Ascetismo y Misticismo en la Poesía de Fray Luis de León y San Juan de la Cruz: Influencias Clásicas y Simbolismo

Influencias Filosóficas en la Poesía de Fray Luis de León

Fray Luis de León, destacado escritor y religioso de la corriente ascética, plasmó en su poesía la influencia de diversas corrientes filosóficas de la antigüedad clásica. Su obra literaria se caracteriza por la búsqueda de la huida del hombre de este mundo y su anhelo de trascender y unirse con la eternidad.

Corrientes Filosóficas en la Obra de Fray Luis

Entre las doctrinas que influyeron en su obra, destacan:

  • Platonismo
  • Epicureísmo horaciano
  • Estoicismo

El Estoicismo en la Poesía de Fray Luis

La moral estoica otorga a la razón una autonomía y un poder casi divinos. El estoico clásico es fatalista y, en esencia, niega la inmortalidad del alma. El estoicismo cristiano, una doctrina moral surgida entre los humanistas, busca conciliar el rigor del estoicismo clásico con las exigencias del dogma cristiano.

El Epicureísmo y la Brevedad de la Vida

El epicureísmo, ante la brevedad de la vida, exhorta a gozar de los placeres mientras esta dure. Presenta una perspectiva más alegre y jocosa, aunque a veces incluye una reflexión ligeramente angustiada que nos anima al goce ante la inminente destrucción.

Fray Luis y la Influencia de Horacio

En algunos de sus poemas, Fray Luis se inspira en versos de Horacio que establecen los principios del estoicismo. Horacio, en su obra Beatus Ille (Feliz aquel), compartía con Epicuro la idea de que el hombre, para alcanzar la felicidad, debe vivir a través del placer espiritual y una conducta correcta. Esto es posible en el seno de una vida tranquila, conseguida gracias a la imperturbabilidad del alma, es decir, mediante la insensibilidad hacia el placer y el dolor. El ser humano se encuentra limitado por un destino inexorable que no puede controlar y ante el que solo cabe la resignación.

La Búsqueda de la Paz Espiritual según Fray Luis

Fray Luis sostiene que para alcanzar la paz espiritual y la unión con Dios, es necesario purificarse y alejarse del mundo (la cárcel terrenal) mediante la virtud, el estudio, la naturaleza y la música. Estos elementos elevan el alma y le permiten contemplar el bien, la verdad, la belleza y la armonía, es decir, contemplar a Dios.

Análisis del Poema “Tras de un Amoroso Lance” de San Juan de la Cruz

Este poema de San Juan de la Cruz es una composición “a lo divino”, es decir, ha sido divinizado. A diferencia de otros poemas, que ya eran una creación directa de un tema espiritual, este ha sido transformado. En su poemario, solo se registran tres composiciones propiamente divinizadas: Tras de un amoroso lance, Un Pastorcico y Por toda la hermosura, todas pertenecientes al período granadino. Estas tres piezas bastan para evidenciar la originalidad del autor. Aunque aparentemente se suma a la oferta poética de su tiempo, a lo que solían hacer otros escritores religiosos (glosas, divinizaciones), lo hace con una motivación y un resultado muy distintos. No solo busca enfervorizar a sus lectores, sino transmitir unas experiencias místicas de pureza y genuinidad poco comunes. En tiempos de Juan de la Cruz había mucha poesía piadosa, pero ningún precedente lírico de mística española que expresara operaciones del alma tan recónditas.

Tema y Argumento

La crítica coincide en que esta composición poética se inscribe en la tradición, vertida a lo divino, de la caza cetrera o altanera de amor. En ella, el alma, asimilada a un halcón, neblí, gerifalte, etc., se lanza en persecución de la presa divina hasta hacerla suya. No obstante, a pesar de la insistencia en el logro final de la caza, lo que realmente se desarrolla en los versos son las cualidades, incidencias y vicisitudes del proceso ascensional que lo hicieron posible. En otras palabras, el tema profundo de este poema es el del vuelo.

La imagen del vuelo para simbolizar la elevación moral del alma hacia Dios es una constante de la tradición cristiana (la figura alada de los ángeles). Pero, al mismo tiempo, en San Juan es un símbolo, como otros claves suyos: Noche, Llama, etc.

Estructura y Justificación

Es importante justificar por qué San Juan utiliza este tipo de composición. Está impregnado del espíritu teresiano (Santa Teresa de Jesús), que favorecía e impulsaba la composición de coplas, romances, villancicos, etc. Es decir, temas y metros populares, relacionados con momentos de la vida religiosa o con determinadas festividades.

Esta actividad poética carmelitana, de arranque anónimo y sentido colectivo, se propagó debido al carácter musical, cantado, de estos versos inspirados en melodías populares. Así, se crea una auténtica escuela de poesía cantada carmelitana, que desde la rama femenina se extenderá rápidamente a los conventos de religiosos. Este ambiente favorece y explica la incorporación de elementos de la lírica cancioneril en la obra de San Juan de la Cruz.

Estructura Interna

El poema, compuesto por versos octosílabos, consta de un estribillo y cuatro estrofas que glosan aspectos del mismo. La inserción reiterativa del cuarto verso -«que le di a la caza alcance»- y parte del tercero -«tan alto, tan alto»- se efectúa de tal manera que quedan incorporados orgánicamente a ellas por el sentido y por la rima.

Tanto el estribillo como las cuatro estrofas tienen el mismo esquema métrico: octosílabos con rima cruzada.

Análisis Detallado de las Estrofas

Estribillo

El estribillo se constituye en un compendio que será desglosado en las estrofas.

Primera Estrofa

En la primera estrofa, se justifica la exigencia del «vuelo». Es una imagen plástica donde se entrevé una dimensión: la verticalidad. No es un desplazamiento rasante, horizontal, paralelo a la superficie terrestre, sino perpendicular a la misma. Esto presupone un decidido e intenso impulso inicial. Se trata, pues, de una empresa apta tan solo para ánimos valerosos y esforzados, dado que se afronta una verdadera aventura -espiritual- en la que no faltarán riesgos.

En este vuelo subyace la contraposición entre vida terrena o terrenal y vida celeste o celestial. Hay que optar entre estas dos modalidades, pues son excluyentes entre sí: para obtener una, hay que renunciar, más aún, negar, reducir a la nada su opuesto. La verdadera vida es la aérea («aire»). De ahí su remonte, su fuerte ímpetu ascensional, para intentar llegar al fondo de esa infinitud y gozar de su anchura y soledad, en definitiva, de la libertad de espíritu. Así, es posible obtener la caza divina, si esta se deja coger.

Sin embargo, ante un vuelo de tan insondable lejanía, la preparación humana puede quedar corta –falto es el vocablo utilizado-. Ahora bien, el motor que propicia y facilita la ascensión es el amor. Él es la clave de donde arranca el empuje vital necesario e imprescindible para lanzarse a la aventura. En definitiva, el amor es lo que garantizará el éxito final: rendida por el amor, la caza divina se deja cazar.

Segunda Estrofa

Se ponen de relieve determinados aspectos inherentes al símbolo del vuelo.

Uno de los símbolos más importantes es el de la Noche. Simboliza el proceso místico que conduce a la unión, pero enfocado en sus virtualidades y características negativas. Esta negatividad se refleja y expresa simbólicamente mediante la oscuridad. La Noche, ya de por sí carente de luz, es calificada de un modo insistente y enfático de oscura. En esta estrofa aparecen concentrados términos pertenecientes al campo semántico de la luz y de su ausencia; unos poéticamente aludidos, como luz o día, otros explícitamente presentes como oscuro, y otros, finalmente, relacionados con la «luz», como vista y sus antónimos, ceguera, ciego, etc.

El vuelo simboliza un proceso espiritual encaminado a la unión mística. Es totalmente lógico y coherente con el sistema sanjuanista que, al menos alguna de sus fases o etapas sea oscura. Estas, una vez superadas, harán que el proceso todo, la Noche, se convierta en amable, que precede al día (unión mística). Condición del vuelo simbólico es que el movimiento vaya dirigido simultáneamente hacia la altura y hacia la luz.

Dios es la luz por antonomasia para San Juan. Por consiguiente, el que asciende se vuelve más puro, pero también más luminoso, y la meta a que se aspira es transformarse en Dios, esto es, en luz.

Ahora bien, si la aproximación al foco luminoso es excesiva, o demasiado brusca, se produce el deslumbramiento. Así, pues, la ceguera puede provenir de un exceso de luz. Con todo, tanto la ceguera como la oscuridad externa producen el mismo efecto: impedir que se vea con nitidez (ver = «conocer»). Pero el ímpetu amoroso suple con creces la carencia visual e impulsa poderosamente a lo alto: a dar un salto calificado de ciego y oscuro. Acierta y alcanza la meta -presa- anhelada.

Tercera Estrofa

Se describen unos rasgos declaradamente paradójicos de este vuelo. Tal posibilidad le viene dada por el carácter ambivalente que, como todo auténtico símbolo, posee; esto es, la capacidad de englobar y aunar contrarios entre sí. Este hecho es el que explica la abundante presencia de antítesis, muy frecuentes en las obras místicas y en concreto en la de San Juan de la Cruz: fuego tenebroso, noche alumbradora, oscura luz de contemplación, etc., y el que, cuando estas cualidades antitéticas se desarrollen, surjan las formulaciones paradójicas. Por eso se consideran las paradojas características del lenguaje místico, ya que este ha de ser simbólico.

Cuarta Estrofa

La cuarta estrofa es un canto encendido a la esperanza. Pero la esperanza de «cielo». Otra vez, patente, la contraposición, de raigambre medieval, cielo / tierra; vida celestial / vida terrenal, y en la base, la de Creador / criatura. Se percibe vagamente la acción divina en ese vertiginoso final ascendente, extraño a la naturaleza humana. La manera puede aludir al modo de hallarse el alma, que significativamente no vuela, sino que pasa, sobrepasa o supera mil vuelos o etapas progresivas ascendentes. Parece como si el alma fuera levantada o arrebatada a lo alto, lo que nos sitúa en los últimos estadios del proceso místico, en los que en estado de pasividad, se deja actuar por Dios.

El alma no debe hacer nada… salvo esperar. Una espera fundamentada en el amor. Se establece una relación entre alcanzar y esperar. El logro del primer elemento procederá del cumplimiento y acabamiento del segundo. Pero ambos, en este contexto, funcionan como antónimos. Hay una paradoja interna.

Conocemos, porque el propio autor se encarga de hacerlos explícitos, los niveles de intensidad y profundidad de la espera sanjuanista: esperó «sólo este lance». Dicho en otras palabras, su vida estaba proyectada única y exclusivamente hacia esta meta, hacia este fin. El divino lance constituía la finalidad de su existencia, lo único que otorgaba a esta verdadero sentido. La esperanza es una virtud que tiende sus ejes hacia el futuro. Lo que pretende el santo es sumir al alma en un presente abierto y libre, sin recuerdos del pasado ni preocupaciones por el porvenir, solo tenso hacia Dios. La apertura hacia el futuro se funda en la esperanza.

Los últimos versos de esta estrofa extraen la consecuencia, que el santo quiere poner de manifiesto y destacar preferentemente a sus hermanos de Orden: la esperanza, si es de realidades celestiales y está teñida de amor, conduce, en una progresión ascendente y sublimadora, a través de escalas y vuelos, a lo más alto, al espacio infinito y luminoso, a la cumbre solitaria del monte, donde, mansamente, en secreto -por fin- se consigue, la caza trascendente para fundirse con ella: «Cuanto más de esperanza tiene (el alma) tanto más de unión con Dios». Y en la unión mística, el alma, que posee ya a Dios, se hará Dios por participación.

Conclusión

Se trata de una experiencia contemplativa, autobiográfica y de potente dinamismo (verbos de movimiento, en primera persona y totalmente opuesta al quietismo iluminista), cantada desde la cumbre (la acción está descrita en pretérito, como en el poema de la Noche, desde la paz de una visión total que está por encima de los avatares de la persecución), como un acontecimiento pasado, pero que perdura y es recordado con gran intensidad (la ausencia de adjetivos), condensado por entero en el dinamismo de las virtudes teologales, explícita e implícitamente significadas de esta manera: el amor (amoroso lance), la esperanza (y no de esperanza falto), y la fe (volé tan alto, tan alto), operando y proclamando juntas el éxito logrado (que le di a la caza alcance), la captura de una misteriosa presa de la que tampoco se nos dice su nombre, solo su condición de ser el supremo objeto del deseo.

Oda a la Flor de Gnido de Garcilaso de la Vega

Contexto del Autor

Esta lira pertenece a la Canción V de la obra de Garcilaso de la Vega, poeta y militar del Siglo de Oro español, nacido en Toledo alrededor del año 1500. Considerado uno de los poetas más importantes de la literatura española, Garcilaso introdujo esta forma estrófica, la lira, en España con su “Oda a la flor de Gnido”, compuesta durante su estancia en Nápoles entre 1532 y 1536.

Argumento

El poeta expresa la ilusión de que sus palabras sean tan armoniosas que pudieran, por sí mismas, amansar los elementos de la naturaleza. También aborda la belleza de la mujer amada y las desventuras del amante desdeñado.

Tema

La belleza femenina y el desamor como temas poéticos.

Estructura

  • Primera parte (versos 1 a 10): El poeta anhela que su canto sea melodioso.
  • Segunda parte (versos 11 a 20): Sus temas no serán ni los dioses ni las hazañas guerreras.
  • Tercera parte (versos 21 a 30): Se centra en la belleza femenina y el desamor que a veces provoca.

Análisis

Esta lira es una estrofa de cinco versos, tres heptasílabos y dos endecasílabos, con rima consonante ABaBB.

Se hace una alusión a Orfeo, músico y poeta, inventor de la cítara. Con su música, era capaz no solo de calmar a las bestias salvajes, sino incluso de mover árboles y rocas, y detener los ríos en su curso.

Hace referencia a los triunfos romanos, procesiones en las que los generales vencedores, montados en altos carros (“en las sublimes ruedas colocados”), arrastraban por el cuello a los bárbaros vencidos (“franceses y alemanes”).

Advierte a la dama de la peligrosa situación del enamorado mediante la antítesis “muriendo vivo”. En el verso “a remo condenado”, Garcilaso juega con el término aplicado a los condenados a galeras (galeotes) y el apellido de su amigo: Galeota.

Anaxárate fue una doncella de Chipre que trató con tal desdén a su amante Ifis, que este, desesperado, se ahorcó a la puerta de su casa. Como Anaxárate mirase con la mayor indiferencia el cortejo fúnebre de su amante, Venus, para castigarla, la convirtió en estatua de piedra. El poeta advierte a doña Violante de la posibilidad de que le suceda lo mismo.

Némesis, diosa de la justicia retributiva, vengaba a los amantes infelices o desgraciados por el perjurio o infidelidad de su amante.