Escultura Románica: Características Generales
En los siglos XI y XII, la escultura experimentó un renacimiento tras su declive en los últimos años del Imperio Romano. En estos siglos, triunfó la escultura monumental, existiendo una gran armonía entre la arquitectura y la ornamentación plástica que invadía todo el edificio, tanto por dentro como por fuera (horror vacui), con un marcado carácter didáctico. Se decoraban todos los elementos arquitectónicos, apareciendo las estatuas-columnas. En las arquivoltas también aparecían figuras, y en los tímpanos de las portadas se representaba normalmente el Pantócrator (Dios Todopoderoso) rodeado del Tetramorfos (símbolo de los cuatro Evangelistas). Otras veces, en el tímpano aparecía el Dios Justiciero, en el Juicio Final, rodeado de la mandorla o almendra mística. Normalmente, el muro quedaba desnudo escultóricamente, aunque se cubría con decoración mural. Los capiteles eran decorados, historiográficos, instructivos y didácticos; a veces, la decoración llegaba incluso a la basa. El ábside era otro sitio indicado para la decoración.
El estilo de las figuras románicas respondía generalmente a un ideal abstracto totalmente opuesto al naturalismo. El estilo románico respondía a su vez a un contenido religioso, pues la Iglesia influía totalmente en este arte, sobre todo la orden de Cluny, que fue la que más influyó en la sociedad. El artista se movía en un reducido campo de libertad, pues contaba con los modelos “exempla” que le eran facilitados; estos modelos eran los que los artistas repetían. Las obras tenían un fin didáctico, por lo que no se rendía culto a la belleza formal. La habilidad del artista podía hacer de una obra siempre igual, algo original y agradable a la vista. Las representaciones iban encaminadas a destacar la conciencia viva del pecado, del temor a la condenación y la necesidad del arrepentimiento. Para conseguirlo, no se escatimaban medios y se ponía en movimiento una estética de lo feo; la representación del pecado adoptaba una forma repelente. El tema del Juicio Final testimoniaba el horror a la condenación que se pretendía inculcar. Estas esculturas eran incluso más convincentes que las palabras del predicador. Para representar al demonio, se acudía a formas de animales, ya que siempre se ha creído que el demonio se disfraza con formas de animal. Se desarrolló una auténtica demonología y los demonios aparecían bajo un aspecto ridículo para que los creyentes se diesen cuenta de que servirle es una auténtica estupidez. De esta manera, lo cómico entraba junto con los demonios en el arte. A la risible figura de Satanás se oponía la mayestática figura del Señor o de la Virgen. Lo feo es el atributo de lo malo y la belleza sublime es el atributo de Dios.
Los temas románicos encerraban un gran simbolismo, aunque haya autores que lo nieguen y digan que son únicamente un derroche ornamental innecesario. Había temas que procedían del mundo clásico y otros del mundo oriental. La Discordia se representaba con dos figuras tirándose de las barbas, mientras que la Concordia se efigiaba por dos esposos abrazados. En la escultura románica se representaban todos los pecados con una gran veracidad y los pecados de todas clases o grupos sociales. Así, en la representación del Infierno era frecuente ver cómo se precipitaban a él gente de la más variada condición, incluso eclesiásticos.
El ideal abstracto de las figuras románicas estaba sometido a dos elementos condicionantes: la adaptación al marco y la adaptación a la función. Las figuras se adaptaban al marco de manera que si éste era cuadrado o apaisado las figuras se achaparraban y si por el contrario el marco era excesivamente alto, las figuras lo eran también, de ahí que las figuras que se adosan a las columnas sean generalmente esbeltas.
La escultura románica se nos ofrece como una representación a gran escala de los marfiles y miniaturas prerrománicos, los cuales se consideran precedente de la escultura monumental románica. En el Románico se constituyen una serie de tipos de los cuales los principales son el de Cristo crucificado y el de la Virgen. Cristo se halla sujeto a la cruz con cuatro clavos por lo que los pies están separados, los brazos se dispone rígidos ciñéndose al marco de la cruz, sin sentir el peso físico; en la cabeza lleva corona real y no de espinas, como corresponde a su condición de Rey de Reyes. No sufre, no experimenta dolor; es un Cristo hermético, muerto o vivo. Unas veces se le representa con una larga túnica sujeta con un cíngulo (tipo originario de Siria); otras veces cubre su desnudez con un faldón que va desde la cintura hasta las rodillas formando pliegues verticales. Sin embargo, en los Cristos próximos al Gótico todo cambia: los brazos se doblan acusando el peso y las piernas se cruzan sujetando los pies con un solo clavo. Al pie de la cruz se halla San Juan, con peinado radial, sujetándose la cabeza en señal de congoja. Al otro lado aparece la Virgen. El tipo de representación de la Virgen deriva del bizantino; es una imagen sedente, ostentando corona. El Niño está sentado en el regazo en medio de las dos piernas y menos comúnmente sobre la pierna izquierda, bendiciendo o con el libro en la mano. Ambas figuras están rígidas sin que exista comunicación entre Madre e Hijo (Teotokos). Sólo al final del Románico aparece la Virgen amamantando al Niño. En el Románico el Niño Jesús no es un niño, sino Dios. Esta iconografía con su estilización de formas cumple la misión de alejar a la divinidad de los hombres, evitando toda familiaridad y fomentando el respeto. Las divinidades románicas nos sugieren el espíritu de la justicia, no del amor. El Dios románico inspira temor.
Principales manifestaciones artísticas:
- La Abadía de San Pedro de Moissac (Languedoc, Francia)
- San Lázaro de Autun
- La Magdalena de Vézelay
- En España: los conjuntos escultóricos de la catedral de Jaca, San Isidoro de León, El crucifijo de don Fernando y doña Sancha
- En Santiago de Compostela: la Portada de Platerías (s. XI) y el Pórtico de la Gloria (s. XII).
La Pintura Románica
El Románico se caracteriza por la abundancia del arte figurativo. La pintura ocupa los muros, se subordina a la arquitectura y además cumple la misión teológica ya que Cristo irradia respeto y temor. La pintura románica se ofrece en tres variantes: frescos murales, frontales y miniaturas.
La pintura mural
Se conserva mínimamente pues fue objeto de sistemáticas destrucciones. Es un arte popular y anónimo aunque se reconocen dos clases de autores:
- Eclesiásticos y más concretamente monásticos
- Laicos, que tenderían a prevalecer en la época gótica.
La pintura está sometida a un proceso de abstracción resultando un gran poder expresivo. Para separar lo divino de lo terrestre y obtener mayor simplicidad, el artista prescinde casi por completo del paisaje y por la misma razón, tampoco interesa la perspectiva aunque se gradúa la profundidad del cuadro por medio de franjas paralelas de diferentes colores. Se trata de una pintura planista, bidimensional y con leves efectos de modelado. El trazo del dibujo está muy bien marcado. Tanto la forma como el color responden a un programa simbólico dando a la pintura una gran unidad. La decoración mural románica arranca de la bizantina aunque ésta se hacía principalmente en mosaicos. La cabecera de las iglesias eran espléndidamente decoradas; en el cuarto de esfera se pone al Pantócrator con mandorla portada por ángeles o rodeado por el Tetramorfos, aparece sentado y bendice con tres dedos como símbolo de la Trinidad. Destaca el Pantócrator de San Clemente de Tahull. Otras veces está la Virgen con el Niño como Santa María de Tahull. Debajo, formando una o varias fajas horizontales se disponen rígidas y frontales las figuras de los apóstoles, santos y profetas. En lugar preferente también suelen estar las figuras de los santos a quien va dedicado el templo. Por la bóveda y los muros de la iglesia se reparten diferentes escenas, de forma rectangular, con temas del Apocalipsis, del Génesis, del Nuevo Testamento…
La pintura mural tiene relación con la Miniatura pero ésta constituye un arte más rico y propio de la gente letrada y con una iconografía más amplia y un repertorio formal más abundante. También aparece la pintura sobre tabla, de caballete. Los Frontales alcanzan, sobre todo en España, una gran importancia. Esto es importante porque de esta pintura exenta nacerán más tarde las grandes creaciones occidentales que son los Retablos.