Tiziano, El Greco y el Esplendor del Renacimiento en Venecia y España

La Escuela Veneciana: El Dominio del Color

Florencia y Venecia representan tendencias pictóricas opuestas durante el Renacimiento. Florencia es la capital cerebral del dibujo, mientras que Venecia es la ciudad sensorial del color.

Tiziano: Maestro del Color y la Luz

Tiziano Vecellio será el maestro indiscutible de la escuela veneciana, envolviendo sus obras con tonalidades cálidas, frecuentemente cortadas por blancos y azules intensos. En 1516, es nombrado pintor oficial de la República de Venecia. Retrata a los dogos e interviene en los programas iconográficos que exaltan la imagen de la ciudad.

Su primera gran obra maestra es la Asunción de la Virgen (1516-1518), en la que dota a las figuras de un clasicismo colosal, fragmentando la composición en tres pisos y envolviendo a María en una nube dorada de luz divina. En 1526 realiza el Retablo Pesaro, donde rompe la simetría frontal tradicional al introducir un innovador punto de vista lateral.

El retrato que hace de Carlos V en Bolonia en 1530 iniciaba una larga y fructífera colaboración artística al servicio de la monarquía española. Tiziano sabe como nadie dotar al personaje retratado de una gallardía triunfal. En el retrato ecuestre de Carlos V en Mühlberg (1548), representa el mito del poder imperial, manteniendo esta carga heroica en la serie de retratos que dedica posteriormente a Felipe II. Otra obra significativa de su relación con el poder es El Papa Paulo III y sus sobrinos (1546), dominada por el rojo y que revela magistralmente los sentimientos y tensiones de los tres personajes que participan en el debate: el afán de poder del pontífice, el servilismo de Octavio Farnesio y la contención de Alejandro Farnesio.

Renacimiento en España

Al comienzo del siglo XVI empiezan a introducirse las fórmulas renacentistas en España, adaptándose a las tradiciones locales y dando lugar a un estilo con personalidad propia.

Arquitectura: Del Plateresco al Escorial

La arquitectura renacentista española de este siglo se suele dividir en tres etapas principales:

  • Plateresco: Término referido a la semejanza existente entre la decoración minuciosa y abundante de las fachadas de muchos edificios hispanos y la labor detallista de los orfebres (plateros). Utiliza paneles de grutescos y una profusa ornamentación que a menudo se superpone sin tener en cuenta estrictamente la estructura del inmueble. Ejemplos notables son la fachada de la Universidad de Salamanca (aunque su cronología es debatida, su estilo es emblemático) y la del Ayuntamiento de Sevilla.
  • Romanista o Clasicista: Supone ya una correcta asimilación de las proporciones clásicas y la cristianización del grutesco. El introductor de esta corriente será Diego de Siloé, a quien pusieron al frente de las obras de la Catedral de Granada. Proyectó una monumental rotonda con deambulatorio en la cabecera (inspirada en el Santo Sepulcro) y una basílica de cinco naves escalonadas en el cuerpo. La utilización por parte de Siloé de un *martyrium* en la cabecera de la Catedral de Granada respondía a dos razones: servir de panteón imperial a Carlos V y halagar al Cabildo catedralicio. Siloé prescinde del retablo mayor tradicional y lo sustituye por un altar exento bajo la gran cúpula. En los soportes de las naves ofrece otra importante solución: pilares de proporciones vitruvianas que llevan sobre el capitel un tramo de entablamento (cimacio), y encima otros pilares de menores proporciones para elevar considerablemente la altura de las bóvedas.
  • Purista o Herreriano: Consiste en aplicar la perspectiva y los órdenes clásicos con gran rigor geométrico, despojándola de la ornamentación superflua del Plateresco. Está representado fundamentalmente por dos monumentos clave: el Palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada (obra de Pedro Machuca) y el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (principalmente obra de Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera), que da nombre al estilo herreriano, caracterizado por su sobriedad, monumentalidad y predominio de las líneas rectas.

La Escultura: Los Primeros Imagineros del Renacimiento Español

El imaginero renacentista español debía priorizar en sus obras la belleza del alma sobre la puramente corporal, labrando figuras de profunda espiritualidad y expresividad. Dos maestros educados en Italia, Alonso Berruguete y Juan de Juni, van a conducir la escultura española del siglo XVI por la senda del expresionismo manierista.

Berruguete es el gran intérprete del “manierismo del alargamiento”, heredado de Donatello y del mundo florentino; sus imágenes son estilizadas, nerviosas y secas. Juni, en cambio, se muestra partidario del “manierismo de la cuadratura”, tallando personajes anchos, musculosos y de gran patetismo, inspirados en Miguel Ángel. Estas diferencias formales se unifican, sin embargo, al animar la intensa pasión interior de sus santos y figuras religiosas. El material al que sacaron más partido fue la madera policromada, encarnada con tonos pulimentados y brillantemente estofada sobre fondos cuajados de oro.

Alonso Berruguete (c. 1488-1561)

La hidalguía, el talento y la pasión por el arte italiano los hereda de su padre, el pintor Pedro Berruguete, que había trabajado al servicio de Federico de Montefeltro en Urbino. Alonso Berruguete se formó en Italia, donde conoció a los grandes artistas del momento. Fue discípulo y colaborador de Miguel Ángel. En 1518, se encuentra ya en España con la acreditación de “pintor del rey” para Carlos V. Pronto se dedicaría principalmente a la escultura, recibiendo importantes encargos para realizar retablos, entre los que destaca el del Monasterio de San Benito el Real de Valladolid. Como escultor, trabaja todos los materiales, aunque sobresale en la talla en madera. Sus obras se caracterizan porque sus figuras son muy alargadas y dinámicas. La altura de un cuerpo en sus retablos es a menudo de 10 o más cabezas (canon alargado). Otra característica es el movimiento complejo y contorsionado con que las representa (composición compleja y *contrapposto* exagerado).

Juan de Juni (c. 1501-1577)

De origen francés, aglutina tres sensibilidades en su estilo: española, francesa e italiana. De Borgoña capta el dinamismo y la calidad escultórica de los paños y toma prestada la composición iconográfica que lo hizo célebre: el grupo del *Entierro de Cristo*. En España se acomoda al brío fogoso y dramático de la religiosidad castellana. Las aportaciones de Juni se extienden también al campo del retablo. En 1545 contrata el de la Parroquia de Santa María de la Antigua en Valladolid, donde renuncia a la tradición plateresca en favor de una estructura más clásica y monumental. A esta obra le siguen otros retablos importantes como el principal de la Catedral soriana de Burgo de Osma y el de la capilla privada de los Benavente en Medina de Rioseco. En torno a 1567 debió de labrar la conmovedora *Dolorosa* (Virgen de los Cuchillos o de las Angustias), que se convertirá en el prototipo de las vírgenes procesionales del Barroco y resume el apaciguamiento y la serenidad que adquirió el estilo de Juni al final de su vida.

La Pintura: El Greco (Doménikos Theotokópoulos)

Su primera formación la recibe en Creta, su isla natal, especializándose en la pintura de iconos religiosos de tradición bizantina, con fondos dorados. Viaja a Venecia y luego a Roma, donde asimila las enseñanzas de Tiziano, Tintoretto y Miguel Ángel, transformando su estilo. Acude a Toledo hacia 1577, atraído por la posibilidad de trabajar en El Escorial, para pintar los retablos de la iglesia del Monasterio de Santo Domingo el Antiguo. Aprovechando su residencia en la ciudad imperial, el Cabildo de la Catedral le encarga *El Expolio de Cristo* (1577-1579), con destino al vestuario o sacristía de los canónigos. Esta obra constituye una ruptura con la escuela pictórica local por el uso audaz que hace del color (rojos y amarillos vibrantes) y del dibujo alargado y expresivo.

Felipe II le encarga la pintura del *Martirio de San Mauricio y la legión tebana* (1580-1582) para El Escorial. Tardó dos años en realizarlo, pero la obra desagradó profundamente al rey por su compleja composición y su enfoque antinaturalista. El Greco había violado la regla de oro de la estética contrarreformista impuesta por el monarca: otorgar primacía al estilo personal sobre la claridad iconográfica, en vez de subordinar el arte a la temática religiosa de forma clara y devota.

Poco después realizaría la obra cumbre de su catálogo y una de las más importantes de la pintura española del siglo XVI: *El entierro del Conde de Orgaz* (1586-1588), pintado para la iglesia de Santo Tomé de Toledo e inspirado en una piadosa leyenda medieval local. Esta pieza maestra consolidó el prestigio del Greco en Toledo e inauguró una nueva etapa en su estilo, más personal y espiritual. El color se va apagando relativamente, volviéndose más frío y contrastado, y las figuras acentúan su alargamiento y su expresividad visionaria.

Las obras que pinta en su madurez abarcan tres frentes principales: retablos y series devotas para establecimientos religiosos toledanos, retratos psicológicos de la aristocracia y clero local, y los innovadores paisajes de la ciudad de Toledo, cargados de simbolismo. Así, falleció en Toledo en 1614 a los 73 años, con la admiración de muchos, la crítica de unos pocos y la indiferencia de nadie.