Obras Maestras del Arte Gótico y Flamenco

Sepulcro de Carlos el Noble y Leonor de Castilla

Johan Lome llegó al reino de Navarra tras el tercer viaje de Carlos III a París, entre 1408-1410, acompañado de un grupo de escultores entre los que se contaban borgoñones, champaneses y flamencos. Su gran obra fue este sepulcro, si bien colaboró en otras muchas empresas regias, desde palacios (Olite, Tafalla) hasta ornamentación arquitectónica religiosa (Santa María de Olite). En este sepulcro de Carlos III y su esposa Leonor de Castilla se pone de manifiesto la destreza del autor en el tratamiento adecuado e individualizado de expresiones y actitudes, en el estudio de calidades, en la exquisita labra del alabastro y también en el realismo de los retratos.

El mausoleo consta de un alto zócalo en cuyos frentes se representan arquerías cobijando figuras de cardenales, abades, prelados, monjes y canónigos, formando un cortejo funerario. El lecho mortuorio está ocupado por las figuras yacentes de los monarcas, bajo ricos doseles y con las manos en actitud orante.

Sepulcro del Doncel

El sepulcro del Doncel es la tumba de Martín Vázquez de Arce ubicada en la capilla de San Juan y Santa Catalina de la catedral de Sigüenza (Guadalajara, España). Se trata de una de las principales esculturas del gótico tardío español.

El sepulcro, colocado sobre tres leones, está bajo una hornacina en arco de medio punto, con la estatua del Doncel en alabastro. Lo que más resalta es que no es una figura yacente, dormida, sino que se encuentra recostado, con una pierna sobre la otra y apoya el brazo medio incorporado, en actitud de leer un libro que sostiene abierto en sus manos. La iconografía habitual durante la Edad Media reserva los libros a personajes eclesiásticos, por lo que su uso en este caso puede considerarse una innovación, relacionada con el aumento de la literatura profana desde la crisis bajomedieval y la invención de la imprenta (presente en España desde 1472, con el Sinodal de Aguilafuente), aunque la difusión de la lectura que trajeron los libros de caballerías es posterior.

Aparece enfrascado en la lectura de un libro mientras descansa de un ejercicio militar, con las piernas protegidas por su armadura, graciosamente cruzadas. La figura está vestida con armadura y con la cruz de Santiago en el pecho, pintada en rojo destacando sobre el blanco del alabastro. Se aprecia el puño de una espada y un pequeño puñal en la cintura. La cabeza está cubierta con un bonete que se le adapta totalmente. Aparecen a sus pies cerrando la composición un niño o paje apenado y un animal. En el frente del sepulcro dos pajes sujetan el escudo de armas y se encuentra ornamentado con delicadas tallas en candilieri. Toda la obra está policromada.

Retablo de la Cartuja de Miraflores

Se encuentra en pleno parque de Fuentes Blancas.

El Retablo mayor, de madera policromada, fue tallado por el artista Gil de Siloé y policromado y dorado por Diego de la Cruz. Se trata sin duda de una de las obras más importantes de la escultura gótica hispana, por su originalidad compositiva e iconográfica y la excelente calidad de la talla, valorada por la policromía.

El conjunto de sepulcros reales fue obra del artista Gil de Siloé por encargo de la reina Isabel la Católica. Por una parte se encuentra el sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal, colocado en el centro de la nave, con forma de estrella de ocho puntas. Y en el lado del Evangelio de la iglesia se encuentra colocado el sepulcro del infante Alfonso de Castilla. Ambos sepulcros fueron realizados en alabastro y son joyas de la escultura del Gótico tardío. En una de sus capillas laterales se encuentra expuesta la escultura de san Bruno, fundador de la orden cartuja, realizada por Manuel Pereira en época barroca. También se puede contemplar una Anunciación, de Pedro Berruguete.

La Virgen de los Consejeros

El Consejo Municipal de Barcelona encarga a Lluis Dalmau la magnífica Virgen dels Consellers. La escena queda enmarcada en una arquitectura goticista de evidente aire flamenco. La Virgen, con el Niño desnudo en su regazo, se sienta en un trono, apoyado sobre cuatro leones y decorado con figuras de profetas. Entre las ventanas del fondo encontramos a dos grupos de ángeles cantores mientras que en los laterales se sitúan los santos que presentan a los consellers: en la derecha San Andrés y en la izquierda, santa Eulalia, ambos con las cruces que simbolizan su martirio. Arrodillados y en actitud de oración observamos a los cinco consellers que encargaron la obra: Johan Lull, Francesc Llobet, Mosen Johan de Junyent, Ramón Saavall y Antoni de Vilatorta. Cada uno de los consejeros dirige su mirada a la Virgen y viste la gramalla característica de sus cargos. Dalmau busca la inspiración en los modelos de Jan Van Eyck, tanto en la iconografía como en la caracterización de los retratos, buscando el máximo realismo tal y como se le exigía en el contrato. Otros aspectos a destacar son la riqueza cromática, la importancia concedida al espacio o la minuciosidad y el detallismo con el que se trabajan las indumentarias. Con el tiempo, Dalmau llega a liberarse del mimetismo respecto a sus modelos.

La Piedad

Piedad es el nombre que se le adjudica a una escena particular: la Virgen María abrazando a su hijo muerto, al pie de la cruz, sin otros personajes de la historia bíblica. Esa es la escena que nos presenta Fernando Gallego. Se trata de una visión sobrecogedora, en la que María aproxima su rostro amorosamente al rostro cadavérico de Cristo, inánime en sus brazos, cubierto tan sólo con el paño de pudor y conmovedor en su desnudez, tomando como fuente las “Meditaciones” de san Buenaventura. La Virgen lleva una túnica roja cubierta por un pesado manto; ambos se pliegan y quiebran angulosamente, casi con paroxismo, acentuando el dramatismo crispado de la escena. Esta intensidad no se refleja en sangre, heridas ni otros elementos agresivos, sino en la fuerza de la expresión. Era ésta una de las más preciadas características de la pintura hispanoflamenca. Los personajes están en el monte Calvario, al pie de una cruz en forma de T, en mitad de un árido paisaje nórdico, que el autor pudo haber copiado de modelos directos flamencos: rocas afiladas, vegetación parca y al fondo una ciudad amurallada de techos apuntados, con unas figurillas. Junto a los protagonistas de la escena, Fernando Gallego ha representado a los donantes de la tabla, un matrimonio que aparecen de menor tamaño, puesto que su importancia jerárquica en la escena es menor. El marido entona el “Miserere Mei. Domine”. Estas figuras de los donantes recuerdan aún al estilo internacional así como a trabajos de Dirck Bouts.

El Descendimiento de Van der Weyden

Este Descendimiento de Cristo de la cruz es una magnífica obra de Rogier Van der Weyden, todas las figuras se distribuyen en un primer plano, yuxtapuestas pero procurando que ninguna oculte a las demás. La evocación del estilo escultórico consigue volumen y modelado en los cuerpos, que se aprecia de manera sobresaliente en el cuello de la mujer que se encuentra en el extremo derecho de la composición. Las figuras, diez en total, son Cristo muerto, María, San Juan y los santos varones y mujeres, incluida la Magdalena. Todos ellos llevan hermosos ropajes, cuyas texturas permiten diferenciar terciopelos, sedas, damasquinados, etc. Es también una característica propia del arte flamenco ésta de resaltar la calidad de las materias que aparecen. Es un indicativo del poder del que encarga la pintura. Además, todo el fondo está recubierto por riquísimas láminas de pan de oro, y abundan los azules y los verdes, pigmentos que proceden de moler piedras semi-preciosas. El fondo dorado, además de una ostentación de riqueza, impide que la mirada del espectador profundice en otra cosa que no sea la escena, desarrollada por este marco en un espacio mágico e irreal, sin referencias humanas. La obra fue encargada para la capilla de los Ballesteros de Lovaina, lo cual se refleja en el marco: en los extremos superiores aparecen unas pequeñas ballestas que identifican a los donantes. Parece que en origen era la tabla central de un tríptico, completado por una Resurrección y unas imágenes de santos, pero se desconoce su paradero. Felipe II, gran admirador del arte flamenco, trató infructuosamente de comprarla; por ello, encargó a Michel Coxcie, pintor y copista real, que le hiciera una copia para colgar en El Escorial. Años más tarde, la tía del emperador, María de Hungría, consiguió adquirirlo para la colección real española, a la que llega en 1574, de modo que una segunda copia fue realizada para que permaneciera en la capilla de los Ballesteros. La primera de Coxcie es la que actualmente pende de los muros de El Escorial. La tabla original del Descendimiento se encuentra en el Museo del Prado desde 1939.