Interaccionismo, Funcionalismo y la Crítica Marxista al Trabajo en el Capitalismo

El interaccionismo

A principios del siglo XX, vuelve a plantear la conexión entre lo mental y lo corporal, entre la mente y el cerebro en su teoría de los tres mundos. Según ella, existen tres mundos igual de reales, los tres comunicados e influyentes entre sí.

El mundo 1 es el mundo de los objetos físicos: átomos, cuerpos, organismos. El mundo 2 es el mundo de las experiencias subjetivas, está formado por los estados mentales y de conciencia. El mundo 3 es el mundo de las creaciones humanas, es decir, es el mundo de los productos creativos y culturales humanos,

y está formado por los contenidos objetivos del pensamiento, lenguaje, arte, ciencia, tecnología. En el ser humano se distinguen tres tipos de realidades: lo corporal, lo mental y lo producido/creado objetivamente por la mente humana, ya sea material o inmaterial. Las tres realidades interactúan entre sí e influyen las unas sobre las otras. Por ejemplo, una idea subjetiva del mundo 2 se puede concretar en una producción científica del mundo 3, como puede ser la bomba atómica, y esta, al ser lanzada, puede repercutir en el mundo 1, mundo físico, y cambiarlo; de ahí el nombre de dualismo interaccionista.

Aristóteles

Aristóteles, como ejemplo paradigmático de monismo en lo que a la distinción alma-cuerpo se refiere. El discípulo de Platón va a desarrollar lo que se conoce con el nombre de hilemorfismo aristotélico. El concepto, etimológicamente, viene del griego hilé (materia) y morphe (forma). Lo que viene a defender es que toda la realidad material, también el ser humano, está compuesto de materia y forma.

Los mismos elementos naturales, en función de su estructura, dan origen a una u otra realidad. La forma configura a la materia para que un sujeto sea lo que es; la materia es aquello que por sí no es algo determinado y la forma es la que estructura la materia. El alma da vida al cuerpo, el alma activa al cuerpo, lo pone en marcha, por lo que el alma no puede ser sin el cuerpo y el cuerpo no existe sin el alma.

El funcionalismo

Se trata de una corriente contemporánea. Lo que viene a defender es que, para que exista un acto mental (pensamiento, recuerdo), no hace falta que exista un cerebro. Lo importante es que se genere, aunque sea de manera artificial mediante una máquina. Da igual la materia que lo produzca, lo importante no es el soporte físico, sino el programa lógico, el funcionamiento. De esta idea surgirá la inteligencia artificial.

El emergentismo

Es la postura más novedosa y más actual sobre estas cuestiones. Se considera la hipótesis científica más acorde con los acontecimientos ocurridos en la evolución del universo. Lo que sostiene es que, en la realidad, por la evolución, van emergiendo, surgiendo nuevas realidades a partir de la ya existente. No es una creación de la nada. No son dos realidades distintas, sino que, gracias a la evolución de nuestro cerebro, se ha desarrollado tanto y se ha hecho tan complejo que ha dado lugar al surgimiento.

Monismo materialista: Mario Bunge señala que en el universo solo existe la materia y que, por evolución, ha originado diferentes sistemas con propiedades distintas. Uno de esos sistemas que ha surgido ha sido el sistema cerebral y, por evolución muy compleja, ha surgido lo mental. Estructuralismo: sostiene que, fruto de la evolución, se han generado sucesivas estructuras. Una de ellas es la estructura del cerebro. Esa estructura del cerebro le ha permitido que aparezcan los procesos mentales.

Capitalismo y globalización

Hoy en día, el modelo económico al que están sujetos la mayoría de las sociedades es el capitalismo. Es el resultado de la Revolución Industrial, que trajo consigo el surgimiento y desarrollo de la maquinaria, que a su vez permitió una acumulación cada vez mayor de capital con el que se pudo invertir en empresas industriales, comerciales o financieras para la producción de más bienes. La consecuencia fue el beneficio económico de los propietarios de la maquinaria. A la par, se requiere que ese capital entre en competencia para que se pueda generar plusvalía (mayor valor).

Este tipo de economía ha llevado a la existencia de la globalización. Los conceptos capitalismo y globalización implican necesariamente el intercambio mundial de mercancías. La globalización es, en realidad, una fase de un proceso, el de mundialización o internacionalización económica, que se inició hace 500 años con la expansión de Europa hacia el este y el oeste. Esto ha generado que, hoy en día, fruto del capitalismo, estemos en un proceso de interdependencia creciente que ha desembocado en una interdependencia ya no solo económica, sino política y cultural, llamada globalización.

Podemos definir la globalización como un intento de extender un único modelo en lo económico, político y cultural, en un doble sentido: territorial y a todas las dimensiones de la vida social. Otra característica de la globalización es que hemos pasado de una economía financiera industrial a una específicamente financiera.

Otra característica de la globalización económica es que la producción no se localiza ahora en un solo lugar, sino en varios, dependiendo de los costes. Se produce allí donde la mano de obra es más barata. No producen algo que se venda; esto se ha llamado deslocalización productiva. A través de subcontratas se lleva frecuentemente a cabo esta descentralización.

Consecuencias negativas de la globalización

Que nos hallemos inmersos en una economía financiera implica que, actualmente, los beneficios del capital se obtienen del trabajo de los demás solo en una pequeñísima proporción, lo que hace que cada vez sean necesarias menos personas para trabajar, que se necesiten cada vez menos personas para realizar las tareas de producción y lo que explica que cada vez haya más gente en el mundo sin posibilidad de trabajo; en consecuencia, no tengan capacidad para consumir, por lo que se convierten en excluidos de la sociedad.

Se cambia la estructura explotador-explotado por incluido-excluido. La globalización implica interdependencia, pero se trata de una interdependencia desigualitaria. Parece que la interdependencia es positiva porque es relación y no aislamiento, pero se trata de una interdependencia desigualitaria, puesto que no es recíproca, sino asimétrica; se da una escala de relaciones de poder desigual. En realidad, se da una relación global-local que pone en duda el que realmente vayamos hacia una uniformidad total.

Otra consecuencia es la diferencia cada vez más notable entre ricos y pobres. En ellos, en contraste con la producción capitalista, su actividad productiva principal continúa siendo la agricultura con métodos rudimentarios, la caza, la pesca o la recolección de alimentos, que en muchos casos apenas permiten la simple subsistencia. Estas tácticas utilizadas por los países ricos han conducido a una explotación intensiva de los recursos, de tal manera que llegó un momento en el que el conjunto de nuevas técnicas agrarias condujo a la posibilidad de multiplicar la producción por una unidad de superficie con solo invertir el capital necesario para ello.

Se dieron cuenta de que la consecuencia de una explotación cada vez más intensiva estaba poniendo en peligro la existencia del ecosistema del que formaba parte. Se constataron las repercusiones negativas sobre el medio que tienen su origen en las actividades económicas, los impactos medioambientales que se extenderán en el espacio y el tiempo. Esto ha generado que se hable de la necesidad del desarrollo sostenible, es aquel que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.

No obstante, el agotamiento de recursos no es el único problema que la tecnociencia produce a la naturaleza. El calentamiento global de la Tierra a causa del efecto invernadero, las pérdidas de espacios habitables, la desintegración de la capa de ozono, son, entre otros, los problemas a los que hoy en día debemos hacer frente desde una mirada ética. Además, es cierto que las tecnologías actuales han hecho muy pequeño el planeta en el sentido de que han facilitado la comunicación y han reducido el tiempo y el espacio. La tecnología actual supone la posibilidad de almacenamiento y cruce de datos como en ningún momento de la historia se ha tenido.

Dimensiones: comunicaciones (telecomunicaciones), político (11 de septiembre de 2001, etc.) (11 de marzo de 2004), cultural (yanqui, inglés, cine), económica, productiva (deslocalización), financiera (dinero electrónico). Capitalismo/globalización: aldea global (Marshall Mcluhan), inmediatez.

Concepción tradicional del trabajo

En la época griega, la Edad Media, el cristianismo, el trabajo no era un derecho, sino una obligación. Tenemos testimonio de ello tanto en la Biblia como en la mitología griega. En la Biblia encontramos, a este respecto, el relato de Adán y Eva. Los textos del Génesis son mitos y en ellos se ven las cualidades del pueblo judío (no agricultores). En el primer libro de la Biblia, en Génesis 4, Dios condena a Adán y Eva a ganarse el pan con el sudor de la frente.

Dice: “El que no trabaje, que no coma”; es decir, que la maldición de Dios al hombre por haber incumplido su promesa, por haber comido del árbol del bien y del mal, es que le castiga al trabajo, en concreto a la agricultura. Por lo que queda claro que el trabajo, según la Biblia, es un castigo y que se considera de manera especialmente negativa el trabajo agrícola.

El verbo trabajar

Proviene del verbo tripalium (tres palos), que era un instrumento de tortura como un cepo. Tripaliare, tortura. Es decir, que trabajar era como una tortura, porque suponía esfuerzo. Trabajo era algo negativo porque era sinónimo de esfuerzo; trabajar era esforzarse y no gusta esforzarse, es algo desagradable para el cuerpo. Y es que no se puede negar que la gente, cuando trabaja, estropea su cuerpo.

Pero, lógicamente, no todos los trabajadores son iguales y, para los griegos, el peor de los trabajos era el manual, porque los trabajos físicos, manuales, además de deteriorar el cuerpo, secundariamente deterioran el alma. Uno está tan cansado, que tiene tan poca salud, que no se puede dedicar a cuidar su alma, no tiene tiempo libre. El trabajo físico lo hacía aquel que no le quedaba más remedio.

La concepción moderna del trabajo

Esta distinción entre mentalidad tradicional y moderna la puso Max Weber. Señala que ambas remiten a una concepción muy distinta del dinero. El tradicionalismo se preguntaría: “¿Para qué quiere el dinero?”. Y respondería: “Para vivir”. Lo que el hombre quiere por naturaleza no es ganar más y más dinero, sino vivir pura y simplemente como ha vivido siempre y ganar lo necesario para seguir viviendo. El dinero no era un objetivo. El trabajo supone esfuerzo, luego el objetivo no es hacerse rico, porque tendríamos que esforzarnos en demasía.

Por ello, no se ahorraba; era más importante la persona que el trabajo. Buscan en la Biblia motivos para justificar el trabajo. Contribuyó a esto en gran medida el protestantismo, la Reforma protestante, puesto que los protestantes, sobre todo los calvinistas, encuentran en el trabajo la forma de agradar a Dios, consideran el éxito en los negocios como señal de predestinación. El protestantismo influye en el capitalismo, en la consideración del trabajo.

Según Marx, el trabajo nos distingue de los animales, nos sirve para hacernos distintos de ellos, porque nos da la posibilidad de tener una vida mucho mejor; gracias al trabajo, podemos modificar nuestra vida, vivir cada vez mejor. El hombre, en la naturaleza, encuentra los bienes que necesita para satisfacer sus necesidades: alimento, vestido, cobijo. Y la actividad por la que el hombre obtiene esos bienes es el trabajo.

Por medio del trabajo, el hombre transforma y humaniza la naturaleza, consiguiendo objetivos útiles y haciéndola parte de sí mismo. Pero esto no es lo más importante para Marx; no es solo que el trabajo transforme la naturaleza, sino que también realiza al hombre, porque mediante el trabajo despliega su fuerza creadora e intelectual y se realiza como ser humano; necesita trabajar para ser verdaderamente humano.

La crítica de Marx al capitalismo

En el sistema capitalista se distinguen proletarios y burgueses: los que venden su fuerza de trabajo para subsistir a cambio de un salario y los que tienen la propiedad del capital para pagarlo. Esta situación de las fuerzas productivas genera que el proletariado, al no disponer de la propiedad del capital y al tener que vender su trabajo para subsistir, tenga necesariamente que trabajar para otro y no para sí mismo, tenga que realizar un trabajo cuyos frutos no le pertenecen, vendiendo su fuerza de trabajo como una mercancía.

El capitalismo paga, por ejemplo, el valor diario de la fuerza de trabajo; su uso, como el de cualquier otra mercancía que haya alquilado por un día, le pertenece, pues, por todo el día. Pero, en el sistema capitalista, los obreros no son dueños de los resultados de su trabajo; por ellos, es un sistema que no permite a los obreros realizarse. Este es un sistema en el que el obrero vende su trabajo a cambio de salario y el capitalista se apropia de ese trabajo, lo compra, por lo que ya no le pertenece al obrero.

El trabajo beneficia más al capitalista que al trabajador. En consecuencia, se trata de un sistema en el que el obrero se convierte en una mercancía más. El proletariado se convierte en un simple medio. El capitalista paga por esa mercancía lo que cuesta producirla. Sin embargo, el trabajo del obrero siempre produce algo más de lo que cuesta mantener al trabajador. El obrero está desarrollando una actividad que le resulta absolutamente desagradable. No es libre, no es autónomo, es solo un instrumento sin dignidad alguna.