museo del Louvre, de autor desconocido, aunque se atribuye a un tal Agesandro o Alejandro de Antioquía. Se han intentado dar diversas interpretaciones acerca de la disposición que debieron tener los brazos, pero la obra es tan bella que no merece la pena imaginarla de otra manera. El peinado es parecido al de la Venus de Cnido de Praxíteles, pero el rostro permanece lleno de serena belleza. El cuerpo se curva graciosamente. Hay un gran contraste entre la plasticidad del desnudo y lo pictórico del vestido bajo el que se advierte el movimiento de las piernas, una avanzada y otra en retroceso. Lo importante de esta escultura es que, utilizando formas tan clásicas, se haya podido conseguir una obra tan naturalista.
En las escuelas del Peloponeso se siguió prefiriendo el modelado del cuerpo masculino y la técnica del bronce. Se busca un canon masculino más esbelto y movido como se ve en las obras de otro importante escultor:
Lisipo
Es otra de las figuras cumbre de la plástica helénica. No se conserva ninguna obra original suya, todo son copias. El canon de Lisipo se caracteriza por el alargamiento de los miembros y la reducción de la cabeza, que es 1/8 parte de toda la altura, es decir, la altura total es de 9 cabezas. Estas características se ven ya en El Apoxiomenos del Museo del Vaticano, que representa a un atleta desnudo con los brazos extendidos hacia delante quitándose con el estrígiles (rascador) el aceite que se había dado para realizar los ejercicios. Es una actitud cotidiana, nada grandiosa. Ofrece un cuerpo lleno de movilidad, de músculos marcados.
Se trata, no ya de un canon ideal como era el de Policleto, sino de un canon naturalista. Otra novedad es que el artista ha querido romper todo el frontalismo, de tal manera que la figura cambia a medida que el espectador gira a su alrededor.
Lisipo prefiere representar al hombre y en las posiciones más naturalistas, como por ejemplo el Hermes calzándose la sandalia o el Ares Ludovisi, que está sentado pero en una postura de cómodo naturalismo. Lisipo hace también algunas figuras femeninas como la Gran y Pequeña Herculanenses, que tienen un canon alargado y se envuelven en un amplio manto propio de la moda del momento.
Otra faceta suya es la de los retratos; fue el retratista oficial de Alejandro Magno, al que hizo muchos retratos en los que no acentúa en exceso los rasgos individuales, sino más bien la personalidad espiritual del retratado. Lisipo representa la transición entre el clasicismo y el periodo helenístico.
Periodo helenístico (finales del s. IV a. C. hasta el s. I a. C.)
A causa de las conquistas efectuadas por Alejandro Magno, el dominio helénico se extendió por otros territorios orientales, con lo que la cultura y el arte griego sufrieron notables transformaciones, pues lo griego admite aportaciones de los pueblos conquistados. El estudio de la escultura presenta ahora dificultades, pues desaparecen las grandes individualidades, con lo cual abundan esculturas, pero se desconoce el nombre de sus autores. Esta escultura es la que conocen e imitan los romanos.
En esta época abunda lo real, por lo que nos parece una escultura de peor gusto, debido al naturalismo. La naturaleza es el modelo de los artistas, pero tomando de la vida todo aquello que inclina al placer. Se pierde la seriedad, el equilibrio y la armonía clásicos. Nos hallamos en el polo opuesto, es decir, en el Barroco.
Los dioses tradicionales se representan en actitudes más dramáticas y se introducen nuevos dioses y divinidades mixtas como Zeus-Amón; Afrodita, que ya no tiene categoría de diosa, sino que se ha convertido en el símbolo del amor y de la sensualidad; el dios Eros, de adolescente pasa a ser un niño travieso y lascivo.
El amor se colma de lascivia y se llega a la aberración sexual como nos lo indican algunos temas, como por ejemplo el hermafrodita. Alcanzan gran importancia los temas orgiásticos de Dioniso. Abundan también las alegorías siguiendo la tendencia al antropomorfismo: ríos y ciudades se representan bajo formas humanas.
De Scopas se toma la tendencia pasional y trágica. Se representan todos los estados de ánimo y todas las edades del hombre, desde la infancia a la vejez. La vejez como ocaso de la vida se representa con gran patetismo.
Como consecuencia de todo ello, se desarrolla mucho el retrato realista, se obtienen ricas calidades y texturas. Abunda el relieve pictórico buscando un efecto de claroscuro.
No es fácil tampoco clasificar las obras por escuelas, pues hay dudas sobre piezas muy características. Se siguen haciendo copias de las obras de Scopas, Praxíteles y Lisipo. También hay otro tipo de obras realizadas por escultores griegos que trabajan al servicio de los romanos copiando obras arcaicas o clásicas, como es el caso de la obra El niño de la espina, que aunque pertenece a este periodo helenístico se la considera como una obra clásica por ser una copia de un modelo clásico. La escena que representa no es nada grandiosa: el momento en que un niño se quita una espina del pie. Es una obra delicada y con una gran armonía. Se trata de un perfecto estudio de la anatomía infantil, de proporción clásica. El peinado es arcaico.
En la isla de Rodas hubo otra escuela importante de la que destaca una obra que es El coloso de Rodas, que es una gigantesca estatua de Apolo situada en la entrada del puerto y era de un tamaño tal que bajo sus piernas pasaban los barcos.
A la escuela de Tralles pertenece un grupo llamado Toro Farnesio, realizado por los hermanos Apolonio y Taurisco. Es la escultura más grande que se conserva de la Antigüedad. Representa el mito de Dirce según el cual, Anfión y Zeto, hijos de Antíope, la ataron a un toro para castigarla por el mal trato que había dispensado a su madre. Se encontró en la Termas de Caracalla y en la actualidad se conserva en el Museo de Nápoles.
También pertenece a esta escuela la Victoria de Samotracia, que es la representación de la Niké alada antigua, aquí concebida con un gran naturalismo. Se observa una gran elegancia, pues la diosa avanza en la proa de un barco, sus alas se despliegan y el viento echa hacia atrás los ropajes. Hay un buen estudio del ropaje que, además de dejar ver la anatomía, se arremolina en la parte posterior. Es una obra importante dentro de la plástica griega.
A la escuela de Pérgamo pertenece el grupo El Laoconte y sus hijos, que se caracteriza por el patetismo. Este grupo representa uno de los dramas más espeluznantes de la mitología griega. La escena representa el momento en que dos serpientes se enroscan al cuerpo del Laoconte y de sus hijos. Se ha querido hacer en esta obra una representación del dolor en grado sumo. El Laoconte es el símbolo del dolor, ya que no se trata sólo del dolor físico del Laoconte atenazado por las serpientes y mordido en el costado por una de ellas, sino del dolor moral del padre que ve morir a sus hijos sin poder hacer nada por evitarlo. Esta obra constituye la máxima representación del barroquismo helenístico, en ella se ve un gran movimiento y claroscuro. Se encuentra en el Museo del Vaticano.