El Segundo Sexo
La idea fundamental que defiende Simone de Beauvoir en su obra, El Segundo Sexo, es la de que la desigualdad entre hombres y mujeres, una constante en la época en que vivía y a lo largo de la historia, no es una desigualdad “natural”, sino más bien “construida”.
No tiene su origen en la naturaleza sino en la cultura: la desigualdad entre hombres y mujeres, en opinión de Beauvoir, es una “construcción cultural”.
En esta obra, denuncia la desigualdad y explica su origen. Además, nos enseña los diferentes tipos de opresión que han sufrido las mujeres a lo largo de los años y trata de señalar aquellas que, desde su punto de vista, son imprescindibles para cambiar la sociedad injusta y desigual por una más igualitaria y justa. Así, nace su obra en el llamado “Siglo de las Luces”, el cual defendía la igualdad entre hombres y mujeres, tradición que había continuado desde el siglo XIX (a dicha tradición se le conoce como “Las Sufragistas”).
La Desigualdad Entre Hombres y Mujeres
Simone de Beauvoir sostiene que la desigualdad entre hombres y mujeres consiste básicamente en que, al ser biológicamente distintas a los hombres, no se les considera seres humanos. El estatus de seres humanos solo se atribuye a los hombres.
La mujer ha sido valorada como un ser “incompleto”, incapaz de vivir por sí misma. Para poder vivir, tenía que necesariamente formar una familia, casarse y depender de un hombre. La concepción de la mujer ha sido siempre “instrumental”, ya que siempre se le ha considerado propiedad del hombre y no una persona. La mujer que carecía de familia y de un entorno que la protegiera (entorno necesario para que la mujer se desarrolle), era considerada un “trasto inútil”. Además, aquella mujer que no quería formar una familia ni casarse, además de no ser tratada como mujer, se le calificaba con términos peyorativos, ya que tenía que trabajar para ganarse la vida. Sin embargo, se decía que esta estaba incapacitada para trabajar ya que se le consideraba un ser “incompleto”.
Si alguna mujer se salía de este guión creado por la sociedad y pensaba por sí misma, esforzándose por defender sus opiniones o deseaba elegir lo que quería para su futuro, se decía que no era femenina y que trataba de imitar a los hombres. Pensar por cuenta propia era algo propio de los seres humanos, es decir, de los hombres, no de las mujeres.
Pero la desigualdad no tiene nada que ver con la naturaleza, las cosas no son de esa manera: “no se nace mujer, se llega a serlo, ningún destino biológico define la figura que reviste el seno de la sociedad, la hembra humana”.
Los rasgos que según la sociedad caracterizan a las mujeres, y a los que se tienen que adaptar si quieren ser consideradas como tales, son artificiales.
Los factores biológicos de las mujeres no son los que determinan la forma de ser “femenina”, ni los factores biológicos de los hombres determinan la forma de ser “masculina”.
El Origen de la Desigualdad
Simone de Beauvoir piensa que la causa de la desigualdad que reciben las mujeres es la educación que han recibido, lo que hace que sean sumisas, calladas… La educación que se les ha dado ha sido elaborada por hombres, y se basa en unos mitos creados por ellos para hacer que las mujeres sean como ellos quieran. Mientras que a los hombres se les dice que pueden realizarse libremente, a las mujeres se les impone una serie de limitaciones, que se caracteriza por un modo de vivir “oprimidas”, ya que no se les permite escoger el modo de vida que quieren llevar.
La Supresión de la Desigualdad
Simone de Beauvoir defiende que para acabar con esta construcción social anti igualitaria e injusta en que vivían las mujeres, el primer paso era que las mujeres salieran fuera a trabajar al igual que lo hacían los hombres. Cuando una mujer trabaja fuera de su casa y se gana un sueldo para poder permitirse tener techo y comida, y no depender de un hombre, tiene más facilidades para tratar a los hombres como iguales.
Eso no significa que el acceso de la mujer al mundo laboral con el hombre solucione la desigualdad. Era un paso necesario pero no suficiente. Se necesitaba cambiar lo que la cultura existente pensaba sobre las mujeres, mediante una educación igualitaria, que eliminase todos los mitos que infravaloran a las mujeres (hay que eliminar esa idea de inferioridad). Para acabar con esa mentalidad, era necesaria una educación igualitaria para alcanzar un mundo de iguales.
El Existencialismo y El Segundo Sexo
Lo que lleva a Simone de Beauvoir a sostener que la concepción de la mujer, que posee la sociedad, es irracional e injusta, y que por tanto debe ser eliminada, es la visión del ser humano del existencialismo ateo que profesaban tanto ella como Sartre. Piensa que los humanos son los únicos “creadores de valores”. Tanto hombres como mujeres se caracterizan por ser “seres libres”, seres que necesitan darle sentido a sus vidas. Por ello, quitarle a las mujeres la posibilidad de proyectar sus vidas como quieran, es privarlas de su condición de seres humanos, y por ende, es dominación, opresión e injusticia.
Cada ser humano es un “proyecto”, y no hay nada anterior a este. Nada existe previamente a dicho proyecto, y nada les obliga a ser de una manera concreta. Las mujeres y los hombres serán lo que hayan proyectado ser.
Estas afirmaciones no significan que Simone de Beauvoir piense que la época en que le ha tocado vivir a cada uno, la clase social en que ha nacido, o la educación que ha recibido, no le determine a realizar ciertas acciones. Lo que afirma es que estas actuaciones que vienen impuestas por la sociedad u otras estructuras, no son las que definen a los seres humanos. Lo que de verdad nos define, no son las acciones que se nos imponen, sino las que realizamos ante las distintas situaciones que se nos presentan en la vida.