Biografía de Ramón María del Valle-Inclán
Ramón María del Valle-Inclán (Villanueva de Arosa, 1866 – Santiago de Compostela, 1936) es uno de los autores más geniales, rigurosos y controvertidos que ha dado la literatura española. Su vida, excéntrica y aventurera, se desarrolla entre Galicia, Madrid e Hispanoamérica (Cuba y México). Valle inicia los estudios de Derecho, pero no los termina. Es famoso por su vida bohemia y su apariencia estrafalaria.
En una disputa, recibe un bastonazo que más tarde ocasiona la pérdida de su brazo izquierdo. Era, igualmente, un asiduo tertuliano.
Ideológicamente, evolucionó de una postura tradicionalista, el carlismo, a otras mucho más críticas y comprometidas con su tiempo.
Evolución Estética y Géneros Literarios
La evolución estética de Valle-Inclán es compleja y sería demasiado simplista reducirla a dos etapas: la modernista y la esperpéntica.
Nuestro autor cultiva los tres grandes géneros tradicionales: narrativa, lírica y teatro, aunque con frecuencia no se ajusta a lo preceptivo en cada uno de ellos. Su prosa tiene profundos rasgos líricos, su teatro presenta descripciones y acotaciones propias de la novela, etc.
Narrativa
La obra narrativa, desde la colección de cuentos Femeninas (1895) hasta la publicación de Sonata de otoño (1902) – considerada desde el principio una obra maestra – supuso el despegue definitivo del escritor gallego. Este éxito se vio confirmado con las tres Sonatas restantes.
La trilogía sobre la guerra carlista (1908-1909) reafirma el reconocimiento de Valle-Inclán como gran escritor, si bien la transformación de su prosa modernista hacia el esperpento se va operando desde Los cruzados de la causa y el resto de las obras de esta trilogía. El paso al esperpento narrativo será ya total con Tirano Banderas (1926), en la que hace una crítica feroz de una dictadura latinoamericana arquetípica, y la serie inconclusa de El ruedo ibérico (1927-1928), ciclo narrativo que da una visión grotesca de la reina Isabel II y su “corte de los milagros”.
Valle publicó también cuentos y relatos de horror y de misterio que reunió en libros como Jardín umbrío y un ensayo de estética simbolista, La lámpara maravillosa (1916), que ocupó el primer volumen de su Opera omnia.
Modernismo en la Prosa de Valle-Inclán
En general, tanto las Sonatas como los relatos se inscriben plenamente en la estética modernista. Como señala Fernández Almagro, “busca, dentro de la tradición castellana, ritmos nuevos, imágenes de primera mano y palabras que sorprendan”. Se aprecia “un gusto por lo exótico, lo pintoresco y lo raro, lo exquisito, trabajado y suntuario y, especialmente en las Sonatas, es patente el influjo de D’Annunzio, Barbey d’Aureville y Eça de Queiroz.
El decadentismo modernista alcanza su plenitud en las Sonatas, “memorias amables del marqués de Bradomín”, en las que juega un papel trascendental el erotismo decadente. Bradomín se autodefine “sentimental”, aunque la mayor parte de los críticos dudan de ello. Proliferan los rasgos decadentes y los toques de perversión: asociación deleitable de amor/muerte, satanismo/religión, esteticismo/sensualidad.
La lectura de las Sonatas es un deleite para los sentidos, el culto a la sensación propio del Modernismo y, como señala Zamora Vicente: “la perfección de un color, de un sonido, de la suavidad de un paño, de un aroma difuso despiertan un largo recorrido de emociones y de correspondencias psicológicas” [Zamora Vicente: SVI, 136].
En general, en su prosa modernista, Valle busca el principio parnasiano “del arte por el arte” y practicar “el culto simbolista de la alusión y de la sensación”. Hay una búsqueda continua de la musicalidad al estilo de Rubén Darío y una huida consciente y continua del realismo y el utilitarismo.
En 1904 se publicó Flor de santidad, una bellísima novela precedida de un soneto de Antonio Machado. El escenario es la Galicia rural, sus gentes supersticiosas que viven en una atmósfera legendaria y mágica. Para Sender [VI dt, 97-128], la novela será “una de las pocas obras maestras que contarán en este siglo”.
El Esperpento: Una Nueva Forma de Ver la Realidad
Para el autor, España es una deformación grotesca de la civilización europea. La tragedia es un género demasiado noble para recoger aquel ambiente. De ahí que el sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada: ese es el fundamento del esperpento. A partir de esta técnica, pues, Valle-Inclán mostrará con óptica deformante la realidad. Se trata de un modo de criticar y parodiar la decadente situación nacional. Nos hallamos ante la vertiente más crítica de la Generación del 98. El esperpento se va a convertir no solo en una técnica dramática, sino en una actitud que permite mostrar el sentido trágico de la vida española con óptica deformante. Será, pues, una nueva forma de reflejar lo social mediante una sistemática deformación de la realidad que, en ocasiones, llegará al absurdo. Las técnicas tragicogrotescas del esperpento son múltiples y de diferente utilización e intensidad; pese a ello, podemos establecer los principales rasgos que caracterizan esta técnica:
- La realidad tiende a ser deformada de modo sistemático. Las situaciones, aunque verosímiles, se intensifican, se acumulan y se llevan al dramatismo extremo.
- Frecuentes contrastes y reducción al absurdo.
- Presencia insistente de la muerte.
- Empleo de animalizaciones, personificaciones, animaciones y cosificaciones. Mediante estos procedimientos, lo humano se confunde con lo irracional.
- Otro recurso muy relacionado con los anteriores y con la misma intención deformante es la muñequización, que consiste en presentar a los personajes como peleles o fantoches.
- Tendencia a la ironía y al humor cruel.
- Libertad formal.
- Finalidad crítica: el teatro es una forma de compromiso con la realidad.
Personajes Principales de Luces de Bohemia
Max Estrella
Está basado en el poeta sevillano Alejandro Sawa. Se describe como el último bohemio, un antihéroe fracasado y olvidado, plenamente degradado, ciego y poeta. El protagonista, que es descrito como un héroe clásico, es un escritor frustrado, pues su obra no ha tenido éxito y, por ello, no gana lo necesario para sobrevivir. Vive en una sociedad insensible a la obra literaria, no solo la suya, sino también la de otros. Se siente superior, tanto intelectual como moralmente, al mundo burgués. Resulta trágico que, siendo ciego, vea lo que los demás no.
Pese a que inicialmente mostraba solo interés por su propia situación personal y familiar, en el transcurso de la obra y tras las experiencias de preso y el niño muerto, se despierta en él una conciencia cívica que lo acerca a preocuparse por los problemas humanos. Por otra parte, Max adopta una postura contradictoria en varios momentos de la obra. Así, por ejemplo, critica la corrupción política y, en cambio, admite la pensión que le ofrece su amigo ministro.
Su degradación es uno de los hilos conductores de la obra: es engañado y robado por Don Latino, sufre la estafa de la Zarzuela, es encarcelado, pierde su dignidad frente al ministro…
Conforme las escenas se suceden, Max es más consciente de su talento y de su capacidad para comprender la realidad. Por ello, se niega a integrarse en un mundo que no le interesa.
Don Latino de Hispalis
Es el desleal acompañante de Max, su contrafigura. Literariamente, se le ha asociado con Sancho Panza y, especialmente, con el Lazarillo de Tormes. En él concurre la mayor parte de los rasgos esperpénticos basados en la comicidad y en la exageración. Así, en su visión deformada, encontramos a un ser inmoral, egoísta, cínico y oportunista. En oposición a Max, Don Latino representa el lado más cercano a la realidad miserable. Su lenguaje se caracteriza por el empleo de la ironía, coloquialismos y los modismos madrileños.