El Oleiro Valenciano
Identificación: Estamos ante una obra pictórica titulada El Oleiro Valenciano, realizada por Francisco de Goya en 1779. Se trata de un óleo sobre tela que se encuentra en el Museo del Prado, en Madrid.
Contexto Histórico
Goya es la figura culminante del arte español del siglo XVIII y uno de los grandes pintores de la historia universal. Nació en el pueblecito aragonés de Fuendetodos y se educó en Zaragoza, en el taller de Francisco Luzán. Posteriormente, se trasladó a Madrid y a Italia para continuar sus estudios. A su regreso, se casó con la hermana de Bayeu, uno de los pintores de Carlos III, lo que le abrió las puertas de la corte. Recibió una serie de encargos para pintar cartones con destino a la Real Fábrica de Tapices, como La maja y los embozados, El quitasol, La gallina ciega y El cacharrero, entre otros. En 1792, sufrió una grave enfermedad que lo dejó sordo, marcando fuertemente su carácter y su obra, que ganó en profundidad y originalidad. Goya no es, como Velázquez, un genio precoz, sino el fruto de una lenta evolución, y no alcanzó un estilo personal hasta pasados los cuarenta años. Liberal e ilustrado, los episodios de la Guerra de la Independencia y la posterior reacción absolutista dejaron en él una honda huella, hasta el punto de que, tras el fracaso del Trienio Liberal (1820-1823), solicitó permiso al rey Fernando VII para abandonar España y se trasladó a Burdeos con su segunda mujer, Leocadia Zorrilla, donde falleció. Además de su faceta como pintor, en la que destacó sobre todo en el género del retrato, desarrolló una importante labor como grabador, realizando series magistrales como Los Caprichos, Los Desastres de la Guerra, La tauromaquia o Los Disparates, y utilizando, quizá por primera vez, nuevas técnicas como el aguatinta y la litografía. La originalidad de la obra de Goya radica en su perfecta adecuación a las circunstancias de su tiempo. En su pintura se refleja la evolución de la pintura europea desde el Rococó hasta el Romanticismo, pasando por el período Neoclásico.
El Oleiro Valenciano es uno de los cartones para tapices de la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, destinado a la decoración del dormitorio de los Príncipes de Asturias en el Palacio de El Pardo. Se situaría enfrente de La Feria de Madrid, de lo que se deduce que el tema principal de la sala era el ambiente festivo de la capital de España, muy apreciado por la nobleza y la Casa Real del siglo XVIII, que vestía de majo y maja para participar en las verbenas.
Análisis de la Obra
En el primer plano, se observa a un valenciano, según Goya, vendiendo vajilla, mientras dos mujeres y una anciana observan la mercancía. Estas últimas están iluminadas, quedando el vendedor en penumbra.
En segundo plano, aparece un coche de caballos en el que viaja una dama que se observa difuminada a través del cristal de la portezuela. Dos personajes, sentados de espaldas, la observan. En la lejanía, se aprecian más personajes y las siluetas de edificios.
Se aprecia una conseguida captación del movimiento del vehículo, especialmente por la figura del lacayo, que se inclina hacia atrás por el efecto de inercia del arranque del carro. Una curiosidad de este cuadro es el rectificado de la posición de la rueda trasera izquierda, cuya circunferencia original se percibe al lado de la definitiva.
Aparecen marcas del estilo de Goya, como la presencia conjunta de personajes de elevada y humilde condición social en una escena costumbrista y luz de poniente. Es importante el tratamiento del color en la armonía de dorados, grises y azules de los que se compone el cielo. Destaca el bodegón que constituyen las lozas, porcelanas y telas del vendedor, tratadas minuciosamente.
La representación de una anciana con dos jóvenes se ha querido interpretar como una escena de prostitución, con una celestina muy típica de las ferias. Otras interpretaciones defienden que Goya se inspiró en la obra Cristo en casa de Marta y María, de Velázquez, por el que sentía gran admiración, para representar a la anciana.
La Familia de Carlos IV
Identificación: Estamos ante una obra pictórica titulada La Familia de Carlos IV, realizada por Goya entre 1800 y 1801. Es un óleo sobre lienzo que se encuentra en el Museo del Prado, en Madrid.
Contexto Histórico
(Véase el contexto histórico descrito en El Oleiro Valenciano).
Análisis de la Obra
Paralelamente a su actividad como cartonista, Goya realizó una serie de retratos para la nobleza madrileña, como La Condesa de Chinchón y La Familia del Duque de Osuna. Comenzó a adquirir cierto prestigio, consiguiendo el cargo de Pintor de Cámara y un encargo para pintar a la familia real. Para ello, realizó en el verano de 1800 una serie de bocetos de los miembros de la familia, que se conservan también en El Prado, a partir de los cuales compuso luego la obra definitiva. Orgulloso de su nueva posición, Goya se incluyó en el cuadro, como había hecho Velázquez en Las Meninas. Sin embargo, las similitudes con la obra de Velázquez acaban aquí. Frente a la sensación de espacio y de atmósfera de la obra velazqueña, en esta la sensación es de ahogo, de falta de espacio, al carecer de punto de fuga y situar a todos los personajes en hilera y en plano único, solo roto por la posición adelantada de algunos pies. Tampoco hay aquí la naturalidad de instantánea que Velázquez consiguió en Las Meninas, sino una pose fría y calculada. El esplendor aparente de los ropajes no puede ocultar la vulgaridad de quienes regían los destinos de España: la mirada fría del futuro Fernando VII, de azul a la izquierda, el rostro bonachón del rey, etc. A pesar del evidente intento de adular, Goya no puede ocultar sus simpatías por el Rey y los infantes, y su antipatía por la Reina y por el Príncipe de Asturias. Los personajes que aparecen en el cuadro están todos perfectamente identificados: el Rey y la Reina María Luisa, con los infantes y el príncipe de Asturias, la hermana de Carlos IV y, a la derecha, su hermano Antonio con su mujer y sus hijos, los príncipes de Parma. La única que no ha podido ser identificada es la mujer que aparece al lado del príncipe Fernando con el rostro vuelto hacia el fondo. Por ello, se ha supuesto que pudiera tratarse de la futura mujer de Fernando VII, todavía desconocida. La composición es de friso, típicamente neoclásica, con la Reina en el centro, desplazando al Rey del lugar de privilegio, y el resto de los personajes dispuestos simétricamente a ambos lados. El acabado, sin embargo, no es muy académico, sino que utiliza la técnica “preimpresionista” de sus últimos cartones, con un toque ligero y espontáneo, a medio camino entre el acabado pulido y preciso del Cristo que pintó para su ingreso en la Academia de San Fernando, y la soltura técnica de la que Goya hace gala en los bocetos que realizó para la obra. En la paleta utilizada, predomina la gama fría, con una marcada preferencia por los colores plateados y azules.
La Maja Desnuda
Identificación: Estamos ante una obra pictórica titulada La Maja Desnuda, realizada por Goya entre 1790 y 1800. Se trata de un óleo sobre lienzo que se encuentra en el Museo del Prado, en Madrid.
Contexto Histórico
(Véase el contexto histórico descrito en El Oleiro Valenciano).
Análisis de la Obra
Las famosas “majas” de Goya son obras míticas y polémicas, tanto por la fecha de su realización y la figura que reflejan, como por su primer propietario conocido, el destino que tuvieron y las críticas que han suscitado. Se han relacionado tradicionalmente con la duquesa de Alba, aspecto muy discutido también. En efecto, ni el rostro del personaje, ni la actitud, ni las fechas posibles parecen concordar, pero el enigma se mantendrá en tanto no aparezca una prueba fehaciente a favor o en contra de los orígenes de su creación y de los personajes que las suscitaron en todos los sentidos.
En ambas figuras, sorprende la extraña cabeza, casi de maniquí, inexpresiva y pegada de manera ilógica a un tronco con el que no parece tener mucho que ver. Las radiografías no indican que exista otra debajo del rostro. La fecha de realización parece que está entre 1797 y 1800. La técnica de la presente pintura recuerda obras goyescas anteriores a 1795 e incluso, precisando más, hacia 1790. En cambio, la de La Maja Vestida parece algo posterior a 1800, entre 1802 y 1805. En ambos casos, la datación se basa en el análisis de pinceladas, colores y modelado. ¿Acaso se encargó la segunda para ocultar a la primera? ¿Es el cuerpo de la desnuda el de la duquesa Cayetana? ¿Estuvo inicialmente en la colección de los Alba y, al obtener Godoy la pintura, ordenó este al artista hacer la vestida? Las incógnitas no harán más que aumentar el interés por tan peculiares piezas. Tal vez se trate de una representación de la célebre Pepita Tudó, amante del valido, con quien mantuvo peculiares relaciones que llevaron a la dama incluso a ser ennoblecida años después. En 1807, recibió el condado de Castillofiel y contrajo matrimonio con Godoy en 1829, a la muerte de la condesa de Chinchón, esposa de este.
Una cuestión que no se descarta es el hecho probado de que Goya buscase inspiración en el cuerpo de la duquesa de Alba para hacer desnudos femeninos, tal y como cabe observar en el Álbum A, ejecutado en Sanlúcar de Barrameda, en la finca de la famosa dama. De hecho, el cuerpo de la desnuda no se encuentra lejos del ideal de belleza femenina que la aristócrata encarnaba: tipo fino y elegante, huesos menudos, cintura breve y senos turgentes y distanciados.
Curiosamente, Goya fue convocado por la Cámara Secreta de la Inquisición de Madrid para reconocer ambas obras, declarar si eran suyas, indicar el motivo de su creación y por cuenta de quién. Aquello ocurrió en 1815, pero nunca se ha sabido si Goya llegó a precisar todos estos extremos o no. Sea lo que fuere, las incógnitas no han dejado de plantearse al respecto.
Posee una calidad tersa y aporcelanada, casi de esmalte. Su concepto de perfección anatómica tiene más de obra académica que de mujer de carne y hueso. Nacarada y casi transparente, contrasta con el lugar tan exquisito donde se halla tendida, en el que brillan los blancos y azules con fina intensidad. Es casi neoclásica por su sentido escultórico y, aunque responde al tipo femenino habitual en la producción de grabados y dibujos del maestro, es lo menos “goyesco” que pintó.